Capítulo 4: Las Brujas de Salem

Las cuatro estaban cansadas de cargarlo ya. Quizás el chico no era un peso enorme, pero si era agotador caminar una distancia tan larga cargándolo.

Janice estaba a un poco de perder la paciencia y comenzar a arrastrarlo de un pie, de todas maneras, ya estaba herido, unos cuantos raspones más no serían la gran cosa según su parecer.

—Debimos meterlo a un saco y arrastrarlo como lo hacen los secuestradores en los cuentos para niños... o Santa Claus —comentó.

—Lo pensé, pero no tenemos un saco —respondió Sun Hee.

—No sean malas... Hubiera sido mejor una carretilla —siguió Kate.

Kate era la más agotada. Ella no tenía mucha fuerza, apenas podía con su propio cuerpo, cargar al chico era una tortura. Aun así, le preocupaba el golpe que le había dado Chayna, temía que le pudiera haber causado algún problema más grave. Parecía estar respirando, o al menos ella veía que sus fosas nasales se movían, pero eso no aseguraba que estuviera bien realmente.

Cuando llegaron junto al hospital, se metieron entre unos arbustos y comenzaron a analizar el alrededor.

—¿Dónde lo dejamos? —preguntó Kate—. Hay cámaras por aquí...

Había unas cuantas cámaras de seguridad en el estacionamiento y otras apuntando a la entrada de del edificio. Que las cámaras las captaran sería el peor error de sus vidas, muy probablemente.

—La calle de enfrente... —dijo Sun Hee—. Alguien lo tendrá que ver ahí.

Cruzaron la calle hasta llegar a la acera de enfrente, asegurándose de que nadie estuviera mirando y dejaron al chico, rápidamente, junto a un farol de luz.

—Estarás bien —le dijo Kate cuando ya estuvo en el suelo, a lo que él respondió con un quejido.

Kate se sobresaltó al oírlo, pero inmediatamente Chayna la jaló para marcharse.

Apenas dejaron al chico, corrieron hacia el final de la calle y se escondieron a la vuelta.

Estaban asomadas por la esquina de la última casa de la calle, vigilando al chico para asegurarse de que alguna persona lo viera y lo llevara al hospital.

De pronto, una enfermera que estaba saliendo del lugar con lo que parecía un cigarrillo en la boca, lo vio a lo lejos y volvió a entrar para luego salir con lo que parecían unos paramédicos.

Cuando tomaron al chico, lo subieron a una camilla y lo ingresaron en el hospital, todas se sintieron aliviadas.

—Tranquila, Kate, estará bien —la intentó tranquilizar Janice, pues sabía que era la más complicada con el asunto—. Ahora debemos irnos, o las que estarnos mal seremos nosotras.

Rápidamente emprendieron el viaje de vuelta al internado, por suerte, lograrían llegar antes que se hiciera el conteo, o la misma Magistra las mataría con sus propias manos.

[...]

—¡Kate! ¡Despierta, Kate!

Kate abrió los ojos al oír la voz de Chayna y se quejó por el hecho de que la despertara tan temprano. Era sábado en la mañana, bastante temprano, pues apenas entraban unos cuantos rayos de luz por la ventana.

Chayna no había podido dormir bien por la adrenalina que le había quedado corriendo por el cuerpo debido al asunto del chico herido, así que había decidido quedarse despierta desde las cinco y ver algo de televisión.

—¿Qué pasa, Chayna?

—Desperté temprano porque no pude dormir nada bien y encendí la televisión para ver alguna cosa. Cuando iba pasando por un canal, ¡adivina! ¡La cara del moribundo de ayer estaba ahí!

Kate se sentó de golpe en la cama, colisionando con la cama de arriba y despertando a Janice en eso.

—¡Kate! —se quejó Janice—. Te he dicho que, si vas a darte cabezazos, que no sea cuando estoy durmiendo.

—¡Ni que lo hiciera a propósito, Janice! —exclamó Kate, sobándose la frente adolorida.

Kate miró la televisión encendida y leyó lo que decía en la pantalla: "Hijo del alcalde asegura haber sido salvado por unas extrañas de un grupo de acosadores".

Kate fue a sentarse junto a Chayna, quien veía la pantalla de la televisión emocionada, se quedó con la vista puesta en la noticia, hasta que salió un video en donde estaba el chico de la noche pasada en el hospital, hablando como si fuera un blog.

—No sé quiénes fueron las chicas de ayer, solo recuerdo el acento británico de una y que otra era de origen asiático... aunque no recuerdo muy bien lo que pasó, pero sé que gracias a ellas logré llegar aquí. Por favor, si están viendo esto, contáctenme.

Chayna se quejó.

—Claro, nadie se acuerda de la chica de color, ¿no es así?

—Le diste un golpe con un paraguas —le recordó Kate.

Chayna asintió convencida.

—Sí, quizás eso afecto su memoria... —supuso, aunque no era eso a lo que Kate se refería.

En ese momento, comenzó a hablar nuevamente la periodista que estaba dando la noticia:

—El alcalde ha dicho hace unos minutos que, quienes quieran que hayan sido esas chicas, les estará agradecido de por vida...

—Wow, ese chico no parecía nadie importante... —comentó Janice, desde la otra cama—. Deberíamos pedir que nos den una recompensa.

—Janice —la reprendió Kate—. Aunque fuera la mejor recompensa del mundo, no podemos llamar la atención. ¡Por eso no dejamos al chico directamente en el hospital!

Kate también hubiera querido la recompensa, si eso no hubiera implicado que la Magistra las hiciera pedazos.

—Solo decía...

[...]

Ya había pasado casi una semana desde que las cuatro brujas habían salvado al hijo del alcalde de la ciudad del grupo de musculosos y, en ese momento, se encontraban en la última clase del viernes: historia de las brujas.

Ese día habían comenzado con la historia de las brujas de Salem y lo referente a los juicios. La más emocionada de las amigas era Janice pues, al ser estadounidense y proveniente de Massachusetts, el lugar donde había sido el primer caso imaginaba podía tener una clase de relación con alguna de las brujas que había sido enjuiciada.

A pesar de que los humanos sabían algunas cosas del tema, había una parte que sólo las mismas brujas podían saber, por ejemplo, cuáles de las mujeres quemadas en la hoguera o condenadas habían sido verdaderas brujas y cuáles no.

—Bien, quiero que me digan lo que hayan escuchado acerca de Salem y los juicios. No importa si es algo erróneo, estamos aquí para aprender.

Janice levantó la mano y la maestra le dio la palabra.

—Sé que las primeras acusadas fueron provenientes de Massachusetts que en ese momento era una colonia inglesa, y fueron tres.

La maestra asintió conforme.

—Así es. Betty Parris hija de un reverendo y, su prima, Abigail Williams, acusaron a tres mujeres de brujería —fue hacia la pizarra con un plumón en mano y comenzó a escribir un número—. En mil seiscientos noventa y dos arrestaron a Tituba, una esclava negra de origen colombiano de la casa Parris; Sarah Osborne, una terrateniente que se había ganado el odio de la comunidad al casi no demostrar su fe; y Sarah Good, una indigente embarazada al momento en que la arrestaron.

Una chica alzó la mano.

—Annette.

—¿Arrestaron a Sarah Osborne solo por no tener fe? ¿No es algo estúpido? ¿Es necesario que por no tener fe alguien tenga que ver con "algo del diablo"? —preguntó, haciendo comillas con los dedos.

—¿Hay alguien que crea poder responder la pregunta de su compañera?

Sun Hee alzó la mano casi automáticamente.

—Sun Hee.

—En esa época la religión católica tenía mucho peso en ese sector del globo, por lo que, si alguien no demostraba su fe ante Dios, se creía que adoraba todo lo contrario y eso se relacionaba con la brujería.

—Muy bien, Sun Hee —hizo una pausa—. Si bien, Osborne y Good negaron todas las acusaciones de brujería, Tituba dio un testimonio que terminó por condenarlas a todas. Se dice que lo hizo para desviar la atención del tribunal por el que estaba pasando su marido.

—¿Entonces mintió? —preguntó una chica.

La maestra asintió.

—Aunque no completamente —tomó un libro que tenía sobre su mesa y abrió una página—. Tituba sí era una bruja, pero ni Osborne, ni Good lo eran... Después de que Tituba fuera enviada a prisión y posteriormente liberada, no sé sabe qué pasó con ella, al menos no las personas comunes.

Sin Hee alzó la mano.

—¿Sí, Sun Hee?

—Oí que alguien pagó su fianza y la compró, y con eso salió de Salem.

—Sí, la compraron a ella y a su esposo, pero lo hicieron las brujas de un aquelarre cercano para salvarla. Ahí murió en feliz y en paz.

—¿Pero no se había retractado en prisión de lo que dijo? —preguntó otra chica.

—Sí, lo hizo para intentar salir y porque tuvo una hija, de la que lamentablemente fue separada, pues la familia Parris se la quedó.

Todas comenzaron a anotar esos datos en sus respectivos cuadernos.

La maestra volteó el libro que tenía en sus manos a hacia las alumnas, mostrando las páginas en donde había unos dibujos en blanco y negro. La más grande y llamativa era la de un pecho de piel oscura, con la marca de la estrella y los tres círculos detrás de ella.

—Esta es la marca de Tituba, el dibujo fue hecho en el aquelarre por otra bruja y entregada a la Magistra de ese entonces, quienes son las que poseen el libro de registro.

¿Cómo fue que nadie vio la marca de bruja de Tituba? Se suponía que había forma de ocultarla, aunque en ese entonces nadie sabía cómo y eso les complicaba más a las brujas el pasar desapercibidas.

¿Y qué era el libro de registro? No era sólo uno en realidad, eran varios libros en los que se registraban las brujas importantes que habían existido en una época, por ejemplo, Tituba o Elly Kedward, la conocida bruja de Blair.

Aunque los humanos no lo sabían, Elly Kedward tenía lazo sanguíneo con Marie Kedward, la primera bruja que había existido, hija de Anne Kedward, quien había hecho el trato con el diablo para que Marie obtuviera sus poderes y estos fueran heredables.

Había mucha información que no estaba registrada en el momento y que, como se hacía en la antigüedad, se había pasado de manera verbal, lo que pudo afectar mucho la veracidad de algunas cosas. Junto con los registros que no se hicieron escritos, también se habían perdido los libros que tenían recetas de pociones y la forma de usar los poderes. Supuestamente, estos los habían quemado durante las cazas masivas de brujas y nunca los habían podido recuperar.

—Bueno niñas, sigamos con los siguientes casos.

Si bien, a la mayoría de las brujas les parecía interesante aprender de su pasado, no les gustaba mucho saber que en la historia habían asesinado un montón de mujeres que no eran brujas y otras que lo eran, sólo porque creían que eran una clase de demonios.

A veces se preguntaban si algo como eso podría volver a suceder en la actualidad. Deseaban que la respuesta fuera no, pero no había manera de saberlo.

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