98. El Nacimiento de la Maldición

Esto sucedió hace más o menos mil años... Tengo que decir que no me acuerdo exactamente de la fecha concreta, pero supongo que no importa demasiado equivocarme uno, diez, cien años... ¿No lo crees, Sabela?

En esa época, humanos, mouras y baluras vivían en paz en isla Caracola. En esos momentos, no existía ni el Páramo Verde ni Nueva Arboleda ni la Nación de las Pesadillas: esta no era nada más que una pesadilla que no tardaría demasiado en llegar.

En la ciudad bosque de Arboleda vivía Luna: ella era una moura un tanto rarita, ya que buscaba siempre la soledad y nunca la compañía ni de mouras, humanos ni baluras. Prefería esconderse en lo más profundo del bosque para disfrutar del canto de los pájaros, jugar con los animales salvajes y dormir junto al continuo correr de los ríos.

Creo que se podría decir que tenía una sola amiga... Flor. Ella sí que disfrutaba de la compañía de las baluras, de las mouras y humanos. Flor sentía una gran pena por su amiga Luna, porque pensaba que estaba mal que se pasase tanto tiempo sola y que necesitaba compañía con la cual podías mantener una conversación, ya fuera esta moura, humana o balura.

Un día cualquiera, la moura Flor se encontró con un hombre extraño. Era pálido, de ojos grises y el cabello plateado, vestía con unas ropas que nunca había visto y, además, llevaba a las espaldas un extraño instrumento de cuerda desconocido para ella: era como una guitarra, pero con el cuerpo abombado.

Él le dijo a Flor que se llamaba Aah y este le pareció un nombre de lo más raro, nunca conoció a ningún hombre, balura o moura que tuviera un nombre parecido. Flor se quedó fascinada por él y comenzó a hacerle todo tipo de preguntas.

Él le contestó que venía de la ciudad flotante de Antioquía, una urbe que existía más allá de la Noche. Le dijo que, en sus tierras, era un músico de renombre, pero, aburrido de la monotonía de la vida, decidió viajar a lo largo del mundo.

La caprichosa Flor quiso tener a aquel hombre, aunque para su disgusto él no mostró ningún interés en ella. ¡En cambio Aah estaba interesado en Luna! La vio una vez en junto a un lago de tranquilas aguas y, al intentar hablar con ella, Luna escapó al interior del bosque dejándole con la palabra en la boca.

La primera reacción de Flor fue enfadarse, pero en seguida se tragó su orgullo herido, pues pensó que aquella sería la oportunidad perfecta para ayudar a su amiga Luna a escapar de aquella soledad autoimpuesta. Puede que ella también encontrase a aquel hombre interesante y decidiera hablar con él... tenía confianza, aunque el primer contacto fue un poco desastroso.

—Te ayudaré a hablar con ella, Aah. ¡Y cuando me propongo una cosa siempre lo hago! —le dijo Flor.

—¿De verdad? ¡Muchas gracias, Flor! —le contestó Aah, con una sonrisa que encandiló a la moura.

Ese mismo día, Flor se puso manos a la obra y lo más difícil fue que Luna aceptase. Ella no tenía ningún interés en hablar con ningún humano, no le importaba nada que viniera de más allá de la Noche.

—¿Por qué no comprendes que yo no tengo ningún deseo de hablar con nadie...? Y, además, ya te tengo a ti Flor... ¿Para qué querría a alguien más? —preguntó Luna, pero Flor no se dio por vencida.

Ella fue tan, tan, tan insistente que al final Luna aceptó, aunque creo que solo fue para que su amiga se callase la boca. Al final, pusieron día, hora y lugar a la cita y Flor decidió que vería desde la distancia cómo se desarrollaba el encuentro.

Se encontraron en la orilla de un regato tranquilo, Luna se encontraba a la orilla sentada sobre una mámoa y observaba el correr del río, acompañado de largos suspiros provocados, sin duda, por la molestia que le suponía encontrase con Aah.

¿No sabes qué es una mámoa, Sabela? Son unas estructuras de piedra que sirven a las mouras de asiento, no sé por qué, pero a las baluras y a los humanos no les gusta demasiado utilizarlas. ¡Pero a nosotras nos encanta! ¿Por dónde iba?

¡Ah, por Aah! Él se quedó unos instantes escondidos entre los árboles observando a la moura, fascinado por ella y, para ser sinceros, Flor se sintió un poco celosa. Porque no había visto la misma fascinación en los ojos del hombre cuando la miraba. ¡Y ella también era una moura bastante mona!

—Hola... —saludó Aah, arrastrando con timidez su voz.

—Buenos días. —La voz de ella era la del bosque, sonidos de viento y lluvia. Pero es también distante como el eco de una cueva.

Contestó de manera automática y sin mirarle ni una sola vez, no era por descortesía. Lo que pasaba es que encontró más interés en la rama de un árbol donde unos polluelos clamaban con vigor por unos cuantos gusanos regurgitados.

—Mi nombre es Aah.

—Luna.

Le respondió con una voz diluida en el silencio y por la expresión en el rostro de Aah, vi que él comprendió que sería imposible traspasar la coraza de hielo que recubría el corazón de la moura.

La sonrisa se le murió en la boca al comprender que nunca llegará hasta Luna. ¡Y tengo que decir que fue derrotado con mucha facilidad! Aunque sería mucho mejor para todos nosotros que se hubiera ido para siempre jamás y se olvidase de Isla Caracola. 

Cuando estaba a punto de marcharse, un golpe de viento atacó el nido de los pajarillos y mandó a uno de ellos fuera. El pobrecito se quedó al pie del árbol agitando sus alitas que en esos momentos eran completamente inútiles.

Lloraba, lloraba y lloraba el polluelo llamando a su madre y Luna ya estaba a punto de levantarse para ir a ayudarlo, cuando aquel hombre se adelantó. Fue en ese momento cuando Luna lo miró por primera vez y creo que su apariencia le sorprendió.

Aah cogió con cuidado al pajarito y entonces escaló por el tronco del árbol con la agilidad de un macaco. Una vez llegó a la rama, dejó al pequeño amigo desplumado con sus hermanos y sonrió al ver cómo la familia se reunió.

Pero el viento no le sentó nada bien que le chafara aquella travesura y le pegó un buen puñetazo, que lo lanzó al suelo. Aah se cayó al vacío... ¡Y sería genial que hubiera muerto ahí mismo! No es que fuera una mala persona, pero...

Al ver como se cayó, Luna, que pensaba que los humanos eran como figuritas de porcelana, se preocupó y lanzó un pequeño grito. Se levantó de la roca dónde estaba sentada y se acercó a toda prisa en dirección a Aah.

Sé bien lo que pensaba... ¿Estará muerto? ¿Habrá sido aquella caída lo suficientemente fuerte como para romperle los huesos y hacer que sus órganos se hagan papilla? Pues eso, Luna se arrodilló a su lado y lo miró con preocupación.

—¿Estás bien, humano?

—Aah. Mi nombre es Aah —le contestó él, ganándose una gran sonrisa de la moura.

A partir de ese momento, Luna y Aah se volvieron inseparables. No es que hablaran demasiado entre ellos, pero a la moura le gustaba escuchar la música que componía Aah y a él le gustaba interpretarla para ella. Ambos pasaban gran parte de los días juntos, disfrutando de una soledad en compañía.

Me gustaría decir que todo el mundo vivió feliz, pero aunque Aah y Luna lo eran no se podía decir lo mismo de Flor. No solo era que había perdido la oportunidad de tener a Aah, sino que ahora Luna prefería la compañía del hombre y ya casi nunca tenía tiempo para ella.

Eso era lo que más le dolía, pues mientras el hombre no había sido nada más que un capricho pasajero, la amistad que la unía con Luna era una de las cosas que más apreciaba.

Entonces decidió que se marcharía de Nueva Arboleda, quizás imitaría a Aah e intentaría atravesar la Noche. Si un humano pudo hacerlo, ¿por qué no ella? ¡Era una moura, no había nada que fuera imposible para ella!

Justo cuando caminaba hacia la salida de la ciudad bosque de Arboleda, Flor sintió una sensación oscura rodeándola. La moura tembló, buscando a su alrededor el origen de ese sentimiento de fatalidad.

Las sombras se alargaron convirtiéndose en entes amenazadores. Y ya no se escuchaba el canto de los pájaros, ni el silbido del viento, el silencio dominaba pesado, y ella se sentía intranquila.

Las sombras alargadas tomaron la forma de una persona, con el cuerpo envuelto en vendas negras, a través de las cuales se podían ver unos ojos que brillaban con una terrorífica luz roja. 

—Buenos días, Flor. —Su voz era seda de tinieblas.

La moura tuvo ganas de echarse a correr y eso es lo que debió de hacer, porque ese encuentro, en apariencia pequeño, causaría gran dolor en el futuro. Y durante largos, largos, largos años.

—¿Te conozco? —preguntó Flor.

—Soy Maeloc, no creo que hayas escuchado hablar de mí.

Flor luchó de nuevo con las ganas de escaparse de allí, pero la curiosidad hizo que se quedara.

—Apestas a humano, pero no eres uno de ellos... ¿Fuiste uno? ¿Cómo te convertiste en...? Lo que seas ahora...

Maeloc caminó en dirección a Flor y sus pasos ennegrecían el suelo con la forma de sus huellas.

—No lo sé, estoy muerto, pero las vendas son capaces de hacer que mi alma no abandone lo que me queda de cuerpo y, al mismo tiempo, me permite continuar interactuando con el mundo —comenta Maeloc.

—¿Cómo que estás muerto? —le pregunté y entonces las vendas de su rostro se separaron dejando a la vista su cara... ¡No había nada de carne en ella! Era el rostro de un esqueleto completamente pelado, con dos puntos rojos brillante en el interior de las cuencas vacías.

Quizás este sería el mejor momento para largarme de allí, pero no lo hice... ¡Quiero decir que no lo hizo!

—Pero mi historia no tiene nada de importancia, sino la tuya. Yo quiero ayudar: he visto tu sufrimiento y no podía quedarme de lado. Siendo una moura como lo eres, supongo que conocerás los objetos con alma, ¿no? —preguntó Maeloc y las vendas cubrieron su rostro, ¡menos mal que daba bastante grima mirarlo!

—Claro que sí, las Reliquias, ¿no?

—Correcto, y yo tengo una que te dará la felicidad que tanto buscas —dijo y en su mano aparecieron unos dientes afilados —. Solo tienes que darle mi regalo a ese hombre desconsiderado. Cuéntale una mentira para que lo utilice en Luna y beba su sangre. De esta manera, la pasión que siente por Luna morirá y ella volverá a ser solo tuya.

—Ella es mi amiga... ella es feliz junto a Aah. No le puedo hacer eso... —dijo Flor, resistiéndose ante la tentación que le producía aquel objeto.

—Ella era feliz antes, ¿no? Cuando solo te tenía ti como amiga. Vamos, esta es la Dentadura de Orlok y gracias a ella volverás a ser feliz —dijo Maeloc, ofreciéndole la Reliquia.

Flor cogió la dentadura, no pesaba nada en su mano. Dudó ante la idea de usarla o no, pero pensó que no sería para tanto, pensó que Luna pronto se olvidaría de Aah. Además, ¿para qué necesitaba a un hombre si la tenía a ella como amiga?

—¿Cómo funciona...? —preguntó Flor.

—Aah solo tiene que beber la sangre de Luna y entonces se olvidará de ella. Es así de simple, Flor —contestó Maeloc.

Sucedió esa misma noche, una noche cargada de estrellas, una noche donde se respiraba una tranquilidad que pronto sería rota. Aah iba al encuentro de Luna, cuando de pronto, una sombra oscura saltó delante de él: era Flor.

—¡Vaya susto me has dado! —dijo el hombre, poniéndose la mano sobre el corazón.

—No tienes que tener miedo... Vengo aquí para ayudarte —le dijo Flor.

—¿Ayudarme? No necesito ninguna ayuda. Todo es perfecto en mi vida, no hay nada que pueda mejorar. 

—¡Oh! ¡Vamos! No seas estúpido, siempre hay algo que puedes mejorar. Por ejemplo... ¿Qué me dirías de una eternidad junto a Luna? —le preguntó sonriendo ampliamente.

—¿De qué estás hablando? —preguntó Aah.

Flor le enseñó la Dentadura de Orlok.

—¡Tachan! ¡La receta para la inmortalidad! Es muy sencillo, solo tienes que ponerte esta Reliquia en la boca y luego beber la sangre de Luna. ¡Nuestra sangre tiene un gran poder y, gracias a esta Reliquia, podrás usar ese poder para ganar la vida eterna! Y así podrás pasar la eternidad junto a Luna.

—¿Inmortalidad...? ¿Es eso cierto? —preguntó Aah, observando la Reliquia con interés.

—Sí, sí... Los humanos no sois inmortales como nosotras, pero gracias a estos dientes serás capaz de serlo. ¿No quieres que la felicidad de este momento se alargue más, más y más? —preguntó Flor y Aah asintió con la cabeza lentamente.

—Así que tengo que beberme su sangre... —dijo Aah, cogiendo la Reliquia y dándole vueltas en las manos —. Muchas gracias, Flor.

—No es nada... —comentó la moura, sintiendo de nuevo las dudas carcomiéndola por dentro.

Flor se quedó sola y estaba que se mordía las uñas, la seguridad de antes había desaparecido por completo. Pensaba que sería feliz ante la idea de que pronto recuperaría la amistad de Luna... pero ¿y si ella se cabreaba y no quería volver a verla nunca jamás?

Al final, decidió que lo mejor era evitar que el hombre usara la Reliquia sobre Luna y seguir con su plan original: irse de isla Caracola y viajar por el mundo adelante. Así pues, Flor fue corriendo al lugar donde se solían encontrar la pareja... Aunque, por desgracia, fue demasiado tarde...

Aah se encontraba encima de Luna y tenía los colmillos hundidos en el cuello de la moura. Tenía las dos manos sobre los brazos de ella e impedían que se moviera, que se quitara de encima al hombre.

—Para, por favor, para. Me estás haciendo daño. ¡Para por favor! —gritaba Luna, pero Aah estaba sordo a sus palabras.

Aah comenzó a cambiar, la sangre le arrebataba el aspecto humano y se convertía en otra cosa: los cabellos le caían, los ojos se le cerraron y empezaron a salírsele de la cara, la carne le desaparecía del cuerpo y el hueso se le marcaba con fuerza...

—Me ha mentido... —murmuró Flor, con lágrimas en los ojos, odiándose a sí misma por confiar en Maeloc.

Se acercó con la intención de separar a Luna de Aah, pero los gritos de ella la dejaron congelada.

—Monstruo... ¡Eres un monstruo! ¡Todos los humanos sois unos monstruos! ¡Os maldigo a todos, a cada uno de vosotros! ¡Desde este mismo instante, todos los humanos se convertirán en lo que verdaderamente son! ¡En el peor de vuestros momentos, vuestra verdadera naturaleza monstruosa surgirá! ¡Y todo el mundo será capaz de ver lo que son en realidad los humanos! —grita Luna y se hace el silencio en el claro del bosque.

Su cara estaba brillante por el correr de sus abundantes lágrimas. Los cabellos se le desprendían de la cabeza en grandes mechones. Sus lágrimas se volvieron más espesas, se volvieron negras...

Con un rápido movimiento, levantó la cara hacia el cielo y su boca estalló en un grito desgarrador que solo se enmudeció cuando la garganta le explotó. Ambos de sus ojos saltaron de sus cuencas. La lengua se le hinchó de tal manera que se le rompió la mandíbula. El brazo izquierdo se le retorció, rompiendo el hueso por varios lugares.

Una onda de energía salió despedida de ella y la naturaleza murió dejando un círculo de negrura a su alrededor. Los árboles perdieron las hojas y se resecaron. Su grito fue un faro de oscuridad que resonó a kilómetros de distancia haciendo que los humanos comenzaran a convertirse en monstruos.

Fue así como Aah se convirtió en un monstruo...

Y así fue como se creó la Maldición...

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