Número 30

La opinión de los demás. Tanto lo bueno... como lo malo.




Año: 2014


Akaashi tuvo que acostumbrarse a la crítica de sus superiores a la fuerza.

No es que fuera una persona a la que le importaba demasiado ser corregido —él no era un sabelotodo, ni mucho menos un engreído—, pero llegaba un punto en que podía doler un poco recibir comentarios negativos de los demás.

Siempre fue un alumno ejemplar en clase, así que estaba acostumbrado a los halagos. Y, si bien eran apreciados, no le importaban mucho. Él sabía de sus propias capacidades y no necesitaba que se las estuvieran remarcando.

Pero tras entrar ese año en la universidad y darse de lleno contra un muro lleno de comentarios odiosos, críticas destructivas, chismes maliciosos, opiniones totalmente subjetivas...

Bueno, Akaashi solo podía decir que tuvo unos primeros meses muy duros tras ingresar en la carrera.

Nunca se lo contó a nadie. Ni a Bokuto, ni a Konoha, ni a su familia, ni a sus nuevos amigos de clase. No quería sentirse como una delicada mariposa que siempre tuvieron en un pedestal —y que el soplido más suave le hería sus alas.

Aprendió a sobrellevar la crítica. Era parte de la vida, ¿no? Él sabía que sus argumentos para criticar una obra, o sus ideas narrativas, no serían siempre las mejores. O, en caso de serlo, no necesariamente debían gustarles a todos los humanos.

Eso era algo positivo. La sociedad era muy diferente y llena de humanos con gustos únicos y originales. Que todos tuvieran la misma opinión sería muy aburrido, o como sacado de una novela distópica de esas que tanto le entretenían leer...

Sin embargo, no podía decir lo mismo de Bokuto.

Si para Akaashi fue duro meterse en un mundo adulto lleno de gente dispuesta a destruir tus sueños, para Bokuto fue como nadar en un océano infestado de hambrientos tiburones.

Sobre todo, porque su carrera como jugador profesional iba en ascenso. Acababa de ser fichado para un muy importante club y ya jugaba sus primeros partidos. Su nombre comenzó a colmar los buscadores. El contador de seguidores en sus redes sociales estalló muy poco tiempo después.

La gente adoraba a Bokuto.

Pero, así como existía mucha gente que le adoraba y se emocionaba con él en todos sus partidos, también existían personas con pensamientos muy distintos.

Y no estaba mal. No podías obligar a que todos le quisieran.

Sin embargo... existía también gente mala en el mundo. Gente prejuiciosa, y que disfrutaba de la miseria ajena. Humanos —si es que se les podía llamar de esa forma— que odiaban tanto sus vidas que encontraban regocijo en apagar el brillo de otros.

Aquello no era una novedad. La gente envidiosa existía desde tiempos inmemoriales —por algo habían matado a Julio César, ¿no?

Pero la era de las redes sociales solo consiguió facilitar el camino a aquellos que soñaban con destruir a otros. Ahora era posible hacerlo de manera sutil y certera. Una diminuta bala cargada de pequeñas cantidades de veneno.

Quizás una sola de ellas no podía hacerte daño; pero si te disparaban con cientos de ellas...

Por eso era que Akaashi no deseaba acercarse a ninguna red social.

Otras veces, sin embargo, era imposible huir de ellas. Mientras se preparaba su tercer café en la madrugada, escuchaba murmullos desde la habitación de Bokuto. Pasaba los fines de semana en su apartamento y allí estudiaba por las noches —la mayor parte del tiempo era sencillo; Bokuto dormía como una morsa en invierno.

Pero otras tantas...

—«¿Pagaron todo ese dinero para contratar a este inútil?» —escuchó que Bokuto leía; su voz amortiguada debajo de las sábanas—. «Y se ve tan feo... después de Miya, los Chacales ya no supieron fichar a nadie lo suficientemente guapo». ¡Ah, sí serán malditas...!

Akaashi se acercó con sigilo. El microondas pitó en la cocina indicando que su taza de agua caliente ya estaba lista; pero estaba tan hipnotizado siguiendo la voz de Bokuto que ni siquiera le importó aquello.

Se detuvo contra el marco de la puerta. Sus pies recubiertos solo por los calcetines iban en puntitas para no distraerlo. Bokuto solo era un amasijo enorme de sábanas. Apenas se removía; y eso era mucho, considerando que no dejaba de moverse en todo momento del día.

Vio un halo de luz brillante saliendo por entre la tela. Era la de su teléfono móvil.

—«Bokuto Kotaro more like Bokuto 'Tontaro'» —prosiguió el otro—. «¿Alguien escuchó una de sus entrevistas? Era doloroso ver a alguien tan imbécil».

—Bokuto-san —dijo Akaashi ya sin poder soportarlo.

—«Definitivamente los Chacales perderán esta temporada como sigan trayendo a esta gentuza» —Bokuto le ignoró—. «Quizá sea hora de seguir a los Adlers como le gustaba a mi papá»...

—Bokuto-san —Akaashi habló con más fuerza y decisión—. Por favor ya deja eso.

Las sábanas empezaron a moverse. Akaashi dio un brinco cuando la cabellera desordenada de Bokuto apareció por debajo de las mantas.

Ninguno dijo nada. Akaashi no necesitaba que Bokuto se lo explicara, y él sabía que no hacía falta entre ellos dos.

Era fácil leer las emociones de Bokuto. Tenía dos enormes ojos que delataban prácticamente todas las emociones que burbujeaban en su interior; y tenía un brillo diferente para cada cosa.

Como un destello cuando se sentía feliz y extasiado. Como estrellas titilantes cuando sentía ansiedad y emoción.

Y cuando se sentía decaído —pero decaído de verdad; el tipo de tristeza profunda que rara vez veías en Bokuto— lucía como una fina película acuosa que hacía brillar sus ojos con unas insaciables ganas de llorar.

Pero no lo hacía. Bokuto jamás lloraba, ni siquiera viendo películas tristes o cuando recibía las mejores noticias del mundo. Puede que tuviera su berrinchudo modo emo y saltara de efusividad ante las cosas buenas —era cierto, también, que se ponía una inmensa presión sobre sí mismo para que nadie viera su verdadera vulnerabilidad.

Nadie, excepto...

—Puedo sentarme contigo —le dijo; se acomodó una manga de su sweater que se le deslizó a través del hombro—. No necesitamos decir nada.

Contuvo la respiración durante varios segundos. Uno, dos, tres...

Puede que Akaashi conociera a Bokuto casi como a la palma de su mano, pero siempre estaban los nervios de que las cosas podrían escaparse algún día de su control.

Era una criatura demasiado volátil. Tenía miedo de no ser siempre capaz de controlar el estallido.

Sin embargo, ese no era el día. Bokuto le dedicó una ancha sonrisa que caló hasta el más profundo de sus huesos.

—Por supuesto, Akaashi —habló, e hizo lugar entre sus sábanas y palmeó un lugar al lado suyo—. Siempre es un gusto pasar hasta los silencios contigo.

Akaashi asintió. Trató de sonreír también, aunque estaba seguro que lució más como un par de labios apretados que otra cosa. Se encaramó sobre el colchón de Bokuto: tenían la distancia suficiente como para no tocarse en absoluto, pero no tanta como para ser capaces de ignorar el calor que irradiaba del otro.

Las sábanas de Bokuto estaban tan tibias como solía estarlo su cuerpo cuando se rozaban. Olían a su shampoo, a su perfume, a su loción para después de afeitar. Akaashi se sintió un poco abrumado por todo.

Necesitaba algo que levantara todos sus sentidos para no caer en una especie de embriaguez. Pero su tercer café nocturno podía esperar.

Bokuto depositó el móvil en la mesa de noche del otro lado de la cama. Akaashi le sintió removerse a su lado; todavía manteniendo las debidas distancias entre los dos. Era casi una regla no escrita que siempre respetaban en los momentos más duros del otro.

De todas formas, no podía dejar de preguntarse, ¿hasta cuándo duraría todo aquello?

Bokuto miraba hacia el oscuro cielorraso de su habitación. Akaashi tenía las piernas cruzadas como indio, y sus ojos enfrascados en juguetear con sus propios dedos como si se quitara un anillo invisible.

Una pequeña técnica contra la ansiedad que le enseñó su prima psicóloga cuando era un niño. Akaashi podía ser muy propenso a sufrir arranques de ansiedad silenciosa; en los que se dañaba a sí mismo arrancándose el cabello, comiéndose las uñas hasta sangrar o mordisqueando la piel de sus labios.

El anillo invisible no le provocaba ningún daño, al menos.

El silencio era pesado entre ambos, más no incómodo. No hacía más que oír el ruido de los coches recorrer a gran velocidad por la avenida sobre la que quedaba el edificio junto a las erráticas respiraciones de los dos en esa confinada habitación.

—¿Akaashi? —La voz de Bokuto le hizo sobresaltar por dentro.

—¿Sí, Bokuto-san? —inquirió con calma.

Otro silencio. Podía escuchar a Bokuto inspirar aire de forma más fuerte y pesada.

—Nada —contestó—. Solo quería escuchar tu voz antes de quedarme dormido.

Akaashi no dijo nada más, pero supo que Bokuto cayó perdido ante el sueño a los pocos minutos. Podía decirlo porque su respiración se volvió rítmica y acompasada —a diferencia de la suya, que solo podía acelerarse más y más a causa de los nervios.

Sabía que olvidaría el asunto por la mañana. Ninguno de los dos volvería a mencionarlo. Pero, claro, Akaashi no tenía dudas que las noches como esas le acompañaban en el fondo de su mente todo el tiempo.

Tal vez, algún día, debería crear su propia lista de debilidades.

Algo tarde, pero así termina otra semana más de BokuAka :'D y ya terminados las debilidades dentro del número 30 fdsjkfds

Por alguna razón, sentí bonito después de escribir este oneshot ;;; la verdad me gustó bastante. Como les conté, con el BokuAka AMO hacer soft y fluff... aunque no les voy a mentir que también quiero escribir alguna cochinada BokuAkaOsa algún día tambien T3T son mi trío favorito

Como les contaba, ahora mismo ando participando en la SakuAtsu NSFW Week ;;; no se arrepentirán de leer ese pedazo de basura ;) es sensualmente muy estúpida

Aunque necesito escribir más oneshots de este fic, joder xD solo me queda uno más antes de estar al día con lo escrito. Pero no se preocupen, que este fic seguirá actualizándose los lunes y los jueves a como dé lugar dskfbds además que, si todo sale bien, veré de adelantar también el que toque el próximo jueves... y será muy soft ;w;

En fin, muchísimas gracias por leer y comentar! ♥️ Me hacen muy feliz. Y al BokuAka también (?)

Nos vemos el otro luens! O en la week, a quienes la estén leyendo leerán, ah

Besitos ♥️

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