76. Preguntas y respuestas

—Es un premio genial... Y se lo llevará el que sobreviva... —contesta Branca y sonríe, a pesar de que dijo algo que sonó ni medio bien.

La noticia esa cae como mil piedras pesadas sobre el grupo: Vidal está más embobado que nunca, Zaida tiembla tanto que hasta parece que le está dando un ataque y la sonrisa lujuriosa de Rodolfo se le cae al suelo donde se rompe en mil pedazos.

—Matarnos. Los que no ganen morirán —dice Xoana, tiene una cara de serio cabreo y las manos cerradas puños. Si no estuviera el tubo entre ella y la Branca no me extrañaría nada que desenfundase su cañón revólver e hiciera de la moura un colador.

—¿Eeehhh? —dice Branca, tiene sus ojos bien abiertos por la sorpresa y agita la cabeza de un lado a otro con mucha velocidad —. ¡No, no quise decir eso! Los perdedores no mueren... Vosotros cinco estáis colocados sobre unas trampillas... que están conectadas a un Huevo Celestial que lo tengo activado... los que pierdan serán enviados a un lugar bien lejano... ¡Es que tiene que haber un castigo para los perdedores! —grita al final, con los ojos relucientes de decisión.

Una risita sacude el cuerpo lodoso del barroso, no me gusta mucho mirarlo por la cara de calavera que tiene. Que me da bastante grima.

—Pase lo que pase... SLURP... yo voy a ganar... SLURP... Si pierdo... SLURP... me libro de los agentes... SLURP... y si gano... SLURP... seguro que tu premio... SLURP... es bueno —dice el monstruo.

—¡Ostras, que me olvidaba de enseñaros esto! —exclama Brancaflor y ahora en la mano tiene un mando con un enorme botón de color rojo en él—. Cuando alguien pierda lo único que tengo que hacer es pulsar el botón y la trampilla se abre —dice la moura y entonces lo pulsa.

Se escucha un sonido fuerte, producido por la apertura de la trampilla sobre la que está el barroso. El monstruo cae en la oscuridad y ni siquiera le da tiempo de pegar un buen grito.

Los cuatro agentes se quedan en un silencio tenso y Branca, con la boca abierta, mira el tubo vacío donde segundos antes estaba el barroso, después mira el mando que tiene en la mano y repite el proceso unas cuantas veces antes soltar un grito:

—¡Me había olvidado de que ya estaba conectado!

Eso me parece un poco raro, si pensaba que estaba desconectado, ¿por qué le dio al botón?

—¡Pero ahora ya sabéis lo que pasa si falláis! Ahora os tengo que señalar mi fabuloso premio... ¡No os vayáis a ninguna parte que vuelvo en nada! —dicho esto, la moura se marcha correteando del plató de televisión que, a pesar de lo que lo llamo así, no tiene ninguna cámara.

Nada más desaparecer Branca, Rodolfo se vuelve en dirección a Xoana y le lanza la siguiente pregunta:

—¿Qué crees que deberíamos hacer?

—No creo que podamos hacer nada... De todas formas, a mí no me parece que ella sea peligrosa. Mirad, parece que si perdemos lo único que pasará es que vamos a aparecer en cualquier lugar del Reino, ¿no? No es que sea algo tan malo —comenta Xoana, sonriendo una pequeña sonrisa.

—Es verdad... ¡Qué bien! —dice Vidal y lanza unas cuantas fuertes carcajadas.

—La pena es que solo uno de nosotros conseguirá un premio... —suspira Zaida, ella también parece más tranquila. Por lo menos ya no tiembla como antes, que era una cosa bastante exagerada.

La sonrisa de Xoana crece hasta convertirse en una mayor.

—Ella es una moura, así que es posible que su premio sea una Reliquia. Es una pena que no esté permitido que nos la quedemos, pero por lo menos el cuartel nos dará una bonita suma de soles por ella.

—Tienes toda la razón, Xoana. Entonces creo que lo idóneo sería que tomaremos esto como una pequeña competición y que gane el mejor —dice Rodolfo, que recuperó su sonrisa de zorro.

—Pues eso me parece lo mejor. Quedamos en Nebula en el Hostal Milagros, ¿entendido? —dice Xoana y los otros tres asienten con la cabeza.

Después de esta conversación que tienen entre ellos se les nota más calmados. Aunque una sabe que las cosas no acabarán demasiado bien para ellos.

—¡Caramba, esto pesa un montón! —bufa una voz infantil y pronto aparece en el plató una balura niña de cara malhumorada —. ¿Por qué no me ayudas, Branca?

—¡Es que estoy leyéndome las preguntas! —suelta como excusa la moura, que aparece detrás de la balura con un montón de tarjetas en las manos.

—¡Pero qué cara más dura! —suelta la niña, pero no deja de empujar aquella caja de hierro y parece que le cuesta.

A cada paso brota cultivo de sudor en su frente, a cada paso sus músculos amenazan con estallar, a cada paso temo que le vaya estallar la patata. Pero la pequeña balura logra cumplir la misión y coloca la caja en frente de los cuatro agentes. Al hacerlo, se desploma en el suelo con las energías completamente agotadas.

—¡Perfecto, buen trabajo Limón! ¡Qué cuca eres! El premio está en el interior de... de la jaula... —dice Branca y señala una jaula que está justo encima de aquella pesada caja. Bueno, digo jaula porque así lo describió la moura, pero está oculta bajo una manta así que en realidad yo no veo qué cosa es.

Al escuchar esto, Limón se levanta del suelo, menea la cabeza de un lado a otro a toda velocidad de una forma que me recuerda a un perro agitando el cuerpo para secarse y al final clava la mirada en la moura.

—¡¿Pero qué me estás diciendo, Branca?! ¡Caramba! ¡Si era la jaula lo que había que traer dime por qué tuve que empujar esa caja tan pesada! —protesta Limón, haciendo un mohín de cabreo que, para ser sincera, le queda bastante cuca.

—¿Eh? Oh... Perdón, mi niña... No me di cuenta... Ya sabes que soy un poco despistada... —dice Branca, dándose un pequeño toque en la cabeza y sonriendo.

—¡Pero Branca...! ¡Es que siempre me haces las mismas cosas! —gimotea Limón, exagerando aquel mohín de cabreo al echar los labios hacia fuera.

—¡Ostras, lo siento mucho, Limón! A ver... si hoy cenamos pizza... ¿Me perdonas? —pregunta Branca.

—¿Y después podemos ver dibus en la tele y me puedo acostar tarde? —pregunta Limón y la moura asiente con la cabeza.

—¡Está bien! Pero ahora, por favor, ponte en el público que vamos a empezar el programa.

—¡Qué bien! —dice la niña balura borrando el gesto de cabreo y corriendo en dirección a los asientos del público que, como ya mencioné antes, están todos vacíos. Una vez allí sentada, se saca del bolsillo lápiz y papel y comienza a garabatear a toda velocidad.

Branca se vuelve en dirección a los cuatro agentes y lanza un chillido:

—¡Ahora, concursantes, mirad el fabuloso premio que os tengo preparado! —Y con un movimiento rápido de la mano quita la manta que cubría la jaula.

En su interior hay una criatura bastante rara: tiene una cola con la forma de abanico, el cuerpo alargado como una mangosta y una cabeza de ratoncillo con unas largas orejas de conejo. No sé lo que es, pero me parece bastante cuco y quiero acariciarlo.

—Es un elemental de sombra y se llama Popoki... No sé si sabéis que son los elementales... básicamente son unos animales que pueden vivir en el interior de una persona... no en las tripas como una solitaria... ¡Si no que viven en el alma! —dice la moura componiendo con ambas manos la silueta de un corazón —. Además, si le das un sitio donde vivir, Popoki os dejará utilizar sus poderes.

—El premio está mejor que la Reliquia —dice Xoana, con los ojos brillantes por la avaricia. Claro que sí, estoy segura de que la muy burra está pensando en cómo utilizar a esa pobre criatura para matar cosas... Me cae bien la chica esta, pero no me gusta mucho esa obsesión que tiene por meterse en peligro y cargarse bichos.

Rodolfo lanza una carcajada feliz y dice:

—Por supuesto, de ser una Reliquia posiblemente tendríamos que entregarla al cuartel, pero siendo un elemental nos lo podremos quedar sin ningún problema. Es decir, no creo que haya ninguna manera conocida de separar al elemental de su dueño.

Vidal no sonríe, ni con la boca ni con la mirada ni con nada. Y dijo con un tono monótono: 

—Dijiste algo sobre preguntas... ¿Cómo es el concurso?

—¡Es fabuloso! ¡Se llama El concurso de Branca de preguntas y respuestas y...! —Un berrido brutal impide que la moura continúe hablando.

—¡¡¡Nooo!! —brama Vidal y le pega tan tremendo puñetazo al tubo que lo abolla —. ¡Cualquier cosa esa! 

Branca, al ver tremenda reacción, se queda mordiendo la uña del dedo gordo.

—¡¿Eh?! ¿Qué pasa...?

—No me gustan las preguntas... se me dan siempre mal... —dice Vidal y está bastante triste. Lo comprendo, a mí me parece que eso de las preguntas tampoco se me daría demasiado bien.

—Pero... no te pongas así... Mira, mira... Te haré preguntas fáciles, ¿vale? —le dice la moura, con el tono que se utiliza para hablar con los niños pequeños.

—¿Uh? ¿De verdad? —pregunta Vidal, levanta la cabeza con una la esperanza volando en la mirada.

—Sí... Y ahora os digo cómo es el programa... Mirad, esto trata de que yo hago preguntas y vosotros tenéis que darme respuestas. Si acertáis... continuad jugando... y si falláis... pues os vais... Esto es una prueba, así que solo podéis fallar una vez... ¡Pero en el programa de verdad tengo pensado hacer muchas cosas chulas! Como vidas extras, poder saltar la pregunta o si es complicada hacérsela a otro concursante... ¡Será genial! —exclama la moura, con una seguridad que, comparada con su inseguridad habitual, resulta bastante curiosa.

—Pero nadie morirá, ¿no? —pregunta Xoana —. Me parece demasiado bueno lo que nos estás ofreciendo.

—¡¿Pero cuántas veces te lo tengo que repetir, canija?! ¡¡Nadie morirá!! —grita Branca y la dulzura de su rostro se rompe en una explosión de furia inesperada, nada más hacerlo se lleva ambas manos a la boca —. ¡Oh! Lo siento mucho... No pretendía asustarte... ¡La canción, la canción del programa! ¡Limón! ¿Escribiste la canción?

—¡Justo ahora terminé! —grita Limón, con un papel en la mano, y comienza a cantar con una voz que es bastante bonita:


Bienvenidos niños y niñas

Al espectáculo más grande de todo el Reino

Tenemos preguntas, tenemos respuestas

Y al final, solo un concursante quedará

¿Quién será, quién será?

¿Medio metro o el relamido?

¿Cabeza vacía o la temblores?


—¡Yo mido más de medio metro! —grita Xoana, rompiendo la canción.

—¿Relamido...? —murmura Rodolfo, no parece demasiado contento con la palabra que le dieron.

—¡Eeehhh! ¡Perdón! ¡Yo no escribí la letra de la canción! ¡Fue mi becaria Limón! —gime Brancaflor, temblorosa y con lágrimas en los ojos.

—¡Tampoco es que tuviera mucho tiempo para trabajar! —protesta Limón.

—Lo siento mucho... La responsabilidad es mía... En fin, perdón... El concurso sigue... creo que esto fue una mala idea... me duele la barriga... —gime Branca, agarrándose con ambas manos el estómago y agachándose un poco.

Ella me da un poco de pena, me parece que su idea del concurso no le está saliendo demasiado bien. Es decir, le está saliendo todo mal y eso que ni siquiera comenzó de verdad.

—¡¿Quieres hacer el favor de calmarte?! ¡¡Eres una moura, probablemente una de las razas sintientes más poderosas del mundo!! ¡¿Y cómo te atreves a comportar de esa manera?! ¡¡Los humanos son los únicos que lo tienen permitido!! —sisea Zaida.

Por extraño que parezca, Branca es reconfortada por estas palabras, deja de agarrarse la panza, se levanta y mira a Zaida con una gran sonrisa.

—¡Es cierto! Muchas gracias, Zaida... Pues vamos a empezar el concurso... primera pregunta... Vidal... Te dije que te iba a dar una fácil... Es de historia...

—Dijiste que iba ser fácil... —dice Vidal con semblante sombrío.

—¿Eh? Si ni siquiera pregunté...

—Dijiste historia —sentencia el hombretón.

—¿Eh? Sí... pero... es una fácil... Mira, mira, ¿en qué año fue destruida media ciudad de Nebula? —pregunta Branca y. nada más escuchar eso, el rostro de Vidal se ilumina por una gran sonrisa.

—¡Lo sé, lo sé! ¡Es 1999!

¡Vaya! Yo no lo sabía, me alegro por Vidal.

—¡Acertaste! —chilla Branca y levanta ambas manos al techo.

Es un gesto brusco, tanto que el mando se le escapa de la mano, da unas vueltas en el aire y entonces hay tan mala suerte que cae justo por el lado donde está el botón rojo. La trampilla de Vidal se abre, este lanza un chillido agudo, y la oscuridad se lo come. Bueno, se puede decir que perdió, pero no que fue derrotado.

—¡Oh, nooo! —gime Branca —. ¿Por qué todo está saliendo tan mal? ¡Si estuvimos preparando el programa ayer y hoy por la mañana! ¿A qué sí, Limón?

—¡Pues sí! ¡Por lo menos estuvimos cuatro horas trabajando! —exclama la niña balura, enseñando a los tres concursantes que quedan cuatro dedos levantados.

—Pobre Vidal... —suspira Zaida, apoyando la cabeza en el tubo.

—No importa, Zaida. Tampoco es que pueda estar demasiado lejos, que en el Páramo queda todo cerca —dice Xoana.

—Ya lo sé, pero es que incluso cuando gana, Vidal pierde... —contesta Zaida.

—Ugh... te toca a ti Xoana... me duele la barriga... creo que esto no fue demasiada buena idea... —dice Branca, agarrándose de nuevo el estómago.

—Mi hermosa moura, no te preocupes por los fallos que estás cometiendo. Para eso esto es una prueba, ¿no? Si he de ser sincero, el hecho de que te estés equivocando tanto es bueno, ya que ahora sabes qué es lo que tienes que mejorar para hacer de tu concurso el mejor del Reino —dice Rodolfo.

—Menuda cutrez de concursante... —suspira Limón mientras se hurga la nariz con un dedo.

Aunque las palabras de Rodolfo sí que animan a Branca, que después de escucharlas sonríe de oreja a oreja.

—¡Tienes razón! ¡No es momento para llorar! ¡Es hora de más preguntas! Te toca a ti, Xoana.

—Pregunta rápido —dice Xoana, con mucha decisión en la mirada, preparada para cualquier pregunta.

Brancaflor le da vueltas a una de las tarjetas de preguntas.

—¡Es una pregunta personal! ¿Cuánto mides exactamente?

—¿Lo qué? —Un escalofrío recorre el cuerpo de Xoana.

—¿Cuánto mides?

—Yo...

—¡Y no mientas, que yo con mirarte sé exactamente cuánto mides! —le dice Branca.

—¿Pero qué clase de pregunta es esta? ¡Está claro que yo sé cuánto mido!

—Claro, pero bien sé que tienes un poco de complejo por ser tan enanita. Verás, no todas las preguntas son de saber cosas, sino también hay preguntas complicadas en otro sentido —explica la moura.

—Yo...

—Si no respondes ya sabes dónde acabarás —dice Branca, con el mando del botón rojo en la mano.

—Un metro... cuarenta y... ocho centímetros... —contesta Xoana, poniéndose toda roja.

—¡Qué bien! Es la respuesta correcta... Ahora le toca a Violín —dice la moura.

—Me apellido Valentín —responde Rodolfo.

—¿Eh? ¿En serio...? Yo... ¡Perdón! Pero sigamos... ¡A ti te toca una pregunta de matemáticas! Se trata de... realizar una serie de cálculos rápidos...

—¡Oh, perfecto! Mi mente es ágil cual águila. Pregunta, te aseguro que no te voy a decepcionar —dice Rodolfo.

—¡Dime cuanto es ocho más tres dividido entre cuatro por cinco más tres mil cuatrocientos noventa y ocho, le haces la raíz cuadrada y luego le sumas la mitad del número pi! —suelta Branca.

La sonrisa se le queda congelada en el rostro de Rodolfo. Normal, yo ni siquiera sé que pinta una raíz cuadrada en eso de hacer sumas y restas. Rodolfo mira a Xoana, esperando quizás encontrar algo de ayuda en ella.

—¿Pero tú te crees que me enteré de algo? —le suelta la pequeña agente.

—Branca, perdona... ¿Podrías repetir la pregunta? —pregunta Rodolfo, con una sonrisa en la cara de las que no parecen estar hechas para durar demasiado.

—¿¡Eeehhh!? ¡Qué el tiempo corre! —se horroriza Branca y agita en la mano un reloj de arena, que no sé yo de dónde lo sacó.

—¡Un momento! ¿Por qué yo tengo límite de tiempo? ¡Nadie lo ha tenido!—grita Rodolfo.

—Es que estoy probando cosas nuevas... —lloriquea la moura.

Rodolfo aprieta los dientes.

—Vamos, puedo hacer, puedo hacerlo... —murmura para sí mismo.

—Creo que el reloj está estropeado... —dice la moura, los granos de arena se quedaron atascados y el tiempo no corre —. Entonces supongo que ya se te acabó el tiempo. ¿Sabes la respuesta?

—Un momento... ¡Casi lo tengo!

La mano de Branca planea sobre el botón rojo.

—¡Se acabó el tiempo! —exclama la moura.

—¡Lo sé, es el 133,8! —grita y una expresión de alegría total aparece en su rostro.

—Oh, lo siento... era el 133,9 —dice Brancaflor y su mano se desploma sobre el botón rojo, el resultado es el de siempre: la trampilla se traga al Rodolfo —. Pero estuvo bastante cerca... sigamos con el programa... Zaida, te toca...

Esta tiene la mirada baja y se mira las manos. Las tiene bastante temblorosas, pero esto no es ninguna novedad que me parece que esta lleva media vida con el tembleque.

—Está bien... La siguiente pregunta es... de cultura popular... ¿Cómo se llama la famosa serie ambientada en el Hospital de ciudad Sol que lleva en antena desde el año 1963 hasta el presente?

Xoana da un respingo y clava su mirada en su compañera.

—¿Una serie sobre hospitales...? —murmura Zaida.

—¿Eh? ¿No conoces la serie? Pero sí está muy bien... —dice Brancaflor.

—Hospital... ¿General? —responde la agente y sonríe un poco, quizás con la esperanza de que acertara de pura suerte.

—¡No! ¡No se llama así! ¿Cómo no puedes saberlo? Limón y yo la vemos todos los días, ¿a qué sí? —le pregunta a la niña balura y esta agita la cabeza con entusiasmo.

—¡Está muy buena!

—¡Yo solía verla con mi madre! —exclama Xoana.

Zaida parece que se encoge al verse observada por tantos ojos cargados de acusación. Me gustaría decirle que no se preocupara, que yo tampoco sabía el nombre de dicha serie.

—¿Perdón...? —dice Zaida, con una voz que apenas es un susurro.

—Fallaste. Es lo único que cuenta... que fallaste —dice Branca con un tono impersonal y, sin compasión ninguna, pulsa el botón rojo haciendo que Zaida desaparezca del plató.

—Yo sé cómo se llama, es Hospital... —Pero antes de que Xoana tenga tiempo de terminar, Branca levanta la mano y dice:

—No hace falta que respondas... Ya está, ganaste —comenta y se sienta en el suelo: parece cansada. Y eso que el programa debió durar como cinco minutos más o menos. No soy crítica de televisión, pero si tuviera que calificar el concurso de Branca, seguramente le caería un suspenso de campeonato.

—¿Gané? ¿Ya? —pregunta Xoana, quizás esté un poco decepcionada.

—Sí... —La moura asiente con la cabeza, sin apenas fuerzas, casi en el borde del desmayo.

—Es un poco anticlimático... —dice Xoana.

No sé lo que significa eso, pero en mi opinión el problema es que es un final brusco y sin ningún tipo de emoción. Tiene que haber algo más antes de terminar el concurso, algo así como una prueba final para que el superviviente tuviera que ganarse el premio gordo.

Es decir, no creo que sea bueno que vayas dando premios grandes todos los días del concurso, porque al final ya no sería algo tan especial. En resumen, el programa está superverde y necesita bastante más curro, que si lo echasen por la televisión no creo que me quedara mucho tiempo viéndolo.

—¿Eh? ¿De verdad? —pregunta Branca.

—Sí, para mí que debería haber como una prueba final para el concursante que quede en pie. Es decir, tendría que ganarse el premio gordo no que se lo den por la cara —dice Xoana.

Todo esto que le dice la pequeña gente anima a la moura, quien se pone en pie y hasta sonríe.

—Sí, oye... Eso puede que esté mejor... Pensaré en ello. Pero el concurso de hoy terminó ya y tengo que darte tu premio.

—¡Qué bien! Oye, antes de que me lo des, ¿podría hacerte una pregunta?

—Claro, pregunta.

—¿Sabes en qué parte del Páramo acabaron mis amigos? Quedamos en Nebula y me gustaría saber cuánto tiempo tendré que esperar a que vengan —dice Xoana.

—¿Páramo? No están en el Páramo, están fuera de él... Posiblemente tarden años en llegar...

Se hace un silencio largo.

Lo rompe Xoana con un grito.

—¡¿Cómo!? ¡¡Pensé que los ibas a enviar a un Huevo Celestial que estuviera en el Reino!!

Branca hace pucheros y le dice:

—¡¡Pero un castigo tiene que ser un castigo!! ¡¿Qué sentido tiene si se soluciona fácil?! ¡¡Ellos están muy lejos y si quieren volver necesitarán muchos años para hacerlo!!

—¡¡Yo te mato!! —grita Xoana y comienza a golpear el plástico, con los puños —. ¡Juro que te mato, pedazo de idiota! ¡¿Cómo te atreves a mandar a mis amigos fuera del Páramo?! ¡¡Juro que te mato fijo!!

—¡¡Eeehhh!! ¡Es verdad eso que dice que los humanos son unos animales muy peligrosos! ¡¡Qué miedo!! —chilla Branca y levanta las manos en dirección a Xoana. De sus dedos sale polvo dorado que, al envolver a Xoana, hacen que esta comience a cerrar los ojos, a bostezar, a que los golpes de su puño sean más débiles y, al final, se queda dormida.

—La has dejado frita... —dice Limón, acercándose a la moura.

—¡Me dio mucho miedo! Tengo el corazón que me parece que me va a estallar... —dice Branca, poniéndose la mano sobre el pecho izquierdo.

—¡Pero si solo es una humana!

—¡Pero los humanos son muy peligrosos! Que ellos inventaron las espadas, las pistolas, las bombas... —enumera Branca, levantando un dedo por cada una de esas cosas.

—Sí, sí... ¿Le vas a dar el premio o ya pasas?

—Tengo que hacerlo... Es que el premio es el premio... Pero, ¿viste lo cabreada que estaba? ¡Puede que venga a por mí si se acuerda de lo que les hice a sus amigos! —dice Branca y se estremece —. Creo que le borraré la memoria del concurso, si ella no se acuerda de quién soy, entonces no podrá encontrarme y hacerme pupa. ¡Así no logrará descubrir que estoy en la isla Limbo, en el pueblo de Agarimo, en el Museo Extraño! —exclama la moura y sonríe tímidamente.

—No sé... También podrías ir a buscar a sus amigos y traerlos...

—Lo haría, pero para darle más emoción puse el Huevo Celestial en modo aleatorio... La única condición es que fueran mandados bien lejos... —dice Branca.

—Ya veo... Pero aunque le borres la memoria puede que ella venga a la isla —comenta Limón.

—Vamos, Limón... ¿Por qué iba a venir aquí? Si lo único importante que hay en la isla son las minas de los sueños... Es imposible.

—No, no lo es. Mira, si le borras la memoria le quedara como recuerdo que entró en una mazmorra y perdió a todos sus compañeras. Creo que eso le causará bastante pena y entonces puede que cometa alguna tontería. ¿Y adónde envían a la gente que hace tonterías? A la isla Limbo —comenta Limón.

—No seas ridícula, que sé que hay otros lugares a los que la pueden enviar. El Agujero del Abismo, la Jungla del Castigo, las Marismas Perdidas... —dice Branca, con una sonrisa de total confianza en el rostro.

—¡Sí, pero escúchame! Ella perdió a sus compañeros, así que los que la castigan puede que no quieran ser demasiados duros con ella, así que la enviarán a un sitio tranquilo y, como bien sabrás, en Isla Limbo suele ser un lugar donde nunca pasa nada —Me parece a mí que la Limón es bastante espabilada para ser una niña. Supongo que es por ser una balura y no una humana.

—Mi niña, te digo que es prácticamente imposible que Xoana acabe en nuestra isla. Además, aunque la envíen allí, no me recordará así que cero problemas —dice Branca, dibujando un cero con la mano.

—No, es bastante probable que se acuerde... Si viene, podrá conseguir uno de los cristales del sueño y recordar lo que sucedió aquí. Quién sabe, puede que ahora mismo esté aquí observando lo que pasó y entonces será peor, porque encima de que mandaste a sus amigos muy lejos, vas y le borras la memoria. Además, menudo premio que le das, que si no sabe que tiene un elemental dentro no podrá utilizar sus poderes y entonces puede que Popoki le haga cosas raras —le dice Limón, pero Branca no se deja convencer en lo más mínimo.

—¡Ya, pero es que me da mucho miedo! ¿Me vas a ayudar a introducir a Popoki en ella o vas a seguir dándole vueltas a tus locas conjeturas? ¡Y luego hay que borrarle bien la memoria!

Limón agría la expresión.

—Está bien... 

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