cap. 8 - ¿es hierba?

Me quedo estática en mi lugar porque el chico jamás me ha tratado de esa forma, siempre está sonriente y con esa actitud juguetona y arrogante, pero parece haber huido de mí con esa salida tan evasiva. Y quizás tiene el derecho, prácticamente acabo de pillarlo de sorpresa mientras estaba sumergido en una canción que estoy segura que significaba algo para él pues la tocaba con un sentimiento perceptible. ¿Entonces está avergonzado? ¿Es eso?

—Creo que se acabaron mis infiltraciones ilegales en la academia, y también en lo que no es mi asunto... —afirmo en un tonó entre burlón y culpable ante la habitación solitaria. Observo mis rodillas enrojecidas, arrugando la nariz porque es una adición nueva a la galería de golpes y moretones, cortesía de mi torpeza.

Me dirijo hasta el piano y paso la yema de mis dedos sobre las teclas sin hacer sonar a ninguna. Aunque el autor de la misma lo haya abandonado tirando humo por las orejas, siento que no quiero volver a escuchar un piano a menos que lo toque él. Al segundo me percato de que es un pensamiento un tanto exagerado. Pero además de ello, yo no sé tocar el piano así que no podría tocar algo bonito, aunque así lo quisiera.

Escucho algo afuera, me asomo por la ventana y lo veo arrimado a la pared de bambú, con un cigarrillo encendido entre los labios. Abro mi boca exponiendo mi horror.

—¡¿Qué estás haciendo?! —Exclamo escandalizada. Y aquí estoy de nuevo: metiéndome donde no me llaman.

Él levanta la vista en un gesto aburrido y responde con cinismo:

—Baja y averígualo tú misma. Creo que es fútbol.

Un poco insegura, decido que esa debe ser su forma de invitarme a charlar con él y poder disculparme de lo ocurrido. Un poco hostil, debo admitir. Sigo sorprendida por su malhumor, no parece el Ian Baldwin que he visto hasta ahora, pero todos tienen derecho a tener días malos ¿no? Así que voy hacia él, mis fosas nasales advirtiendo un aroma delicioso y a la vez extraño que me recuerdan a mis adorados cinnybuns. Lo veo con un artefacto entre los labios que me obligan a detenerme antes de quedar muy cerca de él.

—Primero, no deberías estar fumando y segundo, ¿por qué huele así? ¿..Es hierba? —Abro los ojos pasmada. Ian no tiene pinta de vicioso, pero ¿quién sabe?

Me lanza una mirada que dice "¿estás hablando en serio?". Luego suelta una risita al darse cuenta que no estoy bromeando en absoluto. Su mal humor parece haber disminuido un poco ante mi ignorancia. Me resulta tierno haber logrado eso con algo tan insignificante.  

—No sales mucho ¿verdad? —Sacude la cabeza, incrédulo—, la marihuana no huele así.

—¿Entonces qué es eso? No huele a un cigarrillo normal... —continúo confundida.

Ian suelta el humo con su boca al lado opuesto de que me encuentro, aun así, el olor viaja rápidamente y consigue colarse a mi nariz de nuevo. Generando cosquillas y evocando la traviesa iniciativa de pasar comprando alguna golosina antes de volver a casa.

—Es un cigarrillo con sabor a canela.

Oh, ahora eso tiene sentido, reconozco maravillada. No sabía que algo así existía, aun así sigue siendo un pitillo. Esa parte sensata pero entrometida de mí ha sido desencadenada con esto. Me lleva a cruzarme de brazos antes de animarme a opinar:

—De todas formas, no deberías estar fumando —entrecierro mis ojos—, vas a arruinar tus pulmones.

—Tú te vas a meter en problemas si acechas a la gente sin consentimiento —contraataca levantando una ceja—, y ni hablar de infiltrarte en propiedad privada dios sabe cómo.

Me ruborizo.

—Lamento eso, fue sin intención —musito entre dientes, ignorando el comentario sobre mi invasión—. Pero no estaba acechando.

— ¿Espiando, acosando? Ponle el nombre que quieras.

—Sólo tenía curiosidad sobre quién estaba tocando, nada más. Ni Harry o Jessie parecen estar en la academia.

Él vuelve a hacer eso con el humo, deshaciéndose del mismo con un profesionalismo ridículo, abre la boca y el humo parece bailar entre sus labios, realizando espirales en el aire. Resulta bastante hipnótico.

—Deja de mirarme los labios, Lily —murmura volviéndose a mí. Tiene una ceja levantada en gesto altanero, aunque su expresión se ve algo vulnerable.

Sus palabras demoran en surtir sentido y efecto en mi cerebro, de manera que mi atención no abandona al hilillo de humo que sale de su boca hasta un par de segundos después donde finalmente mi área de Wernicke decide reaccionar. Abro mis ojos, entro en pánico.

—No te estoy mirando a ti, creído —escupo de repente poniéndome a la defensiva, eso me hace galardonada de una sonrisa divertida de su parte y un "ah, la niña buena también pierde la paciencia" al cual hago caso omiso—, sólo imaginaba tus pulmones negros y empobrecidos. Casi necróticos por tus malos hábitos. 

El muchacho suelta una carcajada antes de replicar. El sonido vibra de esa misma manera seductora que cuando canta. 

—Aunque no eres tan niña buena, creo haber escuchado a Harry que aun eres menor de edad y sin embargo, estabas en un bar nocturno el otro día —me da un vistazo con un gesto de "toma esa".

—Y tú igual, así que no digas nada —protesto al instante rodando los ojos y antes de que termine de decir que tiene el permiso de su representante, continúo—: como decía, así se te afectará el volumen de ventilación pulmonar, la capacidad inspiratoria y vital, y todas esas cosas.

Mis palabras, en vez de suscitar una tormenta de autorrealización y consciencia, causa que frunza las cejas en una mueca llena de confusión. La verdad es que yo tampoco entiendo bien esos conceptos, es mi tío quien suele mencionarlos cada vez que se toca el tema de los pulmones y su funcionamiento. 

—Lily, mis pulmones duran más de lo que imaginas.

—Si fumas, me temo que eso es más difícil de ser que de creer.

—Si me besaras, comprobarías lo que te digo —se encoge de hombros.

Me paralizo ante sus palabras, ¿lo dice en serio? ¿Así, sin más? ¿Con ese descaro? ¿Lo pensó siquiera? Sea como sea, vuelvo en mí de inmediato para pelear contra su ataque cuando dibuja una sonrisita. Al parecer ya se le pasó el mal genio por completo. Por ese lado, me alegro. 

—Tampoco estoy tan preocupada como para verificarlo —pronuncio con mucha arrogancia.

Eso la arranca una potente carcajada, le da una última calada a su cigarrillo antes de botarlo al suelo y pisarlo para terminar con su inútil y dañina vida.

—Por cierto, no es mi canción —dice agachándose a coger los restos y botarlo en un basurero cercano. 

—Siento que la he escuchado antes. 

—Es un arreglo de David Russell.

Tomo nota mental, asintiendo cuando vuelve hacia donde me encuentro. Finalmente me mira, noto que lleva unas ojeras ligeramente profundas y oscuras, y tiene un semblante cansado. Y dudo que sólo sea físico. Pero no me siento cómoda ni lo suficientemente en confianza como para preguntarle si todo está bien. De todas formas, estoy segura que repara en mi expresión analítica y preocupada cuando carraspea desviando el rostro. Al rato, alguien se roba nuestra atención:

—¿Dónde está mi... favorito? —canturrea una potente voz desde dentro de la academia. Es Harry. Sus pasos fuertes dan a saber que está acercándose a donde Ian y yo nos encontramos.

—Soy el único que tienes —grita Baldwin en respuesta.

Su rostro cordial y con el ceño fruncido se asoma por el ventanal desplazado, da conmigo y dibuja una sonrisa divertida.

—Lily, ¡ahí estás! Dije "cantante favorita", Ian —fulmina con la mirada a su sobrino y procede a rodearme con sus brazos en un gesto cariñoso, aunque prudente. Ian abre la boca atónito e indignado, volviendo su cabeza de él a mí. Le saco la lengua.

—Dijiste sobrino —protesta lanzándome una mirada aburrida. 

Después de haberse burlado de él, me suelta y lo recibe mediante un fraternal y ciertamente, brusco abrazo. Es evidente que Harry adora a su sobrino, y aunque Ian tenga esa máscara de ser muy genial como para mostrar sus sentimientos, me doy cuenta que él también.

—Bien —una vez separados, Harry aplaude de forma sonora y dolorosa, sobresaltándonos a ambos—. Lily hay algo de lo que debo hablarte. Acompáñame a mi oficina, por favor.

Siempre que un adulto con un rol asociado de alguna forma a una "autoridad" dice eso, el corazón se me dispara. Mi cerebro empieza a maquinar de inmediato las posibles cosas que hice mal o de las que soy responsable, por lo cual, horrorizada, me pregunto si quizás me regañará por infiltrarme en su academia escalando una pared e introduciéndome por una ventana. ¿Pusieron cámaras en la vereda y no me enteré?

—Cambia esa cara de susto, no hiciste nada mal... Según sé. ¿O hay algo que quieras contarme?

Cuando ese hombre de casi dos metros y mirada inquisitiva se inclina sobre mí con gesto solemne, siento que estoy a punto de confesar un crimen que ni siquiera he cometido. Un segundo más tarde, estalla en escandalosas risotadas al más estilo de Papá Noel.

—Cálmate niña, no es nada malo. Ven conmigo. De hecho, tú también, niño.

A diferencia de mí, Ian no puso cara de susto.

Puedo notar que los pasillos de la academia ya están más vivos, hay niños y maestros moviéndose sin apuro por los mismos, y Jessie ya está iluminando el hall principal con sus vibras amistosas y alentadoras. Envía un beso volado en nuestra dirección cuando subimos las gradas hacia el estudio de Harry, pero al percatarse en Ian y en mí dibuja una pequeña sonrisa culpable y ondea su mano en un saludo tímido. Nuestro destino está ubicado en el segundo piso, a la derecha hasta el fondo. Siempre está con llave, es un pequeño estudio de grabación que funciona como la "oficina" de Harry puesto que él, al haber estudiado producción musical, hace toda la magia en esta habitación insonorizada. Es un cuarto lo suficientemente amplio como para que no más de cuatro personas puedan presenciar una sesión de estudio, con unas tres más dentro de la cabina de grabado. Aunque es habitación más completa de la academia, muy pocos tienen permitido entrar aquí. Sin embargo, en múltiples ocasiones, él prefiere darme mis clases de canto aquí. A mí me encanta, creo que el estudio de grabación es mi lugar.

Harry realiza un gesto invitándonos a tomar asiento en un alargado sofá-cama que se encuentra al frente de la consola, monitores, y todas esas cosas. Me imagino a mí misma como un pequeño gatito tímido cuando me acomodo como ordenó, él gira su silla especial o "trono" (cómo él suele llamarlo) para posarse de manera que puede colocar toda su atención sobre ambos, luego me observa con una sonrisa impaciente.

—¿Ian está siendo un dolor de cabeza para ti?

No sé qué se supone que debo responder a eso, ¡es su propio sobrino! Y para colmo, él mismo está a mi lado.

—Hey, estoy aquí —repone en un tono de voz aburrido, haciendo un gesto de amor y paz para hacerse notar.

—Tranquila, puedes responderme a eso sin miedo —ríe el tío—, en realidad lo que quiero saber es... ¿Qué tan cómoda te sentirías cantando con él?

Tampoco sé qué decir. Estas últimas palabras captan de nuevo la atención del muchacho, desviándola de mí, con destino al adulto. Ninguno de nosotros sabe a qué viene esta conversación. Harry exhala todo el aire que contiene en sus pulmones de manera dramática, creo que nuestras expresiones de estar perdidos por completos, lo ha exasperado.

—Okey, escuchen: jamás se los mencioné porque no quería forzarlos a cantar juntos, pero debo decir que sus voces se complementan de una manera muy satisfactoria —expresa tronándose los dedos, cosa que me desconcierta momentáneamente—. Lily, los probé con Bennie & The Jets, no desafinaste ni una sola vez cuando cantaste con él, por primera vez te sentí cómoda y confiada cantando con alguien más. Y a ti, Ian, la proyección e interpretación, se sintió mucho más real. Fluiste con la canción.

Continuaba sin palabras.

—Sé que una sola vez no es suficiente para decir que son el equipo perfecto, sin embargo, veo mucho potencial en ustedes como dueto. En unas semanas se viene el concierto anual que celebra la academia, y quiero que ustedes sean la presentación final del mismo. 

Nota de la autora: *Inserte gritoooooo de fangirl de la propia autoraaaa* :3

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