capítulo 10
—Wow, Jungkook, es increíblemente grande.
El castaño soltó una risita, observando con ojos brillantes a Jimin mientras este continuaba mirando el edificio. El rubio escaneaba lentamente cada detalle, completamente asombrado. Él sabía que Jungkook tenía mucho dinero, sin embargo, aún así ver todo aquello lo tomó por sorpresa.
—Deberíamos entrar ahora, hace mucho frío aquí y no quiero que enfermes —demandó Jungkook, colocando una mano sobre la espalda de Jimin cuando comenzaron a caminar hacia la entrada del edificio. El más bajito todavía continuaba apreciando su alrededor cuando entraron al lobby; se sentía como si estuviera en un museo.
—No puedo creer que trabajes aquí. ¿Alguna vez te cansaste de ingresar al lobby? Porque yo creo que jamás lo haría. Es demasiado hermoso, Jungkook —sonrió Jimin.
—Tal vez puedas pasarte por aquí; claro, solo si gustas. No está tan lejos de donde trabajas, después de todo... —sugirió Jungkook, un poquito nervioso y emocionado por la idea. Ambos caminaron hacia los ascensores y entraron tras llamarlo. Por supuesto, el castaño se aseguró de que Jimin entrara primero.
—¿Puedes presionar el segundo botón para arriba? —preguntó Jungkook, ocupado en sacar su teléfono de su bolsillo. El rubio asintió sonriente y presionó suavemente el botón, mirando cómo las puertas del ascensor se cerraban.
Jimin comenzó a caminar hacia atrás, perdiendo el equilibrio cuando el ascensor comenzó a subir. Jungkook dejó caer su teléfono y se aseguró de atrapar a su acompañante, no queriendo que se golpeara la cabeza contra las paredes del ascensor.
—Cuidado —le murmuró Jungkook al oído.
—Lo siento mucho —Jimin se sonrojó, parándose derecho antes de levantar el teléfono del castaño. Jungkook ni siquiera miró su teléfono para ver si estaba bien. Su mirada estaba fija en Jimin, quería asegurarse de que este estaba realmente bien y también porque se veía tan adorable con el sonrojo en sus mejillas.
Cuando sintieron que el ascensor se detenía, Jimin fue el primero en salir de este hacia un amplio pasillo. Jungkook se encargó de dirigirlo a la puerta al final del pasillo, encontrando en esta una placa plateada con "J. Jeon" grabada en ella.
Jungkook abrió la puerta, permitiendo que Jimin entrara. Tras esto, muchos pensamientos corrieron en la mente del más bajito, preguntándose qué vería en el otro lado. De alguna manera, se sintió más asombrado que cuando estaba afuera. La habitación en sí era grande y estaba decorada de forma moderna. Coincidió con el tema del lobby.
Jungkook cerró las puertas y encendió las luces.
Jimin giró lentamente, mirando la habitación, se detuvo cuando su mirada se posó en el gran escritorio de Jungkook. Detrás de este había una ventana cubierta con cortinas azul oscuro. Caminó detrás del escritorio, tomó una de las cortinas y la empujó hacia un lado, para seguidamente hacer lo mismo con la otra, revelando tal ventana.
Jungkook alzó las cejas porque solía mantener las cortinas cerradas. Había descubierto hace un tiempo que a Lalisa nunca le gustaba abrirlas. El castaño no sabía por qué, pero él siempre las mantenía cerradas cuando ella estaba cerca.
—Wow —suspiró Jimin facinado, sonriendo ante la vista frente a él. Estaba frente a Seúl; todo era impresionante. Dio un paso atrás y saltó sobre el escritorio de Jungkook, descansando sus manos en su regazo mientras admiraba todo.
A Jungkook no le importaba la vista afuera en este momento, pues su grandiosa vista estaba sentada en su escritorio, mirando maravillado hacia afuera. La luz natural del sol iluminaba su belleza y se veía absolutamente angelical.
—¿Siempre mantienes las cortinas cerradas? —Jimin preguntó repentinamente, interrumpiendo la línea de pensamientos del castaño. Jimin se había enamorado de la vista. Se preguntó cómo alguien podría siquiera cansarse de esta vista. Ya estaba decidiendo aceptar la oferta de volver a venir en algún momento en el futuro para admirar esta vista de nuevo.
—A veces. Por lo general me gusta que estén abiertas. Cuando se me da la oportunidad apago las luces y dejo que entre la luz natural —explicó Jungkook despacio, mientras apagaba las luces. La única iluminación en la habitación era la luz del sol que entraba por la ventana. Aquella luz que solo hacía parecer que Jimin tenía un brillo tan precioso alrededor de él, como si este fuese un ángel.
Jungkook caminó hacia el lado de Jimin, mirando hacia la vista.
—Es tan encantador... —murmuró el más bajito, mordiéndose el labio inferior. Jungkook respiró lenta y pesadamente; necesitaba recordarse a sí mismo que ese pequeño ser no tenía ni la menor idea de lo que provocaba en él. Sus manos de pronto encontraron los bordes de su escritorio y los sujetó con fuerza. Él realmente necesitaba controlarse.
—Todavía hay más habitaciones que quiero mostrarte. Esta es solo mi oficina, donde hago todo el trabajo.
Jimin asintió efusivo y se deslizó abajo del escritorio. Siguió a Jungkook fuera de la oficina y volvieron al ascensor, asegurándose de mantenerse firme cuando el ascensor se hundiera. Bajaron al vestíbulo y caminaron hacia una de las puertas de atrás.
El más alto abrió una de las puertas que tenía de nombre 'STUDIO' en otra placa plateada. Jimin, cómo siempre, observó aquel detalle y caminó en la habitación oscura, sin ver nada hasta que Jungkook se encargó de encender las luces.
Había un fondo de pantalla blanca contra la pared trasera. En el techo y a los lados había luces brillantes que se usaban en sesiones fotográficas. Una cámara cara se colocó en el medio, frente a la pantalla en blanco. A los lados había otros equipos y sofás, como también otras puertas que conducían probablemente a otras habitaciones.
—Este es el estudio; usualmente no lo utilizamos porque tenemos otros aún más grandes para usar. Esto es para proyectos pequeños o cambios de última hora por lo general.
—Es realmente bonito. Me gusta —Jimin estaba caminando alrededor de la habitación con cuidado para no pisar ningún cable. Jungkook se apoyó en la puerta, sin poder dejar de apreciar lo hermoso que era el de hebras rubias.
Últimamente estaba pensando cómo las cosas con Lalisa estaban siendo un poco apuradas. La había conocido en una de las fiestas de su madre. Ambas madres se llevaban bastante bien y comenzaron a pasar el rato, lo que generó visitas frecuentes tanto de Lalisa como de su madre. Sus madres siempre habían alentado su relación romántica y Jungkook pensó que tal vez podría llegar a enamorarse de ella.
Hasta que un hombre hermoso se cruzó en su camino.
—¿Jungkook? —su dulce voz interrumpió sus pensamientos una vez más. Observó a Jimin y sonrió, tranquilizándolo—. Te aturdiste —Jimin soltó una risita adorable sin querer—. ¿Estás bien?
—Sí, estoy muy bien. Estoy realmente feliz de poder mostrarte todo esto —confesó bajito, mirando directamente a esos hermosos luceros que tanto le encantaban. Jungkook una vez más sentía que se hundía y estaba aterrado.
Jimin no necesitaba seguir la mirada del castaño para saber dónde se encontraba ahora; mentalmente se dijo a sí mismo que debía continuar. Con una oleada de valentía, el rubio tomó la mano de este y lo sacó de la habitación, asegurándose de cerrar la puerta.
—Bueno, vamos, todavía tienes mucho que enseñarme —anunció Jimin de prisa, entrelazando sus manos. Jungkook miró a Jimin un poco sorprendido, pero eso pronto fue reemplazado por una sonrisa boba mientras apretaba y sujetaba firmemente la mano ajena.
El resto del día Jungkook se la había pasado mostrándole a Jimin todo lo que pudo del edificio; el laboratorio fotográfico, las salas de reuniones y otras más que estaban alrededor de este.
Cuando el sol ya se había puesto, ambos chicos decidieron volver al ascensor. Todavía estaban tomados de la mano, prácticamente pegados el uno al otro. Al parecer no tenían intenciones de soltarse, aún no. Jungkook le indicó a Jimin que presionara el botón superior, por lo que este siguió las instrucciones del castaño y presionó aquel botón con emoción.
El ascensor los llevó a un pasillo con pocas puertas y escaleras que conducían hacia arriba. Jungkook hizo que Jimin fuera el primero y, este, por supuesto, subió la estrecha escalera obediente hasta llegar a una puerta. El más alto le pasó una llave y, con eso, la puerta se abrió, revelando la parte superior del edificio.
Cuando Jimin salió, sintió la fría brisa del invierno pasar a su alrededor. Podía oír música tenue, coches corriendo, personas que hablaban débilmente a la distancia y la vista de las luces de Seúl. Todo era bellísimo. A paso lento fue hacia el borde del edificio donde la repisa, al parecer, alcanzaba su torso superior.
El de hebras castañas caminaba silenciosamente junto a él, mirando sus manos entrelazadas.
Jimin mantenía una enorme sonrisa cuando terminaba de apoyarse en el pecho Jungkook. Este último fue tomado por sorpresa cuando sintió el cuerpo del más bajito contra él. Se sonrojó furiosamente y desconectó sus manos para envolver a Jimin con un abrazo protector.
Después de un rato en un cómodo silencio y observando la vista, Jimin se inclinó hacia Jungkook presionando un suave y prolongado beso en su mejilla. El castaño apretó suavemente a Jimin, sonriendo y amando la sensación de tener a tal belleza entre sus brazos.
Y tal vez era la forma en que brillaban las luces o lo suave que soplaba el viento, o tal vez la forma en que se abrazaban lo que hacía que Jimin se diera cuenta de algo:
Él ciertamente no estaría aterrizando en sus pies.
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