78. ¿Por qué no te duermes, Xoana?

—¡¡Despierta de una vez, so idiota!! —le grito a Xoana con todas mis fuerzas, mientras zumbo en frente de su cara.

Ella da un respingo y levanta la cabeza, mira a su alrededor y tiembla un poco. ¿Me escuchó de verdad? No lo sé, pero por lo menos parece que por fin se da cuenta de que está pasando algo muy raro y malo.

Cloe está sopa a su lado, roncando con toda la felicidad del mundo. Xoana gime de preocupación, pero no debería estarlo: ella no es ella de verdad, sino nada más que un espejismo.

—Cloe, Cloe despierta. Algo va mal aquí —dice y le empuja y le tira del brazo y le repite varias veces más que se despierte.

Cloe está sumida en uno de esos sueños de los cuales es imposible escapar y Xoana lanza un bostezo de nuevo, tan fuerte que se le llenan los ojos de lágrimas. Está a punto de caerse dormida, pero se levanta del asiento y dice:

—Tengo que largarme de este recuerdo...

¡Me alegro mucho! ¡Por fin parece que recuperó el sentido común! Da un paso en dirección a la salida y la energía del impulso se convierte en caminar de pato. A punto está de caerse, comer suelo y quedarse dormida de nuevo.

—¡Esto tiene que ser cosa del señor de los sueños! —exclama y tiene toda la razón del mundo: para el monstruo aquel Xoana no es más que una almeja a la que le quiere comer el interior.

Xoana camina de nuevo, pero cada paso va agotando su energía más y más y más. Cuando toca el pomo de la puerta, sus ojitos están medio cerrados y la boca bastante abierta a fuerza de bostezos.

—No soy tan débil... —murmura y se muerde la mano, entre el dedo gordo y el de apuntar. No es la primera vez que lo hace, recuerdo que cuando luchó contra el pulpo en el Hotel también se mordió la mano.

Abre la puerta y sale a un corredor que duerme en una oscuridad azulada. Xoana se frota los ojos y choca contra una mesa en donde se repiten en filas botes llenos de pastillas.

—¡Pruebe la nueva receta de Duermex! ¡Una sola pastilla y estará durmiendo con los peces, para siempre, sin preocupaciones! —dice un hombre trajeado que se acerca a Xoana ofreciéndole uno de esos botes. Es bastante siniestra la forma en que sonríe su gran boca de cocodrilo, ya que al igual que la profesora cuenta con unos dientes demasiado afilados.

—¡Apártate de mí! —dice Xoana y se aparta de él.

Un grupo de mujeres bastante guapas con pijamas surgen de una esquina, acompañadas de una nube de alegres risas. Además, llevan almohadas en las manos y le tiran a la pequeña agente miradas pícaras.

—Hola, Xoanita, ¿no te gustaría venir a jugar con nosotras en la cama? —pregunta cualquiera de ellas y todas estallan en carcajadas.

—No... ¡No debo dormir! —les grita, aunque solo después de unos momentos de vacilación.

Se va directa a una puerta en la que arriba hay un cartel en donde pone servicios. Entra, camina como una borracha hacia los lavabos y no pierde segundo en abrir el grifo y echarse agua sobre la cara. Al mirar al espejo, pasa de nuevo un cambio de escenario.

Ya no estamos en los servicios de la Academia Resplandeciente, estamos en un callejón que se extiende sin fin tanto por un lado como por el otro. Paredes de ladrillo al desnudo, cubos de basura en grupo de uno o dos, series que se repiten hasta donde mi vista puede llegar, ventanas desperdigadas sin ton ni son de interiores de oscuridad, un cielo morado sin sol... Sin duda, este es un lugar extraño que no puede ser otra cosa que recuerdo alterado.

Delante de Xoana hay una persona o, más bien, algo que quiso ser persona y se quedó a medias. La ropa es morada, con dos piernas pequeñas que acaban en unos zapatos que si fueran un poco más alargados podrían pasar por los de un payaso. Lo peor es su rostro, que tiene la forma de un huevo tumbado, con unos ojos pequeños, negros como la noche sin luna y una boca tan grande que se podría comer a una gallina de un solo bocado.

—Solo quiero un besito —dice y me estremezco, ¿qué clase de recuerdo es este? ¡Y darle un "besito" a una cosa como esa es algo tremendo que nunca se debería hacer!

—¡Pues ya puedes esperar sentado, imbécil! —le suelta Xoana y busca el mango de su arma. Pero por desgracia, la pistola no la acompañó a aquella aventura.

Siento angustia, porque Xoana es una pulga y el falso hombre una mole de carne con peores intenciones que las de una garrapata. Una criatura de oscuridad, que se alza con la fuerza de una montaña ante una hormiga.

La cara del monstruo se abre en una sonrisa, de nuevo habitada por unos dientes afilados en forma de gruesas agujas. Levanta las manos por encima de la cabeza de Xoana y sus dedos se retuercen como gusanos.

—Besito... besito... —No deja de repetir aquel hombre de mentira y yo me lanzo en su dirección para darle una bofetada en toda la cara. ¡Es inútil! Soy poco más que nada...

Xoana se da la vuelta, pero su huida es cortada por una pared que antes no estaba allí. Es un fin recién creado para aquel callejón sin salida. Xoana se vuelve en dirección al falso hombre y ahora es tan grande que ocupa el ancho del callejón. Veo que es imposible para ella escapar.

De pronto, algo aparece que no puedo saber qué es porque va a toda velocidad. Esa cosa se hunde en el estómago del monstruo aquel con tanta fuerza que lo manda volando unos metros para atrás. Para mi más gran alegría, el hombre de mentira no se vuelve a levantar. ¡Xoana fue salvada!

La salvadora no es otra que Cloe y de los ojos de Xoana saltan chiribitas. Vaya, parece que de nuevo está viviendo el momento. ¿Acaso se olvidó de que está en un recuerdo, que nada de esto es real, que está en peligro de que su alma sea tragada por el señor de los sueños?

—¡Una chica tan guapa cómo tú no debería ir por sitios tan desagradables como este! —le dice Cloe.

—Ya, ya... Pero yo no elegí estar aquí... Es que acabo de venir de... —dice Xoana, pero se traga las palabras que iba decir.

—¿Oh? ¿De dónde acabas de venir? ¡Ahora tengo curiosidad! —exclama Cloe.

—Sé que suena absurdo, pero acabó de llegar de otra dimensión... —dice Xoana y baja la cabeza, sin mirar a Cloe.

—¿Me lo dices en serio? ¡Eso debe ser muy cansado! ¿Sabes lo que necesitas ahora? —pregunta Cloe.

—¿Qué necesito? —pregunta Xoana.

—¡Dormir! ¿No crees que dormir es lo mejor del mundo? ¡Y mira que buen sitio hay ahí para sobar! —dice y el dedo se dispara hacia una cama que apareció en mitad del callejón.

Lo cierto es que es una cama bastante buena: grande, con un colchón de los gordos y una almohada tentadora. Sí, pero yo bien me sé que todo esto no es más que una estratagema y Xoana debería saberlo también. Bueno, pero a pesar de eso se acerca a la cama y se tumba en ella.

—¡Que no te duermas, so idiota! —le grito al oído y, al momento, levanta la cabeza y me quedo con la duda de si me escuchó o no.

Salta de la cama y galopa callejón arriba. Al poco de nada el mundo desaparece en la oscuridad, pero pese a eso puedo ver perfectamente a Xoana recortada en ella. Ella corre, pero no tarda demasiado en ir gateando y la razón es bastante simple: ahora no es una mujer adulta, ahora no es más que una bebé.

Tengo que reconocer que es bastante cuco verla gateando, pero no puedo disfrutar de la visión de la Xoana bebé porque está en peligro de perder su alma. Y ahora que está en esa forma, ¿cómo podrá enfrentarse a los peligros que se le vienen encima? Vuelo por encima de ella, sintiéndome muy inútil y eso me frustra más que un montón. Entonces, escucho a una voz de mujer decir:

—Eres de lo que no hay Xoanita, ¿pero cómo te escapas siempre de la cuna? Si solo eres una bebé...

Una mujer de unos veinte años, arriba abajo, se acerca a ella y sonríe. Se parece a la Xoana que yo conozco, pero es bastante más alta y bastante más musculosa. Además, tiene un pelo rojo precioso que le nace libre y le cae con gracia por sus anchos hombros. ¡Ya me gustaría a mí tener un pelo así! Al mirarle la cara, veo que se parece un poco a la Xoana mayor. Pero la tiene un poco mal, en plan de que uno de sus ojos lo tiene cruzado por una fea cicatriz. Supongo que esa será la madre de Xoana, la tal Sabela. 

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