Lluvia.

Era normal.

El mundo no se detendría por sus caprichos, eso era algo que entendía perfectamente.

Sus amigos seguían allí; hablando de sus cosas, compartiendo momentos de su vida cotidiana o, simplemente, debatiendo qué misión tomar esta vez.

Wakaba y Makao bebían por allí.

Nab seguía pegado al tablero, buscando la supuesta misión ideal.

Laxus y su tribu se mantenían alegres por el otro lado.

Mira, Laki y Kinana en la barra.

Levy y Gajeel hablaban muy de cerca.

Todo era nomal el día de hoy.

Quizás fue por su ensoñación, pero no se dio cuenta de las miradas de todos en general...

Nunca le vieron tan callado, ni tan observador, ni tan pensativo...
Hasta Makarov le miraba expectante, esperando algo, quizá.
Era la calma antes de la tormenta, definitvamente...

Todo era normal en ese día.

Todo era normalmente doloroso...

Había observado a todos, desde Lissi hasta Max.
Había visto su felicidad, había olido la satisfacción y oído las risas de ellos.

Sin embargo hubo algo...

La lluvia.

Pese a que sabía que iba a llover hoy, pensó que no era normal.

El agua estaba cargada.

¿Era tan difícil notarlo...?

Estaba ahí, él lo sabía.
Cada gota que resonaba en el techo del gremio ciertamente estaba... No, tenía algo...

Trató de verla por la ventana, pero no lo encontró.

Quiso oírla, pero tampoco escuchó.

Quiso olerla y...

Ahí estaba.

¡Lo encontró!

Lentamente se puso de pie, levantó las piernas sobre el banco y salio de allí; El lugar donde estaba sentado junto a sus amigos.
Obviamente era ajeno al silencio del Gremio y las miradas posadas en su persona.

Le generó un algo en el pecho.

No era dolor.

Era un sentimiento extraño, extraño pero triste...

Como un vacío, un vacío oscuro y frío que corroía poco a poco, dejando solamente más tristeza.

La lluvia olía inconfundiblemente a eso.

Soledad y tristeza...

Sin notarlo en absoluto, sus ojos estaban cristalinos; qmenzaban con gotear, tal y como la lluvia de afuera.
Para los espectadores en general, ese fue un golpe duro.
Algo definitvamente estaba mal...

Miró de izquierda a derecha.

Trataba de encontrarlo.

Esa fuente de... Dolor.

Cada paso que daba, le resultaba difícil.

Su corazón estaba sufriendo...

Cuando alguien quiso hablar, calló al instante cuando vio a Natsu mirar fijamente hacía ese lugar.

Tuvo que apretar fuerte su pecho cubierto por su chaleco cuando la vio. Ese sentimiento horroroso lo invadió, sus manos picaban de repetente y sus ojos amenazaban con soltar lágrimas más y más.

Supo contenerse.

Caminó hasta allí.

¿Fue tan difícil notarlo...?

Era el epicentro.

El ojo del huracán.

El nido de todas esas energías negativas.

— ¿Natsu-san? ¿Le sucede algo...? —Y aún así, le sonreía...; Una sonrisa sincera, sin doble intención ni maldad.
La luz que aún luchaba contra esos depresivos sentimientos.

— ¿Cómo estás? —Salió seco de él.
Una pregunta simple para los expectantes, pero para Natsu significaba tanto...

— Juvia se encuentra bien, Natsu-san. —El mismo tono de voz, quizás algo más cauteloso.

— No mientas...

Todos abrieron los ojos.

La expresión de Natsu no era bonita.

— ¿Q-Qué quiere decir...? —Ella luchó por mantenerse neutra, por mantener esa faceta.

Lo notó al instante.

La lluvia se intensificó.

Respiró hondo y dibujo tranquilidad en su rostro.

— Puedo olerlo, Juvia... —Se sentó a un lado, puso su mano cálida encima de la de ella.
El sentimiento vacío volvió cuando notó lo fría que estaban su suave piel.

Juvia enrojeció.

El gremio, si no fuera porque no querían interrumpir, ya se hubiera vuelto loco.

— Esta lluvia es triste ¿No crees? —La expresión de Juvia tembló y casi pasó desapercibida. — muchos la odian... —Sus ojitos se cristalizaron.
Natsu pudo verlo bien.— la odian porque no saben como tratarla, como limpiarla... Aunque para mí eso es fácil. —La sonrisa, esa sonrisa leve, pequeña en sí. Ya era conocida por todos en el gremio.
Una luz...— debes sentirte sola ¿Verdad...? Tener tanta tristeza y aún así no llenar el vacío que sientes aquí. —Señaló a su corazón.
Juvia sólo le observaba, aguantando con todas sus fuerzas esas ganas de romper en llanto.— ese sentimiento nunca podrá hacerlo, Juvia... ... Es fuerte para dañar, pero es débil para sanar. —Pronto, su mano abandonó la de ella, la soledad invadió nuevamente la lluvia, pero se extinguió cuando se posó en la mejilla.
Acarició suavemente, tratando su piel como el material más frágil y sensible que haya tocado nunca.
La pálida piel pronto se tiñó con algo de rojo...— no estas sola. —Dijo suavemente.— ya no más. Nunca, nunca más...

La lluvia cayó con más fuerza.

Era cálida esta vez.

Muy cálida...

Juvia abrazó el torso de Natsu y lloró.
Lloró con fuerza, como una niña a la que acaban de romper su juguete favorito.
Él la rodeó con sus brazos y dejó que se desahogue a gusto.

La sonrisa nunca abandonó su rostro.

Pese a que oía la lluvia caer con fuerza, olía a alivio, a esperanza y cariño...

No pensó en las consecuencias que pasarían si hubiese captado el aroma triste demasiado tarde.
Sólo pensó en lo feliz que haría a Juvia ahora que llegó a tiempo.

Porque, a pesar de que fue difícil notarlo, fue fácil eliminarlo.

Prometió que la tristeza no volvería nunca más.

Él la cuidaría de ahora en adelante.

— Natsu-san... —Se separó lentamente, más nunca dejó de apoyar sus suaves manos en el torso de él.
Sus ojitos iluminaban con intensidad, con brillo y nada de oscuridad.— gracias por no dejar a Juvia...

Y sonrió.

Una sonrisa tan hermosa y repleta de luz.

Se abrazaron nuevamente.

— Cuando gustes, Juvia.
































































•Nasho-Sama•

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