Número 14

Carga la culpa sobre sus hombros.




Año: 2012


Era casi la primavera del año 2012 y Akaashi se encontraba terminando su primer año en la Academia Fukurodani.

Corrían tiempos algo complicados. Su equipo llevaba ya dos semanas de haber sido eliminado en las nacionales del Torneo de Primavera.

Lo peor de todo era que ni siquiera alcanzaron las etapas finales. Itachiyama se encargó de cortarle las alas a los búhos de Fukurodani antes de eso, y regresaron a sus casas con las esperanzas rotas.

Akaashi no quería sentirse decepcionado. Apenas comenzaba la preparatoria, quería confiar en que vendrían años más gloriosos para su escuela. Pero no podía evitar ver a los de tercer año partir sin la alegría de haber llevado un trofeo y una medalla con gran orgullo a los pasillos de Fukurodani.

La práctica se sentía lúgubre y sombría. Solo quedaba un mes de clases, por lo que el entrenamiento era apenas semanal porque todos debían estudiar para los exámenes finales.

Sin embargo, a Akaashi le tocó llevar de regreso al gimnasio unas escobas que tomaron prestadas los chicos del salón de teatro. Por supuesto, Akaashi siempre se ofrecía para dejar todo de regreso en su lugar.

Debió haberse sorprendido cuando encontró las puertas completamente desbloqueadas. Hasta donde sabía, él mismo las dejó con llave esa mañana. Esa misma llave que ahora pesaba en su propio bolsillo. ¿Acaso algún ladrón se habría infiltrado entre el santuario del deporte de Fukurodani...?

Un fuerte ruido seco en el interior del gimnasio lo sacó de su ensimismamiento. Akaashi dio un brinco inconsciente por el susto, hasta que descubrió que se trataba de una pelota rebotando sobre la madera.

¡Maldición! —masculló una voz más grave y rasposa de lo normal—. ¡Maldita sea no puedo conseguir que alcance la altura que quiero!

Akaashi soltó un largo suspiro. Allí tenía a su ladrón.

Se metió con cuidado al iluminado gimnasio. Asomó primero la cabeza para asegurarse de que no se estaba equivocando —y no lo hacía, ya que se encontró a quien exactamente estaba esperando.

Bokuto Koutarou. Alumno de segundo año. El nuevo capitán, ahora que los chicos de tercer año abandonaron el club tras la derrota.

Y estaba bañado en sudor, jadeando, la palma en carne viva de tanto practicar saques furiosamente contra una red mal colocada y un montón de pelotas yaciendo sobre el piso como si fueran cadáveres sobre un campo de batalla.

Se quedó mudo observándolo sacar la pelota con toda la fuerza que cargaba. Siempre era sorprendente observar a Bokuto sacar. Como lucía igual que un muchacho simplón y bonachón, la gente solía olvidar que tenía la fuerza de diez toros cuando se trataba de jugar al voleibol.

Akaashi siempre se quedaba embelesado. Era el mismo Bokuto el que le inspiró a seguir en aquel club de voleibol —porque sentía que, tal vez, él tendría una oportunidad de ser tan grande y majestuoso como él algún día.

¿Akaashi quería ser una estrella? No estaba seguro de ello. No le gustaba tener el foco de la atención, pero sí quería poder reconocerse a sí mismo como alguien que era capaz de darlo todo por aquello que amaba o le apasiona.

—¡Joder con todo! —vociferó Bokuto con agresividad. Apretó los puños tan fuerte que sus nudillos se tornaron blancos—. ¡Maldito Itachiyama! ¡Maldito Sakusa con sus perfectos ricitos oscuros! ¡Maldita sea tod-...! ¡Ahhhh! ¡Una escoba fantasma!

Akaashi tardó medio segundo en darse cuenta que aquel repentino chillido era porque Bokuto acababa de descubrirlo. Efectivamente, Akaashi cargaba con tantos palos y artículos de limpieza que apenas debían verse sus brazos alrededor de los mismos.

Bokuto había palidecido. Toda la furia y violencia se le bajó de la cara.

—Bokuto-san, soy yo —se apresuró en decir Akaashi—. No tengas mied-...

—¡Akaashi! —Le cortó el otro al instante tras reconocer su voz—. ¡¿Te convertiste en una escoba?! ¡No puede ser...!

Bokuto estaba ya agarrándose del caballo mientras empezaba toda una dramatización. A Akaashi no le quedó más remedio que correr a depositar las escobas y trapos en una esquina del gimnasio para acercarse hasta un exagerado Bokuto que se tiró de rodillas contra el suelo.

—Bokuto-san, ya para, por favor —resopló Akaashi—. No soy una escoba.

Bokuto levantó la llorosa visión hasta Akaashi, y sus ojos brillaron de nuevo. Se lanzó a abrazarlo por la cintura y apoyó la cabeza sobre su estómago —Akaashi trastabilló, y la verdad es que tuvo suerte de no caer encima de su propio trasero por culpa del peso de Bokuto.

Su cuerpo entero irradiaba calor a causa del entrenamiento.

—¡Akaashi...! ¡Volviste...!

—Bokuto-san, no fui a ninguna parte —Akaashi le puso las manos sobre los corpulentos hombros para alejarlo un poco. Bokuto no opuso resistencia, pero le miró entristecido—. ¿Qué se supone que haces tú aquí? Solo podemos usar el gimnasio los martes ahora, al menos hasta que el año acabe. Además, ¿de dónde sacaste una llave...? El entrenador me dio la única copia.

—¡Ah! —Bokuto sonrió de forma maliciosa mientras sacaba un manojo de llaves del bolsillo con un llavero de una lechuza plateada—. ¡Es una antigua tradición de los capitanes de Fukurodani heredarnos una llave ilegal y que no se supone que debe existir! Me la dieron hace unos días, ¡tenía que estrenarla, Akaashi!

Akaashi arqueó una ceja sin verse muy convencido de su explicación.

—¿Y no tenías examen de filosofía mañana?

Bokuto se puso de pie de repente. Lucía enfurruñado ahora.

—¡Bah! ¿A quién le importa la filosofía? —masculló entre dientes. Encontró una pelota cerca de sus pies y la recogió entre sus dedos enrojecidos para acercarse otra vez a la línea de saque—. Estaba practicando ese tiro que fallé durante el primer set. Ya sabes, el que nos costó un punto ganador. ¡Juro que no pienso fallar la próxima!

Akaashi sintió como si le apretaran el corazón y los pulmones y no pudiera respirar. Recordaba perfectamente el tiro del que Bokuto hablaba —como Akaashi todavía jugaba como suplente en la mayoría de partidos, vio desde la banca el exacto momento en que la ansiedad hacía temblar los dedos de Bokuto y fallar aquel saque que, efectivamente, puso el marcador a favor de Itachiyama.

Ambos iban empatando veinticuatro puntos. Aquel saque fallido de Bokuto les dio una ventaja, y no les tomó mucho tiempo lograr el punto número veintiséis para llevarse con ellos el primer set.

No es como si fuera culpa de Bokuto solamente. Todos ellos cometieron errores durante el partido, y algunos incluso peores que ese mísero saque que todos olvidaron durante el segundo set. Eran un equipo, y si el equipo perdía, era culpa de todos y no de uno solo.

Pero no Bokuto. Bokuto nunca olvidaba.

Y Bokuto tampoco se perdonaba.

Dio un respingo cuando la pelota volvió a rebotar fuera de la línea. Bokuto estaba poniendo demasiada fuerza y velocidad. Las demás pelotas esparcidas se movieron gracias al retumbe, y Akaashi descubrió que estaban dispuestas para simular ser jugadores en un campo de juego y no como los intentos fallidos de Bokuto.

Le sorprendió ese pequeño detalle.

Bokuto volvió a soltar un gruñido de frustración con los puños apretados. Si no fuera porque tenía la cara surcada de sudor, Akaashi podría haber pensado que estaba llorando de la rabia.

Se dejó caer sobre sus rodillas. Akaashi dio largas zancadas hasta el armario donde guardaban las toallas y quedaban algunas botellas de agua mineral cerrada herméticamente. Sacó una de cada una para Bokuto.

Cuando regresó a su lado, Akaashi se agachó a su lado. Le tendió una botella sin decir nada, y le colocó una toalla sobre el cuello de forma torpe y un poco rápida. Quizás estaba tomándose demasiados atrevimientos. Pensó todo eso de forma atropellada cuando Bokuto levantó la vista, perplejo.

—Akaashi...

—Bokuto-san, ¿por qué es tan importante para ti? —preguntó Akaashi de repente, pero estaba mirando hacia la punta de los zapatos de su uniforme—. ¿Por qué te culpas tanto?

—Porque necesito ganar, Akaashi —contestó Bokuto sin pensárselo ni medio segundo. Su voz estaba ronca por tanto haber estado gritando—. Se supone que soy la estrella. Se lo debo al equipo, ¿no?

—Pero tú mismo lo estás diciendo, Bokuto-san. Somos un equipo. No es tu culpa si perdemos —Akaashi le miró de soslayo. Bokuto se veía ya resignado más que molesto—. Mírate ahora mismo. Estás agotado y estás lastimando tus propias manos...

—Eso no es nada —Bokuto giró el cuello y sus huesos traquetearon. Una sonrisa nostálgica se instaló en su cara—. Mi hermana mayor es boxeadora olímpica. ¡Se ha destrozado los dedos más de una vez para llegar a dónde está!

Akaashi se sorprendió al escuchar que Bokuto tenía una hermana que competía en ligas olímpicas. De hecho, ni siquiera sabía que Bokuto tenía una hermana mayor. Aunque fuera un charlatán, rara vez contaba cosas de su propio hogar.

—Tengo dos hermanas, en realidad —respondió el otro casi como si pudiera leer los pensamientos de Akaashi. Bokuto infló el pecho con una gran bocanada de aire—. La otra se metió a estudiar medicina en Viena. Se ganó una beca de un año en una escuela de música porque toca el violonchelo, pero ella decidió que estudiaría dos cosas al mismo tiempo.

Akaashi debió haberse visto como un verdadero pelmazo por lo enmudecido que se quedó. Todas aquellas noticias eran una verdadera sorpresa viniendo de alguien a quien llevaba viendo de forma casi diaria desde que empezó la preparatoria.

—No sabía —contestó Akaashi con un hilillo de voz—. Yo soy hijo único.

Vaya estupidez atinó por decir en ese momento. Ni siquiera estaban hablando de sí mismo. Pero Bokuto nunca veía las cosas de esa forma —de hecho, le sonrió con algo de calidez.

—Vaya, amo a mis hermanas, pero creo que tuviste un poco de suerte, Akaashi —confesó Bokuto con un suspiro y sus grandes ojos clavados en el techo—. No necesitas compararte todo el tiempo con alguien más si es así. Hay un poco menos de expectativas.

Hubo un corto momento de silencio entre los dos. Akaashi juraba que podía escuchar su propio corazón retumbando tan fuerte como las pelotas que Bokuto remató momentos atrás.

—De verdad me alegra eso por ti.

Akaashi de verdad sentía como si un yunque le cayera dentro del estómago. No sabía qué diablos decir en instantes como ese. Quizá porque su cerebro buscaba procesar toda la información de una manera rápida para saber cómo consolar y apoyar a Bokuto en momentos así.

Supuso que su forma de ser cobraba un poco más de sentido. Criándose con dos hermanas tan exitosas y habilidosas, al pequeño Koutarou no le quedaba más opción que intentar estar a la altura. Trató de no imaginárselo en sus años más jóvenes sintiendo que se quedaba atrás. No pudiendo asimilar que su experiencia no era la misma que la de ellas dos; y que, si él así lo quisiera, no necesitaba demostrar a nadie que era una estrella en el voleibol para considerar válido en su familia.

Bokuto de por sí brillaba por una estrella. No sabía si era el carisma que irradiaba o la bondad simplona que le salía por cada uno de los poros.

Ser exitoso y el mejor no era algo que tuviera importancia. No realmente. Pero comprendía que pudiera ser difícil desarraigarse de ese pensamiento para los que se criaron en medio de supernovas.

Akaashi pensó que nada de lo que dijera podría servir en ese momento. Tampoco era su tarea; y menos con una herida tan fresca como la de la derrota.

Tendría más tiempo para mostrarle que no necesitaba ser el mejor ante los demás. Lo único que de verdad importaba era que Bokuto fuera una mejor versión de sí mismo con cada día que pasaba.

Akaashi le extendió la mano. Bokuto se la miró, dubitativo, pero acabó apretando sus enrojecidos y callosos dedos con los suyos.

—Vayamos a comer unos onigiris, Bokuto-san —propuso Akaashi con una sonrisa casi imperceptible—. Prometo colocar el balón para ti, solo cuando pasen los exámenes. No pienso entrenar contigo si repruebas filosofía. O literatura. O matemáticas. O siquiera alguna asignatura.

Akaashi sabía que solo estaba exagerando para amenazarle. A Bokuto no pareció importarle que le dijera todo eso. Sus ojos empezaron a brillar de nuevo ante la proposición de entrenar con alguien más.

—¡Por supuesto que sí, Akaashi! —exclamó, y luego soltó una carcajada profunda—. ¡Pero yo voy a invitar los onigiris!

—Sabes que no es necesario, Bokuto-san —dijo Akaashi—. Pero vamos de una vez, tenemos que limpiar antes de que alguien nos descubra.

Akaashi tironeó de él y sus cuerpos casi se tocaron con el impulso. Bokuto tenía ya sudor seco por casi todo el cuerpo, y tampoco es como si oliera muy bien...

Pero no le molestaba esa clase de cercanía.

Lo dejó allí de pie, pensativo, mientras iba en busca del contenedor para las redes y el balón. A medio camino, Akaashi sintió que le llamaban otra vez:

—¡Akaashi!

—¿Sí, Bokuto-san? —inquirió tras darse la vuelta de forma automática.

Sus ojos encontraron la mirada decidida de Bokuto. Sintió nervios en el estómago por algún motivo, pero nada le estaba preparando para lo que vino a continuación.

—¿Quisieras ser mi vice-capitán el próximo curso?

Akaashi respiró por la boca ya que se quedó sin aire de un momento a otro. Tragó saliva con dificultad, y esperaba que no se le notaran los nervios que cosquilleaban por todo su cuerpo ahora como si tuviera electricidad líquida entre los huesos.

Debió verse tan estoico como siempre, ya que la mueca en el rostro de Bokuto era de pura ansiedad mezclada con una sonrisa temblorosa a la espera de una respuesta afirmativa. ¿Era verdad lo que estaba pidiendo?

¿Quería que Akaashi Keiji fuera su vice-capitán?

Podría haber escogido a cualquiera de ellos. Konoha. Komi. Washio. Sarukui. Cualquiera se escuchaba como una persona más experimentada y capacitada. Akaashi solo era un setter que iba terminando su primer año de preparatoria.

Muchas cosas podían salir mal de todo eso. O puede que solo fuera una simple tarea como vice-capitán. Era como una ruleta rusa, y aquel era el momento en donde el tambor gira con una sola bala introducida. No importa qué tan buen tirador seas, o qué tan imprecisa pueda ser la puntería: lo único que importa es que toque la bala indicada.

Una sola bala que podría cambiar el destino de ambos.

Pero Bokuto se veía más decidido que nunca. No sabía si fue un impulso, o si de verdad llevaba semanas planeando todo eso —todos sabían desde incluso antes del torneo que sería el próximo capitán—, pero Akaashi pensó que él no necesitaba pensarlo demasiado.

Aunque nunca hubiera imaginado aquello, él ya conocía la respuesta correcta. Estaba seguro que era la correcta.

—Por supuesto, Bokuto-san —contestó Akaashi, y se atrevió a sonreír de manera diminuta como siempre lo hacía para dar énfasis a sus palabras—. Acepto ser tu vice-capitán el próximo curso.

Creo que es uno de los capítulos que más disfruté hacer, no sé sbdfjsdfh

Cuando tuve esta primera idea para esta debilidad (que no había decidido en qué orden iría) pensé poner algo de angst sobre los padres de Bokuto, pero me gustó la idea de una comparación silenciosa con las hermanas ahora que sabemos que existen. Igual ya veremos de ellas mucho más a fondo, y obvio ninguna es mala o hace sentir menos a Bokuto ;o;

Es que si tienen hermanos, pues... bueno, ya saben cómo es esto

Quiero también hablar sobre el asuntito que aconteció el lunes. Primero quiero agradecer infinitamente el apoyo, cariño y palabras de aliento que me han dado. A veces no sé en dónde estaría si no tuviera personitas tan hermosas siempre dándome un empujón. Me daba miedo que me agarre un bloqueo con este fic, pero creo que este capítulo ha salido tan fluidamente que por suerte eso no sucedió

Segundo... la persona en cuestión se ha comunicado conmigo para disculparse por la brusquedad de sus palabras. No soy una persona rencorosa, así que por supuesto las acepto. Solo quisiera que nadie que sea ficker o artista tenga que pasar por este tipo de cosas, porque no todos tienen el autoestima o apoyo para mantenerse en pie. Sumemos en vez de restar, siempre.

¡En fin! Basta de cosas serias... porque es una buena semana, ya que también estoy participando de la KuroYaku Week fksdhjf muchos la han estado leyendo, pero obvio dejo la invitación abierta para cualquier otro que quiera sumarse a este barco uwu hoy ya toca el día 3 y en este caso son OCHO días de oneshots

El sábado habrá SakuAtsu. Necesito un descanso o me vuelvo loca (?) pero sigo viva, ah

¡Muchísimas gracias como siempre por seguir leyendo! Espero disfruten el capítulo de hoy. Todavía no pude responder los comentarios del lunes porque son muchos y muy largos ;;; pero en una hora o dos estaré así libre para contestarles lo hermoso que me dijeron ♥️

Nos vemos el lunes! Besitos ♥️

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