Capítulo 14: El Alcalde

—¡¿Qué Sophia qué?!

Janice estaba aterrada. Si Sophia estaba detrás de ellas y por poco había enterrado sus garras de búho en Sun Hee, significaba que a ella la matarían sin pensarlo.

Janice sabía que Ragna y Sophia no sentían ni el más mínimo rastro de compasión o afecto por ella, ni siquiera como hermana bruja.

—¿Por qué saliste sola? —preguntó Kate—. No puedes hacer eso.

—Necesitaba saber que pasaba en el Internado —explicó—. No sabíamos si ya nos habían descubierto y yo...

—Y tú cometiste una imprudencia. ¡Pudiste morir!

Kate estaba molesta. A ella no le parecía que las demás, fuera quien fuera, se pusiera en peligro, aun para conseguir información importante.

A veces, el instinto maternal de Kate la hacía ponerse furiosa con esa clase de cosas. ¿Qué tan difícil era para las demás mantenerse a salvo y tener cuidado?

—Lo lamento, ¿sí?

—No es eso, es solo que ahora podrías estar muerta —aclaró—. No quiero que pidas disculpas, quiero que no vuelvas a hacer algo así.

—Ya aprendí la lección..., mamá —se burló.

Janice debió taparse la boca con sus manos para no reír, pues cuando Kate se enojaba, no era bueno reírse o solo sería peor.

De pronto, y antes de que Kate pudiera decir algo por la burla, alguien tocó la puerta.

Chayna se levantó de la cama y fue a abrir la puerta, encontrándose con Adrien.

—Hola —saludó Chayna, algo nerviosa—. ¿Sucede algo?

—Fui a beber agua a la cocina y oí mucho ruido, ¿está todo bien?

Chayna estaba por decir que sí, cuando Kate llegó a su lado y tomó a Adrien de la muñeca para meterlo a la habitación.

—Sun Hee creyó que era buena idea salir a esta hora de casa y casi muere, ¿crees que es correcto?

Adrien sintió presión al ver la mirada molesta de Kate sobre él.

—No, claro que no. Nadie debería ponerse en riesgo de muerte...

—Lo hice para descubrir lo que estaba pasando en el internado. Gracias a eso, descubrí que nos tienen vigiladas —agregó Sun Hee.

—Bueno, en ese caso... tal vez no es tan malo.

Kate lo miró horrorizada.

—¿Estás de su lado?

—Es que si lo piensas bien...

—¿Dónde está Trey? Él debe tener más sentido común que estos dos —supuso Kate.

Chayna llegó hacia Kate y la tomó por los hombros.

—Respira —le dijo—. Ya pasó, no ganas nada con reprenderla. Además, Sun Hee es lista, sabe lo que hace.

—A veces parece que no...

—¡Oye!

—¡Basta! —ordenó Chayna—. Concentrémonos en lo importante ahora.

En ese momento, la puerta de la habitación se abrió, asustado a todos, hasta que el rostro de Trey se asomó.

—¿Tienen una reunión sin mí? —preguntó, somnoliento.

—Pasa —le dijo Sun Hee—. Será bueno que estés presente también.

—¿Qué pasó? —preguntó, frotándose los ojos.

—En resumen: Sun Hee salió a la calle y una bruja loca casi la mata —dijo Janice—. Y yo digo, que, si ella nos quiere muertas, tenemos que jugar a la par.

Kate y Chayna la miraron espantadas.

—¿Quieres matar a Sophia? —quiso corroborar Chayna

—Y a Ragna —todos la miraron algo asustados—. No es secreto que ellas me odian y yo a ellas —recordó—. Si ellas me quieren muerta a mí, ¿por qué yo no puedo querer matarlas a ellas?

Janice debía admitirlo, desde la primera vez que la habían castigado a los nueve años había esperado el momento en que ambas brujas murieran, y si ahora podía apresurar el glorioso día, lo haría.

Sun Hee asintió.

—Janice tiene razón.

—¿La tengo? —preguntó extrañada.

—Sophia estaba dispuesta a asesinarme como fuera y si yo hubiera sido más valiente, le hubiera respondido de la misma manera.

Janice festejó en su interior. Si ella y Sun Hee concordaban en la idea de matar a la Magistra y a la presidenta del Consejo, a Kate y Chayna no les quedaría de otra que seguir la corriente.

—Pero hay solo un problema con eso —dijo Sun Hee—. Ragna y Sophia son brujas mayores y que llevan años usando sus poderes, jamás podremos ser mejores que ellas.

—Además de que todo el Consejo está con ellas —agregó Chayna.

Eso hizo pensar a Sun Hee. ¿Estaría todo el Consejo enterado de lo que había sucedido?

—Tal vez no —dijo, provocando que las demás la miraran confundidas—. Ragna cometió el error de dejarnos entrar a la bodega. Dejó entrar a Janice, sabiendo lo problemática que es ella.

—El Consejo no está enterado —concluyó Janice—, si lo estuviera, pondrían en duda la capacidad de Ragna de liderar.

Sun Hee asintió.

—Entonces, somos cuatro contra dos —resumió Kate—. Quizás tenemos oportunidad.

—¿Y nosotros estamos pintados? —preguntó Trey.

Las cuatro lo miraron de pies a cabeza.

—Ustedes son humanos —dijo Chayna—. Y uno quedó en el hospital después de que un grupo de hombres lo golpearan.

Trey se cruzó de brazos molesto.

—Pero en algo podemos ayudar.

—Convenciendo a su padre de dejar que nos quedemos —dijo Sun Hee—. Sophia no pasó la reja, lo que significa que no tiene permitido entrar.

—Tranquilas, tenemos eso bajo control —aseguró Adrien—. Papá llega mañana en la mañana y hablaremos con él de inmediato.

Las cuatro asintieron, con la esperanza de que el alcalde las pudiera ayudar.

[...]

—Más lento, más lento —pidió el señor Peters a Trey.

El alcalde se encontraba tomando su desayuno en la punta de la gran mesa de su comedor, mientras sus dos hijos estaban de pie en el otro extremo, intentando explicar la situación que tenían.

Trey había explicado las cosas casi sin respirar, pues, aunque sabía que su padre era un hombre muy benévolo y consentidor, temía que no quisiera ayudar a sus salvadoras.

—Soy cuatro chicas extranjeras que quedaron sin lugar donde quedarse y sin dinero y su vuelo de vuelta a casa sale en un mes y no han podido adelantarlo —repitió Trey.

—¿Y ellas fueron las que te salvaron? —Trey asintió—. ¿Estás seguro?

—Sí, ¿la quieres conocer?

El alcalde asintió y Adrien salió un momento del lugar para volver con las cuatro chicas detrás. Todas vestidas elegantemente para causar una buena impresión al alcalde.

—Papá —comenzó Adrien, poniéndose detrás de Sun Hee y apoyando sus manos en sus hombros—. Ella es Sun Hee, es de China y tiene un coeficiente intelectual mayor al del promedio.

—Buenos días, señor.

—¡China! —exclamó el hombre—. Uno de mis países favoritos.

Adrien se movió detrás de Chayna, poniendo sus manos en sus hombros, igual que con Sun Hee.

—Ella es Chayna, de Argelia y sabe bailar muy bien.

—Hola —saludó la chica.

—Uh, Argelia... país exótico.

—Ella es Janice —dijo Adrien—. Es de Massachusetts, Estados Unidos, y ama las hamburguesas.

—Cómo buena americana —agregó ella.

—Estadounidense —corrigieron todos, menos el alcalde.

—Como sea, es igual.

—Y, por último, ella es Kate.

—Quítame las manos de encima —masculló Kate.

Adrien le quitó las manos de los hombros. Después de que no estuviera de acuerdo con ella acerca de la imprudencia de Sun Hee, había comenzado a ser algo grosera con él.

—Es inglesa y tiene que tomar té a las cinco de la tarde o se pone de malas —dijo, con algo de desagrado.

Kate lo miró ofendida. Solo había reclamado un poco la última vez porque habían llegado muy tarde después del centro comercial y había tenido que tomar su taza de té diaria a las siete, fuera del horario común.

—¿Inglesa? ¿De Inglaterra?

Kate rio nerviosa.

—Pues sí.

¿Se podía ser inglesa sin ser de Inglaterra?

—Ah... —soltó el alcalde casi como un suspiró—. Yo estudie allá durante dos años. Fueron de los mejores años de mi vida.

—Me alegra que le haya gustado —dijo Kate con una sonrisa amable.

—Las cuatro salvaron a mi bebé, por lo que son bienvenidas en esta casa todo el tiempo que quieran. Esta casa está muy vacía todo el tiempo, es grato tener invitados —comentó.

Las cuatro se sintieron algo extrañadas. El hombre se veía mucho más agradable y amable de lo que habían pensado. Todas se esperaban un hombre serio, duro y poco comunicativo, pero se habían equivocado por completo.

—Ahora, siéntense a tomar desayuno. Yo comencé antes porque la comida del avión era muy mala —explicó—. Me moría de hambre.

Los seis se sentaron como lo habían hecho ese último tiempo y comenzaron a servirse lo que había en la mesa.

—¿Y en qué país viven ahora? —preguntó el alcalde.

Todas intercambiaron miradas.

—Bueno, todas nos mudamos a California hace poco —mintió Sun Hee—. Janice puede contarle la historia, ella es buena contando historias.

—Me encantaría —dijo el alcalde.

Janice miró a Sun Hee con fastidio y luego sonrió para comenzar a inventar la historia:

—Bueno, todo empezó en una linda tarde de verano...

[...]

Luego del desayuno, todos fueron al cuarto de visitas en la que estaban durmiendo las cuatro brujas.

—¿Qué tanto tiempo pasa su padre en casa? —preguntó Sun Hee—. No quiero arriesgarme a que descubra que hacemos magia.

—Pero si te arriesgas a que te maten —masculló Kate.

—Supéralo, Kate.

—No mucho —respondió Adrien—. Suele pasar más tiempo en la oficina trabajando o eventos públicos. Hay días que llega a casa después de las diez.

—Increíble.

—Entonces, ¿cuál es el plan? —preguntó Trey—. Digo, si quieren asesinar a quien sea que sean esas mujeres, deben hacer un plan, ¿no?

—Lo haré —aseguró Sun Hee—, pero empezaremos con aprender hechizos. Tenemos que saber al menos los básicos si queremos ganar algo y, cuando eso suceda, llevaremos a cabo el plan.

—¿Y con qué empezamos? —preguntó Janice.

Sun Hee lo pensó un momento.

—Levitación de objetos —respondió, pues era uno de los hechizos más simples después del que usaban para ocultar sus marcas.

—Yo quiero ver eso —dijo Trey, emocionado, sentándose en el borde de la cama más grande.

Adrien lo imitó y Sun Hee sacó del bolso de Chayna un arete.

—¿Qué haces con mis cosas?

—Es algo liviano y pequeño, será fácil para empezar —le explicó.

Sun Hee puso el arete en el suelo y apuntó a Chayna.

—Tú empezarás.

Chayna trago nerviosa y asintió, parándose a un metro del arete.

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