cap. 55 - un desastre (parte tres)

Nota de la autora: De mis capítulos favoritos <3 me reconforta. Espero lo disfruten :3

Cuando llegamos a casa, la noto un poco distinta. Parece que dormir le hizo bien. Mikaela la levanta suavemente, y la ayuda a bajarse del auto mientras yo le pago al conductor un mes completo en Moontown. También me percato de que ya no camina tan mal, sin embargo, tiene una expresión de somnolencia y sus ojos continúan hinchados.

—Está mejor, ¿no? —pregunto en voz baja cuando saco las llaves de la casa.

Mika abre la boca, pero la cierra, antes de sacudir la cabeza.

—Lo dudo mucho.

No hago más cuestionamientos para evitar incomodar a Lily y las invito a pasar. Una vez que están adentro, no sé por dónde empezar. No sé qué hacer. Bueno, sé muy bien que hacer, aunque me cuesta muchísimo empezar a hacerlo. Me jode admitirlo, pero ni siquiera quiero ver la cara de Lily. Bananas llega emocionado donde ella, empieza a oler sus zapatos antes de darle lametazos en las piernas. Ella a duras penas consigue fijar sus ojos en él sin que se le cierren.

—Está muy fría —murmura Mikaela. Eso me saca de la maraña de pensamientos en la que estaba sumido. Me apresuro a tocar la frente de Lily, efectivamente, está helada. Incluso tirita. Coloco mi mano en el hueco entre su cuello y la parte profunda de su mandíbula, donde el pulso está acelerado con violencia.

—¿Están seguros de que le dieron únicamente alcohol?

—Sí...

—Bananas, basta. Debería darse un baño de agua caliente, prepararé la tina y encenderé el calefactor —corro a mi habitación, enciendo el aparato, dejo correr el agua en la bañera y agarro una camiseta larga de un color oscuro antes de regresar a la sala apresurado—. Puede usar esto para el baño, le prestaré algo abrigado después.

Los ojos de Mikaela se quedan clavados en mí como si fuera a decirme algo, a pesar de que a la final se limita a tomar a Lily por los hombros y llevársela.

—Vale...

Una vez que ambas están fuera de mi campo visual, dejo salir un pesado suspiro que no sabía que estaba reteniendo. Me palpita la cabeza, en toda la zona lateral del cráneo. Me arrimo al mesón de la cocina para frotar el área, intentando aliviar mi mente. Tengo un conflicto interno, por un lado, quiero ayudar a Lily y protegerla y hacerla sentir mejor, pero por otro... Detesto verla así, me disgusta. Es como si no fuese ella misma. Por eso detesto el alcohol, cambia a las personas. Les hace sacar lo peor de ellos mismos y auto sabotearse de una manera dolorosa. Jamás creí que vería a la chica en un estado tan... Penoso. Y saber que hubo más personas que la vieron así, es lo que más me preocupa.

Bananas las siguió corriendo emocionado, tan entusiasmado por la visita que rayaba el límite llegando a resultar intenso e inoportuno. Lo escucho soltar un ladrido en son de queja.

—Bananas, vamos. Ahora no es el mejor momento ¿sabes? —refunfuño caminando a mi habitación para sacarlo de ahí. Está acostado frente a la puerta del baño, con la cabeza apoyada sobre el suelo. Lloriquea mientras menea la cola.

—¿Ian? —me llama Mikaela.

—Aquí estoy, ¿necesitas algo?

Abre la puerta, asomándose tímidamente.

—Sí... ¿Puedes ayudarme a ponerla en la tina? —sus palabras provocan que se disparen los latidos de mi corazón y no imagino cuál es mi expresión como para que ella suelte una carcajada—. Está con el camisón que me diste así que está bien.

En efecto, Lily no se encuentra desnuda. Bueno, debajo de la ropa que le di, sé que no está con nada. Sin embargo, eso no es relevante ahora, intento convencerme. Apenas Mikaela abre bien la puerta, Bananas entra dando alegres saltitos y meneando la cola. De inmediato da con ella y le lame las piernas y los pies otra vez. Con ayuda de Mika, logramos acomodarla dentro de la bañera. Bananas logra meter su cabeza dentro de la misma y le da un entusiasta lametazo en la cara que le arranca una enorme sonrisa.

—¡Bananas! —lo regaño, pero no puedo evitar dejarme embobar por la expresión finalmente alegre de la chica. Sus ojos siguen rojos e hinchados, su cabello es un desastre. Pero esa sonrisa brilla. Ella comienza a acariciar la cabezota del perro sin hacer ni el más mínimo intento de bañarse, o algo. Casi como una niña chiquita, se ríe con los lengüetazos que recibe.

Sólo tengo una opción. Lleno un vaso de plástico con el agua de la tina y lo vierto suavemente sobre su cabello, ella no se queja, creo que ni siquiera se percata. O quizás no le importa. Así que continúo humedeciendo su cabeza, luego coloco un poco de shampoo y enjuago. A duras penas se mueve, decido cepillarlo un poco aprovechando que está húmedo para facilitarle las cosas. Y me dejo llevar por la tarea casi sin pensarlo.

—Creo que deberíamos secarlo para que no se resfríe, ¿no crees? —la voz de Mikaela me saca del estado meditativo en el que estaba.

Una vez más, me mira con suspicacia. Como si intentara descifrar qué está pasando. Pero también tiene una divertida sonrisa dibujada en el rostro. Procura disimularla, sin embargo, ese brillo burlón en sus pupilas me estresa. Carraspeo por la incomodidad repentina que me invade.

—Es una buena idea.

Me levanto para sacar la secadora de un cajón y lo dejo sobre una mesa, donde también dejé un conjunto holgado de pijamas que traje de mi clóset.

—Ahí está la secadora, y esa ropa la mantendrá abrigada también. Iré a preparar café...

Salgo de ese cuarto como si hubiese visto un fantasma. Siento un nudo en mi garganta, ¿qué estaba haciendo? No puedo tratar a Lily como si fuese una niña cuando no lo es. Pero verla tan vulnerable, sólo despierta el deseo de cuidarla y mimarla... Y a la vez, de quitar mi mirada de ella y alejarla de mí. Coloco el agua en la cafetera, y me pongo a ojear un par de folletos que cuelgan sobre la puerta de la refrigeradora mientras esta hierve. Estoy pensando en pedir pizza, será bueno que coma algo. Aunque también debería beber agua de coco, es magnífica para estas situaciones. Incluso se me cruza por la mente llevarla al hospital, mas no sé si estoy siendo demasiado paranoico al respecto.

Unos pasos secos me arrancan de mi mente.

—Está algo adormilada así que la dejé recostada sobre tu cama, ¿está bien?

Asiento con desinterés. La pelirroja continúa observándome de forma extraña. Camina a lo largo de la cocina, su dedo se pasea por el borde del mesón central. Se detiene a algunos pasos de mí, su rostro ladeado hacia la derecha en espera de que diga algo más.

—Pensaba pedir algo de comer, ¿pizza está bien?

—Supongo que sí —encoge los hombros—, ¿tú tienes hambre?

¿Hambre? Tengo un hueco que carece de fondo en el sitio donde debería estar mi estómago. Sacudo la cabeza, se me escapa un suspiro sentido mientras me niego.

—En realidad no, pero estoy seguro que en unas horas deberá ella comer algo. Y tú igual.

—La comida siempre es bienvenida, sí —la fugaz sonrisa que se le dibuja, se borra de su rostro casi con la misma rapidez—. Aunque te mentiría si te dijera que no me siento inquieta y ansiosa. Así no da mucho apetito.

Coincido. Una necesidad se empieza a elevar dentro de mí. Busco a mi alrededor, intentando hacer tiempo antes de caer en la tentación de lo innegociable.

—¿Ella en algún momento logró vomitar?

—No, bueno fuera —la chica coloca los ojos en blanco—. Quiso que la obligáramos a vomitar para que su padre no la viera tan mal, sin embargo, nunca lo hizo.

Ah, la mención de Patrick. Se me escapa una expresión preocupada, y sé que ella lo nota. Su aura distante y burlona cambia, y siento que comparte la misma emoción que yo.

—¿Qué pasó? —me atrevo a preguntar.

La chica mete su mano en su bolsillo y saca una cajetilla de cigarrillos. Sus ojos buscan los míos, como si me pidiera permiso para fumar en mi casa. Suelto aire aliviado, esa era justo la oportunidad que esperaba. La guío hacia el porche delantero, donde yo también saco uno de mis pitillos de canela. Una parte de mí se siente algo hipócrita por molestarme con Lily por beber mientras yo estoy cayendo en mi propio mal hábito. Sin embargo, este es y será mi último cigarrillo. Se lo prometí a mi padre. Y pienso cumplirlo. Me permitió fumar uno último antes de dejarlo por completo.

Y decido que hoy será.

—¿Es de canela? —me juzga la chica, una mueca de disgusto en su rostro, que acompaña al tono burlón—. Cobarde.

—El tuyo es aburrido y sabe a mierda —sonrío—, aunque lo quieras negar.

—Y qué. Es clásico.

Me río entre dientes ante su inteligente respuesta. Eso logra romper el hielo entre ambos así que cuando nos sumergimos en un silencio más, esta vez ya no se siente tan pesado como antes. Un poco tenso eso sí, sin embargo, se debe a la delicadeza del tema que tocaremos. Inhalo una última vez, antes de hablar:

—¿Entonces?

Puedo ver que se debate internamente.

—¿Qué tanto conoces a Lily?

—No me atrevería a decir que sé todos sus secretos, pero... Conozco lo ocurrido con Andrew, el conflicto con Marina —lo menciono porque sé que esta chica también conoce al respecto— y... que tiene una relación extraña con su padre.

Mikaela asiente.

—Yo no estaba al tanto de eso —admite en voz baja—, hasta hoy. Lo que ocurrió fue que cuando él llegó a retirar a Lily, ella ya estaba mal. Había peleado con Andrew y bebido muchísimo. Siento que el desastre empezó cuando vio a Andrew hablando con Marina, porque en ese momento empezó a ponerse frenética. A llorar y reclamarle de que ni piense burlarse de ella de nuevo y ese tipo de cosas. En el momento que le dije que su padre la esperaba afuera, sólo empeoró. Mientras seguía peleando con Andrew, también estaba muy ansiosa de que Patrick la viera mal. Así que la llevamos al baño para que se calme, ahí fue cuando intentó vomitar y no pudo hacerlo. Aun así, la sacamos para que se vaya con su padre porque él también se había puesto de muy mal humor al ver que demoraba tanto y que sólo yo contestaba sus llamadas. Y cuando la vio, la regañó. Fue una pésima decisión. Sus gritos sólo lograron que Lily se pusiera aun peor, le gritó de vuelta y le dijo eso de que se si hubiera preocupado por ella antes, no le habría dejado ir a una fiesta donde todos se burlan de ella... Era literalmente imposible meterla al auto con él. Entonces le ofrecí a Patrick que se quedara conmigo, Camille también habló con él y así logramos convencerlo. Creo que no costó demasiado porque él de verdad estaba desesperado. Así que, con los ojos llorosos, se fue. En ese momento, Andrew quiso hablar con Lily y tranquilizarla, porque muchas personas escucharon el drama y andaban de curiosos, la llevamos al cuarto del imbécil de mi novio. O ex. Ya no sé. Y fue entonces que a ella la poseyó noséqué y comenzó a rechazar a todos, sólo decía que quería verte y que la sacaras de ahí... Lamento haberte importunado, pero te juro que no sabíamos qué más hacer.

Maldita sea, sacudo la cabeza. Asimilar todo esto es más difícil de lo que querría. La situación está más fea de lo que imaginé.

—No te disculpes, está bien.

Mikaela le da una última bocanada a su cigarrillo ya casi consumido. Su cabeza choca con la pared a sus espaldas cuando suelta el humo.

—Es mi culpa. Yo la invité a tomar. Aunque le dije que me avise cuando se sintiera mal, ya fue muy tarde. Había bebido muchísimo, yo no sé por qué la dejé beber tanto...

—No es cuestión de si la dejaste beber o no —musito, mis palabras causan que su mirada vuelva a mí—, ella es su propia persona y puede decidir qué hacer o que no. Si ella quiso tomar tanto, fue porque así lo decidió.

—No seas tan duro con ella —su ceño se frunce.

—No lo soy —me defiendo—, pero esa es la verdad. No podemos culpar a nadie más que a Lily por haber bebido tanto, ¿o no? ¿Alguien le puso algo en sus bebidas? ¿La agarraron entre todos y le obligaron a tragar? Dime si fue así porque te juro que ahora mismo me monto en la moto y voy a romperles la cara. Dime si fue así.

—No, no —responde en tono conciliador—. Ella decidió beber cada shot que le ofrecían, y yo estuve en todo momento con ella. No dejé que nada malo le ocurriera ni que le dieran algo que no salía directamente de una botella abierta ante mis ojos.

—Ya —la muchacha se queda en silencio—. No te sientas culpable por ello. Lily ya está grandecita, sabía lo que hacía...

Una mezcla de emociones se arremolina en mi pecho. Molestia, resentimiento, disgusto y dolor. Pensar que le pudo haber pasado algo peor. Pensar en que se sentía tan mal ahí que no le importó bajar sus muros y perder el control de esa manera tan irresponsable.

Me duele.

—Pero sí te agradezco por haberla cuidado, por no haberla dejado sola en ningún momento —murmuro.

Después de esa conversación, pido la pizza. Y decido ir a ver si mi chica favorita está bien, si va aceptar la botella de agua de coco con la misma facilidad con la que aceptó otras bebidas. La puerta de mi cuarto está entreabierta, así lo dejó Mikaela para que podamos escuchar si Lily nos llama o si algo se cae, a pesar de que Bananas tomó todo un rol de enfermero y no se separó de la cama en ningún momento. Ingreso silencioso y con cautela, en caso de que esté dormida, no quisiera despertarla. Sin embargo, me encuentro con algo peor. Parada en la mitad de la habitación, Lily está en ropa interior y con la camiseta cubriéndole a duras penas la cadera. Mi camiseta. Cubriendo a duras penas su cuerpo.

¿Por qué a mí? Me voy a desmayar.

—¡Owen! —exclamo horrorizado, desvío mis ojos hacia el techo y deposito la botella de agua sobre la mesita de noche—, ¿puedo saber por qué te sacaste el pantalón?

—Estaba muy grande —murmura débilmente.

Mi ceño se frunce con fiereza ante esa respuesta.

—Te vas a enfermar, niña tonta.

Sin pensarlo demasiado, atrapo una cobija que se encuentra al pie de mi cama y la coloco sobre sus hombros. Ella observa todo lo que hago con curiosidad. A pesar de que sus ojos siguen hinchados y ligeramente entrecerrados, está mucho más atenta y despierta que antes. O me analiza como si quisiera preguntar algo.

—¿Qué pasa? ¿Necesitas algo?

Con delicadeza, la ayudo a sentarse sobre el colchón, pero aprovechando que la tengo del brazo, me jalonea un poco, provocando que caiga sentado a su lado.

—¿Qué ocurre? —pregunto preocupado cuando pone sus ojos tristes encima de mí.

Inesperadamente, se lanza hacia mí en un abrazo y la cobija se le cae. No sé qué hacer, pero al verla tambalearse sobre sus rodillas, la sostengo por la cintura, temiendo que se caiga de bruces. Mientras la bañábamos, pude discernir un par de moretones en sus piernas y brazos. No quiero que se lastime más.

—Gracias —murmura.

Se me encoge el corazón. Aunque rápidamente empieza a latir con fuerza cuando siento los labios de la chica justo debajo de mi mentón.

—Lily... —amenazo.

Empieza a dejar pequeños besos ligeramente húmedos contorneando mi mandíbula, bajando a mi cuello. Un set de dedos se enrolla detrás de mi nuca, el otro juguetea con el centro de la palma de mi propia mano. Un sitio peligrosamente sensible.

—Lily —repito, esta vez con debilidad.

Tan dulces y a la vez provocadores. Se toma su tiempo particularmente sobre aquella zona donde se encuentra mi pulso arterial. No puedo evitar dejarme llevar por la situación. Un tembloroso suspiro se me escapa.

IanBaldwin.exe ha dejado de funcionar.

Cierro los ojos, el tacto es cálido, reconfortante. Y muy sensual. Poco a poco sus labios están ascendiendo por mi mentón hasta llegar a mi boca otra vez. Me siento débil. La chica entreabre la suya y está apunto de besarme. Y cómo he extrañado sentir sus labios sobre los míos... Pero no así. No así. Con pesadez, la detengo:

—No, Lily —me duele el pecho cuando menciono lo siguiente—: no me vas a besar mientras sigas con Andrew Huard o estés ebria.

Su rostro se endurece y puedo notar cómo incluso en ese estado, su orgullo toma cargo. Antes de que pueda reaccionar, atrapo la cobija y le doy dos vueltas alrededor de su pequeña figura. Entonces ella se aleja de mí, moviéndose como un gusano debido a la manta que la tiene enrollada— y se acuesta a un lado de la cama, la vista fija sobre el cielo que se ve a través de la ventana. Intenta acomodarse de nuevo para darme la espalda y parece una oruga. ¿Cómo puede ser tan adorable? Se me escapa una risita. Y eso parece captar su atención, vuelve los ojos hacia mí y los clava con intensidad. Sé que está ebria, sé que seguramente no pretende nada. Pero esa mirada... Se me erizan los vellos de la nuca.

La chica vuelve a retorcerse, hasta que logra zafar su tren superior de la manta. Extiende los brazos en mi dirección, y me llama a ellos. No dice ni una palabra, mas su expresión me ruega que no la rechace de nuevo.

Yo estoy en un conflicto interno.

¿Acaso no le dije que detesto la gente ebria? ¿Qué me ponen inquieto y ansioso y dispara una cascada de emociones negativas dentro de mí? En el gesto más extraño que se me pudo ocurrir, me limito a atrapar sus manos entre las mías y me acomodo a su lado, manteniendo una distancia prudente entre ambos cuerpos. El ángulo en el que quedan flexionados sus brazos es extraño y aunque no dice nada, su ceño está fruncido en confusión.

Sí, ese también fue un rechazo. Me siento como un completo inútil, ella me necesita y yo estoy temblando a su lado, batallando con mi propio niño interior que está aterrorizado. Bananas lo presiente, se acomoda hacia mí, y como tantas veces lo hizo cuando estuvo a punto de entrar en un cuadro ansioso, coloca su cabeza sobre mi vientre. Exhala una oleada de aire caliente contra la piel de mis muñecas, asegurándose de que lo siento, y corroborando que también estoy respirando.

—Ian —musita ella, su voz débil y un poco ronca como consecuencia de tanto llanto—, gracias por todo lo que siempre haces por mí. Por quererme y por cuidarme. Incluso cuando ves lo penosa y perdedora que soy.

Mi atención es robada. Mi cuerpo entero se paraliza ante sus palabras y las sensaciones feas parecen ponerse en pause para que cada célula de mi cuerpo, la escuche con claridad.

—Eres demasiado importante para mí. Eres mi mejor amigo y te mentiría si te dijera, que no eres el primero en el que pienso en cada mañana. Sé que será un buen día si sé que te veré. En la academia, en mi casa, donde sea. Eres como mi amuleto encantado y siempre sé que todo estará bien si estás conmigo. Hoy, por ejemplo. Fue un infierno. Me han destrozado y se han reído de mí de nuevo. Pero no me importa, ¿sabes por qué? Porque ahora todo está bien. Porque estás conmigo.

Yo no sé qué decir. Ella agarra uno de mis brazos y lo coloca por encima de su cintura, me jala suavemente como un incentivo para que me acerque más a su cuerpo. Me resisto tan sólo un poco, no quiero que se sienta incómoda. Ni hoy ni mañana.

—Lamento que me hayas visto así hoy, sé cómo te sientes al respecto del alcohol. Yo sólo... Me sentía sola y juzgada. Tal vez me confundí cuando el primer trago me hizo sentir más extrovertida y aceptada. Creí que esa era la solución. Hasta que luego me sentí miserable y- y aprendí que tampoco me gusta...

Pero cuando estoy abrazándola por la espalda —con las tres capas de cobija de por medio—, toda la tensión de mis músculos se disipa. Y poco a poco, me siento en paz.

Se queda callada, su cuerpo también se relaja entre mis brazos. La necesidad de cuidarla, asciende de nuevo. La necesidad de hacerla sonreír, me domina.

—¿Sabes que te quiero muchísimo? —murmuro en contra de mi buen juicio.

—Yo a ti —susurra con la voz quebrada.

Pero yo la quiero mucho más. Deposito un pequeño beso sobre su cabeza y cierro los ojos. Sintiendo este momento en el centro cálido y sensible de mi alma. La aprieto contra mí, feliz de poder tenerla entre mis brazos otra vez. Recuerdo sus palabras, tanto las que dijo ahora, como las que confesó en esa casa, y me aletea el corazón con fiereza. Sé que no está sobria, sé que hay la posibilidad de que haya malinterpretado todo, pero...

—¿Me cantas algo? —pide en un susurro.

—Lo que tú desees.

—Algo de Justin.

La sonrisa se me escapa antes de que pueda reaccionar. Mis dedos se entrelazan con los suyos mientras la acurruco contra mí. Y abro la boca para cumplirle el capricho, sólo por hoy. Sólo por esta vez. Porque me encanta complacerla y hacerla sonreír y que se sienta querida y apreciada y segura. Incluso si una parte de mí se siente estúpida haciéndolo.

"Take my hand, let's just dance

Watch my feet, follow me

Don't be scared, girl, I'm here

If you didn't know, this is love".

Siento que Mikaela se asoma por la puerta, que nos echa una mirada fugaz antes de decidir que no quiere interrumpir. Se lo agradezco internamente, sigo cantando mientras la pequeña chica se acurruca contra mí. Para hacerla sentir querida, amada, protegida. Segura. Uno de mis dedos dibuja líneas sin sentido sobre su piel erizada. Ella cree que no me he dado cuenta de ello.

Me encanta que mi voz tenga ese efecto sobre ella.

"So don't fear, don't you worry 'bout a thing

I am here, right here

Don't shed a tear

Whenever you need me, I'll be near

I'll never let you go...".

Una parte de mí, aquella que por más que desea hacerlo no logra comprender a Lily Owen, entra en pánico. ¿Qué estoy haciendo? ¿Qué me estoy permitiendo sentir? Sin embargo, otra parte de mí sabe que aquí hay algo. Que siempre lo ha habido. Y que, en alguno momento, se nos iba a acumular. Y estallaría.

Y lo hizo.   

Nota de la autora: ¿Por qué nadie me canta una canción del Justin versión MyWorld2.0 a mí? JKsjsafajd me voy a llorar... Ya vuelvo. 


(Volveré el jueves, las quiero). 



Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top