142. Embobada

 Alarico se miraba en un espejo de cuerpo entero, vestía con un esmoquin de color morado, de unos tonos oscuros que le proporcionaban una sensación de atractivo misterio. Se ajustó la pajarita y le lanzó un guiño a su reflejo, acompañando el gesto con una sonrisa que dejó al descubierto la destellante blancura de su dentadura.

Aunque me resultó raro ver que la llevaba puesta por encima del aquel collar de perro que había visto antes. ¿Por qué lo llevaba puesto? Creo recordar que había comentado para sí algo acerca de su madre, en el momento en que aquellos recuerdos se iniciaron... 

Me quedé embobada al observar aquel rostro del cual emanaba una fortaleza marcada en el perfil varonil de los pómulos, acentuada en aquel mentón pronunciado y perfeccionada en esa mirada que deslumbraba con una seguridad de hierro.

Era indudable que Alarico me gustaba bastante y creo que era normal. Debido a que había perdido la memoria, yo era una chica sin experiencia ni en la vida ni en el amor. Así pues, ¿cómo podría resistirme si me ponían delante a alguien tan atractivo como él?

Además, me daba la sensación de que Alarico también se interesaba por mí. Esta era la conclusión a la que llegaba al ver, a través de sus ojos, las interacciones entre el mouro y la otra Zeltia. De todas maneras, me carcomía por dentro la idea de que la versión mía que le gustaba a Alarico era la yo del pasado y no podía evitar preguntarme: ¿Qué pensaría de la yo del presente?

No era esta la única preocupación que se revolvía en mi interior, había otra a la que no quería prestar demasiada atención: ¿Y si aquellos recuerdos que me mostraba el mouro no eran nada más que invenciones suyas creadas para manipularme? A fin de cuentas, ¿por qué iba a mostrar alguien como Alarico interés por mí?

Unos golpes sonaron en la puerta del dormitorio del mouro.

—¿Se puede entrar?

—Por supuesto, Zeltia.

Mi yo del pasado apareció en la habitación del mouro, luciendo un vestido de una sola pieza cuya tela imitaba una noche de oscuridad solemne, alegrada e iluminada por el brillo de una multitud de estrellas. No lo digo porque fuera yo, pero el vestido le quedaba de fábula a la otra Zeltia: la oscuridad rimaba con la piel pálida y relucía en contraste el fiero cabello rojo que en esta ocasión se encontraba domado por el poder del peine.

Tengo que confesar que me sentí un poco avergonzada, ya que desde que me había despertado en aquella realidad con la cabeza vacía, no me había molestado demasiado con mi apariencia. A ver, se podría decir que era normal, pues había estado bastante ocupada por todo lo que el hotel me había echado encima: las sombras, el doppelgänger de mi madre, la situación con las hermanas Forte, todo el lío con Cate...

—Estás muy guapa, Zeltia.

Vale, me encantaría un montón que Alarico me lanzara ese cumplido a mí. Sí, la otra Zeltia era yo, pero no era lo mismo revivir los recuerdos a través de los ojos del mouro que experimentarlos en carne y hueso. Además, sentí unos ligeros celos royéndome el estómago y eran sentimientos idiotas, ¡pero qué se le va a hacer, el corazón es un órgano estúpido que hace te comportes como una imbécil!

Al escuchar el elogio, aquella Zeltia se ruborizó, bajó la cabeza, sin poder ocultar una gran sonrisa en el rostro cubierto de pecas y, en un gesto de claro nerviosismo, se aferró a las faldas del vestido. Aquella actitud tímida creo que sí era más parecida a como yo me comportaba y me hizo pensar que quizás no fuéramos tan diferentes como había pensado en un principio.

—Gracias, pero la mayor parte del mérito se lo lleva el vestido que me has dejado.

Alarico se acercó a ella y la otra Zeltia quedó pequeña ante el tamaño del mouro. Nada más que una muchacha frágil y perdida en la inmensidad de aquel hotel extraño, pero una que tuvo la suerte de encontrarse con alguien que, lejos de aprovecharse, la ayudaba y le daba cobijo.

Lo triste es que al final, pese a todo lo que Alarico hacía por ella, no iba a servir de demasiado. El futuro de esa Zeltia ya estaba escrito y, lo quisiera o no, terminaría desmemoriada, perdida en el bosque y dormida en una cama.

—No, no es el vestido. Eres tú, Zeltia. Esa semana que he pasado junto a ti ha sido la mejor que he tenido en mucho tiempo. Antes de que tú vinieras, estaba a punto de rendirme porque el futuro que veía no podía ser peor. Ya no es así, gracias a ti he recuperado la esperanza —decía Alarico, un susurro dulce de palabras solo para los oídos de aquella agraciada Zeltia, la cual escuchaba con la boca abierta y unos ojos que relucían al igual que las estrellas de su vestido.

Durante unos instantes, pensé que se besarían y no sabía sí quería que lo hicieran o no. No obstante, esa Zeltia de mejillas ardientes se apartó velozmente de Alarico y habló con una voz chillona:

—¡Sí, yo también me lo estoy pasando bien contigo! ¡Pero tenemos que apresurarnos para conseguir el mapa! ¿No? Y una cosa que me preguntaba, ¿por qué tenemos que vestirnos de una manera tan elegante para hacerlo?

—Si queremos encontrar a Esus, tenemos que ir a su club y a pesar de lo malo que es el dueño, tengo que reconocer que su local está bastante bien. Simplemente, creo que será divertido ir vestidos de esta forma para intentar disfrutar un poco de la situación. ¿No te parece que es triste pasarse todo el tiempo preocupados? Además, todavía guardo la esperanza de que podamos salir de esta sin meternos en ningún combate, ¿no sería esta la mejor solución? —preguntó Alarico.

—Sí, eso sería sencillamente ideal. 

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top