Capítulo 20: Casa de Vacaciones

Las cuatro brujas y los tres humanos habían logrado llegar a la calle y cuando se voltearon, ya no había nadie siguiéndolas; pero aun así algo no se sentía bien.

Habían dejado de oír los gritos de Paula minutos atrás, pero todos seguían repitiéndolos en sus cabezas.

—La asesinaron —dijo Trey, quien estaba más pálido de lo normal—. La quemaron viva.

—No es la primera bruja en pasar por eso —dijo Chayna—. Aunque si la primera en ser quemada por otras brujas... supongo.

Chayna no podía asegurar nada, quizás el Consejo y alguna Magistra habían quemado a otras brujas a escondidas en el pasado, nada era completamente seguro cuando casi todo lo que conocían había sido construido a base de mentiras.

—Tenemos que hacer un cambio —sentenció Sun Hee—. No podemos permitir que Paula sufriera y muriera por nada. Su sacrificio no será en vano.

La seguridad de Sun Hee terminó por inspirar aún más a las otras tres e incluso Alice parecía estar de acuerdo, aun cuando no conocía a Paula, ni era una bruja.

—¿Y qué harán ahora? —preguntó Adrien—. Quedarse en la ciudad no parece ser del todo seguro. Tal como esa bruja entró a la casa podría hacerlo otra.

Sun Hee comenzó a meditarlo mientras avanzaban por la calle. Adrien tenía razón, estar en la casa no les aseguraría nada, no después de que Melanie hubiera logrado entrar, mejor dicho, después de que Sophia lograra entrar. Todas tenían certeza de que ella era Melanie, pues era la más empecinada en entrar a la casa y atraparlas.

—No sé —terminó por decir—. Todas somos extranjeras y luego de que nuestros padres se enteraran de lo que realmente éramos, no creo que nos quieran devuelta.

Chayna asintió con algo de tristeza.

—Yo no quiero volver a Argelia de todas maneras... amo mi país, pero lo primero que harán mis padres será ponerme el hiyab y luego me buscaran un esposo —comentó con tristeza—. Si es que no me echan de casa por ser algo "demoniaco" —dijo, haciendo comillas con los dedos.

—¿Eres musulmana? —le preguntó Trey.

—No yo, mi familia... y bueno, soy mujer, hago lo que mi padre me dice —explicó.

—No es la única —siguió Sun Hee.

La familia de Sun Hee también era machista en varios sentidos y lo que su padre decía, era lo que debían hacer.

Todos se quedaron en silencio por un momento, solo se oían sus pasos al caminar por la calle y los pocos ruidos externos que se producían a esa hora.

Kate se volteó para ver el bosque que dejaban atrás y pudo notar que había humo saliendo de entre algunos árboles. Eso le revolvió el estómago y no pudo evitar sentir la culpa instalándose en su ser. Realmente quería que la muerte de Paula no hubiera sucedido por nada, pero no estaba segura de que ellas, cuatro brujas jóvenes, pudieran lograr ganar algo contra todas las demás.

—La casa de vacaciones —susurró Alice, de pronto.

—¿Qué? —preguntó Trey, quien estaba caminando a su lado.

—¡La casa de vacaciones! —volvió a exclamar, para luego ubicarse frente a los demás y detener su andar—. Mi padre tiene una casa por la carretera, donde los vecinos más cercanos están a como un kilómetro de distancia y está rodeada de árboles. Mi papá la compró para poder aislarse del mundo cuando está de vacaciones.

—Ah, claro —dijo Adrien—. La casa perfecta para una película de terror.

—Amo las películas de terror —todos miraron a Chayna confundidos—. Aunque no me gustaría que algo como eso pasara en la vida real —aclaró, con una sonrisa nerviosa.

—¿Y tu papá dejaría que metieras cuatro extrañas a esa casa? —le preguntó Sun Hee a Alice.

—Papá apenas recuerda la existencia Trey, le diré que son compañeras de la escuela —explicó—. Se lo creerá sin duda.

Todos miraron a Sun Hee quien estaba pensado los pros y contra de toda la situación lo más rápido que su cerebro le permitía.

Definitivamente tenían que salir de la ciudad, pues sus enemigas no se tardarían más de unos minutos en encontrarlas si se quedaban y, cuando lo hicieran, las asesinarían de la misma forma que a Paula, si es que no era de una forma más cruel y dolorosa.

—Creo que podría ser una opción —terminó por decir Sun Hee.

Los demás asintieron y siguieron caminando por la desolada calle de la pequeña ciudad, hasta la casa del alcalde.

[...]

Las cuatro chicas estaban haciendo sus maletas, metiendo su ropa, los libros y algunas provisiones que habían comprado con la ayuda de los humanos, quienes podían dejar la casa sin correr peligro.

Ninguna de las cuatro estaba muy animada. Marcharse a una casa en medio del bosque que ni siquiera era de ellas, no era muy cómodo para nadie.

Habían pasado dos días de la muerte de Paula y todas habían dormido mal por las repetidas pesadillas en las que se hacían presentes los gritos de sufrimiento de la bruja.

Kate, por su extrema sensibilidad, era la que estaba teniendo más problemas. Su mente no dejaba de repetir todo lo acontecido dos noches atrás e incluso parecía que a veces su mente estaba en otro lugar, pues su mirada se perdía en el horizonte y no escuchaba lo que le decían a la primera.

Luego de terminar de hacer su maleta, Janice soltó un suspiro de agotamiento. Había estado muy abrumada en ese último tiempo.

—Saldré al patio trasero a tomar algo de aire —avisó.

—No te alejes mucho —le advirtió Sun Hee.

Janice solo asintió en silencio y luego salió al patio trasero, quedándose junto a la puerta de la cocina.

Se sentía mal por no haber podido ayudar a Paula y en parte se sentía culpable de que estuviera muerta.

Janice no solía llorar mucho, menos en público, por lo que unas lágrimas solitarias corrieron por sus mejillas, mientras intentaba aguantar el llanto que quería salir sin control.

De pronto, sintió la puerta detrás de ella abrirse y rápidamente limpió sus mejillas con sus manos.

Supuso que era alguna de sus compañeras, pero entonces Alice habló:

—Llorar después de lo que pasó no está mal —le dijo, ubicándose a su lado.

Janice le dio una mirada poco expresiva, pero con algo de tristeza reflejada.

—Lo sé —se limitó a responder.

Ambas se quedaron en un silencio un tanto incómodo, en especial para Alice, quien no sabía que decir para calmar a Janice y hacer que se sintiera un poco mejor.

—Están haciendo lo correcto —siguió Alice—. A veces, eso conlleva algunos sacrificios.

—No tenía que haber sido Paula, ella siempre fue tan fiel a Ragna... no entiendo porque hizo lo que hizo —comentó mirando al frente, con los ojos brillantes—. Debió quedarse callada.

—Pero decidió arriesgarse, igual que ustedes —argumentó Alice—. Ella murió siendo fiel a lo que creía. Ella lo quiso así.

Janice sabía que Paula debió considerar el peligro que le traería traicionar a la bruja más importante de todas, a la que le había prometido lealtad, ante todo. Paula había considerado que podía morir y Alice tenía razón, ella había decidido que así fuera.

—Tienes razón —admitió Janice—. Aunque eso no me hará sentir mejor...

—No creo que algo lo haga.

Hubo un silencio un tanto prolongado, hasta que Janice decidió romperlo:

—Voy a subir, no debo quedarme mucho afuera.

Alice asintió y vio a Janice marcharse hacia el interior de la casa.

Unos minutos más tarde, Trey, Alice y Adrien llevaron las maletas de las cuatro brujas hasta el auto en que Adrien las llevaría hasta la casa de campo.

Las cuatro brujas, antes de salir de la casa, se convirtieron en pequeños ratones con su hechizo de cambio de forma y salieron por una ventana del primer piso. Corrieron en una fila por entre los arbustos del patio delantero y cruzaron la reja para llegar a la acera y trepar el auto color negro.

Una vez dentro, se mantuvieron bajo el asiento trasero, donde estaba sentada Alice, mientras los dos hermanos se sentaron en los asientos delanteros.

Alice se agachó para ver a las cuatro chicas y cuando estuvo segura de que las todas estuvieran arriba, le hizo una señal a Adrien por el espejo retrovisor y él se puso en marcha.

A la mitad del camino, las cuatro brujas salieron de debajo del asiento y subieron junto a Alice, quien, al ver a Janice como rata, soltó una risita.

—¿De qué te ríes? —preguntó Janice con una voz más aguda de la que tenía.

La voz chillona de Janice sólo hizo que Alice riera un poco más.

—Te ves graciosa como rata. Con ese pelaje tan rubio y tú nariz rosada.

A diferencia de Sun Hee, quien era de color negro; Kate, quien era de color café claro; y Chayna, quien era de un café chocolate; Janice tenía el pelaje casi blanco, como su cabello normal. De todas, era la más tierna, en especial por sus patitas y nariz de color rosa.

—No me parece nada gracioso —dijo Janice, cruzando sus patas delanteras sobre su pecho.

Justo en ese momento, Adrien dobló en una esquina y Janice salió volando hasta chocar con una de las puertas del auto.

Alice soltó un grito ahogado y tomó a Janice entre sus manos.

—Janice —la llamó, pero esta no se movía.

Las otras tres subieron sobre el regazo de Alice y comenzaron a hablarle a Janice, quien no reaccionaba.

—¡Janice no despierta! —chilló Alice, provocando que Adrien detuviera el auto en mitad de la carretera.

Ambos chicos se asomaron hacia atrás intentando ver qué pasaba con Janice.

—¿Y si le pasó algo grave? —preguntó Alice, quien era la más preocupada—. Oh, no...

En eso, Janice se removió en sus patitas, riendo chillonamente.

Todos suspiraron aliviados, pero de inmediato le dieron a Janice una mirada llena de enojo.

Adrien volvió a ponerse en marcha, mientras Janice seguía regocijándose por la reacción de Alice en particular.

Alice la dejó caer al suelo sin compasión y siguieron discutiendo durante lo que restaba del trayecto, el cual duró más o menos veinte minutos.

Las casas por el sector eran pocas y estaban rodeadas de la naturaleza, principalmente de grandes y frondosos árboles, los que mantenían las casas bastante ocultas. El terreno de la casa estaba rodeado por una reja negra, la cual comenzaba a unos metros de la carretera.

Alice abrió la reja desde el auto con un control y Adrien entró el auto para cruzar los metros del jardín hasta llegar junto a la gran casa de dos pisos.

Los tres humanos bajaron primero cargando las maletas y luego las cuatro brujas los imitaron, aun como ratas. Chayna tuvo la mala suerte de caer de cabeza al suelo, pero era por su falta de práctica con el cuerpo de rata.

Una vez dentro de la casa, la cuatro volvieron a su forma original y lo primero que Janice hizo fue ir con Alice y tomarla con sus dos manos del cuello de su blusa.

—Vuelve a reírte de mí y me las vas a pagar —amenazó.

Janice ya no parecía tierna, como rata era muy pequeña, pero como bruja era más alta que casi todos ahí, solo Adrien la pasaba por unos centímetros.

Alice asintió nerviosa y antes de que pudiera decir algo, Sun Hee llegó a separarlas.

—La chica nos prestó su casa, vas a tener que aguantar que se ría de ti —le dijo a Janice.

Janice bufó con los brazos cruzados y le dio una última mirada amenazante a Alice para luego voltearse hacia las demás.

—¿Y cuál es el plan?

—Bueno... crear un plan —dijo Sun Hee, parándose junto a ella—. Tenemos que seguir puliendo nuestros poderes a la vez que creamos un plan infalible para que las demás nos crean y poder tirar abajo a Ragna y todo el Consejo.

—Nosotros vendremos apenas comiencen las vacaciones —les dijo Adrien—, mientras tanto, eviten salir de la casa.

Las cuatro brujas asintieron.

—Tengan cuidado —les dijo Kate antes de que se marcharan—. También estarán en la mira de las demás.

Trey le dio una sonrisa amable y luego la abrazó.

—Tranquila, tendremos cuidado.

Las brujas vieron a sus amigos humanos marcharse por el mismo lado por el que habían llegado y cuando la camioneta ya no estuvo a la vista, Sun Hee habló:

—Comenzaré a pensar el plan, por mientras, vamos a practicar.

Todas asintieron con seguridad, pero también se sentían algo nerviosas. ¿Y si no funcionaba? ¿Y si morían en el intento? Sería un riesgo que tendrían que correr si querían sacar del engaño a cientos de brujas como ellas.

¡Holis!

Bueno, este es el capítulo final del primer libro.

No sé cuándo comenzaré a subir el segundo libro, pero estaré avisando cualquier cosas.

Que tengan lindo día. ¡Besitos!

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