CAPÍTULO 6

Me había despertado antes de que sonase la alarma de mi móvil, apenas dormí esta noche. No me quitaba de la cabeza que la chica que vi en las escaleras de este mismo hotel viendo el atardecer, era la famosa ladrona Pandora. Era el único que por ahora conocía su rostro, y digo por ahora porque tarde o temprano lo sabrá todo New York en cuanto le cuente al Jefe Pierce esta nueva pista que descubrí ayer. Me levante de la cama, me asee y prepare mi maletín para irme al departamento de policía, cuando colocando los papeles que llevaría, volví a ver la cara de Pandora en una de las fotos que imprimí del video de las cámaras de seguridad de la tienda de ropa. No sé porque, pero mis manos se movieron solas, y en vez de meter la foto en donde se ve la cara de Pandora en mi maletín, la deje en la mesa donde estaba junto con otros papeles.

Cuando salí del hotel a la espera de que trastejen mi coche, apareció Cody, vino a recogerme.

-Buenos días detective Alexander. – Dijo tras bajar la ventanilla del coche patrulla que conducía.

-Buenos días, ¿qué haces aquí? – Dije inclinándome un poco hacia la ventanilla del coche.

-¿No le han informado? Hoy le vengo a recoger para llevarle directo al museo metropolitano de arte, entre.

No me habían informado de nada, y eso ya me cabreaba un poco. Odio que me cambien los planes de un momento a otro, me gusta tener todo organizado y bajo control. Pero entre en el coche para así hacerle un pequeño interrogatorio a Cody de camino al museo.

-¿Por qué vamos ahí?

-Hoy se celebra una subasta benéfica y acudirán los hombres y mujeres más ricos de la ciudad, o mejor dicho del país.

-¿Y qué voy hacer yo ahí?

-El Jefe Pierce cree que Pandora podría ir esta noche a la subasta, han doblado la seguridad y por eso necesitamos que estés.

-Tonterías, no ira. – Pandora, hasta ahora solo ha robado en bancos, ha escapado por las calles menos transitadas y jamás se arriesgaría a aparecer en público delante de tantas personas. Un día desperdiciado.



-Aquí tenéis, los pinganillos.

-Gracias Diego. – Estábamos todos en el garaje, preparándonos para salir, Diego haciendo los últimos retoques en cuanto a tecnología, Jack guardando en los coches nuestros equipajes y Finn revisando que este todo perfecto, que no se escapase ni un detalle.

-Esta vez te sales de lo que sueles hacer, ¿estas segura? – Me pregunto Diego, que estaba inquieto, nervioso y preocupado, normal, esta vez no robaríamos en un maldito banco.

-A veces hay que salirse de la monotonía.

-Listo Pandora, cuando quieras nos vamos, es la hora. – Dijo Finn, abriendo la puerta de su coche. Esta vez, los tres iríamos cada uno en un coche diferente que nos había conseguido Diego bajo nombres falsos.

-Son las siete de la tarde, la subasta empieza a las nueve de la noche, pero empezara a llegar la gente a las ocho y media. – Dijo Diego mirando su tablet confirmando cada detalle.

-¡No arrugues el vestido Pan! – Dijo Jack antes de entrar en su coche.

-Tranquilo, lo cuidare y así te lo puedes poner luego. – Dije entrando en mi coche, mientras desde fuera se escuchaba la risa de Jack. – En marcha. – Comunique por el pinganillo que nos dio Diego y que funcionaba perfectamente.

Primero salió Finn del garaje, luego yo y por ultimo Jack, salimos a la vez pero a los pocos segundos cada uno tomaría un camino diferente a un destino diferente.



Ridículo, menuda pérdida de tiempo, Pandora no aparecerá y llevaba aquí todo el día. Quería irme y más ahora que esto estaba lleno. La gente que me miraba, seguro, se había percatado ya por mi cara las pocas ganas que tenia de estar aquí. Desde que llegue por la mañana tenía el ceño fruncido, incluso el Jefe Pierce ya me había dicho varias veces que cambiase de cara o asustaría a la gente.

Me encontraba en la parte de arriba, desde aquí veía toda la sala principal, veía a los señores con sus mejores esmoquin riéndose a carcajadas y con una copa en la mano, incluso al Jefe Pierce estaba con ellos, se encontraba muy cómodo, parecía como si se hubiese olvidado que estamos en medio de una misión. También estaban todas aquellas señoras con sus vestidos de gala. Había vestidos de todos los colores, y de todos los gustos, los había largos y cortos, también había vestidos con plumas, de encaje y algún vestido típico de algún país, pero todas tenían algo en común, y es que iban con sus mejores joyas. Algunas de las mujeres mayores que había, me recordaban a las mujeres de Londres, que a veces venían a mi oficina para pedirme que encontrase una joya robada. Al principio acepte dos o tres casos, hasta que al final todos eran lo mismo, no había ninguna pista de robo, simplemente estaba debajo de algún cojín o detrás de algún mueble. Pero como todo detective, por algo se tiene que empezar. Ahora, en vez de encontrar joyas "robadas", tengo que encontrar a una ladrona, muy astuta tengo que reconocer, y que todavía no le había dicho ni si quiera el Jefe Pierce que sabía cómo era el rostro de Pandora.

En medio de tantas señoras, tantos colores y tantas risas, mis ojos se percataron de alguien. Estaba de espaldas, esquivando a la multitud y abriéndose camino, apenas rozaba a toda esa gente. Era una chica de pelo negro, lo llevaba suelto y llevaba puesto un vestido negro de seda, de repente mis pies se movieron solos bajaron las escaleras hacia la sala principal, pero aquí abajo iba a ser más difícil buscarla, desde arriba todo se podía ver mejor. Quería encontrarla antes que nadie, no podía ser ella, ella no tendría que estar aquí, llevaba todo el día negándolo, era imposible. Tenía que verla de frente sí o sí, tengo que ver si es la chica de las escaleras, la chica de las imágenes de las cámaras de seguridad, la chica conocida como Pandora. Y ahí estaba, a unos tres metros enfrente mío, me acerque lo más rápido que pude, intentando no empujar a la gente, estire mi brazo para poder agarrar el suyo y se dio la vuelta.

No era ella.

-Lo siento, me he equivocado. – Dije mientras le soltaba el brazo.

-¿Qué pasa Alexander? – Pregunto el Jefe Pierce que apareció a mi lado. – ¿No será...?

-No.

-¿Pasa algo? – Pregunto la chica confundida ante la situación.

-No, señorita, lo siento. – Dijo el Jefe Pierce.

-¿Puedo ver su invitación? – Seguro que solo era pura casualidad, ¿pero tanto parecido?, no lo creo.

-¿Invitación?

-Así es.

-No tengo, me habían dicho que podía entrar sin una.

-¿Quién?

-Ayer cuando salí de hacer una obra de teatro, en la salida, una chica y un chico me pidieron que tenía que venir hoy aquí, que me pagarían, y acepte.

-Soy el Jefe Pierce del departamento de policía de New York, este es el detective Alexander Miller. – Dijo Pierce enseñando su placa. La gente que estaba a nuestro alrededor empezó a mirarnos.

-¿He hecho algo malo? – Dijo la chica preocupada y sin tener ni idea de lo que estaba pasando.

-No, pero ¿cuándo fue la última vez que vio aquella chica o aquel chico? – La gente cada vez nos miraba más, pero aún tenía que hacerla varias preguntas.

-A la chica hoy, hace una hora aproximadamente, quedamos enfrente del teatro de ayer, que es donde suelo actuar para darme el vestido.

-Alexander, no será... – Dijo el Jefe Pierce, que por fin tras un rato se dio cuenta a donde quería llegar con mis preguntas.

-Así es, Pandora. 



-Finn, Jack, ¿listos?

-Listos. – Dijeron ambos por el pinganillo.

Esta vez íbamos hacer algo nuevo, algo a lo que no estamos acostumbrados, robar en las casas, bueno, mejor dicho mansiones, de los tres hombres más ricos de New York. Siempre hemos ido los tres juntos a los robos, pero esta vez nos dividimos, por lo que es más emocionante y peligroso a la vez, justo el combo favorito de Jack. Los tres estábamos en sitios diferentes y en "casas" diferentes, yo me encontraba en la parte de atrás de la mansión de Connor Milton, el CEO de la mayor compañía de hoteles NYXX (New York XX).

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