93. Popoki se ofende
Xoana corre hacia delante y ya no mira para atrás, olvidándose del combate que tiene lugar a sus espaldas. Yo tampoco miro, que puede que me entren muchas ganas de quedarme a ver cómo pelea el Breogán y creo que lo mejor es quedarme al lado de Xoana.
Ella corre por un estrecho callejón que conecta la plaza del cuartel con una calle en perpendicular y no duda ni un instante en irse cuesta arriba. Espero que Branca sepa cómo solucionar todos los problemas: Caligo, el señor de los sueños... Pero aunque sepa cómo hacerlo, seguramente no será nada fácil...
La cuesta termina en unas escaleras al lado de una fuente: es vieja, de piedra y tiene la forma de un pez revoltoso de cuya boca le sale un tubo metálico de la cual cae continuamente agua. El sonido resulta tranquilizador, pero poco efecto puede tener en un día como este...
Xoana dejó de correr, está parada como una estatua en el comienzo de un callejón que gira a la derecha, ¿pero por qué está así? ¡Se supone que tiene prisa, que mientras estamos aquí Breogán se juega la vida peleando contra el señor de los sueños!
Me acerco a investigar, que tiene que haber una razón para que la Xoana se quedase allí toda pasmada. En medio del callejón hay un caballero en miniatura, un hombrecillo vestido de los pies a la cabeza con una armadura pesada. No se le ve la cara porque la tiene oculta por un casco con rendijas y tiene en el pecho el sol sonriente, símbolo de los Hijos.
—¿Lo qué? —murmura Xoana.
¿Amigo o enemigo? El símbolo del sol me dice que quizás sea un agente, pero me parece demasiado enano para que sea una persona. La criatura se vuelve en dirección a Xoana y la apunta con su espada.
—¡Villana, villana, villana!
Vale, me parece a mí que muy amigo no es la pulga esa y todas mis dudas desaparecen en cuanto se lanza en dirección a Xoana. ¡Ahora está más que claro que es un enemigo!
—¡Ratas! —exclama Xoana y le da una patada que lo manda callejuela arriba.
Es un poco raro, porque cuando le golpea no suena metálico. No sé cómo describirlo demasiado bien, quizás podría decirse que fue como si golpeara una bolsa llena de filetes o algo por el estilo.
—¡Villana, villana, villana! —grita el caballerito y se intenta levantar, pero se quedó bocarriba y tiene los pies y brazos demasiado cortitos para levantarse de nuevo.
Me da un poco de pena, pero solo porque me recuerda a una tortuga que no puede volver a ponerse en pie. Me deja de darla cuando se levanta de un salto y se lanza en dirección a la Xoana.
—¡Villana! —aúlla y la coge por sorpresa. ¡ElcaballerosaltasobreXoanayleestáapuntodehacerdaño!
—¡No! —grita Xoana y su mano negra ataca, se transforma en la hoja de una espada negra y sin ningún tipo de problema corta al pequeño caballero en dos.
La criatura cae al suelo y la parte superior e inferior de su cuerpo están separadas por el corte. No sangra ni nada, además al ver su interior da la impresión de que no tiene órganos: está formado por una masa compacta de carne.
Espero de verdad que no se junte de nuevo, pero al cabo de unos cuantos pataleos más la criatura esa deja de moverse. Menos mal, parece que al menos este enemigo fue fácil de derrotar, tampoco es que necesitáramos ahora otro Caligo. Xoana suspira de puro alivio y la mano vuelve a ser una normal.
—¡Villana! ¡Villana! ¡Villana! —chillan un montón de voces desde delante: ¡ahora hay tres en el fondo del callejón y corren en dirección a Xoana!
—¿Pero de dónde habéis salido vosotros...? —pregunta Xoana y yo también me lo pregunto, pero no puedo pensar demasiado sobre el asunto porque escucho un grito, mezcla de dolor y sorpresa, ¡uno de esos caballeritos le hizo una herida en el muslo a Xoana!
—¡Villana! —grita y tiene la espadita manchada de su sangre.
—¡Ratas! —le grita Xoana y le da una patada fuerte que lo manada volando unos cuantos metros para delante.
Comienza a correr y cuando está cerca de los tres caballeros que corren en su dirección, su mano se convierte en una hoja oscura y, con unos ágiles movimientos, termina con la vida de aquellos monstruos. Deben ser monstruos, ¿no? Porque personas me parece a mí que no son...
—¡Villana, villana, villana! —berrean más caballeritos que salen de detrás de las dos esquinas del final del callejón. ¡Y estos también se echan a correr en dirección a Xoana!
Al llegar frente al grupo, Xoana pega un salto de conejo y logra salvarse de las espaditas que, pese a su tamaño, están bastante afiladas. Galopa hasta ponerse al final de la callejuela y se permite lanzar a los pequeños caballeros una sonrisa burlona.
—No sois para tanto... ¡Auh! —grita de nuevo de dolor: un caballero le clavó su espada en el pie y ella no tarda nada en pegarle una buena patada, la criatura sale volando —. ¡Mira que sois pesados!
—¡¡Pero no te quedes a hablar con ellos, burra!! —le grito, es que a veces esta chica hace cosas que no sé por qué las hace...
Xoana se fija en la plaza a la que salió y se queda con la boca abierta: hay más y más de aquellos caballeros chiquitos: están en las ramas de los árboles que crecen en espacios de hierba que forman lo que parece ser un pequeño parque, también encima y debajo de los bancos que crecen debajo de las sombras de estos árboles y en los caminos de piedra que forman caminos entre los espacios de hierba...
¡Incluso hay algunos que, y no sé cómo llegaron hasta allí, están sobre el techo del Museo Extraño! Es un edificio bastante sencillo, de formas rectas y sin nada de curvas. Contrasta bastante con el resto de edificios del pueblo, porque estos tienen detalles como los diferentes tamaños de las piedras que lo forman, el estilo de las ventanas, incluso en las puertas, ya que algunas tienen llamadores con forma de puños.
Cada una de las casas del pueblo tienen su propia personalidad, a pesar de que siguen un mismo estilo. En cambio, el museo es como si le quitaras todo el estilo y quedara el edificio al desnudo: es simple a más no poder, con paredes blancas y lisas sin ningún detalle, dibujo o decoración, únicamente con un gran ventanal en uno de los laterales que da visión de una recepción vacía.
Tres caballeritos se lanzan sobre una paloma y, con sus espadas, la trocean viva. No soy demasiado fan de esos bichos, pero tampoco es que se merezcan ser matadas de una forma tan violenta... El resto de pájaros sale volando, alejándose de la sed de sangre de estas criaturas enfundadas en armaduras.
La mirada se Xoana se queda clavada en el Museo Extraño. Oh, sé que es el museo porque sobre las puertas cerradas tiene unas letras que se hunden en la pared y que ponen: Museo Extraño.
La cabeza de Xoana asiente arriba abajo, luego se mira la mano negra y la convierte en la hoja oscura. Una sonrisa florece en su rostro al hacer esto.
—No sé quién dijo que una mejor defensa es una ofensa...
Corre en dirección al museo, se mete por un camino empedrado y trocea a unos caballeros que se acercaron a ella berreando: ¡Villana, villana, villana! Los demás monstruitos de la zona se dan cuenta de la presencia de la Xoana y, meneando sus espadas en el aire y berreando sus monótonos gritos, corren hacia ella.
Me fijo en que uno de los caballeros que estaba sobre la rama de un árbol se lanza al vacío y se espachurra contra el suelo. Lo que queda de él es un amasijo de carne bastante desagradable, sensación que aumentan cuando las palomas caen sobre el cadáver y comienzan a picotear sus restos. ¡Iuck!
Me vuelvo a fijar en Xoana, ¡por fin está frente a las puertas del Museo Extraño! Ella sonríe de oreja a oreja y entonces es cuando entra, aunque lo mejor sería decir que intenta entrar. Lo digo porque la puerta está cerrada con llave y Xoana se pega un buen morrazo en toda la cara. Se aparta, acariciándose la nariz, ya sin sonreír: me parece que eso le dolió en el orgullo...
—¿Está cerrada? ¡Lo que me faltaba! —dice, nerviosa y le pega una patada al cristal de la puerta.
—Villana... villana... villana... —dice una voz grave a sus espaldas y, al darse la vuelta, se estremece al descubrir a otro de esos caballeros.
Aquel es un caballero más grande, más fuerte y más peligroso. Pero Xoana, lejos de escapar como una gallina asustada, ¡se lanza en su dirección cual cabra embistiendo! La espada del gran enemigo centellea en el aire antes de caer sobre Xoana.
¡Ya me la veo correteando por todo el parque como una gallina descabezada! ¡Pero me sorprende cuando esquiva el ataque con absoluta facilidad y contraataca con la hoja negra! La espada-mano abre una herida en el pecho de caballero y este da unos pasos atrás, pero no me da la sensación de que sienta dolor.
—Villana... —dice y vuelve atacar.
Su espada silba con mortífera velocidad y le rasga la camisa. ¡Oh, no! Le hace una herida en el estómago y la blancura de su camisa se tiñe de rojo.
—¡Ratas! —grita Xoana, pero no parece que sea grave porque de inmediato se lanza contra el gran caballero.
La espada se dirige contra Xoana de nuevo, pero no esquiva, sino que se para en el sitio y lanza un tajo al aire que corta con facilidad el arma del caballero. Él se acerca lo que le queda de espada a las rendijas de su yelmo y, para variar, dice:
—¿Villana...?
—¡Ahora verás tú quién es la villana! —grita Xoana y echa la mano de la hoja oscura hacia atrás... ¡Y veo cómo se alarga un montón! ¡Después lanza un grito y mueve con rapidez la mano de derecha a izquierda haciendo que la hoja oscura corte al caballero por la mitad!
—¿Villana...? —dice el enemigo.
Durante unos segundos no pasa nada, pero entonces la parte de arriba de su cuerpo comienza a deslizarse a un lado y cae al suelo. Las piernas se quedan en pie unos instantes más, pero al final también se derrumban. Xoana pega un saltito y levanta las manos al cielo, una sonrisa grande aparece en su cara.
—Lo he derrotado, ¡y sin ayuda de nadie! —dice y la mano negra desaparece —. ¿Eh...? ¿Pero qué pasa aquí? ¡Todavía no es hora de dormir, Popoki!
Se agita el brazo y se mira el muñón, pero el elemental permanece en el interior de ella, sin asomar la cabeza... aunque sería mejor decir asomar la mano. Xoana frunce el ceño y, con la mano que le queda juega con un mechón de su cabello.
—Oh, Xoana... Pero mira que eres cabeza hueca... ¡Está claro que la ofendiste! ¿Cómo puedes decir que lo derrotaste sin ayuda...? —le digo yo, pero de poco sirve porque no me puede escuchar. Y para esto se comió el ojo de Carolina...
—¡Villana, villana, villana!
Los gritos agudos de los pequeños caballeros la sacan de su confusión, los monstruitos corren en su dirección meneando sus espadas. Durante el enfrentamiento contra el gran caballero permanecieron en silencio y sin atacar, pero ahora que murió no dudan ni un instante en lanzarse a trocear a la Xoana.
—Vamos, Popoki... ¿Por qué no sales? —le pregunta, pero el muñón continúa siendo muñón. Está claro que le tiene que pedir perdón, pero Xoana no se da cuenta de la situación.
—¡No pierdas más el tiempo con esas cosas y mueve el trasero, que ya abrí la puerta! —exclama una voz que viene del interior del museo.
Ella mira para atrás y descubre que, efectivamente, la puerta del Museo Extraño está abierta. No lo duda un instante, corre en su dirección y se mete, cerrándola en el acto. Los pequeños caballeros golpean el cristal con sus espadas y chillan con sus desagradables voces:
—¡Villana, villana, villana! —¿Acaso no saben decir otra cosa?
—¡Bienvenida de nuevo, Xoana! La situación está un poco complicada hoy, ¿no lo crees? —pregunta alguien que mira al exterior y lanza un fuerte silbido. ¡Es Ventura, el robot!
—¡Tú! ¿Qué estás haciendo aquí? ¿Quieres pelear otra vez con los Hijos del Sol? —pregunta Xoana y se acerca a pasos largos a Ventura, aunque teniendo en cuenta de que tiene las piernas cortitas muy largas no son.
Se pone delante del robot, levanta el mentón para verle su cara de calavera y le apunta con la mano, ¡pero como Popoki está ofendida no aparece espada ni nada!
—¡Ratas, Popoki! ¿Pero qué te pasa? —le pregunta al brazo que no tiene mano y no obtiene contestación ninguna. Normal, es que le tiene que pedir perdón...
—Por favor, ¿podrías bajar el volumen de la voz? Esto es un museo —le dice Ventura y tales palabras provocan que las mejillas de la pequeña agente se pongan coloradas.
—¿Quieres que vayamos afuera a pelearnos? —sisea Xoana, calmando el tono de la voz, pero me da a mí que no se tranquiliza mucho en el resto de las cosas.
—¿Ahora...? —pregunta Ventura y mira el exterior: está lleno de aquellos pequeños caballeros —. Creo que mejor no... Además, ¿no ves mi sombrero? —dice tocándose la visera de su gorra, me olvidé de decir que lleva una puesta, y en ella se lee: Museo Extraño —. Mis tiempos de batirme en duelo contra los Hijos del Sol ya son parte del pasado, ahora no soy más que un humilde guarda de museo, y no me dedico por las noches a combatir el crimen. Es decir, yo no soy el Vengador Metálico...
—¿Guarda del museo? —murmura Xoana.
El robot lanza un fuerte suspiro y menea la cabeza.
—Sí, no es lo más divertido del mundo... ¡Hay mil cosas más que prefiero hacer! Pero la Profesora me mandó aquí para evitar que vuelvan a robar más Reliquias... A todo esto, ¿ha venido a verme a mí? —pregunta Ventura y Xoana se apresura a menear la cabeza de un lado al otro.
—¡No! ¿Para qué querría verte?
—Oh... —dice Ventura y baja la cabeza, con tristeza.
Hoy Xoana está un poco mujer urraca: gritándole a todos, con cara de mala uva... ¡No me extraña que Popoki no quiera ser su mano!
—Vine a ver a Branca, ¿me puedes llevar con ella?
—¿La moura? Eso puedo hacerlo perfectamente... —contesta Ventura.
Pues entonces seguimos al robot por las salas vacías del museo, las cuales muestran una gran cantidad de Reliquias y a mí muy seguro esto no me parece. Es decir, ¿no fueron robadas una vez? ¿Qué impedía que las robasen de nuevo? Si yo fuera Branca, las tendría guardadas en un sitio en donde nadie pudiera entrar.
—Aunque también sería una pena tenerlas encerradas para siempre, sin que ninguna persona fuera capaz de verlas. Porque algo que nadie ve no sirve para nada, es casi como si no existiera... —digo yo y me doy cuenta de que eso mismo se puede decir sobre mí: poca gente me ve, ¿eso quiere decir que casi no existo?
Pasamos sala tras sala y todas siguen un mismo patrón: paredes blancas, techos altos y Reliquias en el interior de expositores pegados a las paredes y también algunos que son libres. Hay bancos por todas partes, lo que faltan son los visitantes y la soledad del lugar hace que se escuchen los pasos de conejo de Xoana, pero sobre todo los de Ventura, que suenan como los de un elefante.
Algunas de las Reliquias tienen un aspecto común: una es un zapato viejo y, acercarme, veo que hay una etiqueta explicativa en el que pone que se puede utilizar para expulsar a cualquier cosa viva de cualquier sitio cerrado.
Más adelante, veo una fruta que no sé cuál es. Es grande, de forma redondeada y con la piel lisa, pone que se llama la Fruta de la vida y... ¡Que puede devolver la vida a lo que ya está muerto! ¡Y yo estoy muerta!
¿La podré utilizar para volver a estar vivita y coleando? Pero... ¿Cómo se utiliza? ¿Quizás tengo que morderla o algo por el estilo? Intento traspasar la vitrina que la tiene encerrada, ¡pero me pego un buen coscorrón contra el cristal!
Vaya, parece que la Branca le puso protección anti fantasmas... Me molesta un poco, sería genial poder estar viva ahora mismo. De tener un cuerpo, podría ayudar a Xoana y a los demás con sus problemas.
De todas formas, tampoco es que fuera a utilizarla sin pedirle permiso a Branca, que la fruta esa no es mía. Además, no sé cómo utilizarla ni que efectos secundarios podría tener. No quiero volver a estar viva y convertirme en una monstrua...
Otra de las Reliquias es el Libro de tu vida, pone que si lees el libro, es como una biografía de tu propia vida. Desde tu nacimiento hasta el momento en que estás leyendo el libro. Oye, eso también sería genial para mí... ¡Así podría saber quién era yo! Lamentablemente, el cristal de la vitrina no me deja pasar al interior...
Llegamos a una puerta grande: mediría más de dos metros y al acercarme pude ver que está hecha de roble y este material es bueno, muy resistente y con una gran durabilidad. Además, está genial porque es bastante resistente al agua.
—Esta puerta lleva al dormitorio de Branca, ¿entiendes? —pregunta Ventura, dándole unos toques a la madera con el puño.
—¿Qué es lo que no hay que entender de esa frase...? —pregunta Xoana.
—Es un sitio muy pero que muy importante, Xoana. No sería bueno que entrases y comenzases a poner todo patas arriba...
—Yo no voy a hacer eso... ¿Entramos o qué? ¡Es urgente que hable con ella ahora mismo! —exclama Xoana y el robot asiente lentamente con la cabeza.
—Espero que no me hagas quedar mal, oye.
Nada más decir esto, Ventura apoya las manos sobre la puerta y empuja, poco a poco se va creando una imagen del interior que me llena de sorpresa. ¡La puerta no va dar a un dormitorio, sino a un bosque!
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