Número 4
No es sutil con las indirectas.
Año: 2019
Puede que la navidad no fuera muy común en Japón —y mucho menos entre las familias de ambos—, pero Bokuto era un ávido fan de la cultura occidental.
Desde que Akaashi recordaba conocerlo, Bokuto siempre insistía en que dieran paseos navideños bajo las cortinas de luces que disponía Tokio en sus parques. Lo habían hecho cuando ambos vivían en la misma ciudad; pero incluso ahora que Bokuto residía en Osaka, lo tenía cada año viajando durante el 24 de diciembre a través del tren bala para llegar a tiempo al paseo de navidad con Akaashi.
Pero ahora que habían estado hablando sobre mudarse juntos en 2020, Akaashi tenía la ligera sospecha de que esas visitas fugaces hasta Tokio tendrían que hacerlas los dos —o, en todo caso, buscar algún sitio en Osaka que pudiera reemplazar su tradición.
—¡Akaashi! ¡¿Ya viste que lindas las luces?! ¡Pronto vendrá Santa Claus! —masculló Bokuto con la misma emoción que tendría un niño estadounidense—. ¡Espero traiga nuestros regalos!
—Bokuto-san, ¿no crees que estamos algo grandes para creer en regalos? —preguntó Akaashi con seriedad, pero en realidad estaba sonriendo—. Deberías donar tu regalo a un niño que no tenga uno.
Bokuto rezongó de mala gana entre dientes; lo cual daba entre risa y ternura. No podía disctutir con Akaashi el hecho de que tenía razón... aunque eso no significaba que no quisiera un regalo.
Ese año había nevado para la navidad en Tokio. No era algo frecuente; las nevadas eran más típicas en enero y febrero, pero la visión del manto blancuzco y suave en sintonía con las cortinas de luces navideñas le hacía pensar a Akaashi que no valía la pena buscarles el lado lógico a todas las cosas.
Extrañaría un poco toda esa locura de la gran ciudad. Extrañaría también a su terapeuta, a Tenma y sus constantes retrasos, a Myaa-sam y a Sunarin. Extrañaría a Konoha, a Yukie, incluso a sus propios padres —por más de que no les viera seguido—, o a toda la vida que estaría dejando atrás para mudarse a Osaka.
Observó a Bokuto, quien arrancó sus raíces como si fuera cosa de nada para plantarlas en otro sitio para continuar creciendo. ¿Habría tenido sus mismos miedos y dilemas? No podría decirlo, pero suponía que sí. Era inevitable sentir algo de miedo ante lo desconocido; y se cuestionaba todo el tiempo si aquello que hacía era lo correcto, si debía comenzar de nuevo siendo que tenía una vida armada allá en Tokio.
Una vida que le había costado mucho conseguir por su propia cuenta. Le contó a su terapeuta, casi esperando que le dijera que era una tremenda estupidez mudarse con Bokuto, pero solo recibió una sonrisa y una frase enigmática de su parte:
—Pues ya pudiste ver que empezar desde cero era más fácil de lo que pensabas, Keiji —comentó él—. ¿No crees que también podrías hacerlo en Osaka?
Y por mucho de que los miedos le persiguieran, aquella frase lo hacía todavía más. Porque era cierta, ¿no?
Akaashi ya tenía un trapaso hacia otra oficina de la editorial de manga en la que trabajaba, y no es que estaría solo —conocía a todos los chacales, que lo tomaron como parte de su grupo casi como si Akaashi hubiera estado siempre allí. Si era por sus otros amigos —Osamu y su novio Suna— visitaban Osaka bastante seguido por los partidos en los que jugaba Atsumu. Tenía solo cuatro horas de viaje con el tren bala; podría visitar a los suyos bastante seguido.
Tenía que reprimir la sonrisita que se formaba en su rostro. Sí. Akaashi estaba listo para ir en busca de nuevos horizontes. Sabía que no estaba solo; o, en cualquier caso, siempre se tendría a sí mismo.
Estar con su propia alma no era tan aburrido y agobiante como recordaba de su juventud.
—¡Akaashi! ¡Akaashi! —reclamó Bokuto tras tironear de él, arrastrando las botas de ambos sobre el fino colchón de nieve—. ¡Presta atención que ya hemos llegado!
Akaashi asintió varias veces, y sacó su nueva cámara fotográfica que consiguió con el ahorro de dos salarios para alimentar un nuevo hobby. No tuvo que insistir mucho a Bokuto para que posara bajo las cascadas de luces que caían entre los senderos de árboles deshojados —era un experto en encontrar poses extrañas o caras estúpidas para fotografías.
—¡Tómame también una con mi móvil! —Bokuto sacó el aparato del bolsillo de su chaqueta para arrojárselo a Akaashi—. ¡Los fans van a enloquecer cuando la vean!
—Yo creo que enloquecerían aunque subieras una foto en ropa interior, Bokuto-san —Akaashi frunció las cejas cuando se dio cuenta de sus palabras—. De hecho, creo que enloquecerían más si hicieras eso. Por favor no lo hagas, Bokuto-san.
—¡Le quitas lo divertido a la vida!
Akaashi decidió bromear un rato junto a Bokuto —en cuanto guardó la cámara fotografía después de algunas tomas al bonito escenario navideño, Akaashi trastabilló al sentir una bola de nieve impactando directo con su mejilla.
Bokuto sonreía maliciosamente tras enseñarle el montoncito entre sus dedos como una prueba de su culpabilidad. No parecía importarle ser atrapado.
—Oh, así que elegiste el camino de la guerra, Bokuto-san... tú ya verás q-...
No logró terminar sus palabras ya que otra bola de nieve, esta vez en su hombro, le dio de lleno. La carcajada de Bokuto era tan estruendosa que hasta las demás familias y parejas voltearon a ver qué diablos ocurría con esos dos locos.
¿Y la verdad? A Akaashi no le molestaba lo que otros pudieran pensar de ellos dos. No podía importarle menos lo que fueran a decir de dos hombres jóvenes peleando con bolas de nieve como si fueran niños pequeños.
De hecho, quería que los vieran.
Deseaba que supieran que lo disfrutaba. Que era feliz. Que nada de lo que otros dijeran o hicieran podría afectar en su estado mental como lo hacía antaño.
Ya no tenía necesidad de sobrepensar todas las situaciones de su vida.
¿Quién le hubiera dicho al joven y ansioso Akaashi Keiji que vivir era tan sencillo?
—¡Akaashi! ¡Espera! ¡Se va a mojar la caja de tu regalo...! —lloriqueó Bokuto en cuanto Akaashi lo acorraló luego de que se quedara sin nieve a su alrededor; ya no se veía tan rudo—. ¡La tengo justo aquí en el bolsillo...!
Ya se había cansado de recibir todos los proyectiles que le lanzaba Bokuto, así que encargarlo de empujarlo poco a poco con sus movimientos hasta una esquina del paseo en donde casi no daba la nieve gracias a los árboles y el uso desmedido para bolas de nieve que cayeron sobre el abrigo de Akaashi.
Bokuto se encontraba desesperado tanteando el suelo con sus manos enguantadas. No tenía escapatoria. Era un pequeño ratoncito buscando una inexistente salida de las garras de una lechuza.
—No vas a engañarme, Bokuto-san —Akaashi desprendía un aura amenazante, y también un poco empapada de tantas bolas de nieve que le habían dado de lleno—. Voy a darte con esta la bola de nieve, y no puedes evitarlo...
—¡No, no, no! Dame un segundo, y luego podrás atacarme todo lo que quieras...
Akaashi arqueó una ceja mientras Bokuto buscaba en los bolsillos del pecho por una cajita azul, diminuta y muy aplastada que le tendió. Dudó unos instantes antes de tirar la nieve que juntó entre sus dedos —y arriesgándose a que Bokuto aprovechara el descuido para utilizarlo en su contra—, pero la curiosidad de ver que yacía allí dentro era mucho mayor de lo que esperaba.
La caja era pequeña, de azul terciopelo y un lazo dorado tan chispeante como las estrellitas luminosas que pendían de las tiras de luces navideñas. ¿Qué podría contener algo tan pequeño...?
Decidió no darle vueltas, o podría haberse desmayado en ese mismo momento.
Los ojos de Bokuto brillaron con emoción tras desatar el nudo dorado en la cajita. Akaashi contuvo el aliento cuando sus ojos se adaptaron a las luces tenues del paseo navideño y logró distinguir la figura de lo que contenía la caja.
—¡Ta-da! —exclamó Bokuto—. ¡Pagué por el contrato de ese apartamento que más te gustó hace unos días, así que me la entregaron ayer! Está todo saldado, listo y arreglado para que comencemos a llevar las cosas en cuanto creamos conveniente. Decidí ponerle un pequeño extra para darle más personalidad. A que está bonito, ¿eh?
—Bokuto-san...
Akaashi no podía pronunciar muchas palabras. La dorada llave —con el llavero de un inmenso búho cornudo colgando de su punta— le estaba provocando tumbos en el corazón. ¿De verdad era lo que pensaba...?
¿Era la llave de su futuro apartamento? ¿Bokuto acababa de solucionarlo absolutamente todo por su cuenta? ¿Sin berrear a Akaashi por lo difícil y molesto que era realizar trámites adultos?
¿En qué momento era que había madurado tanto? Akaashi estaba seguro que podría echarse a llorar en ese mismo momento.
Bokuto se prendió de su abrigo para ponerse de pie tras sacudirse las rodillas mojadas. Akaashi seguía con un nudo tan grande en la garganta que, si decía algo, ya no sería capaz de aguantar mucho más tiempo.
Él y Bokuto iban a mudarse juntos en unas pocas semanas. O puede que fueran solo días. Su vida estaba a punto de comenzar desde cero, y aunque tuviera muchísimo miedo, Akaashi no podía estar más ansioso —en un buen sentido— por todo lo que vendría a continuación.
Quizá en unos años pudieran cansarse. O puede que quisiera empezar de cero en otra parte. No tenía relevancia todo eso —ahora Akaashi sabía que no tenía por qué sentirse solo o con el peso del mundo sobre sus escuálidos hombros.
Salió de su ensimismamiento luego de que Bokuto lo sacudiera un poco para traerlo de regreso a la realidad. Estaba sonriendo; las esquinas de sus ojos se arrugaron, y aunque no enseñaba los dientes como siempre lo hacía, era de las sonrisas más deslumbrantes que Akaashi le vio en todos esos años.
—¡Prometo que nunca te aburrirás conmigo, Akaashi! —chilló Bokuto a viva voz; y la mano sobre su hombro se sintió más firme—. ¡Siempre haremos algo divertido!
Akaashi bajó la vista para pestañear muchas veces. Estaba seguro que las gafas comenzaban a empañarse. Tuvo que quitárselas y meterlas en el bolsillo para que se viera un poco menos sospechoso.
—Quisiera poder prometerte lo mismo, Bokuto-san —bromeó Akaashi—. Pero sabes que soy un aburrido hasta el infinito. Es probable que te haga jugar al ajedrez, regar mis cactus, o que me ayudes a editar los capítulos del manga de Tenma Udai...
Bokuto hizo una mueca de confusión. Inclinó la cabeza como un animalillo desentendido.
—¿Cómo? —preguntó con voz ronca—. ¡Pero si eso suena extremadamente divertido...! ¡Oh!
Los grandes ojos amarillentos de Bokuto se posaron en algún lugar del cielo. Si salía con algo sobre las estrellas, Akaashi ya no podría soportarlo.
Pero la verdad era que Bokuto no miraba al cielo. Sus ojos se enfocaban en algo mucho más cercano a sus cabezas.
—¡Es un muérdago...! —dijo Bokuto con euforia—. ¡Como en las películas!
—¿Huh?
Akaashi estiró también el rostro hacia arriba para descubrir que Bokuto no mentía: las peculiares hojitas verdes con su característico fruto rojo colgaban de sus cabezas como una broma. Buscó a través de todo lo que su campo de visión podía captar del paseo, pero no había ni un solo otro muérdago por allí.
Y, de todas formas, ¿qué tenía que hacer un muérdago en medio de una calle japonesa? ¡La vida no era una novela de ficción romántica...!
Alto. Un momento.
¿Akaashi acababa de decir...?
¿Una novela de...?
¿Ficción romántica...?
Estaba al borde del ataque de nervios por la forma en que su cabeza le traicionó, hasta que su mejilla se calentó con el suave toque de unos labios ajenos.
Bokuto le estaba besando en la mejilla derecha —y no era un beso cualquiera. Era el tipo de beso que da una madre tras un largo reencuentro con su hijo que vivía lejos de casa; o el de una amante que quiere agradecerle al amor de su vida por todo lo que le daba día a día.
Sus labios se posaron suave, pero firme. Lento, pero no era molesto.
Akaashi se dejó llevar por el momento de paz que le trajo ese inesperado beso bajo el muérdago; su mente se inundó de los recuerdos de otro beso del pasado. Uno que parecía sacado de otra vida por todo lo que causó, pero también por todo lo que construyó.
Los ojos se le cerraron casi por inercia. Los sentimientos eran tan abrumadores que todo aquello en lo que Akaashi pensó... se le escapó de las manos por completo.
—Feliz navidad, Akaashi —rio Bokuto cuando finalmente se separó de él. Su risa resonó muy cerca de su oído—. Espero sea la primera de muchas que pasaremos juntos, ya sabes.
—Bokuto-san —carraspeó Akaashi en un intento de ocultar la marea de sentimientos atascándose en su pecho—, hace años que pasamos juntos la navidad.
Bokuto rio, pero no se veía sorprendido. Era casi como si estuviera esperando aquella respuesta por parte de Akaashi.
—¡Ah! ¿Qué cosas digo? —exclamó otra vez entre risas—. Entonces espero la próxima sea otra de las muchas tantas que pasaremos los dos juntos.
No tienen idea lo agotada que estoy kjdfksjd recién llego a casa desde que salí a las 7 am, y lo primero que hice fue venir a actualizar (?
Se que debí subir esto el jueves ese de navidad, pero estuve tapada de trabajo ;o; y admito que luego me dio pereza terminar el capítulo dsjksfdh y acá estamos... pero hay unos cuantos anuncios antes
Primero que nada, las debilidades número 3 y 2 serán actualizadas SI O SI esta semana, principalmente porque la número 2 está planificada para ser subida este jueves. Así que la tres deberá aparecer entre mañana o el miércoles (?
Y la otra cosa... el final del fic será el jueves 7 de enero ;u; así tengamos una semana para asimilar el final ksdfkjsd y porque el próximo lunes planeo subir el nuevo fic BokuAka/SakuAtsu, que planeo que reemplace las actus de los lunes y los jueves de este fic
Por cierto, también escribí un oneshot soft sobre los Miya que subí la semana pasada uwu ya saben que nada incestuoso, claro
¡Muchísimas gracias a todos los que siguen esta historia! ♥️ Ya queda poquito, muuuuy poquito, y espero disfrutemos ahora sí de las tres debilidades más grandes que tiene Bokuto
¡Nos vemos en estos días! Besitos ♥️
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