85. Malo será...

"Malo Será... expresión coloquial gallega, optimista por naturaleza, que utilizamos para decir que a pesar de lo mal dado que pueda venir cualquier momento de tu vida o muy dura que se pongan las cosas, SIEMPRE habrá ventanas de ilusiones, tiempos mejores y sueños por cumplirse"

Por eso MALO SERÁ que...


Pero... ¿Iba acabar mi historia siendo comida por el señor de los sueños? ¡No, ni de broma! ¡Me gusta demasiado el mundo dónde estoy como para irme tan temprano! Así que agarro las pocas fuerzas que tengo y me arrastro por el suelo. Pero escucho detrás de mí los pasos confiados de la gaviota, camina con la confianza de que logrará pillarme y devorarme en un santiamén.

Suena un disparo y escucho detrás de mí algo cayéndose al suelo. ¿Me largo todo lo rápido que pueda o me doy la vuelta para ver qué pasó? La curiosidad es la que gana, así que giro mi cuerpo y veo a la gaviota tirada en el suelo con un agujero sangrante en el cuello.

Desgraciadamente, el señor de los sueños no está muerto. Él sale del interior de la gaviota y tiene la forma de una personita de diez centímetros. Es ridículo que algo tan pequeño tenga un poder tan grande.

Se me queda mirando intensamente, pero de esta vez no siento ni sueño ni peligro ninguno. Parece que se da cuenta de que es incapaz de dejarme dormida, porque aprieta los puños y los agita furiosamente. Después se larga corriendo, todo lo rápido que sus pequeñas piernecitas le permiten. Aliviada me quedo, porque cuanto más lejos muchísimo mejor.

—¡¿Viste eso?! —grita Xoana, acercándose a la gaviota muerta a toda velocidad.

—Gracias... muchas gracias, Xoana... —le digo casi sin fuerzas, porque me acababa de salvar la vida. Bueno, me acababa de salvar el alma que era incluso mejor.

—¿Una gaviota? Sé que son molestas, pero... Tampoco hacía falta que la mataras... —comenta Casandra.

¡Sí que hacía mucha falta, porque si no mi alma sería comida por el señor de los sueños!

—¡No, no la gaviota! Era el señor de los sueños... ¡¡Estaba dentro de ella!! —exclama Xoana.

—No me estarás tomando el pelo, ¿no? Si eso es cierto, significaría problemas... y de los grandes —comenta Casandra, que muy preocupada no parece y yo creo que debería.

—Ya me imagino... —dice Xoana.

—No, no te lo imaginas. De ser cierto lo que dices, significaría que tiene el poder suficiente como para romper las protecciones mágicas colocadas por la bruja Laura. Puede que ahora solo estuviera controlando una gaviota, que poco daño puede a nadie... —dice Casandra y eso me cabrea un poco.

Me levanto del suelo y me pongo delante de la carota de la rabuda, zumbo con todas las fuerzas. Aunque mucho no puedo porque estoy agotada.

—¡Claro que es peligrosa, que casi me come!

Ella continúa hablando, sin hacerme ni caso.

—... Si posee a una persona sería malo. Y de ser una balura incluso peor, entonces sí que estaríamos en verdaderos problemas. Pero esperemos que solo sean imaginaciones tuyas —dice Casandra y asiente con la cabeza, con una sonrisa de suficiencia en la cara.

—¡No tienes nada de razón, era el señor de los sueños y me quiso comer! —le suelto a su orgullosa cara de idiota. ¡Que se cree la más lista de todas y no tiene ni idea de lo que pasa!

—Puede que tengas razón... —dice Xoana. ¡Cómo me gustaría que me pudiera escuchar para poder decirle lo equivocada que estaba!

—¡Estás completamente equivocada! —le digo, aunque no me pueda escuchar sienta bien decirle que se equivoca mucho muchísimo.

—No te preocupes demasiado, hablaremos con Laura por la tarde y ya verás como el señor de los sueños sigue, por decirlo de alguna manera, encerrado en la mina —comenta Casandra.

—¿Qué pasa con esta isla? Tenéis al señor de los sueños y también a Caligo, dos monstruos que son peligrosos de cuidado... —dice Xoana y razón no le falta.

—El Reino es un lugar peligroso, Xoana. ¿Acaso te has olvidado que hace treinta años un cerdo parlante casi lo destruye? —pregunta Casandra.

—Para olvidarlo... mi madre estuvo allí —dice Xoana.

—¿En serio? Yo también estuve allí, justo cuando era una niña...

—¿De verdad? 

—¿Por qué crees que tengo cola? Mi madre se convirtió en una caída, mató a mi padre y me hirió de muerte. Pero tuve la suerte de encontrarme a dos personas que me dieron a comer el corazón de un caído, pero no era duro sino blando. Debido a eso, caí y eso hizo que mis heridas se curaran. Además, mi conversión en una monstrua no fue irreversible y conseguí ser humana de nuevo... aunque me quedaron secuelas, como bien puedes ver. Y también es por eso por lo que me envían las jeringuillas: al haberme transformado una vez, es más fácil para mí volver a convertirme en una monstrua.

—Oh, rata... Lo siento mucho... —dice Xoana.

—Lo que quería decir es que seguramente en cada baronía te puedes encontrar con criaturas semejantes a Caligo y al señor de los sueños encerrados en alguna clase de jaula mágica, durmiendo o inmovilizados de una u otra manera. Peligros inmensos esperando el momento de ser liberados y llenar el Reino de caos, fuego y destrucción... Quién sabe, puede que ahora mismo uno de esos monstruos se esté liberando de sus ataduras... —dice Casandra.

—Eso no me tranquiliza nada... —contesta Xoana.

Pues claro que no, la idea de morir por algo contra el cual no puedes hacer absolutamente nada es bastante inquietante.

—De todas formas, hemos cumplido con nuestro trabajo al eliminar unos cuantos perros pulpo —dice Casandra y con la cola señala a un lugar alejado.

Al fondo y entre los pinos puedo ver unos cuerpos tirados en el suelo, pero no los puedo distinguir demasiado bien. ¿Serán los perros pulpo? Tengo ganas de ver cómo son, pero me da un poquito de miedo acercarme... ¿Y si me vuelve a intentar atacar el señor de los sueños? Quizás lo mejor sea permanecer al lado de las dos agentes. Casandra llama por su walkie-talkie:

—Rubén. Soy Casandra, desde el Bosque de los Tres Pájaros. Hay unos cuantos cadáveres de perros pulpo que le pueden interesar a la Profesora. Cambio.

—Recibido. Volved al cuartel y buen trabajo. Cambio y corto —contesta Rubén.

—¿La Profesora?

—Sí, a ella le encantan los cadáveres de monstruos. No sé para qué los quiere exactamente y, a decir verdad, tampoco quiero saber —contesta Casandra.

Xoana y Casandra no esperan a que llegue la Profesora para llevarse los perros pulpo y se marchan de la zona por el mismo camino estrecho por el que vinieran. Yo voy detrás de ellas, pero bastante lenta porque todo el rollo del señor de los sueños me dejó bastante agotada. Ahora lo único que quiero hacer es descansar un poquito.

En poco, estamos de nuevo en esa estrada más ancha con la vegetación desbordando a ambos lados. Se escucha un silbido alegre y en el fondo del camino aparece una balura bajita. Al acercarnos más y más y más, veo que se trata de la Clementina. Ella es la dueña de la Tienda Sol.

—¡Hola, hola! —saluda esta al ver a las dos agentes.

—Buenos días, Clem —dice Casandra.

—Oh, hola... ¿Problemas en el bosque? —pregunta Clementina.

—Perros pulpo... —dice Xoana y se estremece.

Parece que a ella tampoco le gustan demasiado esas criaturas. ¡Y yo me lo perdí! ¿De verdad son tan terroríficos los perros pulpo? Pero seguramente no lo sean tanto como la gaviota poseída por el señor de los sueños... Clementina pone cara de asco y dice:

—Ugh, ¿de nuevo? El otro día vino Perita, creía que se habría solucionado el problema... —Entonces baja la mirada para mirarme. ¿Ahora ella también puede verme? Pero no dice absolutamente nada, así que puede que sean imaginaciones mías.

—¿No tienes miedo? Esos monstruos son peligrosos de verdad... ¡Uno casi me come la cabeza!—exclama Xoana y se estremece de pies a cabeza. Pobrecita, yo también sé lo que es eso de que casi te coman.

—Si no fuera por el poder de tu elemental habrías acabado, por decirlo de alguna manera, a dos metros bajo tierra —comenta Casandra.

Oh, me olvidaba de mencionar una cosa: no sé por qué, pero Casandra está desnuda. Diría que de los pies a la cabeza, pero lleva zapatos. Y no es que no tenga ropa, porque lleva el uniforme bien doblando en las manos junto a su walkie-talkie. ¿Por qué va desnuda?

—Sí... No sabía que esta pudiera hacer eso —dice la pequeña agente mirándose la mano y sonríe.

Un momento... ¿Qué poder? ¿De qué están hablando? Oh, vaya... Parece que gracias al señor de los sueños me perdí algo importante. Primero los perros pulpo y después la nueva y fabulosa habilidad de Xoana. ¡Muchas gracias, monstruo horrendo! La balura niega con la cabeza.

—¡Qué va, qué va! Yo no tengo problemas con los monstruos —dice Clementina y suelta una risita cortita, como si fuera una broma privada que tuviera consigo misma.

—Oye, Clem... Si estás por aquí, ¿quiere decir que te diriges al sello lunar? —pregunta Casandra.

—Sí, hoy es el día de la semana que me toca revisarlo. Aunque el sello sigue fuerte, no me siento demasiado tranquila sabiendo que Caligo está al otro lado —contesta Clementina y pone un gesto serio en la cara.

—¿Crees que nos puede dar una pequeña visita? —pregunta Casandra.

Clementina arruga la expresión de su rostro y piensa, luego se muerde el labio inferior y mira a su alrededor. Al final, se encoge de hombros y sonríe.

—¡Está bien! Malo será que haya algún problema, ¿no? —dice Clementina y a mí eso me da bastante mala espina. Si algo puede salir mal, es posible que salga mal.

—Malo será —comenta Casandra y que diga eso me inquieta todavía más.

De nuevo, se ponen a caminar y pasan por al lado de la carretera estrecha que lleva en dirección al sitio donde se enfrentaron a los perros pulpo y yo contra el señor de los sueños, versión gaviota. Clementina camina delante bastante contenta la verdad, parece que van a un lugar divertido en vez de a un sitio donde está encerrado un monstruo inmortal.

Pronto cogen otro camino poco ancho que se aventura entre una vegetación que a veces es un poco bastante opresiva. Caminan en un silencio aliñado por el zumbido de los insectos y el cantar de los pájaros. De esta vez, no puedo disfrutar de los alrededores porque siento una preocupación creciente en mi interior...

—Es aquí... es la cueva dónde instalé mi sello, desearía haberlo puesto en otro lugar. ¡Qué me queda un poco lejos! —comenta Clementina, delante de la entrada a la cueva que está medio escondida por las ramas de unos arbustos.

—Tengo una pregunta... Si tú quisieras, ¿podrías abrir el sello? —pregunta Xoana.

—No, no puedo. Lo hice adrede, una nunca puede saber lo que le depara el futuro y quizás algún malvado intente manipularme para que abra el sello. Pero como hice que no pueda volver a abrirlo, nadie me puede obligar a hacerlo —comenta Clementina.

Eso me parece bastante razonable, pero... ¡No pensaste en que pudiera existir una Reliquia con la capacidad de abrir la puerta! ¡Cierta llave que está ahora mismo en poder de Xoana!

—Claro, sería malo que se abriera —dice Xoana y asiente con la cabeza.

—Malo no, ¡malísimo! —exclama Clementina.

Entonces las tres entran en el interior de la cueva y a mí eso me parece una idea bastante mala. No llevan linternas ni antorchas ni nada que sirva para iluminar la oscuridad. Pero no hace falta ni una cosa ni la otra porque la negrura de la cueva está espantada por setas de esas que dan luz, luz de un color verde. La cueva esa no es demasiado larga, tan pronto empieza, tan pronto acaba.

—Tu sello lunar da escalofríos... —comenta Casandra.

En el final de la cueva se levanta una puerta gigantesca que tiene una luna sonriente grabada en la cumbre. Aparte del satélite, no hay ningún dibujo más: esto todo más que liso, hecho con un material negro y brillante. No veo ni pomo ni cerradura ni timbre, nada que sirva para abrir la puerta. Eso me alivia, quizás la Reliquia no funcione aquí y Caligo permanezca para siempre jamás durmiendo en el otro lado.

—¡Oye, no es mi sello! Lo que te da escalofríos es Caligo —dice Clementina, que hasta parece ofendida.

Me pregunto cómo consiguió la balura encerrar a Caligo, porque se supone que es un monstruo de los fuertes y ella parece poca cosa. Que es flacucha y solo un poco más alta que Xoana, así que sigue siendo bastante baja.

—Caligo... Qué bien qué está encerrado —comenta Xoana.

Puedo ver como la llave Reliquia sale disparada del bolsillo de ella y vuela en dirección a la puerta. La mano de Xoana se mueve como un rayo y la coge al vuelo.

—¿Qué es eso? —pregunta Clementina.

—Es una Reliquia que puede... —Pero Xoana se calla la boca.

—¿Una Reliquia qué puede qué? —pregunta la balura, arrugando la nariz.

—Una con el poder de abrir cualquier puerta. Xoana... ¿Por qué no dijiste que la tenías? No creo que sea demasiado inteligente tentar al destino de esta manera... —dice Casandra.

Al escuchar esto, Clementina se horroriza un montón.

—Pero... pero... ¡¿Por qué traes una cosa como esa a un lugar como este?! —grita la balura y empuja a Xoana —. ¡¡Fuera de aquí ahora mismo!!

—¡No hace falta que me empujes! —exclama la pequeña agente, pero Clementina le sigue dando pequeños empujones hasta que Xoana está fuera de la cueva.

En el exterior, el cabreo no desaparece de la cara de Clementina.

—Lo siento... No sabía que la llave fuera hacer eso... —dice Xoana, con la cabeza gacha.

Clementina pone una mano sobre la mejilla, se inclina hacia delante y apunta a Xoana con un dedo.

—¡Sí, claro que no lo sabías! ¡Y por no saberlo casi liberas a Caligo! ¡Lo mejor es no andarse con Reliquias cerca de mis sellos! Nunca sabes cómo se van a comportar... ¿Me entiendes? —pregunta Clementina sin dejar de menear el dedo.

—Perdón... —dice de nuevo Xoana.

—Está bien. De esta vez te perdono... ¿Esa Reliquia no es del Museo Extraño? ¿De las cuatro que fueron robadas? —pregunta Clementina.

—Sí, apareció en mi puerta hace unos días. Rubén dijo que no había demasiado problema en quedármela, porque no es una de las peligrosas. Aunque ahora que veo que puede abrir tu sello creo que lo mejor es devolvérsela a Branca... —dice Xoana.

—¿Pero en qué está pensando ese mastodonte? Una llave que puede abrir cualquier puerta es extremadamente peligrosa... —dice Clementina.

—Tengo que devolverla... —dice Xoana y su voz suena como nerviosa, creo que no le hace demasiada gracia ir a ver a Branca.

—¡Creo que es demasiado tarde para devolverla, cariño! —grita alguien que se acerca a ellas, alguien que está cargando algo en la mano.

Una mujer delgada se acerca por el camino y tiemblo al reconocerla: es Carolina, pero ahora me parece más alta que antes. ¡No me esperaba verla tan pronto! Después de la conversación de anoche tenía la sensación de que esperaría unos días antes de intentar hacer algo.

—¿Carolina? —pregunta Xoana, confusa ante la presencia de aquella mujer aterradora. Supongo que es normal sentirse así, porque ella simplemente la conoció cuando la vio con Carlos en frente de la piscina y no tiene ni idea de lo monstruosa que puede llegar a ser.

—¡La misma! —chilla y tira el algo que tenía en la mano, entonces descubre que es Perita. Su cuerpo inerte da unos cuantos giros y giros, levantando polvareda del camino, antes de pararse en frente de las tres mujeres.

—¡¿Perita?! ¡¿Qué le has hecho?! —le grita Casandra, arrodillándose al lado de su amiga. ¿Estará viva, estará muerta?

—No te preocupes, está viva... solo le he dado una paliza. Pensaba que, que siendo como es una balura, me iba a dar más pelea. Pero me temo que soy un poquito más fuerte que ella. Quizás os estaréis preguntando cómo una mujer normal y corriente como yo pudo derrotar a una Hija del Sol. ¡La respuesta es la siguiente! —grita y se agarra el pelo con una mano, con un movimiento rápido se lo quita y lo tira al suelo dejando al descubierto una cabeza completamente pelada. Después, se clava las afiladas uñas en la frente.

Las hunde con la fuerza suficiente para hacer sangre, pero por raro que parezca no sale nada de nada. Carolina se abre una herida bastante grande y comienza a separar las manos abriéndola más y más, dejando al descubierto el músculo de un color que bailaba entre el negro y el morado, no soy una experta en anatomía, pero me parece a mí que ese no es un color normal. Tiemblo sin control, no es solo por la criatura que tengo delante de mí, sino también porque sé qué quiere hacer: abrir el sello lunar.

A medida que se va quitando la piel de la cabeza, más y más de su verdadero rostro queda al descubierto: los ojos son redondos y demasiado grandes, que sobresalen de sus cuencas casi como los de un sapo. No tiene nariz, es simplemente un agujero entre ojo y ojo. La boca carece de labios, lo cual provoca que quede congelada en una sonrisa agresiva.

Ante el silencio de las dos agentes y Clementina, Carolina se va despegando la piel del cuerpo como si fuera un disfraz. El cuerpo es todo músculo al descubierto, fibroso y de apariencia fuerte. Me siento enferma solo con verla, ¿qué se supone que es esa cosa?

Pronto, la piel queda a los pies de Carolina y entonces levanta las manos al cielo y lanza una gran risa. Da unos pasos en dirección a las tres mujeres y Clementina lanza un grito y sale corriendo.

Yo la miro intentando comprender que es esa cosa, no creo que sea una humana, así que supongo que es una monstrua, ¿no? 

—¡Qué bien se siente una sin esa piel desagradable! —exclama Carolina.


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