Te conocí en la cafetería cerca de la universidad, tenías el cabello castaño todo revuelto por las vueltas y vueltas que dabas alrededor de las mesas, buscando de quién era el café americano que tenías en la bandeja.

Me encantó la sonrisa de disculpa que le dedicabas a cada una de las personas que negaban haber hecho ese pedido, tu expresión preocupada por ser tu primer día de trabajo y estar cometiendo tantos errores.

Pero no fuí la única persona que te notó entré los cinco trabajadores de aquella cafetería, los clientes de la mesa de la esquina también te observaban y hablaban entre risas tímidas.

Me enojé, no entendía porqué, pero me había enojado por el simple hecho de que otras personas notaran tu belleza. Aunque todo ese enojo se esfumó cuando te detuviste frente a mí, justo al lado de mi mesa.

—Disculpe... ¿Usted pidió un café americano? —preguntaste sonriendo levemente, se veía el nerviosismo de tu mirada.

—Sí, yo lo pedí —suspiraste al oír mi respuesta.

Pero en ese momento no sabías, que el simple hecho de llamar mi atención, había sido tu primer error, algo que ni siquiera fue tu culpa.

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