99. Segundas oportunidades
Cuando Branca termina de contar su historia, nos quedamos ambas en silencio durante un largo rato. La verdad es que no sé demasiado bien que decir con esta información que la Branca recién me regaló. Aunque una cosa sí que está más o menos clara...
—Fue Maeloc... La culpa de que naciera la Nación de las Pesadillas... —digo yo y Branca se encoge de hombros, con una expresión triste en el rostro.
—¿De qué sirve ahora echarle las culpas? —me pregunta, pero yo la miro fijamente, porque hay una idea que ronda por la mente y no sé si decirlo o callármelo para siempre. Pero al final decido que se lo digo:
—Eso lo dices porque tú eres Flor.
Ella da un salto de sorpresa y se me queda mirando con la boca abierta. Empieza a negar con la cabeza, pero la negación se queda sin fuerzas y la bajó con tristeza.
—¿Cómo lo sabes...? —me pregunta y, a decir verdad, yo no estaba demasiado segura... pero se ve que es cierto...
—No sé... me pareció que era así... ¿Y no era tu nombre completo Brancaflor? —le digo y ella hace un puchero, asiente con la cabeza.
—Desde ese momento intenté arreglar mi error... Todas las demás mouras se marcharon de la isla, porque pensaron que estaba perdida, pero yo me negué a hacerlo y creé la barrera mágica del Páramo Verde y una semejante en Nueva Arboleda... También se puede decir lo mismo de Maeloc, ya me enfrenté a él por toda esta historia y él me dijo que me mintió, pero no esperaba que la situación empeorase de esa manera —dice Branca.
—¿Y tú le crees? Él ya te mintió una vez —le digo y ella acaricia la hierba, no me mira ni nada.
—No hay que creer tanto lo que dice la gente, sino más bien lo que hace y desde hace bastante tiempo que Maeloc cambió e intentó enmendar sus errores. Además... ¿No fue él quién te ayudó en Nebula? —me pregunta y en eso tiene razón, pero de todas formas no me puedo quitar de la cabeza que tanto ella como el Rey de los Monstruos jugaron un papel importante a la hora de crear la Maldición.
—¿Y qué vamos hacer ahora con Aah? —pregunto yo.
—No hace falta que te preocupes por él, está al límite de sus fuerzas. Lo único que lo podría salvar sería poseer a alguien como yo... Por eso no quiero salir de aquí, no quiero darle esa oportunidad al monstruo ese... —dice Branca con la decisión marcada en el rostro, pero yo no me siento demasiada segura... ¡Es que hay un montón de cosas que pueden salir fatal! Además, hay otro pequeño detalle...
—Pero su corazón... ¿No es irrompible? —pregunto yo, recordando como la Branca intentó romper el corazón negro en el pasado.
—Sí... pero poco importa que siga vivo si está encerrado en un sello de Clementina, ¿no? —pregunta ella, pero bien recuerdo lo que sucedió con Caligo.
Me quedo callada de nuevo y no sé demasiado bien cómo sentirme: ella y Maeloc tuvieron su parte de culpa en que la Maldición naciera y de que el Páramo Verde sufriera durante tanto tiempo.
Todavía recuerdo cómo murió Cara Caballo, Menta, el tipo rubio que estaba junto a Laura, el pobre Gustavo que antes fuera un Caballero del Corazón Furioso, también el señor Oink y Armando, el Caballero de la Hermosa Rosa, Amanda, que era una de las chicas que trabajaba con Menta, y también Cabezón, aunque esperaba que en esta dimensión continuase vivo... y mucha, mucha, mucha más gente...
Mucha, mucha, mucha más gente... ...
¿No deberían cumplir un castigo por su crimen? Ir a la cárcel o algo por el estilo, aunque Maeloc se pasó bastante tiempo con ese candado en el pecho que sellaba sus poderes y Branca se quedó sin su amiga y todas las demás mouras se marcharon de Isla Caracola. Además, ambos intentaron solucionar el problema de la Maldición...
¿Pero qué puedo hacer yo con esta información que me lanzó a la cabeza? Aunque era cierto que ella nunca tuvo la intención de que todo acabara así, ella fue engañada por Maeloc y Branca me contara que él nunca pretendiera liar tanto las cosas ¡Es todo demasiado complicado!
¿Y qué pasaría si yo contara lo que sucedió y en vez de un castigo junto hubiera una venganza desproporcionada? Puede que las personas, siendo llevadas por todo el sufrimiento provocado por la Maldición, decidieran matar de nuevo a los monstruos verdes por estar relacionados con Maeloc y a las baluras por ser creación de las mouras.
Incluso podían atacar la ciudad de Nebula y este pequeño espacio de paz en dónde estoy ahora, hasta incluso tirar abajo el Árbol de la Vida... El Páramo Verde está cambiando a mejor y puede que revelar todo esto no fuera nada más que tirar piedras a tu propio tejado... ¡No sé, lo mejor es pensar en todo esto más adelante!
—¿No me ibas decir algo sobre cómo recuperar mi vida? —pregunto, porque no quiero pensar más en el crimen de Branca y Maeloc.
—Sí... Tengo una Reliquia que te puede devolver la vida, se llama la Fruta de la vida... —dice ella, todavía con la cara triste que se le quedó después de contar la historia de la Maldición.
—¡Oh! —exclamo entusiasmada: ¡Por fin buenas noticias! Esa era la misma que me encontrara en el Museo Extraño, ¡tenía razón con que esa Reliquia podía devolverme mi bienquerida vida!
—Pero tiene varios... ¿Cómo decirlo? ¿Inconvenientes? —dice ella, poniendo un dedo sobre su mentón y mirando al Árbol de la Vida.
—Oh, eso es malo, ¿no...? —comento yo, ya me parecía que era demasiado bueno para ser cierto...
—Esto... Un inconveniente es que es una Reliquia imposible de usar —dice Branca. ¿Pero qué me está contando la tipa chalada esta?
—¿Cómo...? ¡Pero si es imposible de usar como me va ayudar en algo! —le digo yo, pensando que quizás se está metiendo conmigo. ¡Pero no tiene ni la más mínima gracia!
—Es una Reliquia demasiado poderosa, así que es imposible de usar. Pero por suerte tenemos con nosotros a Laura, bien sabes que ella cuenta con una Marca que le permite usar cualquier tipo de artefacto. ¡Así que ella puede usarla! —dice Branca.
—¡¿Laura?! ¿Esa Laura está aquí? ¡Me alegro de que saliera viva de Nebula! —digo yo.
—En realidad murió —comenta Branca.
—¿Eh...?
—Sí, murió en Nebula y volvió al pasado. Pero gracias a su Marca, encontró una manera de alargar su vida... ¡Así que está aquí ahora! —exclama ella.
—¡Ala, eso está genial! Pero... Si Laura puede utilizar la Fruta de la Vida, entonces no es cierto que sea imposible de utilizar, porque ella lo puede hacer, ¿no? —le pregunto y ella se pone un dedo sobre los labios y lanza la mirada al cielo.
—Esto... ¡Tienes razón! Entonces sería mejor decir que es casi imposible de usar... —contesta y yo me muevo arriba y abajo, que es mi manera de asentir con la cabeza. Aunque algo casi imposible de usar... ¿No sería mejor decir difícil de usar?
—Eso no es tan inconveniente... —le digo y ella asiente con la cabeza.
—Sí... pero otra condición es que solo se puede utilizar una vez...
—Oh, ¿entonces si me resucitas no vas poder usarla nunca jamás? No sé, ¿no sería un poco malgastarlo en mí? —le pregunto y ella niega con la cabeza.
—¡Sé que merece la pena que tú vuelvas a vivir, Sabela!—dice ella, inflando los mofletes y, la verdad, es que si ella quiere hacerlo, tampoco le voy decir que no lo hago. Quiero volver a vivir y ser persona de nuevo —. Pero...
—¿Pero...?
—Volverás a nacer... No tendrás recuerdos sobre tu vida anterior. Vendrás al mundo como una bebé y tendrás que volver a crecer, a aprender a hablar, usar el váter... Es como... volver a nacer, básicamente... —me dice y me siento un poco chafada.
—Oh... pero entonces de esta vez me olvidaré de todo, pero de todo... todo —comento y me siento sin fuerzas, desciendo hasta quedarme sentada en el suelo. ¡Con lo feliz que estaba con eso de recuperar mis recuerdos! Y ahora resulta que si quiero volver a vivir tengo que tirarlos a la basura de nuevo...
—Además, otra de las condiciones es que tengo que conectar la Fruta de la Vida con el Árbol de la Vida... y ya no serás humana, sino una balura —dice ella.
¿Dejar de ser humana y convertirme en una balura? ¡Eso significaría que mi piel sería verde! Y también que tendría esos grandes ojos de gato y la nariz aquella que no era nariz sino unos agujeros... Todo eso no me importaba demasiado, pero...
—¿Seguiré siendo pelirroja? —pregunto y ella me mira extrañada.
—No veo por qué no...
—Eso está bien, no me importa ser una balura... Pero olvidarme de todo... Tengo que pensármelo bien, que estas decisiones son de las que hay que tomarse muy en serio —le digo y ella asiente con la cabeza.
—No hay ninguna prisa, Sabela. Cuando sepas qué quieres hacer ven a verme —dice Branca.
—Gracias —le digo y entonces me estremezco: ¡Tengo que volver con Xoana! ¿Cuánto tiempo me pasé aquí hablando con Branca? ¡Oh, no! —. ¡Tengo que marcharme de aquí inmediatamente! ¡Hablamos luego, Branca!
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