Capítulo 3: Curación

Habían cargado al tal Trey por casi veinticinco minutos. Habían tenido que tomar una ruta más larga para meterse por calles más desoladas y así evitar que alguien las viera cargando a un chico malherido e inconsciente.

Por suerte, solo debieron cargar con el muchacho por unas cuantas calles en la ciudad, pues la mayor parte del camino hacia el internado era por un sendero en un pequeño bosque, donde los humanos no solían internarse, menos en la oscuridad de la noche.

Cada una de las brujas tiraba de una de sus extremidades, Sun Hee y Janice de sus piernas y Chayna y Kate de sus brazos.

No era demasiado pesado, era bastante delgado y sus músculos no estaban casi trabajados, por lo que, llevándolo entre las cuatro, se les hacía bastante fácil.

En vez de ir hacia la entrada principal del internado, fueron hacia una de las otras puertas, la más cercana a los cuartos de las brujas jóvenes.

No entraron de inmediato, Janice entró sola primero para asegurarse de que los pasillos estuvieran vacíos. Por suerte, los viernes por la tarde casi todas salían o se quedaban en sus cuartos o en la sala común. Además, muchos de los clubes de todo tipo que había en el internado tenían sus reuniones los viernes, pues era el día más relajado de la semana para todas.

Cuando Janice se aseguró de que no hubiera nadie andando por los pasillos, volvió a salir y le aseguró a las demás que el camino estaba libre, así que, procedieron a entrar cargando al chico.

Se movieron lo más rápido que pudieron, pero también con sigilo, pues en cualquier momento alguien podía salir de alguna habitación y atraparlas y sabían que ninguna de sus compañeras se quería callada.

No era que las brujas fueran todas iguales, de hecho, en todos los grupos de amigas había gran diversidad, pero si había algo que todas parecían tener y era la poca complicidad. Quedar bien con la Magistra era mucho más importante que apoyar a las compañeras, y eso aplicaba con el noventa por ciento de las brujas.

Estaban por llegar a su cuarto, cuando una puerta se abrió y no les quedó de otra que retroceder y meterse entre uno de los pasillos.

Todas se pegaron a la pared, cubriendo al chico lo más posible y comenzaron a desear que quien fuera que hubiera salido, fuera hacia la otra dirección.

Las chicas oyeron tres voces y, por suerte, con el paso del tiempo, se disiparon. Cuando no se oyeron más, volvieron a tomar al chico y, a paso apresurado, fueron hasta el cuarto.

—¿Dónde lo dejamos? —preguntó Chayna agotada, en el instante en que cerraron la puerta.

—En una cama —respondió Kate.

—No —se adelantó Sun Hee—. Hay que ponerlo en un lugar donde su sangre no quede tan impregnada o lo descubrirán.

El problema de estar en un lugar comunitario era que se compartía una lavandería, entre otras cosas, y si una de las sábanas llegaba con sangre tan roja, alguien lo notaría.

—El suelo entonces —dijo Chayna, quien ya no podía aguantar más sosteniendo al chico.

Lo dejaron en el suelo con la mayor delicadeza posible, al menos tres de ellas, pues Chayna simplemente soltó su brazo a unos centímetros del suelo, sin importarle que este se azotara.

—Iré a la enfermería y vuelvo —informó Sun Hee, saliendo del cuarto nuevamente.

Sun Hee iba a veces a la enfermería para aprender cosas o simplemente ver procedimientos interesantes. Debido a su variedad de talentos, aún no tenía completamente claro lo que quería estudiar cuando fuera mayor, así que investigaba de todo un poco. Su gusto por la enfermería y medicina surgía principalmente del morbo, pues disfrutaba ver sangre y heridas... algo un tanto extraño, pero más común de lo que se pensaba.

Sun Hee caminó por los pasillos del internado, intentando no toparse con nadie, pues no quería tener que dar explicaciones de que estaba haciendo.

Para su suerte, sus deseos se cumplieron y no se topó con ni una sola de sus compañeras.

Cuando llego frente a la puerta de la enfermería, asomó su cabeza con cuidado y cuando notó que estaba vacía, entró.

Había varias brujas enfermeras, pero no todas podían estar siempre ahí, pues muchas tenían trabajos en le pueblo o la ciudad cercanos y, por lo tanto, había veces que la enfermería se encontraba desolada.

Sun Hee se dirigió hacia dónde sabía que guardaban los implementos de curación y tomó unos cuantos, sin excederse, pues no dudaba que, si tomaba muchas cosas, alguien notaria su ausencia.

Tomó unas cuantas gasas, la cinta para pegar, una pomada y un pequeño frasquito plástico de suero fisiológico, para luego marcharse.

[...]

En la habitación, Kate se arrodilló junto al chico para quitar su cabello ondulado de su frente y evitar que empeorara su herida que parecía bastante dolorosa.

Su sangre era bastante roja y líquida, muy distinta a la de las brujas. Antes de que la marca se hiciera presente en las brujas, la sangre parecía como la de cualquier otro humano, pero una vez que la marca aparecía, tomaba su color oscuro y su consistencia espesa.

La primera vez que Kate se había cortado la piel por accidente, después de saber que era una bruja, se había asustado un poco. Ver algo viscoso y oscuro salir de su cuerpo había sido un poco perturbador.

Janice y Chayna se sentaron en la cama de la segunda y encendieron la televisión. Chayna odiaba la sangre, por lo que intentaba no mirar la herida del chico directamente y Janice solo estaba aburrida, y no tenía mucho interés en el extraño.

—¿Qué pasará cuando despierte? —preguntó Chayna—. Es muy probable que se asuste...

—Sí, pero le tendremos que explicar las cosas, omitiendo la parte en que está en un internado de brujas... —respondió Janice.

El Internado Kedward pasaba desapercibido como un internado de chicas y esa era la pantalla que demostraba ante el mundo. Algunos humanos que salían a pasear por el pequeño bosque pasaban por el frente y sólo pensaban que era una simple escuela y a veces, cuando alguno quería inscribir a su hija en él, la Magistra hacía parecer como que tomaban en cuenta a la chica, pero luego rechazaban su solicitud.

En ese momento, Sun Hee entró con lo que había sacado de la enfermería.

—Si Ayaka llegase a preguntar por qué hay menos cosas en la enfermería, diremos Chayna se hizo un corte pequeño con una tijera —explicó.

—¡Hey! ¡¿Por qué soy yo la que debe quedar como tonta?!

Sun Hee no dijo nada, solo se sentó con las piernas cruzadas al otro lado del chico, donde no estaba Kate, y comenzó a abrir las vendas.

Ayaka era una de las brujas enfermeras que había en el lugar. Había estudiado enfermería, era la jefa de las enfermeras en ese momento, y también la mentora de Sun Hee cuando se hablaba de enfermería y primeros auxilios.

Sun Hee le dio a Kate una pomada, pero esta la miró confundida, pues no sabía que debía hacer con ella.

—Aplica esto en donde tenga golpes. Lo ayudará con la inflamación.

Kate tomó el producto y Sun Hee comenzó a curar sus heridas con el suero fisiológico.

Kate comenzó a pensar en donde debía tener golpes el chico, pero todos los lugares afectados estaban cubiertos por ropa y no le parecía correcto apartarla.

Cómo si hubiera leído sus pensamientos, Chayna se agachó a su lado y subió el jersey y camiseta del chico.

—No lo estas violando, lo estás ayudando.

Ella conocía a Kate. Era demasiado tímida para subirle la ropa a un chico inconsciente y tocarlo, pero no estaba haciendo nada malo, todo lo contrario.

Kate sonrió con nerviosismo y luego abrió el envase de la pomada para echar el producto en una de sus manos y esparcirlo por los lugares enrojecidos del abdomen del extraño.

Kate jamás había convivido mucho con hombres, solo con sus dos hermanos y padre, pero ya había pasado muchos años desde que los había visto en persona, lo que la ponía algo nerviosa frente al chico.

Las demás no se sentían igual que Kate, aun cuando tampoco se habían relacionado con hombres hacía muchos años. El problema era que Kate era muy tímida y cualquier cosa extraña la ponía algo nerviosa.

—¿Crees que le rompieran algo? —le preguntó Chayna a Sun Hee.

Ella pasó su vista por el abdomen del chico y luego comenzó a palparle las costillas con sus manos, teniendo cuidado.

—No, pero nunca se sabe respecto a una hemorragia interna, por lo que, apenas despierte, tiene que ir a un hospital de verdad.

—¿Y si nos pregunta por qué no lo llevamos nosotros? —preguntó Janice—. Digo, es bastante extraña la situación.

Todas se dieron miradas, pensado en una buena respuesta.

—Quizás..., solo quizás —comenzó Chayna—, podemos llevarlo nosotras.

—¿Cómo? —preguntó Janice.

—No tenemos que entrar, sino que dejarlo en un lugar donde estemos seguras de que lo encontrarán.

Janice se dio un golpe en la frente con la palma de su mano.

—¿Y ninguna pudo pensar eso antes? Quiero decir, ¡lo cargamos hasta acá para ahora tener que devolverlo!

—Pues hay que movernos, si salimos más tarde tendremos problemas —dijo Sun Hee, poniéndose de pie.

Chayna y Kate la imitaron y fueron por distintas cosas para poder salir. Sun Hee fue hacia el baño y botó las gasas ensangrentadas en el inodoro, pues si alguien las encontraba, notaría de inmediato que era sangre de humano y se meterían en un grave problema.

Kate estaba poniéndome una chaqueta y Chayana estaba metiendo unas tijeras en su pantalón para poder estar armadas si volvían a toparse con algunos matones, pero entonces, un quejido que no era de ninguna de ellas se hizo presente en la habitación.

Kate y Chayna se voltearon para ver hacía el lugar en que habían dejado al chico y Janice bajó de su litera rápidamente.

El chico se levantó, agarrando su cabeza y comenzó a mirar la habitación, dándoles la espalda. Su cabeza dolía y no recordaba muy bien lo que había pasado.

Las tres chicas estaban petrificadas, y cuando Sun Hee salió del baño, el chico la quedó mirando extrañado.

—¿Quién eres tú? —le preguntó a Sun Hee.

Sun Hee se hizo la desentendida y rápidamente le dijo algo en chino mandarín, dejando al chico más desconcertado.

Chayna y Kate comenzaron a buscar algo para solucionar el problema. No podían explicarle la historia al chico y menos dejar que, por algún accidente, se enterara de que estaba en un internado para brujas.

—¿Estoy en China? —preguntó el chico, agarrando su cabeza y quejándose—. ¿O Corea? Lo siento, no sé distinguir entre asiáticos...

Él no sabía diferenciar idiomas y menos caras.

Eso a Sun Hee no le ofendía, ella solo diferenciaba entre asiáticos por los idiomas o algunas facciones que los delataban y para ella, todos los latinos, europeos, africanos y anglosajones eran iguales. De todas maneras, el chico había acertado de alguna manera, Sun Hee era china, pero técnicamente, al ser hija de coreanos del norte que habían escapado del régimen, ella tenía facciones coreanas, no chinas.

En ese momento, Chayna tomó un paraguas de una esquina de la habitación y le dio un golpe en la nuca al chico, quién cayó al suelo nuevamente, inconsciente.

Sun Hee la miró con los ojos muy abiertos, más abiertos de lo que nunca los había tenido.

—¿Por qué hiciste eso? Si lo querías inconsciente, pude haberle aplicado la llave del sueño...

Chayna estaba apretando el palo del paraguas con fuerza por la adrenalina y el pánico.

—Lo siento, entré en pánico.

—Llave del sueño, paraguazo en la nuca... de todas maneras esta inconsciente, ¡movámonos! —dijo Janice.

Todas volvieron a tomar al chico de una extremidad y emprendieron el mismo viaje, pero ahora de regreso.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top