53. El sueño maravilloso
Pues eso, conduje a esos dos aventureros de cuyos nombres no me acuerdo. De todas formas, poco importa y además están muertos. ¡Yo no tuve nada que ver con eso! Por lo menos no de manera consciente, que matar gente inocente no es algo que suela hacer.
¿Por dónde iba? Ah, pues en nada llegamos a las puertas blancas del pueblo. El hombre era súperdesconfiado, estudiaba las puertas con una expresión tan irritante que me dieron unas ganas tremendas de arrearle dos bofetadas bien dadas. Pero como la violencia no ayudaría en nada, me limité a decirle con voz de cabreada:
—¿Pero qué te pasa ahora...? ¿No son las murallas de mi pueblo lo suficientemente buenas para ti o qué?
Él me miró con unos ojos hostiles.
—¿Dónde está el símbolo del VHX? Si esto es parte de la VHX, entonces... ¿Dónde está? ¿No debería estar sobre la puerta? —me preguntó y me lanzó una sonrisa de superioridad, como si me hubiera pillado la mentira. Nada más lejos de la realidad.
—¿Tú entiendes lo que es una base secreta? ¿Secreta? —pregunté, soltando la palabra despacito.
Él no me contestó, pero me miró con cara de pocos amigos. Era evidente: no le caía nada bien y el sentimiento era más que mutuo. De todas formas, ya era demasiado tarde para hacer otra cosa que seguirme porque si decía de no entrar en el pueblo, lo que le quedaba era un páramo desolado habitado por monstruos y en cuanto el frasquito espanta caídos se agotase también lo haría su suerte.
Los guardias de las torretas nos vieron y avisaron a los de la puerta para que abrieran. Así pues, entramos por fin en el pueblo y fuimos recibidos por Caraperro y otro sujeto de cuyo nombre ni me acuerdo.
—¡Buenos días! Sed bienvenidos, la verdad es que tenéis suerte de que Melinda os haya encontrado... porque si no lo más seguro es que hubierais acabado en el estómago de un monstruo cualquiera —dijo el otro guardia, les ofreció unos vasos de agua y los dos se lo tomaron en dos tragos.
—¿De verdad esto es una base secreta de la VHX? —preguntó el aventurero, seguía desconfiando y hacía bien. Desgraciadamente, no le serviría para absolutamente nada.
—Eso es un secreto —le contestó el guardia guiñándole un ojo.
Eso pareció tranquilizar al hombre. Y fue bueno porque no me dio el coñazo durante unos minutos, pero no tanto como quisiera porque cuando estábamos a mitad de camino del Gran Cuadrado, que era a dónde íbamos, el hombre me preguntó:
—¿Adónde vamos?
—Al Gran Cuadrado. Tenéis que ver al Líder, todos los que llegan el pueblo tienen que hablar con él sí o sí —le dije.
—¿Líder...? —murmuró la mujer, lo primero que decía en mucho tiempo.
Quizás ella también se daba cuenta de que algo iba mal y, lo que era peor, no se podía hacer nada para evitarlo. Supongo que sería más o menos como estar en una horrenda pesadilla.
—El Líder Cris, es el que manda aquí. Yo soy Melinda y no soy lideresa de nada, pero sé lanzar bolas de fuego por las manos y eso es genial —dije levantando la cabeza, mostrándome orgullosa porque es cómo debería estarlo teniendo una habilidad tan genial como esa.
—¿Pero qué dices...? —me preguntó el hombre y, como una imagen vale más que mil palabras, levanté la mano al cielo y grité a todo pulmón:
—¡¡Bola de fuego!!
Los dos se quedaron asombrados, pero no aplaudieron.
Al poco, llegamos a la entrada del Gran Cuadrado y, tal como su nombre indica, es un cuadrado bastante grande. Yo entré, los dos aventureros se quedaron en el umbral y a mí su actitud ya me estaba cabreando un poco bastante.
Después de que les salvara la vida, ¿todavía eran capaces de dudar de mis buenas intenciones? Es decir, al final resulta que hacía bien, pero era totalmente cierto que mis intenciones eran de las mejores porque no tenía ni idea de lo que tenía pensado hacer el Líder con ellos dos.
—¿Pero se puede saber lo que os pasa, jolines? ¡Sois de lo más raro! —les recriminé.
—Todo esto es muy extraño, Melinda... ¿Por qué todos vestís de blanco? Y todos los edificios son cuadrados... —murmuró la mujer, hablaba en un tono raro, como si se estuviera durmiendo.
—¡Yo solo soy una niña, jolín! Si nunca salí del pueblo... ¿Cómo voy a pensar que es raro algo que para mí es de lo más normal? El Líder os contestará, id con él y ya os dirá todo lo que tenéis que saber, ¿vale? No seas como gatos en día de lluvia —les dije.
El hombre gruñó, pero no dijo nada que pudiera ser entendido como lenguaje humano. La mujer bajó la cabeza, quizás avergonzada por las continuas dudas que escupía por la boca. Después de eso, me siguieron con las bocas cerradas.
Caminamos por el interior del Gran Cuadrado, por corredores blancos vacíos de personas e incluso de sonidos. Los, guíe hasta la habitación en dónde guardan a Libro, en realidad solo hasta las puertas: a mí no me tenían permitido entrar y eso no me gustaba nada porque, después de encontrar a mamá, lo que más quería hacer era estar junto a Libro.
Llamé a la puerta y, al cabo de un rato, apareció el Líder. Cris era un hombre grande y fuerte, con una barba poderosa y una mirada aguda. Sonreía, parecía amigable, pero había oscuridad en él y nunca me sentí demasiado cómoda estando a su lado. Al ver que venía acompañada dijo:
—Melinda, has encontrado más Almas Pérdidas. No me esperaba otra cosa de ti. Tu trabajo ya está hecho, puedes volver a tu casa.
—¿No podía acercarme un poco a Libro? Es que...
No fui capaz de terminar la frase, porque me quedé sin palabras. ¿Cómo expresar lo que yo sentía por Libro? Era imposible, súperimposible, a pesar de que yo era tan genial. La culpa la tenía el diccionario, que aún no se había inventado palabra para expresar lo que quería decir.
—Eso cuando seas mayor, Melinda. Por favor, vete. Vosotros dos, acercaos —ordenó a los aventureros y era como si toda voluntad se perdiera ante las palabras del Líder. Se movieron hacia él con la misma vida que títeres y ni siquiera se despidieron de mí. No me lo tomé a mal, todas las Almas Perdidas actúan de la misma manera en cuanto entran en el pueblo, es como si se fueran quedando dormidos.
Caminaba en dirección a la puerta, con la cabeza gacha, con tristeza en el corazón por no acercarme a Libro: pero entonces una idea explotó en mi cabeza. ¿Por qué no correr como si la vida me fuera en ella, llegar hasta Libro y tocarlo? Sabía que sería severamente castigada, incluso puede que me metieran en el Hoyo, pero... de verdad que quería hacerlo y, pese al castigo, estaba más que segura de que merecería la pena.
Abrí la puerta con cuidado y metí la cabeza para ver cuál sería la mejor ruta para llegar hasta Libro. Me quedé de piedra porque había visto algo realmente horrendo, algo que no me esperaba ni en mil años, algo malo, pero malo de verdad.
Los dos aventureros estaban justo en el centro de la sala blanca, tumbados en un rectángulo. ¿Y te puedes creer que estaban bien desnuditos? Eso me dio un poco de vergüenza y asco, me recordó a esos vídeos de adultos que tenía mamá y ver esas cosas no me gustaba nada de nada. Cris se encontraba al lado del rectángulo, con un cuchillo en la mano y le hablaba a Libro, que se encontraba sobre un altar al fondo de la sala.
—¡Oh, Libro maldito vomitado del estómago de la nada! ¡Ilumínanos con tu oscuridad! ¡De nuevo, te presentamos con dos sacrificios, para contentar a tu malignidad, para que abras el secreto de tus páginas! ¡Yo soy digno de recibir tu oscura sabiduría, Libro sin nombre!
Todo aquello era más raro que un perro verde, pero las cosas se iban a poner incluso peor. Cris se acercó a los dos aventureros y pese a que no estaban amarrados ni nada por el estilo ellos no hicieron nada por escaparse. El Líder levantó el cuchillo al cielo y gritó:
—¡Te ofrecemos estos dos nuevos sacrificios, Libro sin nombre! ¡Qué sean del gusto de tu voraz apetito! —exclamó.
¿Y te puedes creer que clavó el cuchillo en el estómago del hombre? ¿Cómo podía hacer una cosa así? La hoja tintada de sangre caía y caía sobre el estómago del hombre y la mujer de al lado no hacía nada de nada. Ahí fue cuando sentí una mano sobre mi hombro y al darme la vuelta descubrí a dos guardias. Eso era malo, podía significar unos días metida en el Hoyo.
—¿Has visto algo? —me preguntó.
—¡Claro que vi algo! Como se cargaban al estúpido del aventurero ese. ¿Y qué? Yo solo quiero hablar con el Libro, ¿no puedo entrar? —les pregunté, intentando que la voz no me temblase.
Los dos guardias se lanzaron una mirada precavida y yo les miraba, con la cabeza bien alta, con los ojos bien encendidos e intentando que no se mostrase en nada de mí lo que me había afectado ver la muerte del hombre aquel.
¡Puede que fuera un capullo de campeonato, pero no se merecía morir! Y entonces me di cuenta de una cosa, ¿habría sido aquel el destino de todas las Almas Perdidas que había llevado hasta allí? ¡Eso era bastante asqueroso!
—¿Y no te importa? —me preguntó uno de los guardias.
Yo, para indicar mejor que no me importaba, hice una pedorreta.
—¿Qué me va a importar a mí que unos cuantos idiotas muertos? ¡Y sí además es por el bien del Libro, pues mejor que mejor de los mejores! —les dije yo, poniendo toda mi alma en mi mentira.
—Está bien, se lo tenemos que contar al líder... —dijo uno de los guardias y yo me encogí de hombros.
—¿Vamos ahora o qué? —les pregunté, a pesar de que sabía que en esos instantes era bastante posible que estuviera matando a la mujer y no tenía ni idea de si sería capaz de mantener la fachada.
—No, no hace falta. Mejor vete a tu casa, ya informaremos al líder más tarde —dijo uno de los guardias y por fin pude respirar tranquila.
Pues eso, me fui a casa y estuve bastante nerviosa toda la tarde. Sin salir de ella, ni nada, mirando la televisión, pero sin ser capaz de entender nada de lo que veía. ¡Resultaba que en el pueblo matábamos gente! Puede que eso fuera la razón por la que mamá se marchó, pero... ¿Por qué no me había llevado con ella? La echaba mucho, mucho, mucho de menos, a pesar de su política de azotes en el culo cuando me portaba mal que, junto a mi inherente comportamiento rebelde, le hacían flaco favor a mis posaderas. Pero era mi única familia y la quiero mucho y mi mayor deseo es volver a verla.
—Tengo que largarme de este agujero de locos... —me dije y nada más brotar las palabras de mi boca me di cuenta de que era una idea genial. Irme bien lejos para no volver nunca jamás.
Lo único que me impedía hacerlo era Libro porque no quería dejarlo solo con el loco del Líder. ¡Estaba segura de que no le gustaba nada los sacrificios humanos que le hacían!
Daba vueltas en la cama de un lado a otro, pensando en alguna manera fácil de solucionar el problema, pero por más que le diera a la materia gris no se me ocurría nada de nada y al final me quedé bien dormidita.
Soñé con Libro, a veces soñaba con él, sueños vívidos casi reales, sueños maravillosos que me hacían temblar de felicidad. En el de esa noche, estábamos los dos en una playa y yo llevaba un bikini fabuloso. Era rosa con unos preciosos corazones que sonreían, quedaba todo muy cuco. Estaba tumbada en la arena tomando el sol y Libro se encontraba a mi lado.
—Jo, me lo estoy pasando de muerte, Libro. ¡Es una pena que esto sea un sueño! —dije, si aquello fuera la vida real explotaría de felicidad.
—Es un sueño compartido, Melinda —me dijo Libro.
—Ya, ya... pero sigue sin ser real... Cuando me despierte, volveré al pueblo y... Hoy vi lo que pasaba cuando le llevamos las Almas Perdidas al Líder... —dije y me sentí triste, era un asco que vivieras solo para terminar siendo un sacrificio humano.
—Siento mucho que hayas visto eso... —dijo Libro, con cierto pesar en su voz.
—¿Te gusta? —le pregunté y me temía la respuesta, porque si decía que sí, que él quería eso... no sabría cómo responder.
—No, no me gusta. Yo no quiero eso. No sé de dónde se sacó ese hombre que para abrirme es necesario el sacrificio de personas humanas... No se merecen los secretos que guardo, en cambio tú... —me dijo Libro y mi corazón comenzó a latir a toda velocidad.
—¿En cambio qué? —le pregunté.
—Tú eres diferente, Melinda. Tú eres perfecta para usarme, para leer mis páginas, descubrir mis secretos, usar mis hechizos... —me dijo él y yo me alegré un montón. ¡Era la cosa más bonita que me habían dicho en la vida!
—¿De verdad de la buena? —le pregunté y sonreía tanto que temía que se me fuera a escapar la boca de la cara.
—Sí, de verdad —dijo Libro y yo me lancé a él para darle un fuerte abrazo.
—¡Qué alegría me das! ¡Desde siempre quise leerte, Libro! ¡Seguro que tienes un montón de cosas divertidas ahí dentro! —le dije, pero al separarme de él, la duda me asaltó —. Pero... ¿Por qué yo?
—Porque me caes bien —me dijo Libro y casi se me saltan las lágrimas.
A poca gente le caigo bien e incluso hay idiotas que me lo dicen a la cara sin ningún tipo de vergüenza. Escuchar a Libro decirme que le caía bien se sentía genial por dentro.
—A mí también me caes bien... —murmuré.
—Ahora que has visto lo que hacen con las Almas Pérdidas es importante que nos vayamos del pueblo cuanto antes. Vas a tener que liberarme —dijo Libro.
—Pero... Sé que soy fuerte, jolines. Y que lanzo bolas de fuego, pero... Cris me da miedo —confesé, él era muy grande y también muy fuerte.
—Tengo un hechizo en mi interior que nos ayudará: solo tienes que tocarme y todo se solucionará —dijo Libro.
—Está bien... confiaré en ti, Libro —le dije, a pesar de que tenía miedo quería arriesgarme por un futuro mejor. Es decir, uno en el que no estuviera encerrada en aquel pueblo miserable y Libro estuviera junto a mí.
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