2: segunda razón.
Después de haber ido por dos meses seguidos a aquella cafetería, siempre después de mis clases a las cinco de la tarde, me di cuenta de que necesitaba hablarte, así que ese día fuí con ese pensamiento en la cabeza.
Todo resultó bien, de hecho, me sonreíste enormemente y con una calidez increíble, te reíste junto a mí y me trataste como si me conocieras de toda la vida.
Esa fue la segunda razón. El hecho de que fueras tan amigable, tan alegre y tan increíble, no sólo conmigo, sino con todos.
Confieso que desde ese momento, te quería sólo para mí, pero ví que no sólo yo decidí hablarte ese día. Una chica hermosa, de pies a cabeza, con cabellos rubios y sedosos y grandes ojos azules se acercó a tí.
No le importó interrumpir nuestra animada conversación, pero con sus mejillas rojas no pudiste evitar no enojarte.
En realidad, te dio su número, lo recibiste con la sonrisa con la que me recibiste a mí cuando te hablé, me enfurecí, pero no lo mostré. Sonreí cuando aquella rubia se fue.
—¿Le llamarás? —te pregunté, rezando porque dijeras que no, aunque no fuera creyente.
—Talvez... es linda —respondiste, desepcionándome por completo.
Yo sólo suspiré, reprimiendo mi enojo y frustración, no me quedaba de otra más que aceptarlo.
Aparte, no notarías nada cuando ella no respondiera tus llamadas, así que no me preocupaba. Al menos no por completo.
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