64. Duelo en la plaza del cuartel
—¡No tan rápido, amigo! —El robot se levanta de un salto —. ¡Se necesita mucho más que eso para acabar conmigo!
Aún sin cabeza, él es capaz de mantenerse en pie. Eso me sorprende bastante, normalmente la gente sin cabeza no puede andar por ahí tan contenta como una gallina descabezada. Aunque lo cierto es que, seguramente, un robot no funciona como la gente humana.
—N-no lo entiendo... ¿Cómo? ¡He destruido tu cabeza! —exclama Rubén, también bastante sorprendido el tipo. Con la boca tan abierta que le podrían entrar dentro un montón de moscas.
—¡Idiota! ¿Por qué crees que la Profesora guardaría mi cerebro ahí arriba? ¡Ella no es tan tonta! —El único brazo de Ventura está oculto detrás de su espalda y me da que está escondiendo algo ahí. De no ser así, ¿por qué tendría el brazo detrás? No lo sé, me parece un poco sospechoso.
No creo que el Rubén se dé cuenta de este detalle, él está que rechina los dientes de pura rabia.
—¡Entonces solo tengo que golpearte hasta encontrar tu cerebro, escoria! —sentencia Rubén, confluyendo las energías de su gema en un guante de energía rosada. A mí me parece una forma de actuar bastante lógica, aunque no me gusta demasiado que sude tanto cabreo. Me gustaría pensar que yo soy una persona con un poco más de cabeza fría, aunque no tengo manera de saber cómo sería mi yo con cuerpo.
—¡Espera un momento! ¡Mira lo que tengo! —pregunta Ventura, descubre la mano oculta, y desvela sus dedos en el malvado acto de aferrar el frágil cuello de un gatito siamés.
Nada más ver el minino atrapado entre las frías garras del monstruo metálico, el agresivo agente pierde todas las ganas de pelear. Eso lo puedo comprender perfectamente, que los gatos suelen ser bastante geniales y no se merecen que la gente les rompa el cuello.
—¿Qué le vas a hacer? —La voz de Rubén se quiebra y su cara pasa del rojo cabreado al pálido asustado.
Ventura estalla en carcajadas de metal y luego le suelta a la cara a Rubén:
—¡Tengo un rehén! ¿Qué te parece eso, apestoso Hijo del Sol? Si no me obedeces en todo lo diga voy a apretar el cuello de este lindo minino hasta escuchar el CRACK. Ahora... ¿Qué es lo que puedes hacer por mí? ¡Ya lo sé! Tú me recuerdas a un perro, tan leal, tan pulgoso, con tan cara de perro, tan bobo... ¡Ponte a cuatro patas y ladra para mí!
Rubén hinca las rodillas y las palmas de las manos en el suelo:
¡GUAU! ¡GUAU! ¡GUAU! ¡GUAU! ¡GUAU! ¡GUAU! ¡GUAU!
De inmediato, gran parte del público que vestía con ropas grises estalla en carcajadas. Supongo que es normal, que todo es muy ridículo. ¡Pero lo está haciendo para salvar la vida del gato!
¡GUAU! ¡GUAU! ¡GUAU! ¡GUAU! ¡GUAU! ¡GUAU! ¡GUAU!
—¡Ratas! ¡Qué ridículo! —dice Xoana y tiene que ocultar la sonrisa con la mano, pero la risa se le cuela entre los dedos en apariencia de carcajada. Pues lo cierto es que yo no le veo la gracia, que la vida del gato está en peligro...
¡GUAU! ¡GUAU! ¡GUAU! ...
Rubén escuchó la risa de Xoana, se da la vuelta y la mira a los ojos, la boca se estropea en un gesto de tristeza. La verdad es que el tipo me está dando bastante pena, pese a que no me gusta demasiado que se comportara antes con tanta agresividad.
—Clara... ¿Tú también? —dice Rubén y, al escuchar de nuevo este nombre, a Xoana se le borra la sonrisa de la boca.
—¡Yo me llamo Xoana! —le espeta la pequeña agente, pero parece que las palabras a Rubén le entran por un oído y le salen por el otro.
—Pensaba que... Tú de entre todas... ¡Esto ha ido demasiado lejos! —Rubén se levanta, por los poros irradia sudor y rabia.
El robot le pone el gato delante de la cara.
—¡Ten cuidado, colega! No querrás que le suceda nada al señor Bigotes.
—No te preocupes... —El guante surge de nuevo en su mano.
Reúne todas sus fuerzas y se golpea a sí mismo en el mentón, sus pies se despegan del suelo unos segundos y cuando besa el suelo, ya perdió la conciencia. La verdad es que no sé qué pensar de lo que hizo, por una parte es cobardía, pero por el otro... creo que también. Menudo cobarde el tipo ese. ¡Debería pelear para salvar el gato y no dejarlo a su suerte!
—¡Rayos y centellas! ¿Has visto eso, muñeca? ¡Ha sido impresionante! ¿Aunque no fue un poco cobarde? Todo para no tener que pelear, para no dañar a este pobre gatito... y hablando de felinos, ¿qué te ordenaré hacer? Recuerda, la vida de ese minino depende de ti...
Las comisuras de los labios de Xoana se curvan en una sonrisa malévola.
—Mata al gato.
¿Qué? ¿Pero cómo puede decir algo tan horrendo? ¿Matar al gato? ¿Por qué? ¡El gato no hizo nada malo!
—¡Rayos y centellas! ¿Quieres que lo mate? —pregunta Ventura y está tan sorprendido como yo.
Xoana da un paso adelante, luego otro y así hasta ponerse en frente del robot, acerca la nariz al gatito y lo olisquea sonoramente. El minino lanza un maullido lastimero. Pero no es nada que logre conmover a la agente del corazón del hielo, ella da un paso atrás y observa al robot con una sonrisa de pura burla.
—¡Es un gato! ¿Por qué utilizas a uno como rehén? ¡Es tan estúpido!
A mí no me parece estúpido, un gato sigue siendo un ser vivo y se merece vivir tanto como una persona humana. Además, los gatos suelen ser más monos que los humanos. Por lo menos es lo que creo yo.
—¿De veras crees que es estúpido, nena? ¡Pues ya verás lo estúpido qué es!
El robot cierra los dedos sobre el cuello del indefenso gatito. ¡No me gusta nada esto! ¿Pero qué puedo hacer? Solo soy... no sé lo que soy... A ver, floto en el aire y soy invisible para todos... Eso quiere decir que posiblemente sea... ¡¿Una fantasma?! ¡¿Es eso lo que soy de verdad!? No sé cómo sentirme...
El robot aprieta el cuello, pero en vez de continuar hasta el CRACK, abre la mano y deja libre al minino que no espera ni un segundo en pirarse de aquella situación tan comprometida. ¡Menos mal! Ahora me pregunta, ¿de verdad a Xoana no le importa la vida del gato o fue una argucia? No sé...
—¡No tienes corazón! Todas las mujeres sois iguales... —El brazo de Ventura queda colgando, derrotado —. ¡Qué más da! Has visto como me he cargado a agentes más experimentados que tú. ¿Por qué no te rindes y ya está, muñeca?
—¿Muñeca? —La cara de Xoana se contagia por el disgusto —. Por favor, no me llames así ¡Y no me pienso rendir nunca!
—¡Una pena! Tendré que pegarte hasta que digas: ¡me rindo, fabuloso ser, ten piedad, por favor!
A pesar de que no me gustó que ella no luchara por el gato, tampoco es que quiera verla como recibe una somanta de palos de aquí al atardecer. ¿Por qué todos tienen que ser tan violentos?
El robot ya se prepara para comenzar a pelearse contra Xoana, pero antes de darle tiempo esta levanta el brazo enseñándole la palma. Una gota de sudor resbala por su mejilla.
—¡Espera un momento! A ti te gustan las películas de los sin sol. ¿No es cierto?
¿Quiénes son esa gente? Es decir, creo que el robot lo mencionó antes, pero no dijeron nada de sobre quiénes eran. Ahora tengo cierta leve curiosidad.
—¿Por qué dices eso? —pregunta y suena la curiosidad en la voz.
—¿Bromeas, no? El 90 % de lo que dices son referencias a pelis de los sin soles. —Xoana sonríe, es un gesto dulce e infantil que resplandece en el rostro igual a un diamante en el barro. Me gusta ella, aunque eso del gato no me gustó demasiado. Pero nadie es perfecto, supongo.
Ventura estalla en carcajada e incluso se golpea el estómago con la mano que le queda.
—¡Tienes toda la razón, forastera! ¡Amo, adoro, idolatro las películas de los sin soles! Ellos sí que eran verdaderos héroes y no los tuyos, enana. Sin hogar, sin familia, sin amigos... los sin soles recorrían el Reino sin descanso solucionando los problemas de la gente común y sin agachar la cabeza ante la autoridad. Hasta que llegasteis vosotros y se acabó la diversión. A ver, ¿qué pretendes?
Ya veo, me parece que me gustan esos sin soles. Creo que a mí eso de ayudar a la gente me parece genial. Además, no creo que me gustaría pertenecer a una organización porque tendrías que hacer lo que ellos te digan lo que tienes que hacer y a mí me da que prefiero ir por libre y a mi rollo.
—Verás, mi especialidad son las armas de fuego. Propongo un duelo entre nosotros dos. ¿No te gustaría hacerlo? Seguro que gustándote tanto los sin soles, tienes alguna pistola.
Se abre un compartimento en el muslo de Ventura y de él saca un revolver.
—¿Qué te parece? Es una Rayo 45, la misma que usó uno de los grandes mitos de los sin soles, el grandísimo Baldomero Barbosa. Prometo que no voy a hacerte demasiado daño. —El robot vuelve a guardar el arma en el compartimento, la mano queda planeando cerca de él —. ¿Cuál es tu arma?
—También una Rayo. Un Nenúfar Revolver. —Desenfunda el arma, es de diseño elegante: en el mango de marfil un grabado de la flor que le da nombre al arma —. ¿Pero no crees que es un poco injusto? Ahora mismo, tú no tienes ningún punto débil pero mírame a mí. Soy toda carne, un disparo y me haces sangrar. ¿Por qué no igualamos un poco las cosas? Deja tu cerebro al descubierto durante el duelo. Así tendré una oportunidad de vencerte, aunque sea pequeña. No deberías preocuparte ¿acaso no eres más rápido que yo? ¿No eres más fuerte?
El silencio se hace un rato y sopla el viento, que suena un poco.
—Está bien... ¡No quiero abusar del sexo débil! Dejaré a la vista mi cerebro, podrás gozar de la ilusión de la victoria durante unos minutos más.
El compartimento localizado en el estómago se abre: un cristal protege un cerebro flotando en un líquido transparente. En el mismo segundo de verlo, la mano de Xoana se convierte en un rayo, desenfunda su revólver y dispara a bocajarro.
Por la fuerza del impacto, el robot retrocede unos cuantos metros y choca contra la pared del cuartel. Una sonrisa aparece en el rostro de Xoana, pero no es una que vaya a durar demasiado.
Su puntería está genial, la bala se estrelló contra el cristal. Pero a pesar del cañonazo que pegó el arma, el material del que está hecho el recipiente está fabricado a prueba de bombas y la bala se quedara incrustada en el vidrio.
No sé, aunque funcionara, ¿no es un poco deshonesto actuar de esa forma? Es decir, ¿se puede hacer cualquier cosa solo para ganar? Pero si tu vida corre peligro, ¿no es lo mejor utilizar trucos y engaños? No sé, pero a mí no me gustan demasiado esas cosas. Parece que al final lo único que sé es que no sé demasiado, que por no saber ni siquiera sé cómo me llamó.
—¡La hostia! ¿Así que un duelo? ¡Mujeres! La mitad de lo que dicen es mentira y la otra, simplemente, es inventado. Lo siento, muñeca.
Ventura dispara y la bala atraviesa limpiamente la mano derecha de Xoana y un chillido de dolor cae de su boca. Ruido metálico en el suelo, sin previo aviso sus dedos han soltado el arma.
Dolor, sangre, la pistola en el suelo, el sol ciega sus ojos, piernas de gelatina. Me duele verla así, pero no puedo hacer nada para ayudarla. Gotas de sangre manchan el pantalón del uniforme y el revólver está a unos centímetros de sus pies, en los ojos de la agente fulge la decisión.
—Ni se te ocurra cogerla, muñeca. Te juro que voy a disparar otra vez.
¿Acaso se hizo el enemigo más alto? Es una torre de hierro fundido, un monstruo indestructible, del brazo amputado saltan chispas y estallidos de electricidad, más que humano, terrible amasijo de metal controlado por la chispa de un fantasma atrapado en un cerebro: último bastión de humanidad. Vaya, no sé de dónde me salieron palabras tan grandes...
Xoana no se deja acobardar y se agacha para recuperar la pistola, pero en el instante en el que lo hace, Ventura disparada de nuevo y una bala se incrusta en el muslo de ella, de esta vez no hay agujero de salida. Pobrecita, yo ya le perdono todo eso del gato. Es que no me gusta nada ver a la gente sufriendo y menos a una cosa tan pequeñita como ella.
Se agarra la pierna, chilla de dolor, incluso las lágrimas escapan de sus ojos. Un lago de sangre en el pantalón, a cada latido engrandece, enloquece, el dolor se distribuye entre la pierna y el brazo, el brazo y la pierna, la rueda de la fortuna del sufrimiento. ¿No hay nada que pueda hacer? Me voy en dirección al robot y zumbo a su alrededor, quiero darle un buen puñetazo, pero no tengo fuerzas para hacerlo.
—¡Para ya so abusón, métete con alguien de tu tamaño! —le grito a la cara, pero el robot no me escucha. ¡Empiezo a pensar que de verdad soy un fantasma! ¿Cómo moriría?
—No te preocupes, no te vas a desangrar. Ahora, quédate quietecita y di: me rindo ante usted. —La voz del robot es inhumana y no solo porque salga de su pecho, ya que su cabeza es inexistente, sino porque carece de la calidad de las cuerdas vocales humanas, es una voz desnuda nacida del metal, la voz de las máquinas ya sin corazón.
"Me rindo ante usted"
Pero esas palabras no las dice la Xoana, a pesar del dolor que siente ella no quiere rendirse. Lleva la mano hacia su revólver y la yema de sus dedos están a punto de besar el mango de nenúfar, pero otro disparo del robot manda su pistola calle abajo.
No se da por vencida, nunca lo hará, ahora es una serpiente dirigiéndose en dirección a su arma. Atrás de ella, deja un camino de sangre, es de un rubí reluciente en la piedra muerta de ese pueblo perdido en la niebla.
—¡No lo pienso hacer! ¡Aún no has acabado conmigo! —grita Xoana, intentando olvidar el dolor de su mano y del muslo perforado. Me parece digno que ella continúe luchando, pero una parte de mí desea que se rinda. ¿Qué haría yo en su situación? Bueno, eso es algo que no puedo saber.
Su avance se ve interrumpido por dos pies vistiendo unas sandalias. La mirada sube por unas largas piernas, el cinturón con la hebilla del astro rey y una chaqueta sobre la camisa blanca propia del uniforme de los Hijos del Sol. En difícil equilibrio, un lazo de color del sol a las doce de la mañana, sobre su oreja izquierda.
—Mi nombre es María Anais Abeal Piñeiro de Agarimo, Hija del Sol y ferviente creyente de Helios, ¡encantada de conocerte, compañera! —. En la mano, una espada de manufactura tosca: nada de otro mundo, un pedazo de hierro.
Acerca la hoja a su nariz conquistada por las pecas, centro de operaciones desde el cual mandan sus tropas a las mejillas. Sonríe, un gesto glorioso rebosante de confianza, parece que la idea de ponerse a pelear la pone bastante contenta.
—¡Despierta, Orgullo Dorado! —grita y levanta el arma al cielo.
Permanece unos instantes en esa misma posición, congelada como si estuviera posando para la portada de un libro malo de fantasía. La carcasa del pecho del robot se agita, percutida por el poderío de su risa. No parece que se esté tomando demasiado en serio a la agente.
—Vaya birria de espada ¿crees de verdad que vas a derrotarme, pecosa? —El pecho de Ventura rebosa confianza.
Como no, él vencido a tres agentes sin mayor mal que perder una mano y la cabeza. Pero debería tener cuidado, que la confianza solo hace que la caída sea más dura.
En un destello la agente desaparece de su vista, Anais aparece delante de él y la espada dibuja una X en la compuerta del estómago. Revienta en cuatro triángulos, desvelando el cerebro, ella sonríe más al descubrir la bala incrustada en el tanque.
—Beep —suelta Anais, la punta de la lengua fuera.
—¡Rayos! —Ventura apunta con la Rayo 45 a Anais, el estoque le secciona el último brazo.
La agente acerca el rostro al frasco, apoya el dedo índice en el trasero del proyectil.
—Tic. —Sonríe como una niña en el día de su cumpleaños.
—¡Ten piedad de un cíborg bueno! —chilla Ventura.
—No hay cíborgs buenos —dice Anais.
Empuja la bala con el índice y el cristal rompe, el cerebro vuela entre pedazos de cristal poniendo en peligro su integridad física. Y aquí llega el momento, la espada Orgullo Dorado corta el aire en un arco y se dirige a toda velocidad hacia el cerebro. Pero cuando está a punto de darle de lo bueno, se escucha:
TOC
Orgullo Dorado se ha pegado tremendo cabezazo contra un globo de cristal, rodea y protege al cerebro de Ventura.
—¡Muhahahahaha! ¿Crees que es tan fácil derrocarme, pecosa? —El cerebro levita en el aire y en un chasquido, surge debajo de él ocho patas metálicas.
Cae al suelo, las puntas de sus nuevas piernas repiquetean en la piedra, es una burla, es una risa, es una provocación. Si Ventura tuviera trasero, sin duda le estaría haciendo un calvo a la pecosa. Anais bufa y la furia es su copiloto cuando apunta con la espada a Ventura, a lo que quedó reducido: una araña de metal a un cerebro sin más.
—¡Helios bendito...! ¿Qué pretendes? ¡Eso es trampa! ¡Deja que te aplaste de una vez! —Sin pensar en la integridad física de su espada, Anais la utiliza al modo de martillo.
La espada choca contra piedra, pues la araña cerebro ha dado un salto a la izquierda. Giro de pies, ella es una peonza, la espada provoca sombra sobre la araña y antes de que pueda darle el golpe de gracia: un salto a la izquierda salva al robot. Pero Anais no tiene demasiada suerte, porque Ventura es ágil como un mono y esquiva todos los golpes que le manda la espada.
—¿Por qué no te quedas quieto un poco? ¡Me estás mareando! —ruge Anais, el mango de la espada tiembla de nuevo.
—Puedo hacer esto todo el día, pero lo que no puedo es seguir atacándote. ¿Qué dices de una tregua, agente? —dice Ventura.
—Tregua... ¿Una tregua? ¡¿Una tregua?! ¡¡Me parece perfecto!! A mí ni siquiera me va mucho eso de pelear... ¡Y estoy cansada! —exclama Anais y pone en la cara una sonrisa tan grande como el sol. A mí me parece bien eso de una tregua, que tampoco es que me gusta ver cómo la gente se parte los piños. Aunque una de esa gente es robot.
—¡¡Perfecto!! ¡¡Y también es genial que, técnicamente, no he sido derrotado!! La Profesora seguro que estará contenta conmigo... Y la próxima vez que nos veamos, ¡seré mucho más fuerte! —riéndose de manera escandalosa, Ventura corre plaza arriba.
—¡Si yo no acabo muerta lo considero una victoria! —dice Anais y coge la espada, la menea arriba y abajo, está bastante contenta. No derrotó a su enemigo, pero también es cierto que logró terminar el conflicto y eso, al final, creo que es lo más importante.
—¡De nuevo hemos vencido al mal, Orgullo Dorado! Pero... ¿No fue lo mío un poco ridículo? —pregunta Anais, envaina el arma y se cubre las pecas con las manos, avergonzada hasta las bragas —. ¡Ay! ¡Por Helios! Menuda primera impresión le he dado a la nueva ¿qué pensará de mí? ¿Qué pensará de mí? ¡No me atrevo a mirar! Ya estoy viendo su cara de decepción ante mí... Ante mi huida...
Al final, sí que tuvo el valor para mirar a la nueva y suspira de alivio: la batalla por fin se ha cobrado peaje con Xoana, debido a la pérdida de sangre se desmayó.
—¡Ay, no! Hay que llevarla directamente a la enfermería... —dice y coge en brazos a la desdichada desangrada, o por lo menos en proceso de estarlo —. ¡Anda! Qué poco pesa está tía... ¡Mejor así, mejor así!
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