Capítulo 8: El Plan

Las cuatro brujas se encontraban en su cuarto. Janice caminaba de un lado para otro con la mente revuelta, mientras las otras tres estaban sentadas en la cama de Chayna, mirando el piso.

Lo que habían visto no era cualquier cosa. Habían descubierto uno de los más grandes engaños que había sufrido su pueblo y no tenían idea de qué hacer con ello.

—Debemos hacer algo —dijo Janice—. No podemos avalar esto, ¡nos están oprimiendo!

Sun Hee se paró de la cama y le tapó la boca a Janice con su mano, para acercar su rostro al de ella y susurrar:

—Precisamente por eso no puedes gritar.

Janice asintió y Sun Hee le destapó la boca.

—Quizás yo no viví en Corea del Norte, pero sí mis papás e incluso hay parte de mi familia que sigue ahí —comenzó Sun Hee—. En un régimen no hay privacidad y esto está muy cerca de ser uno, lo que significa que no podemos decir nada aquí... quizás, ni siquiera pensarlo.

Sun Hee no quería imaginarlo, pero si la Magistra y su consejo tenían los libros, debían saber usar sus poderes y uno de ellos era el de la adivinación.

Imaginaba que no usaban sus poderes siempre o que no funcionaban en todas las situaciones, pues si la Magistra hubiera sabido que Janice hallaría el pasillo y la habitación, hubiera impedido que entraran a la bodega.

—Si estás haciendo una analogía sobre qué este internado es Corea del Norte, entonces debemos salir de aquí —susurró Janice—. Al menos para hablar de lo que haremos.

Sun Hee lo pensó un momento y luego asintió.

Chayna y Kate se levantaron de la cama y todas comenzaron a tomar sus abrigos, para luego salir.

De pronto, cuando Janice iba a doblar en un pasillo, se topó de golpe con una de las demás.

Ambas dieron un salto y la otra chica miró mal a Janice.

—Fíjate por donde vas, gringita.

Janice solo rio nerviosa y siguió su camino con las demás detrás.

Janice no podía evitar sentirse observada e incluso temía que la situación fuera aún peor de lo que imaginaban. ¿Y si había intervenido los celulares? ¿Si tenían cámaras en las habitaciones? ¿O si les habían instalado chips?

«No, Janice, estas viendo muchas películas de ciencia ficción. Los chips controladores no existen y no lo harán», se intentó calmar.

Las cuatro caminaron en silencio durante la media hora que llevaba cruzar el bosque que separaba el internado de la ciudad, pues tenían que incluso allí las oyeran.

Sun Hee siempre había agradecido que sus padres huyeran de Corea del Norte antes de que ella naciera y que China jamás los hubiera devuelto como lo hacían con muchos de los refugiados; pero ahora se había metido en otro problema parecido y, a diferencia de Kim Jong Un, la Magistra tenía poderes.

—¿A dónde vamos? —preguntó Chayna, mientras caminaban por la acera.

—El café de la otra vez —dijo Janice.

Se movieron lo más rápido que pudieron hacia el café y en diez minutos ya estaban en una mesa más oculta, fingiendo que eran adolescentes normales que iban a comer un bocadillo.

—¿Qué podemos hacer? —preguntó Janice—. Somos sólo cuatro brujas jóvenes que no saben usar sus poderes contra la Magistra y el Consejo porque definitivamente ellos deben respaldar esto. Ragna no trabaja sola.

—Podríamos pedir ayuda —dijo Kate.

Sun Hee negó.

—No sabemos quién está de nuestro lado, sólo podemos confiar en este círculo, en nadie más.

Si sus compañeras llegaban a saber algo de eso, podían simplemente ir y comentarle a la Magistra el asunto para quedar bien con ella.

—¿Entonces? —preguntó Kate.

Todas se quedaron en silencio por varios segundos.

—Tenemos que sacar los libros —dijo Janice completamente decidida.

Chayna la miró con algo de preocupación.

—¿Y qué haremos con eso?

—Necesitamos usar nuestros poderes —explicó Janice—. Para eso necesitamos los libros.

—Pero nos descubrirán —siguió Chayna—, y entonces la Magistra nos degollará.

—No podremos volver al Internado —dijo Sun Hee—, deberemos tomar los libros e irnos.

—¿A dónde? —preguntó Kate—. No debe haber un lugar donde la Magistra no nos pueda encontrar.

Nuevamente se instaló un silencio, hasta que Sun Hee lo rompió:

—El favor que nos ofreció Trey —dijo Sun Hee—. Él es hijo de una autoridad, la Magistra no querrá entrometerse para evitar llamar la atención.

Todas las demás lo pensaron un momento y luego Kate habló:

—¿Entonces que le pediremos?

—Acilo, con una buena excusa que Janice inventara.

—¿Yo por qué?

—Porque tú eres la buena en inventar excusas o historias.

Janice iba a discutir eso, pero no tenía como. Sun Hee tenía razón, ella era buena inventado excusas para salir de situaciones complicadas porque tenía bastante práctica.

—¿Y cuándo lo haremos? —preguntó Chayna.

—Primero, hay que hacer un plan. Y rápido —contestó Sun Hee.

Ella sabía que no tenían mucho tiempo y por el momento, tendrían que fingir que nada estaba pasando o arruinarían cualquier posibilidad que tenían de huir con vida.

[...]

Había pasado menos de una semana, pero ya ninguna creía poder soportar más tiempo fingiendo que no había pasado nada extraño.

Sun Hee tenía su plan listo, pero temía que la presión la hubiera hecho pasar algo por alto. Quizás a ella no la caracterizaba ser despistada o poco meticulosa, pero en una situación tan riesgosa como esa, no tenia la certeza de que hubiera hecho todo a la perfección. Por esta razón, había repasado el plan en su cabeza al menos diez veces por hora.

Ese viernes, luego de terminar con la última clase del día, las cuatro fueron a su cuarto, un poco nerviosas. Era difícil disimular tan bien cuando lo que harían podía costarles la vida, pero lo importante era que nadie sospechara nada.

Apenas entraron al cuarto, Janice cerró la puerta con seguro y entraron al baño de la habitación, el cual también procuraron cerrar bien.

Si había un lugar en el que tal vez no las podían espiar, era el baño por eso habían decidido discutir el plan ahí.

—Bien, esto es lo que haremos —comenzó Sun Hee, abriendo una gran hoja que tenía en sus manos enrollada en un tubo.

Las cuatro se arrodillaron en el suelo, cada una sobre una de las puntas de la gran hoja, la cual contenía los planos del internado. Sun Hee los había tomado días atrás de la biblioteca, pero, como había notado, los planos no estaban completos.

Sun Hee tomó un lápiz y comenzó a hacer trazos por donde se suponía que estaba la bodega secreta.

—Kate, ¿dónde te verás con Trey?

Kate había hablado en la mañana por mensajes con el chico y le había pedido verlo, a lo que había aceptado, claramente.

—En el café.

—Perfecto —Sun Hee miró a Janice—. Tú serás la distracción. Tienes que hacer algo estúpido que mantenga ocupada a Paula hasta que te digamos.

—¿Y yo? —preguntó Chayna, impaciente.

—Tú iras conmigo. Ambas iremos a la bodega cuando estemos seguras de que Janice tiene controlada a Paula y buscaremos el libro.

Chayna asintió.

—¿Alguna otra pregunta?

Todas negaron e inmediatamente se pusieron de pie.

Sun Hee volvió a enrollar los planos.

—Bien, Kate, tienes que salir ahora.

Kate asintió y salió del baño, seguida por las demás, para tomar las mochilas de todas con las cosas esenciales de cada una.

—Nos vemos pronto.

Kate abrió la puerta de la habitación y revisó que no hubiera nadie andando en los pasillos. Cuando se aseguró de que no se encontraría a nadie, salió rápidamente.

Caminó a paso rápido por los pasillos, hasta que llegó a la puerta de salida.

Ya que, la mayoría estaba en otras actividades a esa hora, los pasillos se encontraban desolados, lo que le había facilitado las cosas a Kate.

Cuando puso un pie afuera, sintió un alivio. Afuera, ya no era una prisionera.

Comenzó a caminar lo más rápido que podía, sin importarle el dolor en las piernas y brazos por la cantidad de peso que llevaba. Solo quería llegar al café pronto y asegurarse de que Trey les salvaría la vida como ellas se la habían salvado alguna vez.

En el internado, después de que pasaran diez minutos, Janice salió del cuarto.

Cuando comenzó a caminar por el pasillo, tomó una bocanada de aire e intentó calmar sus nervios.

Se dirigió hacia la cancha, donde las chicas, en su mayoría de origen latino, practicaban samba. Subió a las gradas para sentarse, sacó de su bolsillo una pajilla metálica y se metió unas pequeñas bolitas de papel a la boca. Luego de humedecer lo suficiente las bolitas, puso la pajilla en sus labios y comenzó a escupir las bolitas por el tubo, en dirección a las chicas.

Todas las brujas a las que le había llegado una, comenzaron a quejarse, mientras buscaban a quien las estaba molestando. Cuando una divisó a Janice, la miró furiosa y envió a otra a que fuera por Paula.

Cuando Janice notó que una de las chicas había salido corriendo, supuso que iría por Paula, por lo que tomó su celular y envió un mensaje a Chayna.

—¡Janice! —llamó una de sus compañeras—. ¡De esta no te salvas!

—¡Pobrecita! ¡Perderá otra tarde limpiando la biblioteca! —se burló otra.

Todas comenzaron a reír, pero Janice solo siguió lanzándoles bolitas con su saliva, provocando que ellas se quejaran asqueadas.

En tan sólo un minuto, Paula estaba ahí.

—¡Janice! ¡Ven acá! —ordenó.

Janice fingió una expresión de fastidio y se levantó para ir lentamente hacia Paula, ganando tiempo.

Por otro lado, Chayna y Sun Hee ya había llegado a la oficina de Paula, la cual estaba abierta.

Chayna había entrado a buscar las llaves, mientras Sun Hee estaba en el pasillo vigilando, preparada para distraer a quien fuera que pudiera pasar por ahí. Si era necesario, estaba dispuesta a noquear a alguien.

Cuando Chayna encontró las llaves, metidas en un cajón que había tenido que forzar con un alambre para abrir, dejó todo tal y como estaba antes de que revisara el lugar y salió de la oficina.

Sun Hee y Chayna comenzaron a correr por los pasillos, hasta llegar a la bodega.

Rápidamente, abrieron todas las puertas hasta llegar a la bodega como tal. Sun Hee empujó el ladrillo que no estaba en su lugar, y tal como la vez anterior, la pared se había separado, dejando la entrada.

Chayna puso la clave que Janice había usado la vez anterior y entraron a la siguiente habitación.

Sun Hee abrió la mochila vacía que estaba llevando en su espalda y Chayna comenzó a meter los libros que parecían ser útiles en ella.

—Listo. Vámonos —dijo Sun Hee.

Chayna asintió y la siguió, cerrando la puerta de la habitación y luego, poniendo los ladrillos en su lugar inicial.

No tardaron más de dos minutos en estar fuera de la bodega y fue en ese momento que recibieron un mensaje de Janice, avisando que Paula iba a la oficina.

Las dos corrieron hacia la oficina, la cual estaba más cerca de ellas que de Paula y Chayna metió las llaves en el cajón correspondiente.

Cuando salieron de la oficina, se metieron por otro pasillo, el cual era el camino largo hacia el cuarto, pero debían hacerlo para evitar toparse con Paula.

Una vez que llegaron frente a la puerta de su cuarto, Janice ya estaba ahí esperando.

—Debo limpiar la biblioteca el sábado —informó—. Qué triste que no podré asistir.

Ambas sonrieron y comenzaron a correr con Janice hacia la salida.

—Espero que Kate lo haya logrado o estaremos muertas —comentó Chayna.

Kate ya había llegado al café unos segundos atrás, pero Trey todavía no aparecía, lo que la estaba poniendo nerviosa.

El chico solo tenía segundos de atraso, pero para Kate parecía una eternidad. Estaba desesperada por saber si él podría ayudarlas, pues si no, tendrían un grave problema.

Tan solo unos minutos después, Trey cruzó la puerta del café y cuando vio a Kate sentada en una mesa, fue hacia ella con una amable sonrisa.

—¡Kate! —saludó con emoción, pero luego su expresión se tornó en una de preocupación—. ¿Pasa algo malo?

Kate se veía nerviosa y pálida.

—Necesitamos tu ayuda.

—Claro, ¿qué necesitan? —preguntó, sentándose frente a Kate.

—Es un favor muy grande, pero realmente estamos en problemas —explicó—. No puedo decirte mucho ahora, pero prometo que te explicaremos mejor después.

Trey se sintió un poco inseguro. Kate actuaba como una loca y, debido a que no conocía mucho a esas chicas, le complicaba el involucrase tanto con ellas.

—¿Qué necesitan? —volvió a preguntar.

—Necesitamos un lugar para quedarnos... u ocultarnos, mejor dicho.

—¿De qué?

Kate tragó duro. Ella sabía que eso podía sonar a que hacían algo ilegal o peligroso, por lo que podía terminar por espantar a Trey.

—De alguien malo... —terminó por decir, agachando su cabeza.

Trey lo pensó un momento.

Kate se veía una chica tan normal y buena que no podía imaginarla metida en algo malo.

—Creo que puedo ayudarlas —dijo, después de unos segundos.

Kate levantó su cabeza para mirarlo con esperanza.

—¿En serio?

—Pero deben prometer que me contarán lo que hacen después... con detalle.

A Kate no le quedó más opción que aceptar.

—¿Y las demás? —preguntó Trey.

—Deben estar en camino.

Al menos eso esperaba Kate.

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