cap. 58 - ¿estás jugando conmigo? (parte dos)

Ni siquiera recuerdo bien cuál era el tema, pero apenas nos vieron, él pasó sus dedos por su copete, dejándolo perfecto a la par que dibujaba una encantadora sonrisa arrogante. Y sus compañeros —ya que todos conocían de mí— empezaron a murmurar entre sí y a reírse. Ni siquiera eran capaces de dar la charla bien, aunque fue William quien no pudo soportar la tentación de jalarme a "primera fila" y aullar entre carcajadas:

—¡Ay, mira cómo te sonríe!

—Suficiente. Luego no te atrevas a preguntarme por qué tienes la nota que tienes, Curt —la satisfacción me invadió completa al escuchar el regaño de su profesora. Le devolví una sonrisa maliciosa—. ¿Alguna pregunta?

Ante el silencio, pude observar por el rabillo del ojo que la mujer desaparecía de mi campo de visión. Así que me atreví a sacar el dedo medio de mi mano derecha y colocarlo en las narices de William. Lo que yo ignoraba era que la profesora había rodeado el grupo para quedar a mi costado, con los brazos cruzados y el ceño fruncido. Me quedé estática por unos segundos, no sin antes percatarme de la pequeña sonrisa divertida que se instaló en la cara de Andrew, y finalmente reaccioné y guardé mi dedo travieso.

—¿Cuál es su apellido, señorita?

Me tomó un segundo recordar hasta qué criatura soy.

—Owen —pero apenas salí de mi embeleso, lo escupí con la voz temblorosa.

—Tienes detención.

Esa fue la primera vez.

Y claro que hubo otras ocasiones bastante similares. Aunque nada como aquella vez en mi cumpleaños. Después de la pelea entre Logan y Andrew, que había ocurrido justo después de que yo misma me acercara a hablar con el último mencionado —aunque esa historia es para otro momento—. No obstante, esa última vez, no exploté contra ninguno de ellos. Tampoco contra William o Emilia.

Fue contra mi propio grupo de las que creía mis amigas. En un partido de fútbol en la clase de deportes, cuando no logré atrapar bien la pelota y muchos comentarios y reclamos cayeron sobre mi frágil ser. Los ojos se me llenaron de lágrimas, aunque las contuve apretando los puños con fuerza. Y me volteé hacia ellas, los colmillos listos para intimidar. Entonces, exclamé:

—¡SI TAN MALA SOY, ENTONCES SÁQUENME DEL EQUIPO!

Y mi pobre profesor, un buen hombre que se jubiló al año siguiente, intentó calmar las aguas. Aunque fue en vano. Ellas respondieron, sacando las garras con la misma fiereza que yo:

—Ya sal de una vez —exclamó Amy, el agresivo paso que dio hacia mí sin que ninguna de las demás la detuvieran, me hizo saber que coincidían con sus palabras. De Gina no me sorprendía, Linda y Mikaela por otro lado...— tampoco es como que te necesitamos. Eres patética, intensa e impulsiva. Sólo nos haces quedar mal.

—Vete a la mierda —fue lo único que pronuncié antes de lanzar el balón en su dirección. Nunca fui muy buena con mi puntería, sin embargo, en ese momento fue perfecta. Dio en el blanco: su nariz.

Así que, además de recibir detención, fui sancionada. Pero me levantaron el castigo apenas las autoridades se enteraron de mi visita al hospital y de los problemas que yo estaba teniendo con el resto de mis compañeros. Amy no me reclamó nada, de hecho, ninguna de ellas siquiera volvió a dirigirme la palabra. Entonces quedé como la "loca de la clase". Hasta que poco a poco, me fui haciendo pequeña e invisible.

Por eso, odio ser impulsiva. Odio perder el control. Porque cada vez que ocurre, termino haciendo una payasa de mí misma. Después de ello, aprendí a controlarme. A respirar profundo antes de actuar como una "persona digna e intocable". Era mejor fingir que no me importaba antes que ponerme un escudo de bufón.

Sin embargo, en la casa de William, el alcohol en mi sistema pareció anular mis métodos.

Me torturé con esto durante todo el tiempo que duró el castigo en la detención, ni siquiera me molesté en avisarle a Harry que me demoraría en llegar porque el ensayo ahora iniciaba una hora más tarde. Llegaría... Así que, en ese momento, sólo me permití perderme en muchos recuerdos semiamargos de la época en la que perseguía a Andrew Huard, mientras las lágrimas silenciosas formaban diminutos charcos sobre la madera grisácea de los escritorios viejos del colegio.

Otra vez me siento como esa patética niña estúpida...

El castigo finalmente terminó. La hora que me había quedado ahí transcurrió con una lentitud letal. Junto a los pocos estudiantes de años inferiores que también cometieron acciones cuestionables durante el día, salí del establecimiento. Todo lo que resonaba eran los pasos lentos y desanimados sobre el cemento coloreado por tizas que manchaban la suela de los zapatos. A juzgar por la hora —y puesto que los buses escolares no esperaban a los sancionados—, me tocaría tomar el transporte público. No era algo que a mis padres les gustara particularmente, sin embargo, mi otra opción era llamarlos y comentarles que me había quedado en detención. Y prefería no ser yo quien les diera la noticia. No con las tensiones en casa.

El sol cegaba mis ojos debido al ángulo diagonal propio del atardecer, así que me costó un poco notar el jeep que se encontraba en el parqueadero. O el muchacho que se encontraba arrimado al mismo con fingido desinterés.

Me detuve a mitad del camino. Hasta que mi cerebro integrara el estímulo visual y me notificara sobre la identidad del sujeto.

Andrew.

No tomó demasiado para que sus ojos se entrelazaran con los míos.

—Permiso, estás obstruyendo el paso.

Me sobresalté ante las duras palabras de un chico de primer año que, con cuidado, pero firmeza, me hizo a un lado. Desapareció tan rápido de mi vista que ni siquiera pude disculparme. Lo que sí hice fue dar pasos hipócritas, de esos que fingen seguridad, aunque sean débiles y temblorosos, en su dirección. Hasta que un pensamiento se elevó dentro de mí y me hizo detenerme: ¿qué hace aquí? ¿Vino por mí? ¿O por Marina? Quizás ella demoró más en salir y lo envió el señor Valek a retirarla, o tal vez él vino a verla porque quería hacerlo...

—Sé que te quedaste en detención por Mikaela —aclara con la voz fresca, como si hubiera leído las dudas en mi rostro—, y que seguramente no tienes cómo volver a casa. O a la academia.

—¿Ella te lo dijo?

Retomé el camino hasta él, debatiéndome internamente sobre si debería reclamarle a la chica por abrir la boca. Aun así, una parte de mí no podía concebir la idea de que ella se lo mencionara apropósito. No me haría eso. Aunque recuerdo que fue ella quien me hizo ir a su casa el mismo día que iría Andrew apenas nos emparejaron para este trabajo...

—Llegó tarde a su casa porque se quedó hablando con el profesor que te envió a detención —sí, logró conseguir que el hombre nos diera una oportunidad más para entregar el trabajo. Un gran mérito, a pesar de que me latía que había utilizado algún soborno para ello. Sólo esperaba que no fuera nada turbio—. Cuando Lidia le preguntó al respecto, se le escapó el hecho de que estabas aquí. Entonces me ofrecí a venir. Y ella se opusiera o no, igual lo haría. Así que no, técnicamente ella no me lo dijo.

Me situé a metro y medio de él, con mi cabeza ligeramente inclinada en dirección al piso porque no podía verlo a los ojos. No tenía el descaro de hacerlo. La culpabilidad me lo impidió.

—Lamento incomodarte —musitó en un murmuro. Sacudí la cabeza en negación.

—Ya... Ya volviste de tu viaje —claro que ya volvió, estúpida. No iba a ser un holograma de Andrew frente a ti.

Él pareció pensar lo mismo que yo porque soltó una carcajada diminuta y un poco tensa, y asintió.

—Sí, ya volví —se quedó en silencio un instante—. Y quería hablar contigo. Si me lo permites.

Tenía el pecho hecho un flan. Murmuré un "sí" debilucho y entrecortado antes de arrimarme a un costado del carro, mis brazos cruzados como parte de una postura desinteresada. Sin embargo, era para esconder las uñas que se me estaban clavando con fuerza en los antebrazos. Él me dedicó una mirada tendida antes de sacudir su cabeza.

—Vamos a otro lado, ¿sí?

Sólo me dejé arrastrar por su corriente.

El auto seguía igual de impecable que siempre. Todavía olía a él. No sé por qué esperaba algo diferente. El trayecto duró siete minutos exactos, ninguno pronunció palabra alguna hasta que nos detuvimos en un pequeño mirador. Él bajó y como siempre, abrió mi puerta como todo un caballero para ayudarme a descender. Que sí podía sola, quise decirle. Pero me lo tragué.

Me sentía sucia. Me sentía malvada. Como la villana. Así que no hice ningún sonido. Su mano me soltó apenas toqué el asfalto y lo seguí en silencio, hasta alcanzar un pequeño banco que daba al paisaje de la ciudad.

—Bueno... —empezó a decir, una vez que me senté a su lado. Tenía la piel de las piernas como carne de gallina, no sabía si se debía al viento que corría o por los nervios. De todas maneras, él se sacó la chaqueta de cuero café y me la colocó con delicadeza sobre las rodillas—. ¿Cómo estás?

Asentí sólo porque sí. Porque tenía un nudo en la garganta. ¿Cómo es capaz de preguntarme eso? Después de todo lo que le hice. Después de todo lo que le dije, ¿me lo pregunta a mí?

—¿Tuviste problemas en casa?

—Sí —un hilo de voz, tan delgado que se rompería pronto. Carraspeé en un intento de fortalecerla—. Pero nada grave, sé que pronto mejorará.

Él asintió con la cabeza. Repetidas veces. Aunque con lentitud.

—Lamento escuchar eso.

El silencio era hiriente, quería romperlo y pedirle disculpas a gritos. Decirle que lo sentía, que lo sentía, que lo sentía. ¿Pero de verdad me arrepentía del beso con Ian? ¿De haber huido y pasado la noche con él? Una parte de mí lo hacía, la otra, lo atesoraba en lo más profundo de mi alma.

Debo ser estúpida.

Una mezcla de nervios, vergüenza e ira reprimida me hicieron hablar antes de siquiera poder pensarlo bien:

—Si tú me odias, si no quieres saber de mí nunca más, lo entiendo. Si quieres dejarlo todo y...

—Lily —me detuvo él, con suavidad—, no te pongas a la defensiva antes de escucharme. Yo no quiero hacer eso.

Me quedé callada.

—Yo... Quería decirte que no sabía que te sentías tan conflictuada con mi amistad con Marina. Pienso que debiste contármelo.

Me encogí a su lado, a pesar de que sus ojos no estaban sobre mí.

—Debiste confiar en mí. No sólo en que no haría nada para herirte, sino en que te escucharía, y atendería tus necesidades. Siempre y cuando, me las dijeras. No soy adivino, ¿sabes?

Una punzada en la parte posterior de mis globos oculares me dio el anuncio. El llanto ya venía. Estaba por llegar. Y yo luchaba con todo contra él.

Sacudí la cabeza en afirmación. Me negué a mirarlo cuando sentí que su cabeza giraba hacia mí.

—Lamento muchísimo si no te he hecho sentir segura aquí, conmigo. Lo haré mejor ahora... —¿ahora? Me quedé estática, ¿estaba insinuando que...?—. Lo haremos mejor ahora.

Sea como sea, fue el peso de mi propia consciencia el que me obligó a callar. El que me obligó a asentir con la cabeza a la par que lágrimas cristalinas descendían por mis mejillas.

—Yo sé que tu amistad con Marina está quebrada y probablemente no pueda ser restaurada, pero yo pondré límites con ella y con el señor Valek, si es que eso te dará tranquilidad —No estaba segura si lo haría por mí, porque realmente me amara. O si se trataba de una especie de penitencia para que sus acciones en el pasado sean remitidas. ¿Por ello siempre ha sido tan benevolente conmigo?—. Y por el bien de mi propia cordura, también te pido que hagas lo mismo con Ian...

¿O se trataba de su propio orgullo?

Supongo que jamás lo sabré.

A pesar de que estaba bloqueada, me resigné. Y con mi silencio, acepté todo lo que él me pidió. Porque por todo lo que le hice, todo lo que le dije, se lo debía. Se lo debo. La culpa me aplastaba el cráneo y cada vez caían más lágrimas de mis ojos hinchados. Pero no por ello, me dolía menos. Porque yo sabía muy bien que, aunque había actuado mal, estaba torturando a mi propio corazón en un intento de arreglar esto. Para intentar enmendar mis errores.

Una de sus manos atrapó mi mejilla con una dulzura infinita y limpió el camino meloso que dejó mi llanto.

—Necesito que confíes en mí Lily, por favor... —depositó un pequeño beso sobre mi frente—. Si queremos salvar esto, necesito que confíes en mí. Y yo lo haré en ti.

Mi móvil vibró en mi bolsillo. Y por centésima vez en la tarde, recordé con pesar que había quedado con Ian y que no llegué. Y yo, que nunca había querido mostrarme vulnerable ante Andrew, me quebré en sus brazos.

Nota de la autora: No podía dejarles con la intriga, me pesaba la consciencia así que subí la parte de una vez >.< hoy fue un buen día <3 me tatué a Eren Jaeger, pueden ver cómo quedó en mi perfil de IG si quieren :3 

Bueno, qué mrd. No sé si enojarme o no con Lily, pero sin duda... Me duele todo por Ian. Y por Andrew también. 

¿Opiniones?

Este capítulo + la canción de La Bella y la Bestia= D O L O R. 

Pero weno, hay que seguir adelante JAJAJAJAJJA.

¡¿Vieron que Boulevard y Perfectos Mentirosos tendrán adaptaciones audiovisuales?! GENTE LLORÉEEEEEEEEEEEEEEEEE <3 estoy tan orgullosa de cómo está triunfando Wattpad Latino <3 <3  

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