Capítulo 2: La Película

Luego de la última clase del día, Chayna, Janice y Kate volvieron a su cuarto.

Sun Hee se había quedado hablando con un grupo de chicas con las que tenía un club de astronomía, un tema que ella disfrutaba mucho.

A pesar de que Sun Hee tenía muchos intereses, la astronomía era una de las materias que más la cautivaba. A veces pensaba la posibilidad de estudiar astronomía, pero no se decidía todavía.

Cuando las brujas debían estudiar una carrera universitaria podían irse del internado, pero siempre con cuidado y podían volver cada vez que quisieran. Muchas brujas adultas vivían en el internado, mientras otras vivían entre los humanos, fingiendo que eran unas de ellos y ocultando diariamente la marca que las caracterizaba.

Debido a que la historia indicaba que las brujas no eran bien recibidas entre los humanos, preferían seguir ocultándose, sin importar que pareciera que estos hubieran evolucionado bastante. La Magistra estaba segura de que no faltaría un grupo de humanos que las persiguiera si se enteraban de su existencia.

Lo primero que hizo Chayna después de entrar al cuarto fue comenzar a buscar un conjunto para salir. Cada vez que sacaba una camiseta de algún color chillón o con diseño psicodélico, Janice hacía muecas de desagrado.

La forma de vestir de Kate no era como la de ninguna de ellas. Solía vestirse de negro, con faldas o vestidos sin importar la época del año y amaba los escotes cuello de cisne, en especial si tenían mangas largas. A diferencia de Chayna, era un poco más recatada, en especial para no tener que estar maquillando su marca de bruja para salir.

Chayna solía usar escotes reveladores y, por lo tanto, tenía que estar maquillando su marca de cinco centímetros con base de maquillaje constantemente si tenía la intención de salir del internado.

Durante una hora, Kate estuvo viendo una película de princesas en la televisión, mientras arreglaba su maquillaje, y Chayna y Janice estaban haciendo tiempo jugando cartas.

—Si pudiéramos controlar nuestro poder de adivinación, ¿ganaríamos siempre estos juegos? —preguntó Chyana.

Janice lo pensó un segundo.

—¿Segura de que así funciona?

Chayna se encogió de hombros.

—No lo sé, por algo te pregunto.

—Pues no importa, de todas maneras, jamás sabremos cómo funciona de verdad —aseguró Janice con algo de tristeza.

Todas querían saber ocupar sus poderes. Era un poco decepcionante ser una bruja y parecer un ser humano común y corriente. La única cosa además de la pequeña marca que las delataba era su sangre, la cual tenía un color casi negro y era mucho más espesa de la humana. ¿Pero que tenía de divertido eso? Nada, era incluso más aburrido que la marca.

Kate estaba oyendo la conversación de sus amigas, pues estaba a menos de un metro de ellas. Estaba sentada en la cama de Chayna, la cual quedaba justo frente a la televisión y tenía su pequeña maleta de maquillaje a su lado.

Había decidido ponerse un vestido color vino pegado al cuerpo, con cuello de cisne y con un corte que llegaba un poco más arriba de las rodillas; junto con unas medias y unos botines negros.

Luego de varios minutos, Sun Hee volvió al cuarto y cada una terminó de arreglarse.

—¿Están listas? —preguntó Chayna cuando se puso su chaqueta y cerró el armario.

Ella era la más emocionada, pues había escogido una película que quería ver hacía mucho tiempo.

—Me falta el labial y termino —respondió Kate.

Janice, quien estaba en su cama, lista varios minutos atrás, se levantó y bajó las escaleras de la litera, dando un salto hacia el suelo.

—Yo estoy lista.

Chayna la miró de pies a cabeza.

—¿Así?

Janice miró hacia abajo para ver lo que traía puesto y asintió.

—¿Qué hay de malo con mi ropa?

—Es igual a tu pijama...

—Sí, porque mi pijama es una sudadera gastada y unos pantalones deportivos viejos.

Janice tenía puesta una sudadera gris con el logo de Marvel y unos pantalones deportivos bastante sueltos de color negro.

—Exacto.

Ambas se quedaron en silencio unos segundos, hasta que Janice volvió a hablar:

—Me gusta la comodidad, ¿sí?

—Sí, claro, ya lo sé.

A diferencia de Janice, Chayna tenía puestos unos jeans con una camiseta amarilla y una chaqueta verde, bastante intensas. Podía llegar a quemar los ojos si la mirabas mucho tiempo.

En ese momento, Sun Hee salió del baño, tenía puesta una boina blanca sobre su cabello negro, una camiseta blanca y unos pantalones y chaqueta de mezclilla. De las cuatro, ella debía ser la que tenía un estilo más común, pero armónico y elegante.

A Sun Hee no le interesaba mucho la moda en realidad, pero tampoco le gustaba verse como Janice, o sea, como una pordiosera.

Kate terminó de maquillarse y todas sacaron un paraguas del armario, pues afuera seguía lloviendo.

Chayna ya había comprado las entradas por Internet, por lo que no debían preocuparse de llegar con tanta antelación al cine.

El camino al centro de la ciudad era de media hora caminado, pero ellas ya estaban acostumbradas a recorrer ese camino. Además, les gustaba estar en el exterior.

Llegaron diez minutos antes de que comenzara la película, por lo que rápidamente compraron unas palomitas y luego entraron a la sala para ubicarse en los lugares correspondientes.

El género de terror no era el favorito de Kate, Janice y Sun Hee, pero sí el de Chayna. No le gustaba precisamente porque le diera miedo o la hiciera saltar de su asiento, pero le gustaban las tramas y los asesinos seriales.

Aunque esa película no fuera algo que todas quisieran ver, el solo ir al cine las hacía sentir algo más normales, algo que, especialmente Kate, anhelaba.

Ya que, eran brujas sin poderes, la mejor opción para todas era ser lo más humanas posibles: salir al cine, comer en un restaurante, ir de fiesta..., pero no todo era posible siempre, así que, cuando lo tenían, lo disfrutaban al máximo.

Con el paso de los minutos y el avance de la trama, todas comenzaron a tener distintas reacciones. Kate se cubría los ojos cada vez que mataban a alguien y la sangre salía a chorros; Chayna se emocionaba con cada escena de asesinatos y soltaba comentarios satisfecha; Janice estaba aguantando la risa para no molestar a los demás en la sala; y Sun Hee parecía realmente aburrida.

Era algo sorprendente para las demás que Sun Hee hubiera aceptado hacer tal actividad, pues ella prefería cosas intelectuales y culturales. Debido a su cultura, Sun Hee era muy exigente con ella misma, se frustraba con facilidad cuando fallaba e intentaba hacer todas las actividades que su cerebro le permitiera. Sun Hee tocaba la flauta traversa, disfrutaba de la astronomía, escribía poesía, sabía artes marciales y además dibujaba. No había área en que ella no manejara alguna cosa a la perfección y sus amigas no comprendían cómo lo lograba.

Cuando la película estaba terminando y solo quedaba alrededor de un minuto, Chayna habló en susurro:

—Toda una obra de arte.

—Arte hacía Van Gogh —reclamó Sun Hee, también en voz baja—. Esta cosa es sólo una película de terror más con una trama mediocre, poco presupuesto y consecuentemente malos efectos especiales.

Chayna la miró fastidiada.

—Esa es la gracia.

—¿Está basada en hechos reales? —preguntó Kate, algo temerosa.

—No, esas basadas en hechos reales lo dicen cuando terminan o al principio, como El Conjuro.

De pronto, antes de que comenzaran los créditos, unas letras que decían "basada en hechos reales" aparecieron en la gran pantalla.

Todas quedaron congeladas, incluso Sun Hee.

—B-bueno, que pasara alguna vez, no significa que vuelva a pasar —argumentó Chayna.

—Además, estas cosas las exageran —siguió Sun Hee—. Basado en hechos reales no significa que se apegue a la realidad.

Todas asintieron y se levantaron de sus asientos para salir con las cajas vacías de palomitas y tirarlas en un contenedor de basura cercano.

Cuando salieron del cine, se encontraron con que ya estaba oscuro. Al ser invierno, a veces oscurecía antes de las cinco de la tarde y en ese momento ya eran las seis con quince.

A Kate solía pasarle que, luego de ver alguna película de terror o suspenso, quedaba algo saltona o nerviosa y ese día no era la excepción.

Las otras tres ya se habían relajado, en especial Sun Hee, a quien esas cosas no le importaban mucho, pues su buen razonamiento no se lo permitía.

Janice y Chayna iban jugando a saltar las líneas de la acera, mientras Sun Hee observaba el cielo nublado y oscuro en silencio, como a ella le gustaba.

No se veía ni una sola estrella y la luna salía de vez en cuando, pero permanecía bastante cubierta la mayor parte del tiempo.

La calle estaba mojada y, aunque en ese momento la lluvia se había detenido, era probable que comenzara nuevamente en cualquier momento.

Kate iba jugando con su paraguas, el cual había colgado en su antebrazo y mecía de un lado a otro.

De pronto, cuando pasaban por un callejón, Kate sintió unas voces y ruidos. Las demás iban adelante, concentradas en sus asuntos, por lo que lo habían pasado por alto, pero Kate se detuvo e intentó divisar algo entre los grandes contenedores de basura.

Pensó que podían ser ratas o gatos callejeros y que las voces sólo habían sido una alucinación de su mente producto de los nervios; pero entonces vio a unos chicos que parecían estar golpeando algo en el suelo.

—Te lo advertimos, Trey.

El hombre que había hablado sacó un objeto de su bolsillo y entonces lo abrió, dejando ver una afilada hoja de acero.

—¡Hey! —gritó Kate, sin pensar—. ¡Detente!

Sus amigas, quienes estaban a solo unos metros, se detuvieron de golpe y miraron hacia atrás.

—¿Qué haces, Kate? —preguntó Chayna confundida, pues no tenía idea de a quién le estaba hablando.

O había personas que ella no veía o Kate estaba teniendo una clase de brote psicótico.

El hombre de la navaja también la había oído, por lo que cerró el artefacto y fue hacia Kate, amenazante.

—Vete si aprecias tu vida, niñita.

Quizás Kate era cobarde, algo tímida y asustadiza; pero si había algo que jamás se permitiría, sería dejar que lastimaran a alguien cuando pudo haber hecho algo al respecto para evitarlo.

—Deja en paz a quien sea que tengas ahí... —advirtió con algo de torpeza.

El hombre no dudó un segundo y la tomó por el cuello con una de sus grandes manos y presionó, pero no contaba con que Chayna le diera con su paraguas en la nuca.

El hombre soltó su agarre y Kate respiró hondo, recuperando el aire. El tipo tenía fuerza y Kate podía apostar que le quedaría una marca en el cuello, aun cuando estaba cubierto por ropa.

El hombre se sobó la parte posterior de su cabeza y cuando se recuperó del golpe, volvió a sacar su navaja.

—¡Largo de aquí, niñitas!

Ni Chayna ni Kate tenían la intención de retroceder, pero debían admitir que cuando dos tipos más salieron del callejón y sacaron cuchillos de cocina de sus chaquetas, sintieron terror, en especial Kate. Chayna era mucho más valiente y determinada, por lo que no importaba los problemas que se le pusieran en el camino, ella los enfrentaba.

Kate tomó su paraguas con fuerza y cuando uno de los hombres intentó abalanzarse hacia ella, le dio en la mano con la que sostenía el arma, tirándola hacia la calle.

Chayna comenzó a pelear con los otros dos, también atacándolos con su paraguas, pero uno lo tomó de la punta y se lo quitó.

En ese momento, Janice se entrometió y le dio un golpe a uno con su paraguas directo en la entrepierna. El tipo se retorció y cayó arrodillado al suelo.

Kate siguió atacando al que había perdido el arma y Janice y Chayna se estaban ocupando del que aún estaba de pie y armado.

El hombre con el que estaba luchando Kate, logró arrebatarle el paraguas y la empujó con la punta de este, tirándola al suelo. Cuando el hombre levantó el paraguas con ambas manos para darle a Kate con él, ella sólo pudo cerrar los ojos y encogerse en sí misma, pero el golpe nunca llegó.

Sun Hee comenzó a luchar con él, le quitó el artefacto y luego le aplicó una llave, hasta que el tipo quedó en el suelo quejándose. Luego fue por el que había recibido el golpe en la entrepierna y lo noqueó con el paraguas para evitar que volviera a ponerse de pie.

Janice y Chayna se alejaron del que estaba armado, pues no habían logrado que soltara la navaja.

Sun Hee se puso frente a él y, sorpresivamente para las demás, tiró el paraguas a un lado.

—Vas a lamentar esto, chinita.

Sun Hee no dijo nada, solo lo miró con seriedad, pues estaba concentrada en los movimientos de su contrincante.

El tipo intentó apuñalarla en el abdomen, pero ella lo detuvo a centímetros y le torció la muñeca, logrando que soltara la navaja, dejándola caer al suelo.

Sun Hee terminó por darle un golpe chocando su frente con la de él, provocando que cayera inconsciente al suelo.

Las otras tres quedaron asombradas. Ellas sabían que Sun Hee era buena con las artes marciales, pero les había ganado a tres tipos músculosos y armados casi completamente sola.

Por suerte, a esa hora en invierno, no había mucha gente en las calles, menos en una calle no principal como en la que se encontraban, así que nadie había presenciado la pelea, solo unas personas la habían visto a lo lejos, pero habían decidido desviar su camino para evitarla.

—¿Por qué le gritaste a ese tipo? —le preguntó Chayna a Kate—. ¿Qué pretendías?

Por un momento, Kate había olvidado que esos hombres estaban lastimando a alguien, a un tal Trey.

Sin responderle a Chayna se metió al callejón y comenzó a buscar al chico entre las bolsas de basura, cajas y otros objetos.

No tardó mucho en encontrarlo. Estaba tirado sobre un montón de bolsas de basura y sangraba de la cabeza.

—¿Estará vivo? —preguntó Janice.

Sun Hee lo comenzó a picar con la punta de su paraguas, hasta que el chico emitió un quejido.

—Así parece.

—No podemos dejarlo así —dijo Kate—. Morirá...

—¿Y qué podemos hacer? —preguntó Chayna—. No podemos llevarlo a un hospital o comenzarán una investigación policíaca, ¿sabes que nos hará la Magistra si nos envolvemos en un lío como ese?

Chayna hizo como si le cortaran la garganta y entonces Kate suspiró.

—Lo sé, ¿pero no es cruel dejarlo a su suerte?

—Al menos le quitamos a los cerebros de músculo de encima —dijo Janice—. Y eso fue bastante.

Kate sabía que no podían involucrarse en nada que llamara la atención, pues era lo que más les pedían en el internado. Si alguien descubría que no eran humanas, de cualquier manera, meterían a todas las brujas en graves problemas.

—Aunque... —todas miraron a Sun Hee—, podríamos ayudarlo nosotras.

—¿Cómo? —preguntó Janice—. Más importante, ¿dónde?

—En el único lugar donde no llamaríamos la atención por ser brujas.

Si bien, Sun Hee tenía razón en que dentro del internado no llamaban la atención, un hombre lo haría. ¿Cómo lo meterían sin que llamara la atención? 

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