100. El cobarde valiente
Vuelo por el bosque a toda velocidad, cruzo la puerta que lleva al Museo Extraño y salgo disparada hacia arriba atravesando el techo. Me pongo por encima de los tejados y me lanzo en dirección a la iglesia en donde está Vitiza. ¡Xoana y Ventura ya deberían de estar allí!
Vuelo a toda velocidad, vuelo por encima de las chimeneas y las tejas, de las calles vacías de gente, por debajo de un cielo cubierto de nubes grises. Estoy preocupada, ¡es que me pasé un montón de tiempo de charla con la Branca! ¿Habrá comenzado ya la pelea contra Caligo? ¡De verdad espero que no!
Al acercarme a la pequeña plaza del Pan, me encuentro con que allí hay animación: ¡Allí se juntaron una gran cantidad de esos pequeños caballeros tan irritantes! Aunque lo que más llama la atención es un monstruo que se encuentra entre ellos y que nunca antes lo viera.
Tiene los brazos y piernas bien delgaduchos y largos, tanto que hasta dan grima, y su cuerpo es casi una bola de carne deforme con una cabeza que le sale sin cuello, con un morro alargado que le da unas pintas de animal: como si fuera una cabra o algo por el estilo.
La espalda está en continuo movimiento, como la superficie del mar siendo acariciada por el viento, y al acercarme un poco puedo ver la razón. De allí le surgen cabezas pequeñas cubiertas por cascos, piernecitas y brazos que tienen agarrados espadas: ¡Es de aquella criatura de dónde nacen los caballeritos!
El monstruo está escribiendo a toda velocidad en un papel y, cuando termina, se lo guarda en un bolso que tiene colgado del cuello. Nada más hacerlo, comienza a escribir en un nuevo papel.
¡Reconozco con lo que está escribiendo! ¡Es la Pluma de Jano! Entonces él es Carlos... Bueno, por lo menos parece que ahora ya no tiene problemas para escribir, pero... ¿Merecía la pena convertirse en un monstruo para lograr hacerlo?
Oh, me olvidaba de decir que allí está Anais peleando contra Carlos: ahora que Orgullo Dorado es una espada rota, ella pelea con una barra de hierro que debió de encontrar por ahí tirada.
Ataca con furia, meneando aquella improvisada arma y reventando aquellos caballeros monstruosos con facilidad. Pero por cada uno que mata, uno salta de la espalda del escritor. ¡Si sigue así no conseguirá derrotarlo!
—¡Qué tengas mucha suerte! —le grito a Anais y la verdad es que me gustaría quedarme allí viendo como pelea, pero tengo que encontrar a Xoana cuanto antes.
Vuelvo a salir volando por encima de los tejados del pueblo, intento que mi cuerpo de bolita vaya más rápido, pero soy incapaz de conseguirlo y eso me agujerea el ánimo... ¿Y si Xoana me necesita? ¡Aunque no sé cómo podría ayudarla! Cuando me quiero dar cuenta, ya llegué a la plaza del cuartel y...
—¿Pero qué pasó aquí...? —me pregunto.
Hay un cráter humeante en un lado de la plaza y el edificio que está justo en frente del cuartel está derrumbado. ¡Parece que la lucha entre Aah y Breogán fue bastante fuerte! ¿Pero quién ganaría?
Pronto me fijo en que Perita está sentada en las escaleras que conducen a la puerta del cuartel de los Hijos del Sol. ¡Y está normal, no poseída por Aah! ¿Lo vencieron? ¿Lo vencieron de verdad? ¡Eso sería una de las mejores noticias que me podían dar!
Además, a su lado están Breogán y Rubén tumbados el uno al lado del otro: parece que la pelea contra Aah los dejó bien batidos, ¡pero están vivos y eso es lo que importa! Me acerco a toda velocidad hasta ponerme al lado de Perita y zumbo con fuerza delante de su carota verdosa.
—¡Me alegro de que estés bien! Y también ellos dos —le digo y casi espero que me responda, por eso de que las baluras pueden ver fantasmas.
Pero nada, parece que de verdad las baluras de ciudad no tienen esa habilidad. Perita tiene una mano sobre la frente y se le cierran los ojos, está a punto de quedarse dormida. Aunque creo que sea el mejor momento ni el mejor lugar...
¡Me da un poco de rabia el perderme el combate contra Aah! Pero una no puede estar en más de un sitio a la vez y la conversación con Branca fue bastante útil. Miro a mi alrededor, ¿se cargarían de verdad a Aah?
Quiero creer que sí, pero el corazón negro que tiene... Branca no fue capaz de destruirlo, así que no me parece que Breogán y Rubén fueran capaces de hacerlo. Aunque es genial que, por lo menos, no les robara sus almas y continúen en el mundo de los vivos.
—Oh... Es él... —murmura Perita y palidece: yo ya me espero ver a Aah yendo hacia nosotras a toda velocidad y dispuesto a chuparnos el alma a los tres, pero no es él... ¡Aunque eso no quiere decir que sean buenas noticias, porque lo que se acerca desde el fondo de la calle es Caligo! Un espeso manto de niebla que avanza velozmente hacia Perita, Rubén y Breogán.
Perita se levanta de los escalones con los puños apretados y la decisión ardiendo en su cara. ¡Va hacer algo! ¿Pero qué hará? ¡Se cae para delante desmayada! Seguramente esté cansada, ¡pero no es el mejor momento para quedarse sin sentido!
¡Tampoco Rubén o Breogán hacen algo medianamente útil, sino que se quedan mirando la niebla con desinterés! Como si no tuviera nada que ver con ellos... ¡Como si no se fueran a perder en su interior y ser olvidados!
—No tengo fuerzas para escaparme... —gruñe Rubén.
—Es solo... niebla... —murmura Breogán y bosteza tanto que hasta me dan ganas de bostezar... pero no tengo boca...
—No es niebla, es Caligo —gruñe Rubén, poniendo una mano sobre sus ojos.
La niebla se acerca y yo no puedo hacer nada de nada... Si los cogen, ¡los hombres rosados los convertirán en hombres rosados! Ya sé que los muy idiotas están cansados... ¡¿Pero no podrían hacer un mínimo esfuerzo para salvarse? ¡Es que si ellos no hacen nada serán olvidados para siempre jamás!
—¡¡Idiotas!! —les grito, con una pequeña esperanza de que puedan escucharme.
Aunque me sienta mal, tengo que dejarles atrás y veo como la niebla los devora... ¡Qué mal! ¿Esto significa que nadie los recordará? ¡Espero que Xoana, Vitiza y Ventura lleguen pronto y le den una paliza a esa niebla tan molesta!
Vuelo plaza arriba, giro por la izquierda y dejo atrás el cuartel. Allí está el parque del pueblo, poblado por árboles de tronco grueso, ramas retorcidas y sin hojas. Al final a la derecha, está la iglesia de Helios: es un edificio de piedra, pequeño y rechoncho, que no parece gran cosa... pero en su interior está la clave para derrotar a Caligo.
Miro para atrás y es un error, ¡la niebla está a punto de caer sobre mí! ¡Es un monstruo gigantesco y gris de cuyo cuerpo principal le salen como bracitos que se acercan a mí y me quieren pillar! ¡No quiero ser olvidada, no quiero ser olvidada, no quiero ser olvidada! Pronto veo la puerta de la iglesia y la traspaso, ¡estoy a salvo! A menos que la niebla pueda entrar aquí...
El interior de la iglesia es oscuro, y lo primero que veo es el altar dónde está la estatua de Helios. Es un hombre desnudo con el pito al aire, que solo viste con una capa como que le cae por un brazo que eleva al aire. Tiene una lira en la mano y también una corona de laurel en la cabeza. Ahí está nuestro dios, que debe estar demasiado ocupado con sus cosas, porque no nos ayudó nadita con todo este rollo de la Maldición ni con Aah ni con Caligo...
También hay bancos de sentarse hechos de madera a la izquierda y a la derecha, ocupados por mineros. Me dan un poco de pena esos hombres y mujeres, que los mandaron a esta isla en medio de la nada a sacar cristales del sueño de la mina y, por si fuera poco, de pronto aparecen un montón de monstruos que invaden el pueblo y convierten la ya penosa experiencia en una peligrosa...
En el pasillo que se forma entre los bancos, está Xoana discutiendo con Vitiza. Ella no está demasiado contenta y el niño parece estar bastante asustado, niega con la cabeza y retrocede. Ahora que lo veo... se me hace un poco raro: la última vez que lo vi en el pasado era un tipo mayor y ahora es un mocoso.
—¡Pero necesitamos tu Fe, Vitiza! Tenemos que entrar en el interior del monstruo de la niebla... Para destruir el motor que lo alimenta... Tenemos que hacerlo, tenemos que matar a Caligo... —dice la Xoana y en el rostro de Vitiza aparece el horror más absoluto.
—¡Ni de broma! ¡Ni de broma voy a meterme ahí dentro! ¡Ya os podéis buscar a otro loco, que yo no pienso hacerlo!
Vitiza se aleja de ella, temblando, y apura el paso a lo largo del corredor central de la iglesia. Es evidente que tiene miedo y supongo que es normal: ¡Es que eso de entrar en la niebla da mal rollo!
Además, hay que tener en cuenta de que si te coge uno de ellos te convertirá en un hombre rosado y, por si esto no fuera ya lo suficientemente malo, todo el mundo que te conoció una vez, se olvidará completamente de ti.
—¡Pero tienes que ayudarnos! —grita Xoana, yendo detrás de él y cogiéndolo de un brazo —. ¡Sin ti no podemos hacer nada, eres muy importante!
Están los mineros en los bancos de la iglesia y observan la escena en silencio, reconozco a Vicente entre ellos. ¡Y Oni también, con Preciosa en los brazos! Me alegro de que la diablesa y la bola de pelo estén a salvo.
Vitiza se sacude a Xoana de encima y da una carrerita hasta llegar al altar, detrás de esto se encuentra la estatua de Helios y el niño se la queda mirando, sudoroso, asustado, inseguro... Seguramente esté buscando respuestas ahí, pero solo es una estatua de madera pintada.
—Solo tenemos que esperar... Los Hijos del Sol nos salvarán... —dice Vitiza, mirando el bello y tranquilo rostro de nuestro dios Helios.
—¡Yo soy los Hijos del Sol! —grita Xoana.
—¡Y también estoy yo! —exclama Ventura, nadie le hace caso. Hasta me olvidé de decir que también está allí, permanece de brazos cruzados y con la espalda apoyada en la puerta de entrada.
—Y yo también... —susurra Oni, y Preciosa ladra, creo que solo yo escuché a la diablesa...
Vitiza se da la vuelta y mira con firmeza temblorosa a Xoana.
—¡Tú! ¿Y tú que vas a hacer? —le pregunta.
—Mi madre decía que eras una persona valiente... ¿Estaba ella equivocada o qué? —pregunta Xoana, con el mentón alto en un gesto de desafío. Pero no intimida demasiado la muchachita...
—¿Tu madre...:.? —murmura Vitiza estudiando el rostro de Xoana —. ¿Quién era tu madre?
—Se llama Sabela Forte Godallo de Huertomuro —contesta Xoana, que raro se me hace verla ahora... esta hija que nunca tuve y que nunca tendré, pero, pese a todo eso, ahí está delante de mí diciendo que soy su madre.
La verdad es que la otra Sabela no perdió el tiempo en quedarse preñada, ¿yo también haría lo mismo de tener la oportunidad? Es que me parece un poco raro, es decir, con mis 18 años de vida yo nunca tuve mucho interés en eso de hacerme una familia...
Me pregunto cómo sería el tal Gael, que creo que se dijo que fue el padre de Xoana. ¡Pero me temo que nunca lo sabré por qué en esta dimensión está muerto y enterrado! Tendría que ser alguien especial para mí, porque no creo yo que tuviera una hija con un cualquiera...
—¡Imposible! Ella murió hace treinta años... Es imposible que tú seas su hija —dice Vitiza, pero examina con mayor atención a la agente.
—Sé que ella murió en esta dimensión, pero del lugar de donde yo vengo ella sobrevivió —explica Xoana, eso me parece bastante interesante.
Sé qué mi otra yo está viva, ¿pero cómo fue posible? Es decir, yo no vi ninguna manera de librarme del golpe de la Mano de Helios.
—¿Sobrevivió? —murmura Vitiza.
—Sé que en esta dimensión solo tú la ayudaste y por eso vuestra fuerza no fue suficiente, pero del lugar del que yo vengo no estabais vosotros dos solos. Una amiga de mi madre, Lucía, os ayudó y los tres sobrevivisteis —dice Xoana.
¡Esto me sorprende bastante! ¡Así que así fue! ¡Lucía, ni más ni menos! ¿Cómo fue posible que en la otra dimensión me ayudara? Es que aquí lo que hizo fue quedarse con Maeloc... toda desmayada...
Un silencio pesado se hace sobre la iglesia.
—¿De verdad? —pregunta Vitiza.
—¡Yo no soy una mentirosa! —exclama Xoana.
—Eres la hija de Sabela... ¡Eres la hija de ella! Te creo, claro que te creo. Tienes su misma determinación y... No pude salvar a tu madre, pero te ayudaré a ti y de esta vez no permitiré que nadie muera... Lo haré, ¡lo haré! —exclama Vitiza y me alegro mucho de que la cosa esté funcionando... ahora espero que se cumpla eso de que nadie pierda la vida en el interior de la niebla —. Espera un momento, tengo algo para ti, Xoana... —dice Vitiza y corre en dirección al altar, desapareciendo por una puerta que hay a la derecha.
—¡Gracias! ¡Muchas gracias! —dice Xoana, frotándose las manos.
—¡Ahora vamos a entrar en la niebla y patearle el trasero a Caligo! ¡Esto es genial, es la mayor aventura que tuve en mis trece años de vida! —dice Ventura.
—¿Trece años? Tu cerebro es humano, ¿no? ¿Tienes un cerebro de un niño de trece años? —le pregunta Xoana, frunciendo el ceño.
—¡No, no tengo un cerebro de un niño de trece años! ¡Tengo trece años! Todavía sigo siendo humano... ¿No? —pregunta él mirando fijamente a Xoana.
—Supongo... Pero tienes razón, lo mejor es ir al interior de Caligo... Cuanto antes lo hagamos mejor —dice Xoana y mira al fondo de la iglesia con algo de preocupación en la mirada, puede que tenga miedo de que Vitiza falte a su palabra y se largue por patas. ¡Aunque yo estoy segura de que no lo hará!
—¡Por fin! Tengo bastantes ganas de acción. ¿Sabéis una cosa? Creo que hoy es un buen día para morir... —comenta Ventura, pero a mí me parece que no es así... ¡Es mucho mejor que todos sobrevivan a este día fatídico!
—¡Yo también quiero ir con vosotros! —dice Oni y se acerca a Xoana y al robot —. Puedo ser de ayuda, ¡mira lo que descubrí que puedo hacer! —exclama y le enseña los puños: de pronto aparece como una esfera plateada que rodea a ambos. ¿Es eso magia?
—Tú te quedas aquí —dice Xoana y la diablesa se la queda mirando con la boca abierta.
—¿Qué dices, qué dices? ¿Cómo que me quedó aquí? ¡Yo también quiero pelear! ¡Yo también soy una Hija del Sol! —dice Oni y se señala el sol de madera que tiene colgado en el pecho.
—Hazme caso, que es lo mejor. Nosotros tres nos encargaremos, tú te quedas aquí para proteger a la gente. Es importante... —dice Xoana y Oni asiente con la cabeza, aunque se la ve un poco desanimada.
Vitiza aparece de nuevo en la iglesia y tiene algo en la mano... Es un hacha, pero no un hacha cualquiera... ¡Es Hacha! ¡Pensé que nunca la vería de nuevo! Me acerco volando a ella de inmediato y le digo:
—¡Me alegro de volver a verte, Hacha! —Pero no obtengo respuesta, ¿será que ella no puede ver fantasmas? —. ¿Estás bien, por qué no me hablas? No estarás enfadada conmigo...
—Esta es el arma de tu madre, creo que lo mejor es que la tengas tú —le dice Vitiza y Xoana la coge, se la acerca al rostro y dice:
—¿Hola...? —pregunta, pero no recibe respuesta ninguna —. La reconozco, pero... la que está en mi dimensión hablaba...
—¿Un arma que habla? ¡Eso es absurdo! —exclama el robot y rompe en carcajadas.
—Desde que murió tu madre no dijo ni una palabra... —dice Vitiza y me siento triste, ¿también se moriría cuando lo hice yo? ¿O estará dormida? Porque recuerdo que ella tardó bastante en abrir la boca y darle a la lengua...
—Gracias, Vitiza. Ahora tenemos que irnos—dice Xoana a los otros dos.
—Aunque... No sé si seré de mucha ayuda. Con mi Fe soy capaz de crear un escudo bastante fuerte, pero... no sé cuánto seré capaz de resistir. Puede que todo esto no sea más que un suicidio —dice Vitiza, con la cabeza baja y lleno de inseguridades.
—Ya, ya, ya... Pero si no lo intentamos, ¿cómo sabremos si podemos hacerlo o no? Tenemos que seguir adelante —dice Ventura y Xoana asiente con la cabeza, sin decir ni una palabra.
Salen de la iglesia y yo los sigo. En el exterior solo se puede ver una gran muralla de niebla que tapa el parque, la calle e incluso el cielo. Es igual a un monstruo hambriento con la boca abierta esperando el momento perfecto para tragarse de un bocado a la ingenua presa que se mantiene delante de él.
Vitiza levanta las manos al cielo, cierra los ojos y sus labios se mueven en una oración muda. De la mano, surge una energía dorada que envuelve al grupo. Es el escudo que una vez fue capaz de resistir, más o menos, la fuerza de la Mano de Helios. ¡Espero que en esta ocasión sea capaz de protegerlos a los tres de todos los peligros que caerán sobre ellos!
Cuando el escudo los rodea por completo, y sin decir ni una palabra, el trío camina en dirección a la niebla y se pierden en su interior. Yo tengo miedo, ¿no sería mejor quedarme fuera? Es decir, no creo que sea capaz de ayudarlos... ¡¿Pero qué estoy diciendo?! ¡Ellos están poniendo en peligro su vida! Sin pensarlo más, me lanzo al interior de la niebla.
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