9: novena razón.

Esa molesta chica no dejaba de acercarse a tí, iba diario a la cafetería y tú siempre la atendías por alguna razón, ¿acaso te gustaba?.

Cada día tú tomabas más confianza, pero sé que te reprimías, no sólo para no hacerle daño a ella, sino porque ya no confiabas ni en tu sombra. No querías cometer el mismo error que cometiste conmigo.

Lo entiendo. Ahora lo hago.

Pero mientras pasaban los días noté que tú y ella ya habían empezado a tener citas, muy a escondidas.

Y ocultabas de mí eso fue lo que me enfureció.

Por eso, mientras tú trabajabas yo me fui a otro lado, los estuve siguiendo, ví cómo la dejabas en la puerta de su casa. Vivía sola y no tenía mucho cuidado con la seguridad, aunque tú siempre le rogabas que le prestara más atención.

Eso me facilitó el trabajo, yo sólo entré a su casa, y ella estaba ahí, en el sillón viendo películas, me temo que ese no era su día de suerte. Era tan simple, no era hermosa, no tenía buenos hábitos, era un desastre.

Y esa fue la novena razón, tú te centrabas en el interior, ni te importaba la apariencia de nadie, te gustaba que las cosas fueran simples y reales.

Y aunque antes no me hubiera atrevido a hacer todo esto, tú me volviste así.

Ese día tú gritaste al entrar a tu casa, viendo la cabeza de tu nueva pareja en la mesa de la sala.

“Perdón por haber dejado de traerte regalos, cariño. Recuerda que te amo y que tú eres sólo mío.

-S.T.”

Fue muy satisfactorio.

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