66. La casa perfecta
Las nubes cubren el cielo y llovizna sobre el pueblo, impregna los viejos edificios de la ciudad. De todas formas, parece que a la Xoana no le afecta demasiado eso porque avanza por la calle con una alegría tal, que no parece que se haya pasado los últimos días en la enfermería recuperándose de las dos heridas de bala. Bueno, tiene que ayudarse un poco con un bastón. Detrás, Casandra arrastra los pies con una libreta en la mano.
—En resumidas cuentas, hemos desperdiciado toda la mañana visitando tres viviendas y no encontrando ninguna que sea, por decirlo de alguna manera, de su gusto. A este paso, el día llegará a su ocaso y aún no tendrás un techo bajo el cual dormir —dice, y su cola se mueve de izquierda a derecha y unos pasos atrás Perita intenta, sin éxito, atrapar la huidiza entre sus manos.
Ese día por la mañana por fin dejaron libre a Xoana de la enfermería y entonces como que se tenía que buscar un lugar donde vivir y todo eso. Así pues, eso es lo que estuvieron haciendo toda la mañana, pero con nada de éxito.
—¿Qué es lo que pasaba con la última, rubia? —pregunta Perita, al ver una lata de refresco marca Hi se olvida del juego "coge la cola" y le propina una gran patada que la manda rebotando entre los adoquines de la calle.
—¿Aparte de la cucaracha gigante que había en el salón? Aparte de eso, nada —dice Xoana.
—Pero solo era una —dice Perita.
—Sí, pero era más grande que yo... —le contesta Xoana, estremeciéndose por el recuerdo que le agita la mente.
A un lado y otro, edificios bajos y cansados conforman la vista de un pueblo con muchos años a sus espaldas. Es uno de esos lugares que parecen dormidos y el hecho de que no haya nadie por las calles acentúa esa sensación.
—Las cucarachas no están tan mal... —murmura la balura, sin dejar de darle patadas a la lata, abolladura tras abolladura va perdiendo su forma —. ¡Mírame, Casandra! ¡Voy a encestar! —exclama y le da tremendo patadón a la lata.
La intención era bien clara: meter el refresco en una papelera. No obstante, el tiro le sale por la culata cuando el refresco Hi sobrevuela el contenedor y se estrella en el cogote de un hombre con una barba abandonada a su suerte. Se gira y mira con odio a la balura, quien le pide perdón de inmediato. El tipo ese también viste de gris, que no es un color que me entusiasme demasiado la verdad.
—¿Qué casa te apetece visitar ahora, Xoana? —pregunta Casandra y al girar la cabeza para observar a Xoana se da cuenta de que habla sola.
La pequeña agente se metió por un callejón tan estrecho que si no prestas demasiada atención no te darías cuenta de que existe. Pero Casandra, que conoce de su existencia, pronto se pone en el comienzo de la callejuela y se puede ver al fondo a Xoana, en frente a una casa de dos pisos.
—Menuda puntería... De todos los hogares a los que podía aspirar tuvo que encontrar precisamente este —dice Casandra.
El hogar de piel pálida se levanta en medio de un jardín salvaje, que huele mucho a verde profundo. Es un espacio como arrancado del ritmo del pueblo, casi como si fuerza otra dimensión. Allí se respira una paz que me gusta mucho. La puerta de la casa está medio abierta y la pequeña agente se acerca a ella, el interior está en penumbras y una agradable caricia de frescor emana de allí.
Casandra y Perita se acercan a la casa, esta última no parece demasiado contenta de estar yendo en su dirección.
—¿Por qué tenemos que ir a esta casa? Ya te lo dije un montón de veces, Cas. Que es una mala pécora de cuidado... —gimotea Perita.
—Las casas ni son buenas ni son malas, son simplemente casas —dice Casandra y no puedo estar más de acuerdo con ella.
Aunque ahora que lo pienso es posible que existan casas encantadas, porque yo soy una fantasma y no creo que sea la única que existe. Así que puede haber espíritus que sean malas personas y que estén encantando casas y rollos del estilo.
—¿Lo qué? —pregunta Xoana, retorciendo un mechón de su cabello.
—La casa tiene fantasmas... —murmura Perita, poniendo morritos de malestar. Parece mismamente un pato.
Casandra pone los ojos en blanco.
—No le prestes demasiada atención, tiene pájaros en la cabeza. Solo lo dice porque la anterior propietaria de la casa desapareció sin dejar rastro hace tres semanas —dice Casandra, rodeando los hombros de la balura con su larga cola —. Perita, si mal no recuerdo cuando desapareció miramos por la casa y no pasó absolutamente nada.
—¡Pero es cierto! —exclama Perita —. Vine yo sola unos días más tarde y sentí cosas bien raras viniendo de dentro. ¡Te lo aseguro!
—¿Quién era la desaparecida? —pregunta Xoana.
—Se llamaba Oni —explica Casandra —. Era una minera de los cristales del sueño y hace tres semanas no apareció en el trabajo. Mi teoría es que estuvo involucrada en un robo que hubo más o menos por el mismo tiempo, unos ladrones entraron en el Museo Extraño y robaron ciertos objetos que allí son custodiados.
—Oni no haría eso, que es buena persona —añade Perita, pero Casandra no le hace demasiado caso y continúa hablando:
—Aparte de Oni, también ha desaparecido otra minera llamada Clara. Creo que ellas dos son las ladronas y ahora están escondidas en algún lugar de la isla. A menos que se hayan marchado al Reino en alguna embarcación. Lo cual sería magnífico, porque significaría, por decirlo de alguna manera, que ya no serían problema nuestro. Resumiendo, seguramente su desaparición tenga algo que ver con el robo y no con los fantasmas que, además, ni siquiera existen.
Eso no es cierto: yo existo. Y posiblemente sea una fantasma. Pero tampoco es que lo tenga demasiado claro. De todas formas, si son fantasmas lo que hay en esa casa puede que pueda hablar con ellos. Eso estaría bien, me gustaría hablar con alguien que esto de ser invisible para todos es un poco solitario.
—Está bien, pero lo importante es que la casa tiene buena pinta. Vamos a verla —dice Xoana, metiéndose en la vivienda.
—¿Nos acompañas? —le pregunta Casandra a Perita.
—Sí, pero espero de verdad que no haya fantasmas... Que dan mucho miedo —murmura.
La verdad es que eso me parece un poco absurdo. Yo soy una fantasma, pero no creo que dé ningún miedo. Entran a un salón donde los muebles apenas resaltan en la oscuridad: dos sillones, una mesita de té, una chimenea muerta.
—Huele fatal... —La nariz de Perita está mosqueada.
—Sí, a algo podrido... —dice Xoana.
Al fondo del salón hay una puerta entreabierta que conduce a la cocina, de pronto unas sombras se remueven en su interior y Xoana, ayudada por el bastón, va a investigar.
—Mucho tiempo aquí dentro ya... —dice Perita, a pesar de que no lleva ni un minuto, e intenta abrir la puerta de entrada.
El pomo no gira y la mano de Perita lo agarra como si fuera carne en vez de metal. La balura se aparta con el asco bordado en la cara.
—¡Gasp! ¿Pero qué recórcholis? —Se limpia la mano en la falda de Casandra —. La puerta está asquerosa y no abre. Creo que estamos encerradas.
Casandra no le presta ni una gota de atención pues está observando una fotografía colocada en la encimera de la chimenea.
—Si he de ser sincera, tampoco me pega mucho lo de Oni siendo una ladrona, pero a lo mejor fue obligada a hacerlo o algo por el estilo... —dice cogiendo la fotografía enmarcada, en ella aparece una muchacha que puede que fuera la Oni esa.
Es morena y bastante alta, está acompañada de un hombre tan grande como ella y la madre, supongo que esa, es bastante baja y queda raro verla entre los dos. Además, en su rostro hay una expresión de gran seriedad mientras en hija y padre hay grandes sonrisas.
—Ya te lo dije... los fantasmas se la llevaron al otro barrio... —suspira Perita dejándose caer sobre un sofá.
No debió hacerlo, porque eso no se parece demasiado a un sofá, sino a una especie de lengua gigante, caliente y babeante que le deja pegajosa espalda, trasero y piernas. La pobre se hunde y, aunque parezca raro, parece que está a punto de ser comida por aquel sofá y eso son cosas que normalmente no suceden.
Pues sí, esta casa es un poco rara y puede que esté encantada, pero no veo por aquí ningún fantasma. A menos que nosotros seamos también invisibles para otros fantasmas, lo cual no me parecería ni medio bien. Si tengo que ser un fantasma, por lo menos serlo en compañía, que la soledad es un poco aburrida.
—¡Ayuda! —solloza Perita, pero Casandra ni caso.
—Por favor, no seas tan pesada... —masculla la otra, sin saber del peligro que corre Perita quien, a fin de salvarse, caza al vuelo la cola de Casandra.
—¡P-pero qué haces! —Animada por su éxito, Perita cierra las manos aún con más fuerza.
Con el cabreo por bandera, Casandra se vuelve en dirección a Perita y la sorpresa es grande.
—¡Ayuda! —suplica Perita y Casandra no tarda en coger a Perita y arrancarla de las fauces del sofá. ¡Me alegro de que no fuera devorada!
La balura se derrumba en el suelo, y siente la mano de Casandra acariciándole la espalda.
—Venga, venga. Que ya ha pasado todo.
—El sofá quería tragarme como si fuera un caramelito... Uh... Uh... —solloza, angustiada, Perita —. Primero una cucaracha, ahora un sofá ¿qué será lo siguiente?
—¿Pero qué cosa estáis haciendo? —Xoana regresó de la cocina.
—¡El malvado sofá quiso paparme! ¡Y casi lo consigue! Son fantasmas... tiene que ser fantasmas... estaba poseído... el sofá ese... —murmura Perita.
—Debe haber una explicación lógica a lo que está sucediendo aquí —dice Casandra, acariciándose el mentón en actitud de pensar.
—¡Fantasmas! —exclama Perita.
—No creo que sea eso... —dice Xoana.
Yo estoy con ella, no vi ningún fantasma por aquí. Bueno, menos yo, pero yo no estoy haciendo ninguna de las cosas raras que están pasando en esta casa.
—¡Si hacemos caso a eso de la navaja de la oca lo que está claro es que son fantasmas! ¡Es lo más lógico! —dice Perita.
—¡No seas absurda, los fantasmas no existen! —le espeta Casandra, supongo que estará molesta porque Perita no deja de decir que son fantasmas y la estirada no cree en ellos. Ojalá pudiera hablar con ella para decir que no tiene nada de razón...
—¡Creo que sé cómo solucionar esto! —exclama Perita y con mucha rapidez le arrebata el revólver cañón a Xoana y dispara contra el techo.
Las balas se hunden allá como si estuviera hecho de carne y, al momento, todo el salón tiembla con violencia, al son de un agresivo rugido de una salvaje bestia. De las heridas abiertas mana sangre espesa y apestosa. Vale, aunque me olvidé de un montón de cosas, sé que cuando disparas a una casa esta no empieza a sangrar como si fuera persona.
—Vaya, eso es bastante interesante... —comenta Casandra, mirando aquella herida imposible.
—¡No vuelvas a hacer eso! —ruge Xoana, recuperando su revólver.
—¡Son los fantasmas! —exclama Perita con el tembleque en el cuerpo.
—Por última vez, los fantasmas no existen... pero lo que está claro es que tenemos problemas —dice Casandra y en su mano surge una jeringuilla VHX, en el interior gira y gira un líquido negro.
Se la inyecta y los músculos de sus brazos se tensan y crecen, debido a esto tanto la chaqueta del uniforme como la falda quedan destrozados. Un pelo espeso comienza a crecer en su piel a medida que va a tomando la forma de un gorila monstruoso.
—¡Rayos! Vaya desperdicio de tela —dice ella, su voz cambió: el anterior tono suave se ha vuelto más duro.
A su alrededor, el salón perdió sus formas y ahora solo era una sala de paredes carnosas que respira y apesta a carne pasada. El suelo, las paredes y el techo tiemblan y en su centro se abre un agujero de cuya oscuridad surgen unos seres pálidos y largos como gusanos.
Sus cabezas están ocupadas por largas bocas llenas de dientes: ellas tienen mucha hambre y se van encargar de silenciar el problema de la invasión de las aventureras. Un grupo se abalanzan sobre Perita olisqueando en ella la debilidad: la pobre lanza y grito cubriéndose la cabeza con las manos.
—¡Piensa en algo fuerte! ¡Piensa en algo fuerte! —grita.
¡Ya estoy viendo como los pequeños dientes se clavan en su carne! Zumbo alrededor de aquellos bichos, pero no les hago nada. Me parece a mí que en mi estado actual soy bastante inútil...
Por fortuna, no se la comen porque delante de Perita aparece una montaña de carne coronada por una cabeza, una bola de billar carnosa con ojos de rana y boca de labios prominentes. La criatura cuenta con brazos terminados en unas manos que, más que eso, parecían ser guantes de boxeo.
—¡Vamos, destroza a esos monstruos, señora Puños! —chilla Perita, escalando por la espalda del monstruo, convenientemente en la espalda se forman escalones que llegan hasta la cabeza. Una vez allí, Perita gorjea de alegría —. ¡Muele a esos malparidos!
Cerca de ella, Casandra coge puñados de serpientes y los lanza al suelo donde los aplasta con sus enormes pies. Ella tampoco tiene demasiados problemas en acabar con esos bichos y me alegro, que tampoco quiero ver cómo la gente muere. Aunque de hacerlo, puede que tuviera a alguien con quien charlar un rato.
En cuanto a Xoana, ella pegó la espalda contra una esquina y dispara a las criaturas que se van acercando: asegura cada proyectil a la cabeza de cada uno de los monstruos. Se le acaban las balas y con rapidez, arranca el tambor del revolver para introducir otro bien cargado.
Justo a tiempo, uno de los gusanos está a punto de robarle la nariz de un mordisco. Esquiva el ataque haciéndose a un lado y dispara haciéndolo puré. Uno a uno, caen alrededor de ella, teje alfombra de muertos. Vaya, parece que ninguna de ellas necesita mi ayuda... De todas formas nada puedo hacer para ayudar a nadie.
—¡Eeehhh! ¡¡Dejadme en paz!! Sé que habéis venido a matarme, pero... ¿Por qué no os vais? ¡¡Yo no le hice daño a nadie!! —Una voz de mujer los rodea, da la sensación de que es la casa misma quien habla.
Me parece curioso que diga eso de que no le hizo daño a nadie cuando intentó, aparentemente, matar a las tres agentes. Es decir, cierto que no le hizo daño a nadie, pero intentar lo intentó.
—¡Uy!... Esa voz... ¿No es Oni? —pregunta Perita.
—¿La minera ladrona? —Pregunta Xoana.
—Sí es ella, lo cual me da a mí que son malas noticias —comenta Casandra.
—¡Yo no tengo culpa de ser lo que soy! —lloriquea la voz.
—¿Pero qué es ella? —pregunta Xoana a Casandra.
—Nadie especial, la metieron a trabajar en las minas del sueño porque la pillaron en una de las reuniones de los Alas Blancas, no pertenecía realmente al grupo, pero la pillaron y la cayó dos años aquí —comenta la rabuda.
Me pregunto que será eso de los Alas Blancas, deben ser malos de cuidados para que te castiguen solo por asistir a reuniones de ellos.
—Ya veo... —comenta Xoana —. Pero... ¿Qué tiene que ver eso con la casa está? ¿Por qué dice que la queréis matar?
Ahora es Perita quien responde:
—¡Yo no la quiero matar! A mí ella me cae bien y todo... A los demás mineros no les somos demasiados simpáticos por ser de los Hijos, pero a Oni no le importaba y éramos hasta amigas y todo...
—¡Eso era antes, pero ahora me queréis matar! ¡Lo sé muy bien, lo sé muy bien! —gime la voz de Oni, que parece que está a punto de echarse a llorar.
En las paredes del salón se abren numerosas heridas en forma de bocas esgrimiendo sonrisas maníacas unas, gestos de amargura otras y en algún caso se retuercen en expresiones de rabia palpables.
Sonidos burbujeantes de saliva producida en cantidades industriales, fauces hambrientas por el motor de una gula más allá de lo humano, lenguas a imitación de gusanos sin capacidad de habla solo creadas a fin de degustar el sabor de la carne humana.
Paredes y techo se mueven con la finalidad de comprimir el espacio al mínimo y debido a esto solo es cuestión de tiempo que las tres mujeres sean devoradas por la casa. ¡Y lo peor es que yo no puedo hacer nada para evitarlo!
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top