Capítulo 15: Hechizos
Ragna estaba furiosa y Paula y las demás brujas estaban sufriendo las consecuencias.
Ninguna de las brujas, además de Sophia y Paula, sabían lo que pasaba. Más allá de la notoria ausencia de Janice y sus amigas, y un poco de nerviosismo de Ragna; ninguna bruja tenia conciencia de lo que pasaba exactamente y sus suposiciones no eran del todo acertadas.
En ese momento, Ragna estaba en su oficina haciendo una lista, con la ayuda de Paula, de las brujas más problemáticas del intentado.
Ninguna era tan peligrosa como Janice, quien en los más de ocho años en el internado había conseguido un récord de infracciones con más de dos mil, mientras la siguiente, solo tenía setecientas.
Las infracciones de Janice iban desde romper vidrios por accidente a entrar alcohol y drogas a su habitación; también había puesto chicle en el puesto de una maestra alguna vez, organizado fiestas clandestinas en la sala comunitaria y golpeado a una compañera con un palo de hockey hasta quebrarle una costilla. Aun así, todo lo que había hecho Janice no se comparaba a lo que había hecho esa vez junto a las otras tres, por lo que ahora, Ragna no pretendía volver a ser tan indulgente.
—Cambiaremos a todas las problemáticas al piso más bajo del internado para que tengan menos privacidad, les daremos un orden más estricto y habrá conteo en la noche y mañana, sin falta —le dijo Ragna a Paula.
Paula la miró insegura.
—¿Qué les diremos si preguntan el por qué?
—Bueno, parte de la verdad —dijo, poniéndose de pie—. Diremos que Janice huyó del internado con las otras tres chicas y que, por su irresponsabilidad, todas las brujas problemáticas serán vigiladas más de cerca —explicó—. Eso hará que dejen de ser un problema y las tendremos bajo control.
Paula asintió, poco convencida.
El internado era estricto de por sí y temía que el plan de Ragna terminara en todo lo contrario: una sublevación de todas las brujas más problemáticas ante las extremas restricciones. ¿Pero quién era ella para llevarle la contraria a la Magistra? La razón por la que Paula tenía un mínimo de autoridad era porque Ragna había sido una buena mentora cuando había llegado al internado y, por su confianza, la había puesto como su fiel asistente.
Claro, cuando Paula había conocido a la adolescente Ragna, esta no tenía una pisca de maldad. Sí, siempre había sido fría y un tanto dura, como la mayoría de las personas provenientes del norte del planeta, pero era incapaz de lastimar a alguien.
Cuando Ragna había sido elegida Magistra, el Consejo la había moldeado a su gusto y, por temor a cometer un error ante los ojos del Padre, Ragna se había dejado someter.
A diferencia de Ragna, Paula consideraba que Sophia siempre había sido una bruja perversa y cruel. Ella y Sophia tenían la misma edad, por lo que eran de la misma generación de brujas, aunque Paula había llegado a los nueve al Internado, mientras Sophia a los ocho.
Aun cuando no habían llegado el mismo año al internado, había sido compañeras de clase y, alguna vez amigas. A pesar de su amistada, las personalidades de ambas siempre habían chocado; Paula era de naturaleza buena y Sophia de naturaleza malavada.
Lamentablemente, su bondad y buen actuar solo le habían dado a Paula un menor puesto que a Sophia. Ella era una asistente, ella recibía órdenes y Sophia las daba a todos menos al Padre y la Magistra.
—Bien, para hacer esto y controlarlas tendremos que recurrir al Consejo y a brujas mayores —hizo una pausa—. Si preguntan la razón, diremos que ideamos un nuevo método de control y queremos probarlo.
Paula asintió y lo anotó en su agenda.
—¿Algo más?
—Sí, dile a Sophia que quiero verla.
—Entendido.
Paula metió su lápiz detrás de su oreja y fue hacia afuera, donde se topó de frente con Sophia.
—¿Está Ragna disponible?
—De hecho, quiere verte.
Sophia abrió la puerta y entró a la oficina sin decirle nada más a Paula.
—Wow, que conexión —comentó Ragna al verla.
—Sé lo que me vas a decir —se adelantó—, pero las cuatro no han salido de la casa en días, ¿qué se supone que haga?
Ragna lo pensó un momento.
—Entrar.
Sophia soltó una risa irónica.
—¿Quieres empeorar todo?
Ragna se puso de pie de su asiento de golpe.
—Busca la forma —ordenó con dureza—. No tengo toda la vida, necesito que las eliminen ahora, no en veinte años más.
Sophia no dijo nada, solo tensó su mandíbula y aguantó las ganas de asfixiar con sus propias manos a la mujer frente a ella.
—Veré que hacer —se limitó a responder.
—Retírate —ordenó Ragna, volviendo a sentarse.
Sophia dio media vuelta y salió de la oficina. Tenía mucho trabajo que hacer.
[...]
—¡Surge sursus! ¡Surge sursus!
—No tienes que gritar, con decirlo está bien.
Janice bufó molesta, incluso Chayna, la más distraída y dispersa del grupo había podido hacer un hechizo ya, pero ella no lograba hacer más que el de ocultar y aparecer su marca de bruja.
—Concéntrate, Janice —le recordó Sun Hee, parándose a su lado—. Mira el arete y no pienses en nada más.
Janice volvió a concentrarse, apuntó sus palmas hacia el arete y luego de unos segundos repitió:
—Surge sursus —nada paso—. ¡Agh!
Sun Hee no sabía que era exactamente lo que le faltaba a Janice, pero algo debían estar pasando por alto.
De pronto, Janice oyó cómo Chayna rio bajito, burlándose de su incompetencia, lo que la hizo enojar.
—¡Surge sursus!
Entonces, el arete se levantó del piso y le dio en la cara a Chayna, quien emitió un quejido y comenzó a sobarse el lugar del impacto.
—¡Eso es! —exclamó Sun Hee.
Ya había descubierto que era lo necesitaba Janice para realizar los hechizos.
—¿De qué hablas? —le preguntó Janice, extrañada.
—¡Es la intención!
Ambas, Janice y Chayna ladearon sus cabezas sin entender.
—El arete no se movía porque no tenías suficiente motivación —explicó Sun Hee—. Debido a tu naturaleza salvaje y bruta, necesitas más motivación que las demás.
—¿Yo soy la salvaje? —preguntó Janice, apuntándose a sí misma—. Pero si Chayna es...
—Haces otra broma racista respecto a mi origen y perderé mi paciencia, Janice —advirtió.
Janice rodó los ojos.
—Pero todas pueden burlarse de la gringa, ¿no?
—Es porque son una burla —le dijo Sun Hee—. Si fueran menos ignorantes y engreídos, nadie les diría nada.
—Ah, ¿sí? Pues los asiáticos son... —lo pensó un momento—. Ellos son...
—¿Más avanzados, aplicados y listos que los demás? Exactamente —bromeó.
Janice no pudo decir nada para refutar eso. Era sólo cuestión de comparar a Sun Hee con todas ellas. Mientras Sun Hee hacia veinte cosas por día a la perfección, ellas hacían una y media de forma mediocre.
—¿Cuánto tarda Kate en prepararse té?
—Déjala en paz o se va a alterar —le dijo Chayna a Janice.
Mientras las otras tres seguían practicando, Kate había bajado a la cocina para prepararse su habitual té del día. Quedaba media hora para las cinco, por lo que se encontraba poniendo las hojas en el colador de la pequeña tetera.
Realmente, daba igual si se pasaba un poco o se adelantaba a la hora, pero desde que había llegado al internado había tenido horarios muy estrictos, por lo que solía ser bastante puntual.
El olor de las hojas de té le recordaba a su casa y a su madre, quien solía preparar el té de la tarde junto con unos bocadillos.
Cuando estaba vertiendo el agua caliente sobre las hojas, alguien entró a la cocina.
—¿Qué haces? —preguntó Alice.
Kate la miró y le dio una sonrisa.
—Hola, Alice —saludó con amabilidad—. Preparo té de hojas.
—¿Por qué de hojas?
Kate la miró como si lo que hubiera dicho fuera un crimen.
—El té en bolsa contiene químicos y su sabor no es tan natural —explicó, justo al momento en que Trey y Adrien entraban—. En cambio, el té de hojas está hecho por artesanos expertos, su sabor es mucho mejor.
—Lamento interrumpir su increíble conversación sobre té —interrumpió Adrien, provocando que Kate lo mirara molesta—. No me malentiendas, es realmente fascinante, ¿pero no deberías estar practicando?
—Tomé mi descanso, es la hora del té —dijo, apuntando el reloj colgado en una de las paredes, el cual marcaba más de las cuatro y media de la tarde—. ¿Cómo estuvo la escuela?
Los tres chicos habían vuelto de la escuela y habían entrado a la cocina para comer algo.
—¿Y cómo le ha ido a las demás? —pregunto Trey, mientras revisaba el refrigerador.
—Janice no había logrado mucho hace una hora —contestó Kate—, pero con la ayuda de Sun Hee lo va a lograr en algún momento.
Cuando los tres chicos consiguieron algo para comer y Kate se sirvió su taza de té, fueron a la habitación para ver cómo seguían las demás.
Al momento en que entraron, no había ninguna bruja, solo tres pequeñas ratas, una de pelaje negro, otra de pelaje rubio y otra de cabellos cafés.
—¡Ratas! —chilló Alice, aterrada.
Inmediatamente, le lanzó su mochila llena de libros a la rata rubia, la cual quedó aplastada casi por completo.
—Ayuda... —pidió la rata.
—¡Es Janice! —Kate corrió hacia ella y le quito la mochila de encima.
—Mutata figura volo enim vos modo et mutare —dijeron las tres ratas al unísono.
En unos segundos, las tres brujas volvieron a sus cuerpos naturales y los tres humanos quedaron atónitos.
—¿Cómo hacen eso? —preguntó Trey boquiabierto.
—Es un hechizo —comentó Sun Hee—. Podemos cambiar de forma y cambiar a otros..., pero el segundo es más complicado.
No era difícil decir el hechizo, lo que era difícil era hacer que funcionara por otros factores como la fuerza de los poderes.
Alice miró avergonzada a Janice.
—No me gustan las ratas —se excusó.
—Y a mí no me gustas tú, pero no te lanzo ninguna cosa.
Alice se sintió ofendida, pero no lo demostró, sólo se cruzó de brazos y puso los ojos en blanco.
—¿Creen que puedan lograr algo pronto? —preguntó Adrien.
Sun Hee asintió.
—Solo llevamos un día practicando y ya sabemos los tres hechizos más simples, creo que no será tan difícil aprender unos cuantos más en un corto periodo.
—¿Y el plan? —preguntó Trey.
—Ya lo comencé —respondió Sun Hee—. Cuando esté más avanzado, se los comentaré. Ahora, es hora de practicar el siguiente hechizo.
Los treshumanos se sentaron en el borde de la cama grande para comer sus bocadillos yKate dejó su taza de té sobre la cómoda para poder comenzar, mientras bebíasorbos de vez en cuando.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top