104. La tormenta

 Del interior de la grieta salen disparadas dos cosas: la primera es un libro con una cara... Oh, oh... Un escalofrío me recorre el cuerpo mientras mi mirada se lanza en dirección a la segunda cosa.

¡Es una niña, una niña que conozco, Melinda, mi hermana! ¡¿Pero cómo esto posible ser es?! ¿¡Cómo llegar hasta aquí pudo?! ¡¡Y tendría que tener como unos cincuenta años, pero sigue siendo una mocosa!! ¡¡Estoy tan confusa que me comienza a doler la cabeza y eso que ni siquiera tenga una!! ¡¡Ni siquiera cambió nada!!

Bueno, ella sí que cambió, pero para peor, porque está bastante molida, sin su sombrero especial, toda despeinada, con su brazo derecho colgando sin vida. ¿Pero qué le pasó a mi pobre hermanita? Con bastante dificultad, Melinda se levanta y mira a su alrededor, me recuerda a un animalillo asustado.

—Jolines... ¿Dónde estoy...? —pregunta, con la mano sana sobre el brazo dañado y entonces se fija en la Xoana, que está tan confusa como yo.

—¡Melinda, soy yo! ¡Tu hermana Sabela! —le digo, porque con lo rara qué es la pobre puede que me escuche y todo. Pero nada...

La mocosa se acerca con paso tambaleante a Xoana y le grita

—¡Tú, la niña! ¡Llama a los aventureros, que viene algo malo, pero malo de verdad!

Melinda consigue ponerse en el principio de las pequeñas escaleras que llevan a la puerta del cuartel, justo delante de Xoana y ambas son, más o menos, de la misma altura. Estoy bastante preocupada por mi hermana, que parece que se va desmayar en cualquier momento.

—¿Qué dices de aventureros? ¡Si no existen desde hace como veinte años! ¡¡Y no soy ninguna niña!! —le contesta Xoana y se le ponen las mejillas rojas.

—¡Que veinte años ni que veinte anos! ¡Qué te digo que viene algo peligroso por esa grieta, mocosa! —grita Melinda y patalea con enfurruñamiento.

La indignación de Xoana se convierte en preocupación cuando le lanza una rápida mirada a la grieta.

—Tranquilízate, no soy ninguna niña... Soy una adulta, una Hija del Sol y dime, ¿de qué estás hablando? ¿Qué es ese peligro del que hablas? —pregunta Xoana.

—¡¡Un ascendido, viene uno y no te creas esos cuentos de que son personas que alcanzaron la paz mental!! ¡¡Qué este está supercabreado y me quiere pulverizar!! —gime Melinda mientras lanza miradas asustadas a la grieta.

—Un ascendido... pero qué me estás contando... —dice Xoana.

¿Pero en qué clase de problemas se metió la mocosa cuando no estaba mirando? ¿Cómo puede ser posible que la muy idiota se hiciera enemiga de una de las criaturas más poderosas de todo el Páramo Verde? ¡Esta niña sí que es un peligro de verdad! ¡Y, por si fuera poco, tiene que traer justamente ese monstruo dónde estoy yo! Bueno... si está en problemas quiero ayudarla, pero... ¿No podían ser problemas más cotidianos?

—¡Lo que te digo, jolines! ¿Hay alguien fuerte por aquí? ¿Alguien que pueda matar a un ascendido? —pregunta Melinda, con una mano sobre su brazo herido.

—¿Pero estás hablando en serio...? —pregunta Xoana.

—¡Qué sí, qué sí! Un ascendido que me odia un montón y me quiere bien muerta y... —Melinda lanza la mirada hacia atrás y palidece —. Ahí viene...

Algo está saliendo de la grieta, no escupido como Melinda, sino que lo hace con lentitud y control. Primero, son los pies, le siguen las piernas, después el pito que lo tiene dorado, la barriga, los pectorales, los brazos y por último la cara, con unos pelos que es como si fueran llamas.

La verdad es que el tipo ese está en buena forma, con todos los músculos bien marcados y definidos, sin una pizca de grasa en todo el cuerpo. Su cara me suena de algo, pero creo que me acordaría de alguien que fuera amarillo y brillante.

—¡¿Por qué tendría que haberme seguido el imbécil este?! —grita Melinda y camina rápido en dirección a Libro, que le queda a unos metros de distancia calle abajo.

Antes de que pueda llegar, la cabeza del ascendido gira en dirección a Libro y sus ojos se iluminan. ¡Dos poderosos rayos que parecen surgir de un sol salen disparados e impactan directamente sobre Libro, convirtiéndolo en cenizas!

De él solo quedan unas bolitas negras, creo que es el alma de Libro. Flotan en dirección a Melinda, que se cae de rodillas al suelo y tiene los ojos inundados por las lágrimas. La energía negra entra en ella, pero creo que mi hermana no se dio cuenta.

—¡¿Por qué tuviste que hacer eso?!—grita Melinda, se levanta de un salto y la tristeza da paso a la rabia, apunta al ascendido con la mano izquierda y chilla: — ¡Bola de fuego!

De los dedos de la mocosa le sale disparada la susodicha bola de fuego que se le estampa en todo el pecho al ascendido... y no le hace nada de daño. ¡Eso es como intentar matar a un elefante con un matamoscas!

—¡Ratas! —grita Xoana y corre en dirección al ascendido.

Él se la queda mirando, pero no intenta atacarla ni nada. Ni siquiera cuando la hoja oscura le atraviesa el estómago, pero no le hace daño ninguno porque la herida se le cierra inmediatamente.

Bueno, sí que la ataca, que le da un manotazo que manda a la pobre de Xoana plaza arriba. Pero más bien fue como el gesto de un cualquiera quitándose de encima una mosca pesada. Xoana cae al suelo, da unas cuantas vueltas y por fin se queda quieta parada, pero no creo que fuera un golpe lo suficientemente fuerte como para matarla.

¿Por qué tiene que pasar esto justamente ahora? ¡Después de todos los enemigos que los Hijos del Sol derrotaron tenía que venir uno más! Miro a Melinda y hasta siento un poco de rabia: ¡Es que mira que se mete en problemas la mocosa! Es como si fuera un imán de la mala suerte...

Un punto negro corre en dirección al ascendido. Es un señor diminuto que galopa que se las pela... ¡Es Aah! Me olvidé de que, como su corazón es irrompible, a él no se le puede matar...

¿No dijera Branca que sería malo que la controlase a ella porque era como muy fuerte? Pues supongo que no será demasiado bueno que posea a un ascendido... ¡Incluso puede que fuera peor! Tengo que evitarlo, ¡tengo que hacer algo!

¡Me lanzo en dirección a Aah! Pero antes de que tenga tiempo de darle un buen golpe, siento tanto calor que estoy segura de que me voy derretir, ¡no sabía yo que los fantasmas fueran capaces de sentir dolor!

Al mirar hacia el ascendido descubro que fue él quien me atacó con sus rayos, ¡pero será idiota el muy cretino! Caigo al suelo, no tengo fuerzas para levantarme. Después, veo desesperada como el pequeño hombrecillo corre como si llevase detrás de su trasero una jauría de perros rabiosos, siempre en dirección al ascendido.

—¡Cuidado, so imbécil! —le grito al ascendido, que puede que fuera nuestro enemigo, pero estoy completamente segura de que Aah es un enemigo mucho más peligroso y si juntas a los dos, pues se va liar muchísimo. ¿Tendría el poder necesario para hacer algo parecido a la Maldición?

¡Pero nada, el ascendido camina en dirección a la pobre Melinda que, después de que la bola de fuego resultara inútil y destrozado Libro, estaba bastante derrotada! Temblorosa y sentada en el suelo, intenta huir del ascendido a la manera de los cangrejos.

También la Xoana está fuera de combate, después de ser lanzada por los aires como si fuera una pelota. Y yo... Yo también estoy fatal, que con una de sus miradas de rayo solar me dejara para el arrastre.

Lo veo todo, veo como el señor de los sueños salta al hombro del ascendido y se introduce por su oreja y, de inmediato, este lanza un aullido arrollador, se lleva las manos a la cabeza y su rostro dorado se ve golpeado por latigazos de dolor. De pronto, levanta la cabeza al firmamento y de sus ojos salen disparados dos gigantescos rayos que acuchillan las nubes.

Deja en el cielo un círculo abierto por donde se puede ver el azul mientras el sol deja caer sus rayos sobre el ascendido, este pega las rodillas al suelo y la cabeza se le cae a un lado, como si se quedara dormido. Entonces, la frente comienza a hincharse de mala manera.

El brazo derecho se le cae del lugar donde normalmente está y se retuerce en el suelo, como pez fuera del agua, hasta que al poco se paran los temblores. De la herida abierta le surgen un manojo de brazos temblorosos que no tardan nada en caer y fundirse en una masa de carne.

En la cabeza hinchada se abre una boca que se rompe en un aullido, no tarda demasiado en nacer una más y una más y una más. Todas ellas gritan sin palabras en el momento en que las piernas se unen en una masa de carne uniforme en la que ya no hay ni pies ni tampoco dedos del pie.

La cabeza gigantesca del ascendido cae al suelo, pero eso no le quita de que siga gritando aullidos sin control que te perforan los oídos. A esa cabeza cortada le nacen dos brazos: uno en la frente y el otro en el mentón, los utiliza para moverse en dirección a Melinda, quien está sentada temblando de pies a cabeza y con un grito mudo dibujado en la boca.

Del cuello cortado de aquella criatura horrenda le mana un río de sangre, marcando el camino que la lleva directa a la pobre Melinda. Su movimiento va haciéndose cada vez más lento y me alivia pensar que así nunca llegará hasta mi hermana. ¡Pero entonces el muy desgraciado abre la boca dejando a la vista la lengua, no una normal sino una que tiene unos ojillos como de caracol! No pierde ni un segundo en salir de la cabeza y arrastrarse velozmente en dirección a la Melinda.

Es talmente como un caracol macabro, con el cuerpo en forma de lengua y siendo la cabeza su concha. ¡Y no sé qué le hará a mi hermana cuando llegué a su lado, pero de lo que estoy completamente segura es que no será nada bueno! Pero la pobre no escapa, está como paralizada y no se mueve ni un pelo...

—¡Pero aléjate de esa cosa, so mocosa! —le grito a Melinda, pero cómo sé que no me puede escuchar me lanzo a toda velocidad en dirección a la lengua caracol.

¡Y para mi sorpresa soy capaz de darle tremendo golpetazo que la manda volando unos metros! ¡Genial, por lo menos puedo hacer algo en contra de esa cosa! ¡Lo malo es que me dio un ascazo tremendo tocar con mi cuerpo fantasmal a aquella lengua!

—¡¡Bola de fuego!! —grita Melinda y las llamas rodean al monstruoso caracol, este chilla, se retuerce en agonía y es bastante satisfactorio ver cómo muere. Y me alegro de que mi hermana se recuperara del estupor en el que estaba sumergida.

Melinda se levanta, pero sus piernas tiemblan un montón y cae de nuevo. ¿Cuántas bolas de fuego podrá tirar hasta quedarse agotada? Libro, al morir, le dio algo de energía, así que debería poder lanzar unas cuantas más... pero al mirarle la cara, me doy cuenta de que está cansada.

Melinda está mirando al ascendido con la boca abierta. Fascinada por la terrible visión que tiene delante, ¡y hace eso en vez de huir! Pero... ¿A dónde? Si el alma de un ascendido puede ser comparable a la de una moura y una moura fue la que creó Maldición... ¿Qué maldades podrá hacer el nuevo monstruo?

Del cuello del ascendido le comienza a salir otra cabeza, una que conozco demasiado bien: los ojos abultados, la nariz sin carne de dos agujeros, aquella boca con dientes como cuchillas de afeitar... es el payaso, también el señor de los sueños, es aquel desgraciado de Aah...

El dorado de su cuerpo comienza a desaparecer, tomando un tono carnoso y desagradable, el mismo tono que tenía cuando lo vi en el Río de las Almas. Se está convirtiendo de nuevo en la misma criatura de antes... no, esto es algo peor. Porque va tener más poder que antes...

Tres brazos acabados en garras le salen de la parte derecha del cuerpo, del sitio de donde le cayó el anterior brazo, y los nuevos se le quedan levantados con aire amenazador. La espalda comienza a crecer y a hincharse, marcándose las vértebras de forma grimosa, mientras del sitio donde antes estaban sus piernas, y ahora es una masa uniforme, la carne se agita y le nacen unos tentáculos que no dejan de moverse ni un segundo, golpeando con insistencia el suelo.

La espalda abultada se abre como en cuatro trozos de carne que son como pétalos de una flor asquerosa, con dientes afilados a lo largo de cada uno de ellos. Del interior, surge una lengua que se agita en dirección al cielo y aquella boca de la espalda rompe un tremendo y aterrador aullido.

Melinda chilla, se tapa las orejas y echa la cabeza hacia delante.

No sé cómo las cosas podrían empeorar... 

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