Capítulo 13: Cambio de Forma
—La ropa negra les quedara bien —aseguró Alice, sacando de un colgador una falda corta de color negro.
—¿Solo porque somos hijas de Satán?
Alice pensó un poco la pregunta de Janice y luego asintió. En parte, por los estereotipos, si relacionaba a las brujas con la ropa negra, los pentagramas y gatos negros.
—Además, combina con todo —agregó.
Kate tomó unos shorts negros de otro colgador y luego una blusa blanca de seda.
—No se ve mal —dijo.
—Yo no me vestiré con ropa apretada —aseguró Janice—. Quiero respirar, gracias.
—Ay, Janice, no seas exagerada —le dijo Chayna—. Y en cuanto a mí, el negro no me gusta. Necesito colores brillantes y felices.
A diferencia de Kate, Chayna sacó de un colgador una camiseta de cuello de cisne color anaranjado.
—Linda, ¿no?
Janice fingió una arcada de asco.
Chayna solo ignoró a Janice y siguió buscando en los colgadores más ropa.
De pronto, Janice sintió como Alice la miraba de pies a cabeza.
—¿Se te perdió algo?
Alice sacudió su cabeza.
—Es solo que creo que sé el estilo que te quedaría genial —tomó un pantalón de cuero sintético y se lo alcanzo a Janice—. Pruébalo.
Janice lo tomó con algo de desagrado, pero luego de analizarlo un poco, no le pareció tan mala idea.
—¿Qué más tienes?
Alice esbozó una sonrisa triunfante y comenzó a buscar más ropa del que creía un buen estilo para Janice.
En eso, Kate ya estaba buscando cosas en la sección de accesorios.
Jamás había tenido muchos sombreros o lentes de sol, pero era porque nunca había visto tantos tan bonitos. En las tiendas más pequeñas donde compraban no había tanta variedad para elegir, pero ahí, era como un paraíso.
—Esos te quedan.
Kate se sobresaltó al oír la voz de Adrien.
—¿Te parece?
Él asintió y comenzó a buscar entre los demás accesorios.
—Estos también —dijo, entregándole otros.
Kate los tomó y se los probó frente al espejo.
—Así que, eres inglesa, ¿no? —Kate asintió—. ¿Y te gustaba allá?
Volvió a asentir.
—Fue difícil acostumbrarse al principio —explicó—. En especial cuando no todos toman té a las cinco de la tarde —bromeó.
Adrien rio también, lo que dejó ver una adorable sonrisa. Al igual que Trey, tenía una personalidad amable y dulce, aunque, al ser hermano mayor, era un tanto más duro.
En cuanto a su físico, Adrien era muy parecido a Trey, pero su cabello no era rizado y sus facciones eran un poco más marcadas. Tenía unos labios un tanto finos y era bastante alto, lo que lo hacía un tanto intimidante a los ojos de Kate. Quizás, era lo único intimidante que tenía.
—¿Y te gustaba el internado?
Esa pregunta la tomó por sorpresa, pues jamás había pensado en eso con tanto énfasis.
No odiaba el internado, había aprendido muchas cosas ahí y había conocido a sus amigas, pero en ese momento parecía el peor lugar para estar.
—Me gustaba, algo... aunque sí había muchas restricciones —contestó—. Me gusta salir y conocer lugares, pero estando ahí, no se puede.
Adrien sintió algo de pena por Kate. A él le gustaba tener libertades y privacidad, por lo que no imaginaba lo mal que se sentía estar en un lugar tan estricto y restrictivo como ese internado.
En ese momento, Chayna llegó junto a ellos.
—¡Uh! —exclamó, tomando unos lentes de vidrios naranjos—. Combinan con mi camiseta.
Kate le mostró los lentes que había escogido y entonces, los tres se quedaron probando más accesorios.
Por otro lado, Sun Hee y Trey estaban buscando ropa para ella.
—¿Cuál es tu estilo?
—No sé si tengo uno —contestó ella.
—¿Pero que te gusta? —Sun Hee se encogió de hombros—. Bueno...
Trey había visto algo de la ropa de Sun Hee, por lo que comenzó a buscar algo que pudiera parecerse a eso.
—¿Qué tal esto? —dijo, mostrándole una bonita chaqueta color rojo vino.
Sun Hee la tomó para analizarla y asintió.
Trey le dio una sonrisa y siguió buscando más prendas. Además de Alice, no había tenido otra amiga mujer, por lo que pasar el rato con esas cuatro chicas tan extrañas como ellas, le parecía emocionante y divertido.
[...]
Ya había anochecido y las cuatro brujas estaban en su cuarto, durmiendo, a excepción de Sun Hee.
Esta vez, era ella quien no podía dormir. Por alguna razón que no comprendía, se había sentido incomoda durante casi todo el día.
Sabía que el problema no eran sus amigas o lo humanos, al principio había pensado que podía ser la ropa a la que no estaba acostumbrada, pero en su interior, sentía que era algo más grave.
Sun Hee decidió ponerse de pie e ir por uno de los libros, el que hablaba de la transmutación.
Las ventanas y cortinas estaban cerradas, por lo que simplemente se sentó en el suelo como siempre y comenzó a buscar el hechizo.
—Mutata figura volo enim vos modo et mutare —susurró, leyendo lo que debía decir.
Dejó el libro a un lado y siguió repitiendo el hechizo en susurro hasta aprenderlo.
Cuando estuvo segura de que lo había memorizado, pensó en el animal del que quería tomar forma y dijo el hechizo.
Nada pasó de inmediato, pero luego de unos segundos, un cosquilleo la comenzó a recorrer y, de pronto, todo a su alrededor parecía mucho más grande.
Ahora, Sun Hee era un cuervo.
Sabía que lo que estaba por hacer era arriesgado, pero alguien tenía que hacerlo.
Fue hacia la ventana y se metió debajo de las cortinas para quitar el seguro con su pico y abrirla. Le había costado un poco, era un tanto difícil manejar un cuerpo al que no estaba acostumbrada.
Cuando se posó en el marco de la puerta, tomó aire y emprendió vuelo. Al comienzo, pensó que caería al suelo al intentar volar, pero había sido más fácil de lo que había pensado.
Comenzó a volar por la ciudad a no mucha altura, pues si caía, no quería lastimarse tanto, y comenzó a ir en dirección al Internado.
No pasaron muchos segundos, cuando sintió que otro pájaro la seguía. Sentía unas alas batirse justo detrás de su nuca, y entonces, el pájaro la embistió y la tiró al suelo, quedando sobre ella.
Era otro cuervo, pero ¿por qué un cuervo atacaría así a otro cuervo sin razón aparete?
—No debiste hacer eso —dijo el otro animal.
«No es un cuervo».
—Mutata figura volo enim vos modo et mutare —fue lo único que dijo Sun Hee, volviendo a su forma de bruja.
Se levantó del suelo, empujando al ave al suelo y comenzó a correr devuelta a la casa.
—Mutata figura volo enim vos modo et mutare.
Sophia también volvió a su forma de bruja y, a diferencia de Sun Hee, ella no tenía la necesidad de correr.
—Movere mihi, volo ut ubi sum.
Sophia apareció justo delante de Sun Hee, provocando que esta chocara con su cuerpo y cayera al suelo por la gran velocidad a la que iba.
Sophia le sonrió cínicamente a Sun Hee, quien estaba tan asustada que no se levantaba del piso.
—Si me entregas a las otras tres, quizás considere no matarlas —le propuso—. Y puedo convencer a Ragna de que solo les de un castigo un tanto doloroso.
—No.
—Vamos Sun Hee, tú eres muy lista, sabes lo que te conviene.
Sophia le tendió la mano, la cual sacó por entremedio de su capa negra.
Sun Hee lo pensó un momento y luego, tomó la mano de Sophia para ponerse de pie.
Sophia le sonrió complacida, pero entonces, Sun Hee le torció el brazo y le hizo una llave, dejándola en el suelo quejándose. Entonces, aprovechó la debilidad de Sophia para correr.
«¿Cuál era el hechizo?».
Había olvidado cómo era el hechizo para transmutar.
—Mutata figura... —se quedó pensando mientras corría—. Mutata figura... volo...
De pronto, sintió un calor extremo en uno de sus brazos y cuando miró la manga de su pijama, notó que está se estaba quemando.
—Mierda.
Solo reaccionó a tirarse al suelo y rodar sin detenerse, lo que logró apagar las llamas.
Sophia estaba cada vez más furiosa. Esa bruja no sólo había roto todas las reglas posibles y estaba comenzando a usar sus poderes, sino que le había torcido el brazo más ágil también, lo que le complicaba hacer algunos hechizos.
Comenzó a correr detrás de Sun Hee, pero la otra era más joven y definitivamente tenía un mejor estado físico.
El entrenamiento constante de Sun Hee estaba sirviendo para algo más que para defenderse. Sus fuertes piernas, aunque algo delgadas, eran mucho más rápidas que las de Sophia.
Aún así, no podría correr para toda la vida, pues, aunque llegara a la casa, los de seguridad no la dejarían entrar. Tenía que convertirse en un pequeño animal para poder volver a entrar.
Entonces, divisó la reja de la casa a lo lejos. Era en ese momento o sería nunca.
—Mutata figura volo...
«Vamos cerebro, tú puedes», intentó animarse.
Entonces, lo tuvo.
—Mutata figura volo enim vos modo et mutare.
Nuevamente sintió ese cosquilleo por su cuerpo y para cuando se dio cuenta, todo volvía a verse enorme.
Sophia vio cómo Sun Hee se había convertido en una pequeña rata, lo que le dio la perfecta idea.
—Mutata figura volo enim vos modo et mutare.
Rápidamente, batió sus alas de búho y comenzó a acercarse a la pequeña y oscura rata que corría por las calles.
Ya casi podía sentir sus garras apretar al pequeño roedor, cuando la desgraciada pasó la reja, provocando que ella chocara con los duros y fríos barrotes.
Sun Hee siguió corriendo sin mirar atrás. Aún en el patio de la casa no estaba segura, pues Sophia podía volar y atraparla sin problema.
Antes de que Sophia pudiera recuperarse del golpe, Sun Hee comenzó a escalar hasta una ventana del primer piso de la casa, la cual, para su suerte, estaba sin seguro.
Empujó una de las hojas de la ventana y entró, cayendo al suelo del otro lado.
—Mutate figura volo enim vos modo et mutare.
Apenas volvió a su forma de bruja, se levantó del suelo y cerró la ventana con seguro, viendo como el búho en que se había convertido Sophia estaba posado en lo alto de la reja, mirándola con claro odio.
Sun Hee tragó duro y salió de la habitación en la que estaba para volver al segundo piso y entrar a la habitación.
Tenía que advertirle a las demás que las estaban observando.
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