Número 26

Olvidarse en dónde tira sus pertenencias.




Año: 2011


Akaashi Keiji era conocido por su serenidad y calma, pero no fue así toda la vida.

Especialmente no lo fue durante su primer año en la prestigiosa Academia Fukurodani.

Llevaba solo un par de meses desde que diagnosticaron su ansiedad, lo cual solo había conseguido que se volviera un chico todavía más nervioso de lo que era. Se dañaba a sí mismo con sus propias uñas de forma inconsciente, por lo que trataba de acostumbrarse a la técnica del psicólogo —frotarse los dedos con las yemas de la otra mano.

Parecía un rasgo bastante histérico cuando otra persona lo veía, pero para Akaashi era suficiente para no lastimarse más de la cuenta. No es que eso dejara tranquila a su atormentada mente ansiosa... pero alcanzaba. De momento.

Cuando se metió en el club de voleibol, Akaashi se sintió como un cachorrito asustado. Todos en el equipo eran más grandes, más talentosos, más enérgicos y, por encima de todo, eran ruidosos.

Ese tipo de situaciones solo conseguían hacer despegar su ansiedad. Con apenas quince años, Akaashi se cuestionaba si era lo suficientemente bueno para intentar pertenecer al mundo del voleibol masculino.

Tal vez estaba aspirando demasiado alto. Tal vez solo sería un completo fracaso, y arruinaría al prestigioso equipo de la Academia Fukurodani. Tal vez...

—¡Oh! —exclamó la llamativa y tosca voz de uno de los muchachos de segundo año mientras armaba su bolso en los vestuarios—. Tú eres el nuevo chico, ¿eh? ¿El aspirante a armador? Y tu nombre es, uh...

Akaashi dio un respingo al escucharlo, y las gotas de su todavía húmedo cabello salpicaron en varias direcciones. Se dio la vuelta para encontrarse con Bokuto Koutarou —la estrella en ascenso en el equipo.

Había entrado en los vestuarios como si fuera el dueño de todo ese lugar tras arrojar su chaqueta de la escuela sobre una de las bancas. Caminaba tan erguido y enseñando los amplios hombros que era imposible no sentir que estabas ante la presencia de alguna clase de dios.

Posiblemente fuera un humano muy estrambótico, con todos esos cabellos bicolores que iban en todas las direcciones, y también el más ruidoso de todos ellos.

Bokuto le intimidaba por alguna razón. No porque no fuese agradable, sino porque su enérgica personalidad se podía sentir demasiado avasalladora para su ansiedad interna y su externa calma que tanto luchó por construir.

—¿Eres...? —Bokuto continuaba rascándose el mentón—. ¿Agaashi? ¿Agaashi Keiji?

Akaashi cerró los ojos para inhalar hondo. Toda la tensión que estuvo construyendo acabó por desinflarse cuando le escuchó asesinar su nombre de esa manera.

—Es Akaashi, Bokuto-senpai —corrigió—. Me llamo Akaashi Keiji.

—¡Eso dije! —Bokuto infló el pecho con orgullo—. ¡Agkaashi Keiji!

Akaashi resopló de nuevo. Uno de los otros chicos de segundo —llamado Konoha— ya le había advertido de Bokuto Koutarou y su incansable personalidad siempre cargada a tope de energía. Temió un poco por su vida.

Solo es un compañero del club de voleibol, se dijo interiormente para calmarse. No creo que vayas a hacerte más cercano de alguien tan así.

Hubo un molesto e incómodo silencio en el que Akaashi empezó a frotarse los dedos de manera obsesiva. Bokuto le estaba mirando demasiado fijo con su par de ojos ambarinos y tan grandes. Tal vez esperaba que dijera algo más.

Lo cual, por supuesto, Akaashi no tenía planeado hacer.

Al final ya no pudo soportarlo, y carraspeó para hablar —aunque no creía que fuese lo que Bokuto esperaba oír.

—Bueno, Bokuto-senpai, tengo que abandonarle —comentó Akaashi ya dispuesto a irse de allí cuanto antes—. Mañana tengo un examen de álgebra, y quisiera regresar a mi casa a estudiar.

—¡Espera! —Bokuto extendió los brazos al costado de su cuerpo para impedirle el paso. Akaashi dio un salto, sorprendido—. ¡Quería preguntarte si quieres ir por un helado con tus senpais de segundo año!

Akaashi se quedó estupefacto. No sabía si por el hecho de que el gran Bokuto Koutarou en persona viniera a ofrecerle tomar un helado con todos ellos, o porque los de segundo se estaban interesando en pasar el rato con el empollón aburrido de primer año.

O porque alguien le prestaba atención.

No tenía muchos amigos. A Akaashi le gustaba estudiar, y de pequeño se alejaban de él solo porque usaba camisetas con frases muy extrañas a causa de los gustos ridículos de su padre. Pero eso estaba bien. No le preocupaba demasiado estar solo.

Al menos... ya no tanto.

Parpadeó muchas veces sin saber qué responder a Bokuto. Abrió la boca varias veces antes de que pudiera salir una sola palabra coherente.

—Agradezco la iniciativa, Bokuto-senpai —Akaashi dio una pequeña reverencia—. Pero de verdad debo ir a estudiar...

—¡P-pero...! —Bokuto trató de replicar; sus cejas cayeron de repente con decepción—. ¡No te preocupes, la cuenta corre por nosotros! ¡Podemos invitarte dos helados!

Akaashi sintió un pequeño calor y cosquilleo que nacía en la boca del estómago. Se le estaba haciendo difícil negarse a Bokuto cuando se lo pedía de esa forma, pero sabía que no debía ceder.

Konoha se lo había advertido: caer en el camino de Bokuto era casi como un viaje de ida y sin retorno.

Resopló una última vez. Cerró los ojos para no tener que enfrentarse a la mueca de perrito mojado que Bokuto le estaba poniendo. Debía ser fuerte.

—Tal vez otro día, Bokuto-senpai —dijo Akaashi—. Le agradezco de verdad por la invitación. Juro que lo compensaré de alguna forma si me lo permite.

Bokuto apretó los labios, sopesando si las palabras de Akaashi eran sinceras o no. El corazón le latía demasiado deprisa cuando le miraban de esa forma tan intensa —sus nervios le hacían pensar siempre lo peor.

¿Y si le había ofendido? ¿Y si ya no volvían a invitarle? ¿Y si lo excluían al punto de que se vería orillado a abandonar el club...?

Finalmente, Bokuto sonrió satisfecho. Cruzó los brazos alrededor del pecho.

—Voy a tomarte la palabra, Agkaashi —dijo—. Has dicho que tu examen es el jueves, ¿no?

—Es mañana, Bokuto-senpai.

—¡Perfecto! —exclamó con júbilo y encerrando los puños—. ¡Mañana iremos por helado! ¡Oh, y tal vez un hotdog...! ¡Ah, pero ahora se me antoja un poco de ramen...!

—Pero, Bok-...

—¡Te veo mañana a la salida, Agkaashi! —Bokuto se dio la vuelta para abandonar los vestuarios dando largas zancadas—. ¡Yo me encargo de decirle a los demás!

Akaashi se quedó con las palabras a mitad de camino en la garganta mientras Bokuto desaparecía. Suspiró de alivio cuando ya no pudo ver su desordenado cabello bicolor. Estaba otra vez solo con su alma y con sus pensamientos que siempre le torturaban.

Movió el cuello para que le tronaran los huesos. Estuvo tan tensionado toda la tarde —y en especial los últimos minutos—, que sintió con cierto placer el crack que salió de sus huesos.

Se colgó el bolso al hombro y se dispuso a irse, pero algo le llamó la atención: la chaqueta de Bokuto seguía tirada sobre la banca que se encontraba en medio de los casilleros.

Akaashi exhaló fuertemente el aire. No podía dejarla allí. No tenía idea de quién más tendría acceso a esos vestuarios hasta el día siguiente. Y esas chaquetas costaban dinero.

Se acercó para tomarla entre sus dedos y colgarla de su bolso. El perfume de Bokuto impregnó su nariz en cuanto la tuvo lo suficientemente cerca. Al menos, no olía a sudor.

—Supongo que se la devolveré mañana —dijo para sí mismo—. Solo es acercarle su chaqueta, y ya está.

Akaashi apagó las luces de los vestuarios al ser el último en abandonarlos. Devolver la chaqueta de Bokuto no tenía por qué significa nada extraño, ¿verdad?

No es como si Bokuto fuera a agradecerle al día siguiente con un abrazo lo suficientemente apretado que le puso los nervios de punta. O invitándole a tomar dos helados esa misma tarde.

Y la siguiente.

Y la que siguió a esa.

No es como si el hecho de que Akaashi comenzara a darse cuenta donde tiraba sus pertenencias —en los vestuarios, en el baño, en el patio de la academia, en la heladería, en el restaurant de ramen, incluso en un cantero de margaritas— y las recogiera para devolvérselas la próxima vez que se vieran fuese que significaba algo.

No tenía por qué ser algo importante. Intentó controlar a su mente con eso.

Yo les dije que íbamos también algo en el pre canon, y aquí tenemos como imagino yo que iría empezando poco a poco su relación ;;;;

Me gusta pensar que Akaashi en primero era más ansioso y nervioso. Claramente es un chico no tan acostumbrado a socializar, y también imagino que Bokuto fue muy avasallador para su pobre corazoncito. Eso hasta que se fue acostumbrando a el y aprendió a manejarlo, lo cual también le dio a él cierta seguridad

Se viene mucho soft. Y también mucho angst.

Hablando de soft y angst, no les dije el lunes ya que no estaba en mis planes pero pero peeeeeero ESTOY PARTICIPANDO DE LA MIYA WEEK ;u; eso significa que estoy subiendo oneshots sobre los gemelos Miya durante esta semana, pero no se preocupen. No tiene nada de incesto ya que la week va en realidad sobre su relación como hermanos ♥️ puras cositas soft y uno que otro angst, ya saben. Como me gusta a mi (? por si quieren pasar a leer, hoy subí el día 3

Muchísimas gracias a quienes leen este fic y los demás ♥️ alguien más está emocionado por el regreso del anime? Wjxbsjq siento que esto va a disparar mi creatividad y podré traer uuuuffff más cosas. De momento les debo el TenSemi, y también voy a subir el IwaOi con el que participé en el zine de Oikawa argentino uwu

Nos vemos el lunes! Besitos ♥️

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