81. Una noche demoníaca

En el exterior, Oni está cruzada de brazos y mira con expresión ausente las estrellas. Me fijo un poco en la diablesa: me gustan esos dos cuernos que tiene, porque son tan pequeñitos que hasta me parecen cucos. También está bien su colita, pues es corta y fina, lo cual le da un aire como elegante: como un gato con monóculo. Hablando de rabos, el de Casandra es bastante más grande y ahora está sobre el cuello de Perita, que la trata como si fuera una serpiente amaestrada y hasta lo está acariciando.

—Pensé que os habíais ido sin mí —dice Xoana y se saca de un bolsillo del pantalón un paquete de Loto Negro. En nada, está fumándose un cigarrillo y le lanza el humo a la luna.

—¿Y perderme la oportunidad de verte borracha perdida? —pregunta Perita, sonríe como una niña.

—¿No tienes frío? —le pregunta Xoana a Oni: ella solo viste con una falda, una camiseta fina, con el dibujo de la carota de un gato en ella.

—No, no... Desde que me convertí en una diablesa nunca tengo frío —dice ella y pone los brazos por delante de ella: sigue siendo igual de roja y es un color que le queda bien.

Un horrendo alarido rompe la noche, uno que no me da la sensación de que nazca de garganta humana. Desde el fondo de la calle, se acerca algo a nosotras a toda velocidad y eso que le faltan las dos piernas y el brazo derecho. De todas formas, no los necesita porque es capaz de volar.

Su cabeza es la de un viejo calvo toda llena de arrugas, con unos ojos saltones y una boca abierta en la que le faltan casi todos los dientes. Su único brazo es de momia reseca terminada en una mano de unas uñas afiladas. Tiene dos cuernos en la cabeza, ¿puede que sea también un diablo, como Oni? Aunque ella es más guapa.

—¿¡Te quieres parar quieto de una vez, Phequagan!? ¡No dejaré que recuperes más partes de tu cuerpo, estúpido demonio! —ruge Anais, que corre detrás del señor viejo volador, pero al ver a las agentes y a Oni, derrapa en seco y les ofrece una sonrisa. —. ¡Buenas noches, chicas! Oye, Oni... Que no te siente mal que le llamara estúpido demonio, ¡pero es que me está dando una noche el condenado!

—¿Eh? No, no me importa —contesta Oni.

—¡Qué bien! —dice Anais dando unos cortos saltitos de alegría, meneando a Orgullo Dorado de un lado a otro.

—¿Qué es esa cosa? —pregunta Xoana, viendo como el señor viejo desaparece por una esquina.

Anais pone los ojos en blanco.

—¡Ni me lo recuerdes! Fui a la biblioteca por la noche porque la tele se me cayó de la cabaña del árbol y quería leer algo, pero entonces descubrí que hay una sección de ocultismo y eso me pareció interesante. Lúa, que también estaba allí no me preguntes el por qué, me dijo que era mala idea, pero a mí no lo parecía. Al final resultó que sí que era mala idea: leí un libro y no sé cómo hice que al final acabé liberando al viejo diablo de Phequagan. ¡Tú lo conoces! —exclama Anais y señala con la espada a Xoana.

—¿Yo? Pero qué me estás contando... —dice Xoana y se la ve confusa.

—Sí, sí... Es Darío Pedra, el dueño del Hotel Sargo. Pero cuando se convirtió en demonio se hizo llamar Phequagan. ¡Pero no tuvo demasiada suerte, porque lo pillaron, lo cortaron en pedazos y encerraron su alma en un libro! Ahora el muy cretino quiere recuperar todas las partes de su cuerpo... Y mejor que no lo haga, porque se hará más fuerte y entonces será más coñazo derrotarlo... 

—¿Necesitas ayuda? —pregunta Xoana y Anais niega con la cabeza. 

—¡Qué va, qué va! Si también está Rubén en la faena. Yo no quería llamarlo, pero la Lúa dijo que era lo mejor y ahora estamos los tres ahí dándolo todo. Además, también tengo que decir que...—Las palabras son cortadas por un grito con mucho cabreo.

—¡¿Quieres hacer el favor de moverte de una vez, cabeza hueca?! ¡¡El demonio acaba de recuperar una pierna!! ¡¡Vete a por él ahora mismo!! —La voz la reconozco como la de Lúa.

Es bastante raro, porque sale de una pared. ¡De un ojo que nace directamente de la dura piedra! Y es un ojo que está vivo, porque bien veo como parpadea y todas esas cosas que suelen hacer los ojos. ¿No dijo ella que tenía algo así como una Marca? Ese debe ser su poder.

—¡Ahora mismo, amiga mía! ¡Orgullo Dorado y yo mandaremos a ese demonio a más allá de la tumba! —exclama Anais y se lanza a correr calle abajo, con esa espada levantada hacia la luna.

—¿No deberíamos ayudarlas? —pregunta Xoana.

—No te preocupes, Xoana. Anais y Lúa son unas agentes bastante competentes y tengo la absoluta confianza de que lograrán acabar con ese desagradable asunto en menos de lo que canta un gallo. Además, tienen la ayuda de Rubén y, después de Breogán, es el más fuerte de todos los agentes de la isla —contesta Casandra.

—¡Entonces vamos a jugar y a beber! —dice Perita, quitándose la cola de Casandra del cuello —. ¡Vamos! A mi piso mejor, que la casa de Cas queda en la playa y no quiero caminar tanto.

Pues eso, las agentes y Oni se marchan hacia la casa de Perita. El cigarro de Xoana ya es colilla y la tira al suelo, pero entre las ranuras de un sumidero.

—El pueblo está tranquilo esta noche —dice Oni.

Ella levanta el mentón en dirección a las estrellas. Una noche sin nubes, un firmamento de centellas con la reina pálida gobernando sin rival.

—El pueblo siempre es tranquilo... Es uno de sus aspectos menos encantadores... —comenta Casandra.

—Es completamente diferente a ciudad Sol, casi cualquier noche es fiesta... —dice Xoana.

Pasan por la Plaza del Pan, es modesta y está encajada entre dos calles ascendentes. En el centro, la estatua de una mujer agachada ofreciendo un pan redondo a los viandantes.

—A veces me parece demasiado tranquilo... —comenta Oni.

—No está mal del todo... —dice Xoana, quizás se esté acostumbrando a la vida en aquella isla.

—Pues es normal también... Es que estamos los Hijos del Sol y los mineros, que son como veinte personas más o menos... ¡Eso no es mucha gente! —exclama Perita.

Pronto llegan a un edificio en una calle estrecha y es la balura quien abre el portal. Da lugar a un corredor en silencio, las escaleras de caracol se pierden en la oscuridad, los buzones se agolpean el uno contra el otro en la pared. La mirada de Xoana se va directa hacia uno de los nombres que hay sobre un buzón y, al reconocerlo, se acerca a toda velocidad.

—¿Carlos? ¡Carlos! ¿Vive aquí el escritor del Diario de una heroína adolescente? —pregunta Xoana, rebosante de emoción.

—Vive por encima de mí, ¿qué pasa? —contesta Perita.

—Nada, nada... —dice Xoana, con una gran sonrisa.

Suben hasta el tercer piso, puerta A. Perita saca un manojo de llaves y se las queda mirando con una expresión de duda en rostro. Me parece a mí que no sabe exactamente cuál es la correcta, pero va luego y acierta a la primera. Qué chasco, casi pensaba que iba gastar media hora intentando abrirla.

Al otro lado de la puerta hay un salón junto a una cocina estrecha, entre una cosa y la otra hay una barra. Una luz naranja ilumina el salón, territorio cerrado de cansadas formas. Oni se sienta en el sofá, los tablones de maderas crujen bajo su peso y amenazan con echarla al suelo.

—Oh, oh —dice y se pone de lo más tensa, con la espalda recta y la boca medio abierta. Me da a mí que ese sofá está a punto de decir hasta aquí llegamos, pero por el momento resiste con valentía el peso de la diablesa.

Xoana se sienta a su lado aunque no en el sofá sino en un sillón, que es como un sofá para una sola persona.

—No importa que me lo rompas, que me lo encontré en la calle —dice Perita.

Casandra abre la nevera de la cocina y saca de él una botella de vino Campo de Amor. El dibujo es el de una abeja sonriente, sobre un campo con muchas flores. Es bonito, pero no creo que tenga demasiado que ver con el vino.

—¿En la calle? ¿Quién saca un sofá de la calle? —pregunta Oni.

—Apenas estaba usado y necesitaba uno... ¿Y qué más da que lo cogiera de fuera que me lo comprara en una tienda? Y de todas formas, para comprar uno es un coñazo que tendría que pedirlo al Reino y esperar a que me viniera... ¡Ala, me olvidaba de que tengo los vasos bebes de beber chupitos en mi cuarto! —dice Perita y se marcha a toda velocidad por el único corredor de la casa. Aunque con esas piernas cortas demasiado rápido no iba.

—Creo que con esto tendremos suficiente... Para comenzar —dice Casandra, volviendo al salón y en las manos lleva una botella de vino Campo de Amor.

Deja la botella en la mesa y se sienta en un sofá que es para dos personas, no como el de Oni en que cabrían cuatro personas de tamaño normal y cinco o seis de tamaño Xoana.

—¿Por qué no os sentáis a mi lado? ¿Seguro que no se va a romper? —pregunta Oni, es evidente el miedo en su voz. ¡Y eso que quiere convertirse en una Hija de Sol!

—Sí... Creo que eres demasiado grandota para ese sofá... ¡Cuando te caigas te vas a cargar el suelo también! —exclama Perita y se ríe, ella ya regresara de su expedición y en las manos lleva cinco vasos de chupitos.

—¡Ehhh! ¡Eso es imposible! —exclama Oni y el sofá chirría de nuevo, suena como una risa quejumbrosa y da la impresión de que el asiento está esperando el mejor momento para romperse.

¿Sobrevivirá el sofá a la noche o acabará hecho trizas? 

—Ahora pongo esto así y luego hago esto asá y todo está listo ya —canturrea Perita, mientras coloca los vasitos de chupitos sobre la mesilla, rodeada por todos los sillones y sofás del salón.

Una vez colocados los vasos, que sería más o menos en la posición en la que está la cara del número cinco de un dado, Perita se sienta al lado de Casandra y se frota las manos. Esta parece que tiene ganas de empezar a jugar o quizás de empezar a beber.

—¿Habéis comprendido bien las reglas del juego, no? —pregunta Casandra y la verdad es que yo me olvidé un poco de cómo se jugaba, pero tampoco es que vaya participar así que no importa demasiado.

—Claro, claro —dice Xoana.

—Perfecto, ahora solo necesitamos una última cosa y el juego puede comenzar. —Casandra se saca del bolsillo una pequeña moneda de color cobre y se la lanza a Xoana, ella intenta cogerla con la mano que ya no está y cae al suelo. Nadie dice nada y la recoge en seguida, con la mano que todavía está entre los vivos —. ¿Sabes de qué se trata? —pregunta Casandra, que tiene el final de la cola entre las manos y se la está acariciando.

Yo no tengo ni idea, pero Xoana asiente con la cabeza.

—Sé lo que es, una moneda de cinco céntimos de euro. Es de antes de la Gran Locura, ¿no? Tiene grabada el Templo de Helios de ciudad Sol.

—Ala, cuando me la enseñó a mí no tenía ni idea... —dice Perita.

—Empecemos el juego y como ya tienes la moneda, Xoana... ¿Podrías hacer los honores y realizar la primera tirada? —pregunta Casandra.

—Claro, pero mi mano buena está durmiendo, así que no sé os esperéis nada del otro mundo —dice Xoana y, tras meditar unos segundos, lanza la moneda, golpea la mesa, sale volando para arriba, ahora va hacia abajo y encesta en el vasito del centro. Aunque no me acuerdo mucho de las reglas, creo que eso es un buen tiro.

—¿Seguro que la derecha es tu mano buena? — pregunta Oni.

Xoana asiente con la cabeza, sin poder contener una sonrisa.

—Entonces... ¿Quién será tu primera víctima? —pregunta Casandra.

—Oni, te toca beber.

—¡Ehhh! ¿Por qué yo? —pregunta ella y, al moverse en el asiento, las maderas crujen de mala manera. Yo ya me estoy viendo que ella va acabar en el suelo sí o sí.

—¿Por qué no? Alguien tiene que hacerlo —dice Xoana y tiene razón, porque así son las reglas del juego.

—¡Tienes que beber tres chupitos o tirar de nuevo! ¿Qué eliges? ¡No seas gallina cobarde! —exclama Perita.

—¡Voy a tirar! No es la primera vez que juego... ¡Seguro que no es tan difícil meterla! —dice Oni, con una seguridad que no le hace justicia a la realidad, porque cuando tira la moneda se le va bastante fuera.

—Oh, no... ¿Voy a tener que beberme los tres? —pregunta la diablesa, recostándose en el sofá. Mala idea, vuelve a crujir, vuelve a dar la impresión de que se romperá.

—No, tienes que beber seis. ¿No recuerdas las reglas? —sentencia Casandra.

—¿Eh? ¿Seguro? ¿No me estarás engañando, eh? —pregunta ella y la mira con los ojos medios cerrados con la duda plasmada entre ojo y ojo. La verdad es que yo tampoco sé si esas son las reglas de mentira o de verdad.

—¿Pero tú no habías jugado antes? Deberías saber que así son las reglas —le contesta Casandra y Oni mira los vasos de chupitos con tristeza.

Se los bebe con rapidez, como si en vez de un placer fuera un trabajo. Yo no entiendo demasiado bien lo del juego, ¿qué problema hay en tomarse unas copas y ya está? No veo la necesidad de andarse con este tipo de rollos para echarse un trago, aunque puede que si estuviera aquí en carne y hueso pensase de otra forma.

—Ahora me toca a mí —anuncia Casandra, coge la moneda y se piensa unos instantes el tiro. La moneda golpea la mesa y se mete de lleno en uno de los vasos, pero no es el del centro sino de los que están al lado —. Te toca beber, Perita. ¿Te atreves a tirar?

—Bebo que tengo ganas de beber —dice Perita y se toma un chupito de un trago —. Así que ahora me toca... Chupado...

Ella no se lo piensa ni dos segundos. Tira con fuerza y la moneda le da a la mesa y sale disparada por los aires y se pega un buen golpe contra un retrato de Casandra que cuelga en la pared. El dibujo cae al suelo y el cristal se rompe.

—Ala, si intentara hacer eso como que no me saldría —dice Perita, no parece demasiado molesta por fallar. Creo que lo comprendo, porque su fallo fue uno de categoría, no uno normalucho como el de Oni.

—Muchas gracias, mujer. Da gusto sentirse querida —suspira Casandra.

—Me toca otra vez... —musita Oni y clava la mirada en Xoana, está claro que quiere venganza.

La punta de la lengua sobresale entre sus labios, lo que le da la pinta de estar superconcentrada. Y funciona a la perfección, pues la moneda entra en el centro. Llevada por su entusiasmo, Oni da un salto y aplaude.

—Mi tiro fue más impresionante —dice Perita, recostándose en su asiento.

—¡Por lo menos no he roto ningún cuadro! —Oni le saca la lengua y se sienta —. Te toca a ti, Xoana.

De nuevo, el sofá cruje y de esta vez parece que se va venir abajo, Oni palidece y espera conocer al suelo, pero nada sucede... Por el momento.

—A ver si me sale de nuevo —dice Xoana, pero falla el lanzamiento y se tiene que beber los chupitos que le sirve Casandra, al terminar le dice a Perita —. ¿Se puede fumar en tu casa?

—Sí, pero ¿me puedes dar un cigarro, rubia?

La Xoana le muestra el paquete de Loto negro por la parte de dónde le salen los cigarrillos y Perita coge uno, se lo mete en la boca y se inclina para delante porque Xoana tiene un mechero con la llamita de fuera y le enciende el cigarro a la balura. Perita se acomoda en el asiento y lanza humo al techo.

—¡Oh! No os conté esa cosa rara que me pasó el día ese que te dieron bien dado en el hotel aquel, rubia... ¿Te acuerdas de que el Rubén me mandó ir a cargarme nidos de perros pulpo? —pregunta Perita.

—¿Qué eso de un perro pulpo? —Fue Oni la que preguntó, yo también tengo curiosidad. Me imagino que es algo como la mezcla de un pulpo y perro, porque de no ser así yo no entendería el nombre ese.

—¿Qué no sabes lo qué es? Es un bicho... que tiene lo peor de los perros y lo peor de los pulpos. Ponen huevos y salen rápidos la verdad, si los dejas son una plaga. Pues eso, me cargué unos cuantos nidos y entonces cuando intenté volver al pueblo me perdí y...

—¿Eso es lo raro? Que tú te pierdas es de lo más normal del mundo —le dice Casandra que, sin ningún tipo de educación, pisó las palabras de la balura.

Ella le mira con cierto cabreo en sus ojos gatunos. No sé si lo mencioné antes, pero es así como tienen los ojos ellas: muy parecidos a los de un gato y en el momento en que miraba a Casandra se le hicieron grandes las pupilas.

—Tú a veces cuando hablas, como que hablas de más... Pues eso, me perdí, que parece ser que es lo normal en mí, y me encontré una cueva y dentro de la cueva me encontré con una puerta. La llamo puerta lunar porque tiene como una luna sonriente tallada. Es bastante bonita... La intenté abrir, pero nada de nada. No tiene ni pomo ni cerradura ni timbre ni nada del estilo. ¡Pero creo que dentro hay algo maravilloso! Oye, rubia, ¿no tenías tú una llave que puede abrir cualquier cosa? Deberíamos ir un día y abrir la puerta lunar a ver qué tiene dentro.

—Sé qué es eso: un sello de Clementina y lo mejor es no jugar con él —comenta Casandra.

—¿Por qué dices eso? —pregunta Perita.

—Hace mucho tiempo encerró en su interior a Caligo, él es un monstruo formado por niebla el cual, en principio, es invulnerable a todo tipo de daño —comenta Casandra.

—¿Es parecido a una nube de oscuridad? —pregunta Xoana, recuerdo que ese bicho fue uno de los que aparecieron en el hotel y no fue algo demasiado agradable. Si ese tal Caligo es parecido, creo que lo mejor es dejarlo encerrado para siempre jamás.

—No, una nube de oscuridad es un monstruo, por decirlo de alguna manera, relativamente fácil de derrotar. Caligo, no obstante... No se sabe cómo se puede matar y, por eso mismo, fue sellado por Clementina —explica Casandra.

—Vale, entonces mejor no abrir esa cosa... —dice Perita, triste.

Después de eso siguen jugando un rato más, pero el entusiasmo inicial de la partida pronto queda pisoteado en el suelo y al final terminan bebiéndose el vino en copas mientras hablan sobre cosas que no me interesan demasiado.

Es ese tipo aburrido de charla pequeña que no trata sobre nada en particular y en la que no se dice nada en particular. Hablan sobre el tiempo, alguna serie de televisión que nunca vi, el futuro de los Hijos del Sol y más temas que me hacen bostezar del aburrimiento.

Recuerdo que Carlos, el escritor, está arriba y me pregunto qué está haciendo. Quizás sea algo más interesante que la conversación entre las cuatro mujeres. Así que me voy hacia el techo a investigar un poco. 

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