84. Perros pulpo
Pues eso, salgo del piso de Perita y vuelo por encima de los tejados del pueblo hasta llegar a la plaza del cuartel. Entro por la puerta, ya que a pesar de ser una fantasma creo que está bien mantener las buenas costumbres.
Para mi sorpresa, me encuentro a Rubén sentado en recepción. Lo digo por sorpresa porque nunca antes lo vi ahí, siempre permanece en su despacho. Supongo que lamentándose por esa Clara que se le escapó de entre los dedos.
Como siempre, tiene una cara de bastante malhumor: el ceño fruncido y la boca en forma de sonrisa al revés. Está tecleando en el ordenador, sus dedos se mueven a una velocidad increíble. ¡Y parece que nunca se equivoca de letra!
De pronto, el teléfono estalla en un timbrazo. No explotó de verdad, sino que hizo un sonido muy sonoro. Tanto que me dio bastante sorpresa, normalmente no soy demasiado asustadiza, pero lo de Carolina me dejó con los nervios a flor de miel.
—Cuartel de los Hijos de Sol de Agarimo. ¿Cómo podemos ayudarle? —pregunta el grandote —. ¿Anais? ¿Cangrejos gigantes en la playa? Perfecto... No, no. Estaba escribiendo una misión de Lúa, de nuevo hay perros pulpo en el bosque... Sí, lo hago ahora... Todavía no vino ninguna agente... Gracias, ¿se mueven? ¿Crees que se moverán? Bien, sigue patrullando. Cuando llegue alguien lo mando allá. Y si te encuentras con algún problema avisa —dicho esto, Rubén cuelga el teléfono y se rasca su prominente mentón marcado con una equis.
Continúa tecleando y ahora lo hace incluso con mayor rapidez, lo cual me deja bastante sorprendida. Es decir, creo que a mí eso no se me daría bien, como que se me liarían los dedos y golpearía el teclado en frustración. Entonces comienza a sonar algo estridente y me alerta bastante, puede que sea algo peligroso.
No es nada peligroso, debajo del ordenador hay como una máquina de la cual sale papel con letras escritas. Rubén coge dicho papel y lo coloca en el Tablón de Misiones, después se vuelve a sentar detrás del escritorio y vuelve a teclear con la misma velocidad.
Me acerco al papel que clavó en el tablón de anuncios y descubro que es una misión para matar perros pulpo en el bosque. Así funcionan las cosas, como que hay agentes que patrullan en el pueblo, encuentran peligros y avisan al cuartel y allí el tipo de recepción pone los datos en un papel y lo coloca en el tablón.
Entonces supongo que otros agentes cogen las misiones y las cumplen. ¿Pero por qué no acaban con los problemas los mismos que los encuentran y así se haría el trabajo más rápido? Yo no lo sé y me gustaría saberlo, pero la única persona con la que puedo hablar es Carolina y ni siquiera estoy segura de que sea una de verdad.
—Anoche dijiste que no te preocupaba el futuro de tu sofá. Y hoy estás, por decirlo de alguna manera, deprimida por lo que le ocurrió... A veces no te comprendo... —dice una voz repipi que reconozco como la de Casandra y al mirar por la puerta veo como la estirada y la verdosa se acercan.
Perita arrastra los pies, con la cabeza baja y la mirada apagada.
—Lo sé, pero por la mañana cuando vi el destrozo me di cuenta de que tengo que pedir otro sofá, ¡y puede tardar como semanas en venir!—gime la balura.
—Menudo problemón —suspira Casandra.
—Podías tener un poco de empatía...
Perita hace pucheros. Me da un poco de penita, pero un sofá no es nada por lo que derramar lágrimas. Es un objeto, ni más ni menos. Aunque puede que piense así porque a mí un sofá no me sirve para nada.
—¿Rubén? ¿Desde cuándo te encargas de una tarea tan nimia como de la recepcionista? —pregunta Casandra.
—Le tocaría a Anais, pero estaba demasiado deprimida y dejé que fuera a patrullar por el pueblo—dice Rubén y vuelve la mirada hacia ellas.
¡Pero aunque las está mirando sigue tecleando! Es decir, no se fija ni en la pantalla ni en el teclado, sino que observa a las dos mujeres y escribe como si nada. ¡Estoy asombrada!
—Necesitamos a un recepcionista permanente... —suspira Casandra —. Yo digo que podría ser Xoana, que es la nueva y le tocaría cargar con este tipo de trabajos pesados.
—Para ser justos, Cl...oana lo ha pasado un poco mal todo el poco tiempo que estuvo aquí —dice Rubén.
—¿A qué te refieres? —pregunta Casandra.
No sé si es algo que ya dije, pero me gusta mucho su cola. Es larga, del color de su piel y se levanta alcanzando la altura de su cabeza. Cuando se mueve suele como transmitir los sentimientos de ella y ahora, que está calmada, se balancea de un lado a otro con suavidad.
—¿No te acuerdas que recibió un disparo en la mano, otra en la pierna y que le arrancaron una mano en la última misión? —contesta Rubén.
—Es cierto, quizás ponerla de recepcionista sea un poco duro para la pobre... —suspira Casandra.
No lo entiendo demasiado bien. Es decir, si Xoana está chafada, ¿no sería más normal que tuviera un trabajo más tranquilo? Pero que voy a saber yo... solo soy un fantasma sin memoria.
Perita mira la hoja de misión que hay clavada en el tablón y da unos pasos atrás y menea la cabeza de un lado a otro. Mira a Rubén con ojos húmedos y le dice con voz de súplica:
—¡¿Perros pulpo?! ¡¡No, no ellos otra vez no!! Rubén, porfa, no me mandes con los perros pulpo... ¿No hay nada más?
—Cangrejos gigantes en la playa, estoy escribiendo la hoja de misión ahora. ¿Prefieres eso? —pregunta Rubén.
Al escuchar esto, la cola de Casandra se pone completamente erecta y dice:
—¿En la playa? Espero que no se acerquen a mi casita.
Continúan hablando un rato más, pero no les presto demasiada atención. Vuelo hasta la puerta y observo desde ella: el día es uno bonito, de esos con cielo azul, sol redondito, calor agradable... Pero pronto veo una gaviota solitaria volando en círculos y me estremezco. ¿Será Joe?
Pero pronto me olvido el pajarraco del demonio, porque aparece Xoana bajando por la calle del fondo y tampoco tiene demasiada buena pinta la pobre. A su lado camina Oni y, así a la luz del día, se puede ver mejor lo roja que es. Ella no está tan alacaída como la pequeña Xoana, sino que está resplandeciente. Tengo que decir que me gusta mucho la cola que se le enrolla por detrás de ella.
—Hola —dice Xoana, con la voz por los suelos. No sé qué le pasaría, pero esta de lo más derrotada. Sin energía, como muerta, pocha del todo...
—Buenos días, Xoana, Oni —saluda Casandra, los demás también saludan, pero tampoco es que tenga que poner cada mínimo detalle que pase por aquí.
Los saludos son saludos y ya está, creo que es un poco perder el tiempo poniendo todo lo que la gente dice. Hola tal, hola cuál, qué tal estás, qué tiempo hace, blablablá.
—¿Tienes algún problema, Oni? —pregunta Casandra.
No entiendo muy bien por qué dice eso, la que parece tener un problema es Xoana. Aunque ahora que lo pienso mejor supongo que lo dirá porque está en el cuartel de los Hijos del Sol y ella no es una agente.
—¿Eh? No, no... es otra cosa... es... uh... ¿Xoana? —Toda la seguridad que antes mostraba desaparece y ahora, nerviosa, le tira del brazo a la pequeña agente para llamar su atención.
—Sí, sí... Me preguntaba si... Oni podía ser de los Hijos del Sol. Es decir, uno de prueba. No sé exactamente cómo se hace el tema, pero... ¿Se puede? —pregunta Xoana, llevándose una mano a la cabeza. ¿Tendrá resaca o qué?
Rubén y Casandra se lanzan una mirada con la que se dicen muchas cosas, pero yo no sé demasiado bien qué es lo que se cuentan.
—¡Por supuesto! ¡Claro que sí! ¡Espera un momento aquí, espera un momento! —dice Rubén y una sonrisa resplandece en su rostro, se me hace un poco raro verlo sonriendo. Hasta creo que es la primera vez que lo veo así.
Pues eso, el grandote sale corriendo y sube por las escaleras al segundo piso. Que, a decir verdad, el segundo piso es el único lugar al que puedes ir subiendo las escaleras.
—Ahora que eres la nueva, tendrás que encargarte de una labor que, aunque esencial, puede llegar a ser un poco aburrida —dice Casandra, la cola se le mueve de un lado a otro con tranquilidad y hasta exhibe una sonrisa pequeñita.
—¿Eh? ¿De qué se trata? —pregunta Oni.
—Encargarte de recepción —dice Casandra y la cola indica la mesa, con el ordenador —. Tendrás que contestar las llamadas, atender a la gente que viene a pedir ayuda y de redactar las hojas de misión.
—¡Puedo hacerlo, claro que puedo hacerlo! —dice Oni, apretando los puños con fuerza y asintiendo con la cabeza. Incluso su pequeña colita se eriza al cielo.
Evidentemente, Casandra está bastante satisfecha con ella misma. Supongo que el hecho de que nunca más tenga que ponerse detrás de una mesa de recepción es una noticia genial. Incluso se acerca a ella y acaricia la mesa con suavidad.
—No te echaré de menos... —le dice, con una sonrisa que de pequeña pasa a ser medio grande.
Rubén baja las escaleras con la felicidad resplandeciendo en su cara y lleva en la mano un sol de madera.
—¡Este es tu sol de novata! ¡Tu sol de novata! —exclama con mucho entusiasmo —. Estarás de prueba, Oni. Durante un año, más o menos, todos nosotros te estaremos examinando a ver si tienes lo que hay que tener para ser una Hija del Sol. Si decidimos que eres válida, tendrás que ir a ciudad Sol a hacer el examen oficial y...
—¡¡Eeehhh!! ¡¿En un año podré salir de la isla?! —dice la diablesa, llevándose ambas manos a la boca.
—Sí, sí... Pero solo si eres adecuada y, además, tendrás que estudiar mucho porque los exámenes no se aprueban solos. En cuanto puedas vete a la Tienda Sol de Clementina para que te dé el uniforme, pero nada de armas no vaya a ser... Esto... —dice Rubén, colocando el sol de madera en la ropa gris de minera que llevaba Oni, pues era lo que era antes de ser lo que es —. Ya eres uno de los nuestros, agente. Aunque solo seas en práctica, claro. Y a mí me toca hacer bastante papeleo para hacer todo esto legalmente, ¡qué buena manera de pasar la tarde! —exclama él y lo dice en serio. A mí es que no me parece demasiado divertido...
—¡¡Juro que seré una buena agente!! —exclama Oni, observando con ojos brillantes el sol de madera, su sol de madera.
—Entonces hay que explicarte como hacer las hojas de misiones. Eso y lo básico de cómo tienes que estar en recepción, supongo que los primeros días necesitarás a alguien que te vaya guiando... —dice Rubén y observa a las tres agentes.
—Yo tengo que ir a matar cangrejos —dice Perita, meneando la hoja de misión.
—Yo no quiero hacerlo —comenta Casandra.
—¿Lo qué? ¿Hacer el qué? —pregunta Xoana, que no estuvo prestando demasiada atención porque, lo cierto, es que estaba un poco ida.
—La haré yo, ¡pero nada de hacer el vago! Hay dos misiones: los cangrejos y los perros pulpo. Perita... —dice Rubén, inmediatamente es interrumpido por la balura.
—¡Por favor, no me obligues a ir con los perros pulpo de nuevo! ¡De verdad que no me gustan nada! —gime Perita y Rubén asiente con la cabeza.
—Casandra y Xoana, vosotras os encargaréis de los perros pulpo en el bosque de los Tres Pájaros. Matad unos cuantos, que todos sabemos que si hay demasiados se vuelven demasiados valientes y pueden venir al pueblo —dice Rubén y me pregunto por qué lo dice si todos lo saben.
—¡Alto y claro! —dice Casandra, sonriendo como una niña. Qué contenta se puso la rabuda con solo saber que nunca jamás tendría que estar en la mesa de recepción, debe ser algo horrible eso.
Pues parece que Xoana y Casandra se encargarán de matar unos cuantos perros pulpo en el Bosque de los Tres Pájaros. Tengo curiosidad por ver cómo son esos monstruos, ya que lo único que sé es que tienen lo peor de los pulpos y lo peor de los perros. ¿Puede que sean como perros con cabeza de pulpos? ¿O como pulpos con cabeza de perros? ¡Tengo muchas ganas de verlos!
Pues eso, salgo a la plaza del cuartel y hace un día soleado. Eso me levanta el ánimo, me encantan los días azules, con esas nubes que apenas se ven, con el sonido de los pajaritos de fondo. Y una gaviota sobre el edificio que hay delante del cuartel de los Hijos del Sol.
Una gaviota que me mira directamente. Siento escalofríos, ¿será Joe? ¡Claro que es Joe! Soy capaz de sentir su odio, su hambre y sus intenciones de hacerme mucho daño.
—¡¿Por qué no te largas a otra parte, estúpido pajarraco?! —le grito, pero continúa en el mismo tejado, sin dejar de mirarme ni un segundo.
Menos mal que Xoana y Casandra se ponen rápido en marcha y dejamos atrás a Joe. En nada, están caminando por las calles de Agarimo y, como de costumbre, no hay ni un alma por el pueblo. Al girar una esquina intentan ir por una calle estrecha, pero al entrar en ella se encuentran con que la pared de una casa se cayó y ahora ya no se puede pasar.
—Este pueblo se está yendo al garete... —suspira Casandra y los movimientos de la cola se vuelven un poco más rápidos.
—No hace falta que me lo digas —comenta Xoana y lanza una risa rara que parece como el grito de un cuervo.
Pues eso, tienen que darse la vuelta e ir por otra parte. Ellas hablan, pero de cosas que no me importan demasiado. Es sobre el sofá roto ese, están como comentando el momento en que la pobre Oni casi se parte el trasero al romperse las tablas de madera.
Bajan por una calle ancha con soportales y me fijo en una tienda que se llama Ultramarinos Maricarmen. Miro a través de un escaparate polvoriento y veo productos amontonados unos a los otros, como si en vez de cosas para vender fueran cosas para tirar a la basura. Latas de conserva, muñecas de plástico, un teléfono de esos que tiene rueda con agujeros... Me alejo de la tienda esa y vuelo hasta ponerme al lado de Xoana y Casandra.
—¿De verdad te interesa saber por qué acabé aquí? Es bastante sencillo: Perita y yo tomábamos prestado material de los Hijos del Sol y se lo vendíamos a precio reducido a ciertos grupos. Todo iba bien hasta que nos pillaron. No creo que estuviera haciendo nada malo, simplemente estábamos ayudando a los necesitados —explica Casandra.
—Oh... yo le pegué un botellazo en toda la cabeza a un agente —contesta Xoana.
No tardan demasiado en llegar hasta el Bosque de los Tres Pájaros y no entiendo demasiado bien el nombre, porque en él hay bastantes pájaros. Vale, realmente no pensaba que hubiera solo tres pájaros, pero pensé que quizás fuera llamado así porque tenía pocas aves o algo del estilo. Pero hay un número normal de ellos.
Ellas caminan por una carretera ancha, de esas de tierra, pero más que esto lo que me interesa es la vegetación que se esparce a ambos lados. Naturaleza desbordante de ortigas y silvas, de helechos descontrolados de verde eterno amenizado con flores que son puntos de color morados y amarillos, de robles de hojas onduladas y sauces que parecen estar llorando...
Me parece bonito por lo salvaje que es, claramente no es una naturaleza donde te puedes acostar y mirar el cielo porque las plantas no te dejan espacio y además corres el peligro de que venga una serpiente y te muerda el culo. Pero a mí me gusta, no todo tiene que estar al servicio de las personas.
Abundan mucho unas plantas con flor que tienen un tallo duro y alcanzan una altura considerable, algunas incluso son más altas que Xoana, y al final se dividen en gran cantidad de tallitos que terminan en puntos amarillos. Las abejas vuelan entre ellas y cuando se posan en alguna, comienzan a menear sus traseros.
—Es por aquí, por suerte los perros pulpo suelen vivir por la misma zona —dice Casandra, está al lado de una estrada un poco menos ancha que la otra.
Pues se meten por ahí hasta llegar a un bosque de pinos o, por decirlo de otra manera, un pinar. El suelo está lleno de las agujas marrones que son las hojas de los pinos y también de las piñas que son como se reproducen los pinos. Me gusta el bosque, aquí se respira bastante calma. Aunque lo mismo se puede decir del pueblo, pero no es lo mismo. El pueblo está como muerto, el bosque rebosa de vida.
Subo por la corteza del árbol hasta casi a una buena altura, buscando una cosa en particular: ardillas. ¡Y aunque era una esperanza que no esperaba contentar me encuentro con una! A pesar de que son como las ratas de los árboles, la verdad es que son bastante cucas. Me gustan sus colas peludas, sus caritas curiosas y la forma en que tienen que moverse. Me quedo en frente de ella, hasta que de pronto se marcha a toda prisa.
Una sombra cae sobre mí y eso que hace nada me estaba dando el solete. Bueno, parte de él, porque se colaba entre las hojas de los árboles y me llegaba roto. Levanto la mirada y... ¡Es Joe que viene directo hacia mí con las alas extendidas y la boca abierta!
Al verse descubierta, lanza uno de esos chillidos estremecedores que me provoca un tremendo escalofrío. ¡Me aparto a toda velocidad y escapo de aquella criatura horrenda! Miro para atrás y... ¡Joe me está siguiendo!
Me pongo a la máxima velocidad que puedo, para dejar atrás a aquel pajarraco del Abismo y no pierdo en tiempo en esquivar árboles ni nada, sino que los atravieso. ¿Qué le hice yo a ese pájaro? ¿Qué está pasando aquí? ¿Por qué tanto odio?
Voy todo lo rápido que puedo, ¡pero puedo escuchar las alas del pájaro que viene detrás de mí! ¡Puedo escuchar sus graznidos acercándose! ¡No quiero ser comida, no quiero ser comida, no quiero ser comida!
¡¡Es absurdo que yo sea una fantasma, que esté muerta y que una gaviota me esté siguiendo para comerme!! Pero es lo que está pasando, es lo que está pasando y no puedo permitir que pase.
¡El dolor me traspasa cuando el pico se cierra sobre mí! ¡El pajarraco me pilló! ¡No quiero que mi vida como muerta acabe de esta manera! Intento moverme, intento escapar, pero todo intento acaba en fracaso. Me tiene bien agarrada con el pico.
La gaviota menea la cabeza de un lado a otro y yo ya estoy demasiado cansada como para hacer algo. No quiero ser comida, de verdad que no quiero... pero no puedo hacer nada... No tengo fuerza para nada...
La gaviota abre el pico y caigo al suelo, podría pensarse que esto es bueno, pero estoy tan derrotada que no puedo ni levantarme ni nada. Intento fundirme hacia abajo, porque soy una fantasma y debería poder atravesar la tierra.
No puedo, me quedo tirada entre las agujas. Al mirar para arriba, veo una gaviota gigantesca que me observa con orgullo. Los pajarracos no deberían mirar así a la gente... ni siquiera a la gente muerta.
Levanto la mirada y me quedo congelada. No es una gaviota normal, ¡porque ellas no tienen los ojos completamente negros! Tiemblo de miedo, una idea terrible y oscura comienza a surgir en mi interior.
¡Es el señor de los sueños! ¡¿Quién iba a pensar que fuera capaz de poseer una gaviota?! ¡¿Y por qué me perseguía a mí?! Solo hay una cosa que ese monstruo podría querer hacerme: comerme mi bonita alma.
—¡Ha! ¡Pero no me la puedes comer si no estoy dormida, pedazo de estúpido! —le grito.
La gaviota abre la boca y hay oscuridad en su interior, una compacta y pastosa. Pero abre el pico de una forma exagerada, lo abre tanto que se le rompe. Se escucha el ruido del hueso rompiéndose y la parte de arriba de la cabeza del pajarraco queda colgando a un lado.
Del interior sale una masa morada en la cual está la cabeza del señor de los sueños. Con aquella sonrisa gigantesca boca llena de dientes con forma de aguja, con aquellos ojos llenos de hambre.
La cara comienza a salir del cuerpo y comienza a acercarse a mí, se escucha un sonido parecido al plástico estirándose.
Aquellos ojos me dan mucho sueño y quizás no sea tan malo dormir.
Aunque fuera solo un ratito.
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