cap. 55 - un desastre (parte uno)
La casa de William está más llena que nunca. Una mezcla de aromas me recibe de tal manera, que mi cabeza da vueltas. Andrew aprieta mi mano en un gesto conciliador antes de alejarse, eso es lo único que me ha dedicado desde que llegué. Lo cual fue hace bastante, sin embargo, apenas aparezco en la fiesta porque había estado avanzando en el trabajo escrito con Mikaela en un cuarto escondido durante un par de horas. Parece que nadie me ha extrañado demasiado. Evidentemente, Marina no lo ha hecho. Intercambiando carcajadas y chistes llenos de complicidad con la mayoría de los amigos de William, ignora mi presencia desde que salí al patio de la casa. Mis intenciones de hablar con ella para solucionar las cosas se fueron por el inodoro al detectar una actitud mucho más selectiva de su parte, mucho más "genial" y extrovertida con todos... excepto conmigo. Y me intimida estar cerca de ella, su vibra magnética parece estar diseñada para atraer a todos y repelerme especialmente a mí.
—No sé por qué, pero hoy la encuentro más insoportable de lo usual —como si leyera mis pensamientos, Mikaela se detiene a mi lado y le echa una ojeada disgustada.
—Estás siendo malvada —William se acerca a ella con un vaso rojo lleno de lo que parece jugo de manzana espumoso y deposita un pequeño beso en su nariz—, deberías ya estar acostumbrada a que es parte de nuestro grupo.
¿Acostumbrada? ¿Parte de su grupo? Vuelvo mi vista hacia ella en espera de que me aclare a qué se refiere William con ello. Y él se da cuenta.
—Salimos con ella el jueves en la noche y al paintball del fin de semana pasado, ¿aún no te encariñas, nena? —añade con una sonrisa torcida. Sus ojos color baby shower se detienen unos segundos más de lo necesario sobre mí. Siento que me encojo, lo que lo satisface—. Niña de las cartas, ¿quieres una cerveza?
Sacudo la cabeza con lentitud. Quisiera ser capaz de mandarle al demonio como muchas veces lo he hecho, pero con el hueco que siento en mi estómago, me aterra idea de que las palabras que intente decir, se caerán en ese hoyo profundo y jamás lograrán salir a la luz.
Mikaela le da un empujón, quitándoselo de encima. Sé que lo regaña por dirigirse a mí de esa manera, sin embargo, las palabras se pierden en el aire. Una sensación pesada y molesta comienza a crecer dentro de mí, las raíces de mis inseguridades se enroscan alrededor de los capilares de mis pulmones y me temo que no se puedan extender lo suficiente después. Apenas desaparece William de la habitación, abro la boca para intentar inspirar aire con disimulo. Y es que es eso, o me ahogaré.
—Lily —me llama la pelirroja, su tono de voz cargado de preocupación y detecto también, algo de lástima. Eso me reinicia el sistema y recupero la compostura—, parece que ella estuvo trabajando con Andrew y se coló a nuestros planes una vez que terminaron... Él te invitó también, ¿no?
—Sí, sí —respiro profundo—, yo no pude ir en ninguna de esas ocasiones... He estado ocupada con los ensayos y con lo ocurrido con Ian, quise estar con él y apoyarlo.
Las cejas delicadas se le juntan justo por encima de la nariz, aun así, asiente repetidamente. Me da la razón. Intenta brindarme calma.
—Vamos afuera, la fiesta de hoy estará buena —murmura con suavidad.
Espero que sí.
La sigo en silencio, la música se cuela por mis oídos y siento que los hombros se me relajan un poco. Eso, hasta que escucho las carcajadas estruendosas en una de las esquinas del patio. Ahora sí, las raíces se endurecen dentro de mi pecho y un suspiro se me atasca en la tráquea. Las manos, comienzan a moverse frenéticamente en pequeños espasmos.
—Ella es...
—Sí, volvió de un viaje por África. Realiza voluntariado allá... William la invitó porque no se habían visto en mucho. No le hagas caso, sólo es otra invitada más. Incluso si te dijera algo, ella ha cambiado.
Si aquella vez que me la encontré en la fiesta de Camille, estuve al borde de entrar en una crisis nerviosa. Hoy... Hoy puede ser peor. Demasiado consciente de las reacciones de mi cuerpo, decido que es mejor esconder mis manos detrás de mi espalda. Maldigo el momento en el que quise colocarme este delicado vestido, ¡¿dónde están los bolsillos cuando los necesito?!
—¡Mi amor! —la voz de Andrew me sobresalta, me quedo con el corazón en la garganta cuando me percato de que su llamado despierta el interés de algunos curiosos. Incluyendo los de Marina, que me dan un vistazo vago de arriba abajo antes de decidir que le aburro. Retoma el juego con los amigos de Andrew, que ahora son sus amigos también, y se olvida de que alguna vez fui la única persona que la consolaba a las tres de la mañana.
Ni siquiera se da cuenta de que la que necesita consuelo ahora soy yo. Darren no pudo venir hoy y parezco el perrito faldero de Mikaela. No siento que hay un lugar aquí para mí.
El pecho me arde y sólo porque veo que Andrew se acerca a mí, evito que mis ojos se cristalicen. Él me alcanza y me dedica una sonrisa reluciente.
—¿Quieres jugar beer pong? Nos hace falta una persona.
Mi mirada, una vez más, recae sobre el grupito de allá atrás. Marina, rompiéndose en carcajadas con William, otros rostros desconocidos y algunos que asocio con chistes crueles y comentarios burlones en los pasillos del colegio. Por fortuna, Emilia no está con ellos. Aun así, sigo con la sensación de necesitar salir huyendo de aquí. Apenas soy capaz de darle una respuesta.
—No soy mucho de juegos.
Sus ojos se abren con sorpresa ligera, no sé si se debe a mi confesión como tal, o por negarme a ir con él.
—Seguro consiguen a alguien, estaré con Mika por allá.
No le doy tiempo de responder antes de apresurarme hacia donde la pelirroja está sentada con un cigarrillo en mano. Está rodeada de un par de chicas de aura conciliadora que me reciben con sonrisas extrañadas y amables cuando me cuelo en su grupo, sin embargo, sigue siendo mil veces mejor que estar con Andrew por allá. También, al presentarme, me dan la bienvenida con un pequeño shot de lo que parece ser aguardiente. Resisto la mueca que quiero hacer ante el fuerte olor del contenido del pequeño vaso de cristal, especialmente porque siento múltiples ojos curiosos sobre mí. Mi mirada se cruza con la de mi ex mejor amiga, con su gesto autoritario y superior. Con la ausencia de algún sentimiento de familiaridad o nostalgia de su parte. Se me enfría el pecho y bebo el líquido. Eso me hace acreedora de gritos y risas ante mi expresión de desagrado una vez que trago.
—Otro —pido una vez que recupero mi voz.
Mikaela es la primera en celebrar mi pedido.
—Sino no podré disfrutar en toda la noche —le explico en voz baja.
—No tienes por qué aclarar nada —sus dientes blancos resplandecen cuando sonríe—, sí tú quieres beber, date. Sólo avísanos cuando ya sientas la cabeza nublada, ¿vale? Significa que has llegado a tu límite y no debes tomar más.
Así inicia una ronda de preguntas y confesiones, en su mayoría de índole sexual, que, por mi condición virginal, me lleva a sentir lo que Mikaela describió, más pronto de lo esperado. Aunque quizás también se debe a mi escasa experiencia con el alcohol. Me tomo un descanso y dejo de beber, analizando silenciosamente los efectos del licor dentro de mi sistema: casi que son imperceptibles. A pesar de ello, Mika me trae un termo con agua y tal vez por ello, me siento relativamente normal de inmediato.
Así pasan los minutos, quizás incluso las horas. El cielo se oscurece y cuando el novio de Lidia sube el volumen de la música, algunas personas forman un grupo grande en el centro del patio trasero para ponerse a bailar. Me he dado cuenta que mis carcajadas ya son más elevadas y que por ello, la atención de Andrew está sobre mí con mayor frecuencia. En un momento dado, en el que cruzamos miradas, leo su boca:
—¿Estás bien?
Uso toda mi fuerza para sonreír con dulzura, y que parezca genuina.
—Sí, mi amor.
Y mi respuesta parece satisfacerlo porque me devuelve el gesto y continúa con su juego, va directo a celebrar que su equipo anotó otro punto en el beer pong. Las ganas inmensas de orinar me obligan a levantarme de mi silla. Y déjame decirte que es en ese momento cuando de verdad lo siento: la cabeza me da vueltas, las imágenes se tornan nerviosas y mi cuerpo es demasiado ligero, casi incapaz de permitir que me mantenga de pie.
—¿Estás bien? —pregunta Donna, una guapa muchacha con el cabello similar al de Edna Moda.
Parpadeo un par de veces hasta recomponerme. Me siento un poco afectada, debo admitir. Pero dentro de todo, bien.
—Síp, sólo fue por levantarme rápido —suelto una risita—. Debo hacer pipí. Y quiero ir a ver si mi celu ya está cargado, ¿Mika?
—¡Cierto! Yo igual dejé mi celu arriba. Vamos.
Ella, por otro lado, se incorpora con agilidad y elegancia. Tomó casi a la par que yo —bueno, un poco menos quizás—, y se ve ligeramente mejor. Ingresamos a la casa y subimos al cuarto de William, donde estuvimos trabajando en el deber de Méndez. Agarro mi celular, agradecida porque está cargado por completo. Leo el último mensaje que Ian me envió antes de bajar, cuando la inquietud y ansiedad me estaban devorando viva.
El amargado: Todo va a estar bien, deja que la Lily sassy mande hoy. Y no olvides que aquí estoy para ti, me avisas cualquier cosa. ¿Sí?
Mis dedos se apresuran a teclear.
Yo: Holiiiiiiii.
Yo: Te quiero.
Yo: Y te extraño.
Yo: No de una forma extraña.
Yo: Tú me entiendes.
Yo: Creo... Bueno, en fin. Voy a bailar.
—¿Cómo la estás pasando? ¿Te sientes bien?
Al bajar las gradas para volver al patio, me sorprende sentir la mano de Mika sobre mi antebrazo. Tiene una sonrisa verdadera en el rostro y los ojos le brillan con confianza.
—Sí —le devuelvo el gesto—, ¿tú?
—Yo igual, extrañab... No me había reído tanto en mucho tiempo.
Una infinita sensación de nostalgia me invade el cuerpo y sin responder, me limito a apoyar la cabeza sobre su hombro. Llegamos al piso de abajo y ya no encuentro la mesa de beer pong así que busco con mis ojos a Andrew. Doy con él por sus risas, está con una botella en las manos corriendo de Marina, quien también se carcajea mientras lo llama a gritos. La pelirroja a mi lado, también se queda viendo la escena, sin decir ni una palabra. Ambas estamos perdidas en lo que pasa a nuestro alrededor. Así que no me percato de quien está cerca de mí.
—¿Andrew y ella están saliendo? —la voz vagamente familiar. Me quedo fría, paralizada sobre mi sitio, esperando que sigan con su conversación. De todas maneras, no puedo girarme a ver de quién se trata, porque están al otro lado de la pared, de manera que ellas no me ven, ni yo a ellas.
—Entiendo que él está con alguien más —el tono de voz ronco y a la vez meloso, responde.
—¿Quién?
—Escuché que es la niña de las cartas, aunque está casi irreconocible. No sé dónde está ahora, pero es la del vestidito rojo con estampado de cerezas que estaba con la novia de William.
Mikaela hace el ademán de girar por la esquina para hacerlas callar. Sin embargo, la detengo atrapándola por el brazo. Y coloco un dedo sobre mi boca, ruego que me deje escuchar el resto de la conversación. Aunque mi cuerpo entero esté temblando, aunque mis ojos estén rebosantes de lágrimas que me niego a soltar. Necesito saber la perspectiva de los demás.
—¿De verdad está con ella? —se ríe su acompañante—. Pues yo ni los he visto cruzar palabra en toda la tarde.
Necesito saber si me veo tan estúpida como me siento. Tan dejada de lado. Tan fuera de lugar. O si sólo es mi idea. Si estoy siendo demasiado sensible.
—Sí —apoya Emilia, su forma de hablar es superficial y fresca. Carece de la maldad de antes, es casi como si se limitara a conversar y ya no tenga la necesidad de herir con sus palabras. Es decir, ni siquiera sabe que estoy escuchando¾, Andrew parece más novio de la rubia con la que corre ahora, que con la chiquilla esa.
Y ese comentario, logra que me derrumbe. Atrapo mi labio inferior con los dientes para evitar que un sollozo se me escape. Mi cuerpo se encoje ante los dedos fríos de Mikaela, que buscan brindarme confort. Sólo sé que sacudo la cabeza y le ruego que no me toque y que tampoco hable. Porque si lo hace, me quebraré.
—Dios, pobrecita. A mí eso me suena a que a alguien le pusieron los cuernos.
—No lo creo, Estefy —ese era su nombre. Lo había olvidado hace tanto.
—¿Eres ciega? ¿No ves que se mueren por comerse? Es más que evidente.
—Tú sabes que Andrew no es así —responde Emilia—. Pero sí admito que está siendo un imbécil al dejar de lado a su novia y estar tonteando de esa manera con la otra chica. Yo lo mandaría al demonio.
—Ya es suficiente —murmura alguien en mi oído. No es Mikaela, porque ella se encuentra a mi costado derecho. Dejo que su brazo se enrosque alrededor de mis hombros y me conduzca hacia dentro de la casa. Inspiro y expiro con dificultad, jamás había intentado concentrarme tanto en evitar quebrarme—. Debes ser masoquista por quedarte a escuchar toda esa babosada durante tanto tiempo.
Camille tiene el ceño fruncido y la mirada lastimera. Lanzo la cabeza hacia atrás en un intento de que mis lágrimas se reabsorban o algo así. Y recuerdo las palabras que Ian me dijo alguna vez:
"Quiero ver a mi Lily fuerte y diva de siempre tomar el control esta noche".
No me toma demasiado recomponerme, el orgullo puede más.
—Está bien —musito. Dejo que mis ojos recorran los vasos rojos que están sobre el mesón junto a mí y doy con uno que se ve que tiene contenido por dentro—. Me alegra saber que no soy la única que ve algo raro en todo esto. Mika igual lo ve. ¿Tú también, Cami?
Duda en responderme, o quizás busca las palabras adecuadas.
—La verdad es que... No está bien.
Asiento con satisfacción.
—Pero no creo que Andrew lo esté haciendo apropósito —añade.
Antes de que alguna de ellas pueda reaccionar, llevo el vaso a mi boca y trago todo el líquido que contiene. A juzgar por lo que aprendí esta noche, me parece que es vodka. ¿De quién es el vaso? Dios sabrá. Sólo espero que no tenga gripe o algo así.
—Lily, por dios —me reprocha Mikaela—. No sabemos ni qué había ahí.
—Vodka —sonrío. Mi móvil vibra en mi bolsillo, me cuesta un poco colocar la clave, pero una vez que logro desbloquearlo, leo el mensaje de Ian:
Mi amargado: ¿Todo bien?
No respondo nada, me limito a romperme en carcajadas como una demente. Si tan solo supiera.
—No deberías tomar más —sentencia Camille con preocupación—, si es la primera vez que lo haces, te va a agarrar. Y feo.
Ruedo los ojos.
—Ya, ya. Entonces vamos a bailar. Así lo sudo... O algo.
Las chicas me escoltan al jardín, donde la mitad de la gente ya está ebria. William y Andrew están fumando en un pequeño grupo esquinero, Marina evidentemente metida entre ellos. Se me encoge el estómago al verla ahí. Mis ojos se cruzan con los de mi novio. Me sonríe y yo hago uso de toda la sobriedad que me queda, para no mostrarle el dedo medio.
¿Estás jugando conmigo, Andrew? ¿Conmigo y con mi mejor amiga? Agh, cierto. Ex mejor amiga. Mi error.
Las chicas de antes nos llaman para unirnos a su grupo para bailar. Me dirijo hacia allá a paso apresurado que pretende verse digno. Sus dedos rodean mi antebrazo.
—Pequeña.
No pienso con claridad cuando me sacudo de su agarre y le dedico una mirada asesina. Me salta el estómago observar sus facciones atónitas ante mi hostilidad. Antes de que diga algo, me apresuro a alcanzar a la pelirroja que me espera. Ella sacude la cabeza en dirección de Andrew, como si le advirtiera que es mejor que me deje sola. Asimismo, Camille lo detiene a mis espaldas, para evitar que me siga.
Alcanzamos el grupo y me reciben con otro pequeño vaso lleno de algo que parece agua, pero todavía quema un poco en mi garganta. Mucho menos que antes, eso sí. Al otro lado del jardín, Andrew está recostado contra una pared fría y lejana. Su mandíbula marcada por la tensión, su mirada sumergida en una oscuridad adolorida mientras discute con Camille. Retiro mi atención de ellos y me encuentro con Mikaela peleando con unos nuevos rostros desconocidos que me ofrecen más vasos. Le digo que no se preocupe, que me deje ser feliz. Gritos y vitoreo se elevan alrededor de mí cuando mi estómago recibe la amargura del décimo (creo) trago de esta noche, con un retorcijón doloroso. Dibujo una sonrisa que ya no se siente tan falsa, me empieza a gustar el peculiar zumbido que me provoca ese sabor. Voces que suenan como un eco lejano, exclaman sílabas confusas. Parpadeo un par de veces, ¿así se siente estar ebria? Es una euforia y quemeimportismo que asciende con cada canción que pasa. Y se siente bien.
Suena Rauw Alejandro por los enormes parlantes del patio, de inmediato veo a Ian cantando la letra traviesa y coqueta por encima de mis párpados. Y de repente, me vale un bledo ser la última opción de Marina y Andrew, ser la que estorba entre ambos. La verdad es que no se ven tan mal juntos, se ven mejor que él y yo. O yo y ella. Si no fuera así, no me dejarían de lado. Mis manos comienzan a recorrer mi cuerpo como parte del baile, si cierro los ojos, me puedo imaginar bailando para él. Sus ojos verdes sobre mí, mirándome desde arriba con ese gesto de arrogancia. Como que soy su primera opción. Porque para él sí soy su favorita. Saco mi celular, dispuesta a llamarlo para escuchar su voz. Decirle que venga. Que me lleve. Me vale un bledo. Pero es cierta pelirroja quien toma mi móvil y me dice que lo guardará por mí. La noto demasiado sobria y malhumorada, intento hacerla beber, aunque se niega. Y debido al miedo que incita en los demás, dejan de apoyarme para insistirle. Y pronto yo también me rindo.
Rodeada de personas desconocidas para mí —y Mikaela— comienzo a saltar y cantar a toda voz. Una, dos, tres canciones. Otra pequeña muchacha rubia se acerca con botella en mano, y desconozco cuántos tragos le doy. No sé qué canción suena después... No estoy segura sobre si bailo sola o no. Tengo la vaga idea del rostro borroso de Andrew, hablando con el ceño fruncido y una mano fuerte sobre mi muñeca, intentando detenerme de hacer Dios sabrá qué. Me parece que le digo que me deje sola, que ni me ha hablado en toda la noche y que no tiene por qué comenzar ahora. Después, estoy con un grupo de chicas en otra zona de la casa. Desconozco si me preguntan sobre la banda, pero si de algo estoy segura es que, en algún momento, me subo a una mesa y canto a todo pulmón No Hablaré de mi Amor de Hércules. Ni siquiera sé si lo hago bien, por primera vez no me importa.
Me estoy divirtiendo, de verdad que sí. ¡Por fin!
Veo el rostro furioso de Andrew, su boca moviéndose y luego su expresión suavizándose cuando Marina toca su hombro y reclama su atención. Y luego, luego... Mikaela me agarra la cara y me dice cosas incomprensibles. Creo que menciona la hora y a mi padre, creo que me muestra una llamada en mi celular. No puedo entenderla porque mis ojos están sobre Marina llorando por Dios-sabrá-qué y Andrew consolándola, mi cabeza en las palabras de Emilia.
Lo siguiente que recuerdo es un sabor salado en mi boca. Falta el oxígeno. Un ardor en la garganta y un dolor las rodillas cuando estas chocan con el piso. El rostro comprensivo de Emilia, una mano agarrando mi cabello, otra sobre mi espalda mientras mi cara está frente al inodoro y ella me dice que lo siente muchísimo por todo lo que sucedió en el colegio, que valgo demasiado para esta mierda. Luego la calle. El carro plateado de mi padre. Gritos. Reclamos. Furia. El rostro roto y molesto y humillado de mi padre, la mirada sorprendida y volada de Marina. Manotazos sobre los dedos de Andrew que buscan tocarme.
Y negro.
Sólo negro.
Nota de la autora: Escribir este capítulo y releerlo al editarlo me pone un poquito ansiosa. No sé por qué pero me hace sentir físicamente mal >.< creo que el alcohol es una terrible combinación cuando te sientes desprotegida porque potencia esa angustia. ¿Opiniones?
Quiero contarles que estoy emocionada <3 estudio medicina veterinaria, estoy en mi 8vo semestre y tengo un montón de prácticas en clínicas y hospitales :3 también debo hacer guardias. Entonces en definitiva no tendré tanto tiempo libre :( pero bueno, seguro aprenderé muchísimo y acumularé ganas de escribir para cuando ya pueda hacerlo.
Nos leemos el próximo jueves, les mando un cyber abrazo <3
Pd: Espero que este mercurio retrógado esté siendo bueno con ustedes. A mí me ha ido bien hasta ahora jajajaja
Canciones del capítulo
All The Things She Said - t.A.T.u
At Least I Look Cool - Sasha Alex Sloan
Todo de Ti - Rauw Alejandre (sólo la estaba escuchando cuando escribí la parte en la que lo menciono jajaja)
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