cap. 51 - ¿dónde está Ian? (maratón 2/2)

Volver al instituto después de unos días tan complejos conmigo misma, se siente extraño. Me preocupa volver a ver a Marina después de la "ruptura amistosa". Casi ha sido una semana de ello, no me la he encontrado por los pasillos ya que su curso ha salido a visitar distintas universidades dentro del Estado, así que pasan poco dentro del establecimiento.

De cierta manera, es un alivio. Aunque a la vez, me pone ansiosa. He decidido darle tiempo, pero, ¿cuándo tendré la oportunidad de volver a hablar con ella? ¿Querrá escucharme? Y en caso que sí, ¿qué le voy a decir? No se siente bien rogar por una amistad.

¿Es eso lo que he estado haciendo durante todo este tiempo?

—Ya acabé de revisar sus borradores —la molesta voz de Méndez se eleva dentro de las cuatro paredes de esta clase aburrida. Soy consciente de ella, mas mantengo la vista sobre el ligeramente soleado paisaje al otro lado de la ventana—. Se los devolveré ahora para que los revisen y empiecen a trabajar en la versión corregida. Deben avanzar algo durante esta hora, para ello podrán ir a la biblioteca a usar los ordenadores y las mesas... ¿Qué es lo que dije, Owen?

Hago lo que puedo para abstenerme de rodar los ojos cuando se dirige a mí.

—Que ya están los borradores y tenemos que corregirlos. Ahora. En la biblioteca.

Su labio superior se sobresalta ligeramente al carecer de una justificación para regañarme.

—Deja de ver por la ventana y entrega los respectivos trabajos a tus compañeros.

Obedezco por inercia, maldiciendo internamente por tener que hacer lo que ordena. Entrego los documentos impresos a cada pareja, algunos no reparan en mí y siguen conversando entre ellos, así que deposito el trabajo sobre sus escritorios. Que sean descuidados y estos se resbalen y caigan al piso no es mi problema. Linda, por otro lado, me dedica una sonrisa dulce y un pequeño agradecimiento. De Mikaela no puedo decir lo mismo.

Agh, no me apetece lidiar con ella el día de hoy.

Resoplando, me arrebata el papel y me hace un gesto para dirigirnos a la biblioteca, colocándose con brusquedad la mochila sobre su hombro. Ni siquiera se percata de que un par de mechones quedan atrapados entre la tira y su miembro, no sé cómo no hace una mueca ante el jaloneo. Me quedo sola por un instante hasta agarrar mis pertenencias. Paso con parsimonia por delante de Méndez, devolviéndole el contacto visual cuando noto que me repasa con una expresión de disgusto.

Viejo estúpido.

Para mi sorpresa, la pelirroja me está esperando en el pasillo.

—Vamos —musita en voz baja al verme aparecer.

La sigo en silencio. ¿Todavía está molesta conmigo? No he cruzado palabra con la chica desde aquella confrontación, antes de que Ian me fuese a retirar del bar. Su expresión es difícil de leer, sus cejas siempre se mantienen rectas e inexpresivas; los ojos entrecerrados y su boca se mueve con libertad, masticando un chicle.

—¿Quieres una foto o qué?

Se me ponen calientes las puntas de las orejas cuando sacudo la cabeza.

—Estoy bien, gracias.

Un peso ligero se quita de mis hombros al divisar una pequeña sonrisa en su cara. Entramos a la biblioteca, la profesora encargada ya está regañando a diestra y siniestra porque mis compañeros ingresaron riéndose como hienas. A nosotras sólo nos lanza una mirada amenazante, y nos deja pasar a la zona más lejana del sitio, a uno de los cuadrantes para trabajos grupales.

—A ver, revisemos esta basura —Mikaela suelta su mochila sobre una mesa, y debo admitir que me sorprendo cuando es ella quien toma la iniciativa de empezar con la tarea. Sus ojos pasan con rapidez por encima de las letras, y con cada oración que lee, su ceño se frunce más y más—. Esto es un asco, ¿acaso Méndez carece de neuronas o qué?

—Sí —le quito las hojas—, es un idiota. ¿Qué pasa?

—Dice que todo esto está mal.

—Agh...

¿Te ha pasado que hay días en los cuales no sientes ganas de hacer nada? Peor algo que requiera de más atención o concentración de la usual. Un profundo suspiro se escapa de mí porque me supone muchísimo esfuerzo entender las anotaciones del profesor en los costados de los párrafos.

—¿Y a ti qué te picó? —ella se da cuenta de mi actitud, y frunce el ceño. En espera de mi respuesta, saca un chupete de su mochila para llevárselo a la boca.

Dato curioso 1: no se puede comer en la biblioteca.

Dato curioso 2: a ella le importa un bledo.

—Como que hoy no tengo ganas de lidiar con esto —confieso.

—Me sorprende no verte en modo nerd. Aunque honestamente yo tampoco quiero lidiar con esto, que se pudra Méndez —le dedica el dedo del medio a su firma en la esquina superior de la portada del documento, el gesto suicida me arrebata una sonrisa—. Vi a tu banda en la fiesta de Camilla, no estuvieron nada mal. Pero, ¿por qué no te presentaste con ellos?

Se sienta con los pies sobre la mesa y me habla con el chupete entre los dientes. Yo me encojo de hombros.

—¿Tampoco tenías ganas de hacerlo? —no utiliza sarcasmo, sólo que a veces su manera de hablar es algo tosca.

—No pude ensayar porque me resfrié. Hubiese adorado presentarme con los chicos.

—Ya veo.

El silencio que se instala entre ambas se siente como ese momento al realizarte un examen de imagenología en el cual no debes abrir los ojos, pero no puedes evitar hacerlo o sientes que explotarás.

—Me gustó tu disfraz —espeto con la voz entrecortada. Agh, soy mala para estas situaciones.

—Era un intento de Erzsébet Báthory —explica sacando el dulce de sus labios, lo que provoca un sonido similar al "pop" y deja visible sus dientes azules—. ¿Tú estabas ahí? ¿Con Andrew?

—Sí... Con los de la banda y luego con él.

—Se veía enojado.

Coloco los ojos en blanco.

—Yo debía haber estado enojada, me dejó sola con todos sus ex compañeros de colegio. Y le dio por asomar al final, cuando ya me tocó enfrentarme a eso sola.

—Bueno, pero a la final sí llegó, ¿no?

Me encojo de hombros.

—¿Y de qué ibas? —procura cambiar de tema, casi como si quisiera hacerme sentir mejor antes de que mi humor se oscurezca más—. No te vi en toda la noche, sólo a la entrometida de tu amiga.

Una pequeña carcajada se me escapa entre los dientes, especialmente por la mirada espantada que me da.

—Sin ofender —añade.

Un resoplido profundo me desinfla el pecho.

—No, ya... Creo que ya no somos amigas.

—¿Cómo así? Si puedo preguntar.

Sé que tiene curiosidad, aunque sabe disimularla muy bien. Juega con el chupete entre sus dientes, y a ratos, le da un vistazo que parecería querer indicar que es más interesante que yo. No obstante, continúa haciéndome preguntas.

—Tuvimos una especie de discusión. Y a la final me dijo que se había alejado de mí porque casi no nos vemos y quiere salir con personas divertidas como ella.

Ahora sí atrapo su interés por completo. Levanta una ceja en mi dirección y entreabre los labios, un gesto atónito y asqueado.

—Qué hija de puta.

La brusquedad de sus términos me sobresalta, lo cual, a su vez, le saca una sonrisa divertida.

—Entonces supongo que ya no la tendremos que aguantar en nuestras salidas, ¿no? No es por nada, pero no la soporto.

—Me he dado cuenta —entrecierro los ojos—. Aunque dudo que se distancie del grupo, sigue llevándose bien con Andrew y William.

—Demasiado bien, diría yo.

—¿En serio?

—Sí, se ve raro. Pero no te lo tomes mal.

El corazón se me acelera ante su respuesta.

—En absoluto... En realidad, yo también lo percibo así, creo. Porque lo más lógico sería que ahora que ya no somos amigas, regrese a su grupo de amigos. Aunque es más que evidente que ella parece pertenecer más al grupo tuyo y de Andrew, que yo.

Decir esas palabras duele más de lo que quiero demostrar. Pronunciarlas, me hace sentir pequeña. Y es humillante.

—A mi grupo no, para mí no es nada más que una intrusa. Sin embargo, entiendo tu punto.

—¿De veras? —la taquicardia es tan fuerte, que una ligera capa de sudor se forma en la base de mi frente.

—Parece como si quisiera llevárselos a todos y ser el centro de atención. Lo he notado.

—¿Eh? No, no... En realidad, es como si Andrew fuera el que se la quiere llevar —frunce el ceño, sin comprenderme—. No me malinterpretes, no pienso que haya nada raro entre ellos dos. Es sólo que... Agh.

Y su mirada atenta y receptiva se convierte en el alfiler que hace estallar un enorme globo lleno de aire. Las palabras tropiezan aceleradas fuera de mi boca antes de que siquiera las pueda formular bien:

—El otro día teníamos planes para después de mi ensayo. Sin embargo, me llamó a cancelar porque el padre de Marina, con quien trabaja, le pidió quedarse esta noche en su casa para terminar de revisar unos documentos. Sólo que yo ya no quiero que hablen más, que se lleven o se vean.

—¿Pero acaso no es su jefe?

—No con el señor Valek —me desespero—. Siento que él, más bien ella... Bueno, quizás ambos. O tal vez sólo soy yo, ¡ay!

—¿Ella quién?

Mis dedos arrastran la piel suave que cubre la zona inferior de mis ojos, en un acto de frustración. La chica manotea mi mano para que me detenga.

—¿Te refieres a Marina?

Entonces continúo:

—Sí, ella... —suspiro—. No sé por qué siento como si Andrew me la hubiera robado.

Su expresión denota confusión, lo que logra ponerme más ansiosa porque cada vez dudo más y más de mis sentimientos, de mis emociones, de mis pensamientos. Y es que jamás me había sentido tan conflictuada.

¿Estoy enloqueciendo?

—Ha empezado a tener una amistad super cercana con él, y al principio me encantó —aclaro, sintiendo mi pecho escocer por dentro—. Aunque siempre me dio la impresión que pasaban más tiempo juntos, que Andrew y yo, o Marina y yo, respectivamente. Y ahora que Marina ya no quiere ser mi amiga, es como si... No sé. Siento que es por él, que...

—¿Qué, Lily?

—Que es su culpa.

—Pero, ¿por qué?

Mi labio interior tiembla cuando, alterada, espeto con la voz rota:

—Porque me cambió por él, ahora prefiere que él la consuele antes que yo. Y prefiere salir con él, antes que conmigo. Ella misma me lo dijo —inspiro profundamente antes de continuar, frustrándome ante la sensación de que pronto me quebraré—. Y me molesta porque siempre debió haber existido un límite entre ellos, ¿no? Porque antes de ser amigos, ella fue mi mejor amiga y él mi novio y...

—¿Se lo has dicho a Andrew?

—¡No! ¿Cómo le voy a decir eso? No quiero perderlos a ambos, porque él lo va a malinterpretar y quedaré como una loca... Además, si se lo dice a Marina, se irá al demonio cualquier esperanza de que volvamos a ser amigas.

—Lily —Mikaela se frustra—, ¿has escuchado eso de que en las relaciones se necesita comunicación?

—No, no, no.

—Sí, mujer, sí.

—Eso me hará quedar vulnerable, no quiero que sepa algo así. Me hace quedar inmadura e insegura... Además, no sé si está de mi lado.

—¿Cómo? Claro que está de tu "lado", si es que hay lados. Es tu novio, deberías sentirte cómoda y segura como para abrirte y sí, de hecho, poder hablar de tus inseguridades y preocupaciones. Debe existir esa confianza para hacerlo... ¿Por qué siento como que no confías en él?

—Es que no lo hago.

Eso la deja callada. El chupete ya está seco y su boca ya no brilla, lo único que destella es la preocupación de su ceño fruncido. Me recorre un estremecimiento. Sólo la idea de decírselo a Andrew me pone tensa y ansiosa. ¿Cómo se lo tomaría? Un nudo nauseabundo se forma en la boca de mi estómago y me siento mal. Los ojos se me llenan de lágrimas involuntariamente, y sacudo la cabeza en un absurdo intento de evaporarlas.

—Lily...

—Ya faltan cinco minutos para que suene la campana —la interrumpo, tomando mi mochila—. Iré a buscar un puesto en mi buseta. Continuamos con el trabajo en estos días, ¿sí?

—Bien...

Me levanto apresurada y estoy a punto de salir de ahí a la velocidad de la luz. Aun así, su voz me detiene antes de escapar:

—Sólo ten en mente que una relación en la que te sientes dejada de lado y con alguien en quien no confías, no es una buena relación.

—¿No es normal que mi mejor amiga y mi novio pasen más tiempo juntos que él y yo? ¿O ella y yo?

Se toma un instante para responderme:

—No es particularmente frecuente...

—¿No es normal que yo me sienta rara porque ellos empiezan a verse más que nosotros y de repente ella ya no quiere ser más mi amiga?

—Lo es.

Por primera vez desde que me uní a TQV, Ian no se encuentra en la sala de ensayos con al menos, quince minutos de anticipación. De hecho, ya han pasado cuarenta minutos desde que inició la práctica y él no aparece por ningún lado. Tanto Harry como Jessie no se encuentran en la academia, así que nadie nos puede decir algo al respecto.

—No le llegan los mensajes —presa de una inquietud creciente, mis ojos bailan una y otra vez sobre la conversación de la tarde pasada con el pelinegro. Todo había estado perfecto hasta que ya no me contestó más, y a partir de ello, un solo visto me indicaba que él parecía estar fuera de alcance.

Me remuevo sobre mis piernas, la dureza del piso flotante se vuelve incómoda y me lastima el trasero.

—Quizás se averió su celular —murmura Dallas, aun así, a juzgar por su ceño fruncido y la manera en la que se muerde un pellejito que sobresale de su labio inferior, se ve más inquieto de lo que quiere demostrar.

Puedo decir lo mismo de Kian y Cameron. En particular del último mencionado, quien se ha limitado a mantenerse en silencio y observar por la ventana con los ojos entrecerrados. Casi como si supiera algo más.

—Hasta eso iré a ver unos cigarrillos —anuncia Kian, clavando sus ojos sobre su mejor amigo en una invitación silenciosa.

Se esfuerza por no demostrarlo, pero su humor está todavía más ácido. Aunque esta situación no es frecuente y no contamos con antecedentes que provoquen desesperación, nos rodea un aura tremendamente tensa e intranquila. Casi como si entre todos compartiéramos un extraño presentimiento.

—Pero sí vas a volver, ¿no? —replica Dallas, su lado bromista asomando la cabeza en el ambiente afilado. Eso le hace acreedor de un golpe en la nuca por parte del rubio—. ¡Ay! Mejor te acompañaré por si acaso, no quiero otro miembro desaparecido.

Sé que lo dice en sorna, aun así, el término que utiliza me provoca un escalofrío. Cruzo miradas con Cameron, más bien, vuelvo mis ojos hacia él, quien todavía tiene el ceño fruncido y la boca tensa. Por la manera en la que su mandíbula se marca, creo que sintió lo mismo que yo. Aun así, continúa viendo por la ventana con una intranquilidad desesperante.

Ambos desaparecen, dejándonos al baterista y a mí solos en el cuarto. Me pierdo por unos segundos en el silencio de la habitación, antes de que se vuelva demasiado para mí y decida marcar el teléfono de Harry. Aunque es en vano, pues no contesta.

—¿Y si salimos a buscar por aquí? Estaba en la moto, quizás se quedó sin gasolina y sin batería o...

—Creo que deberíamos salir a buscarlo —suspira derrotado—, desaparecerse así no es algo propio de él.

El corazón me da un salto ante ese comentario. Tiene razón.

Un puertazo nos indica que alguien ha entrado a la academia. Aparentemente, alguien muy molesto, el vidrio de la puerta se abre más allá del ángulo permitido, generando un sonido que presume que eso estuvo de romperla. Unos pasos acelerados y pesados resuenan por el hallo principal, y tanto Cam como yo nos levantamos de un salto. ¿Es Ian?

—¡Lily! ¡Cameron! —no obstante, la voz de Harry ruge con un tenebroso eco que se extiende por los pasillos. Corremos en su dirección, el corazón acelerado por el tono que utilizó.

Jamás lo había visto tan pálido, con el ceño tan fruncido y la mandíbula tan tensa. Unas profundas bolsas oscuras le decoran las mejillas, justo por debajo de sus ojos, y el tono rojizo de la esclerótica, son indicativos de la mala noche que ha tenido.

¿Qué sucedió?

—¿Saben algo de Ian? —pregunta con fiereza. Él no es violento, pero sus cuerdas vocales suenan molestas y desesperadas. Sacudimos la cabeza en negación—. Salió de la casa anoche, a eso de las siete. Y desde entonces no tenemos noticias de él, no contesta el teléfono, no le llegan las llamadas.

El corazón se me debilita. Es como si las palabras de Harry debilitaran al miocardio, y a todos los músculos de mi cuerpo, mis rodillas tiemblan y debo cambiar el peso a mi pierna derecha para no caerme de narices.

—¿Cómo que salió anoche y no se supo más de él?

—Su madre apareció anoche en casa —susurra Harry. Cameron se tensa junto a mí.

En ese momento, Jessie ingresa a la academia, culminando una llamada telefónica. Divisa a su novio sentado sobre el sillón principal del lobby, con el mentón sobre un puño y la mirada preocupada, y se acerca con cautela y dulzura a él. Su furia se siente a kilómetros, y es que Ian no tiende a ser un muchacho rebelde. ¿Existe la posibilidad de que se haya escapado?

—¿Nada?

—No, la policía dice que hay que esperar más tiempo para hacer una denuncia... Quizás deberíamos difundir con la Alerta Desaparecido antes de seguir perdiendo tiempo.

El hombre, del tamaño de un vikingo, siempre con una gigantesca sonrisa entre su rostro barbudo, sacude la cabeza con pesar, como si lo estuviera pensando y le rompiera el alma hacerlo. La Alerta Desaparecido es un mecanismo generado por gente de nuestra comunidad, donde se comunica de la desaparición de alguien antes de que la policía pueda intervenir, y se comparte entre todos. Así, si alguien sabe algo al respecto, se puede reaccionar a tiempo.

A veces el pueblo tiene que unificarse cuando quienes se supone que nos deben proteger, son ineficientes.

—No revisé en el estudio de grabación —exclama Harry de repente, levantándose de un salto y corriendo escaleras arriba—. Quizás fue allí y se desmayó, ya sabes que ese chico no come carne roja.

A los pocos minutos, regresó con el gesto contraído en una mueca contrariada y se abalanzó sobre el sillón rojo. A casi veinticuatro horas desde la última vez que lo vio, es comprensible su estado.

—Envía la alerta —murmura derrotado.

El corazón me late con fuerza, aunque me siento preocupada, una gran parte de mí se resiste a entrar en la desesperación. A siquiera considerar algo malo pasándole y siendo el causante de que se haya esfumado desde anoche. Nosotros siempre estamos conectados, cuando algo le pasa, yo puedo sentirlo. Y viceversa. Si el chico estuviera en peligro, creo que yo podría sentirlo en el fondo de mi alma, en mi mente, en mi corazón. ¿Pero y si me equivoco?

Vuelvo la mirada sobre el asfalto húmedo, iluminado por el color azul sucio del anochecer, y encuentro que Dallas y Kian ingresan en la academia, pálidos y tensos, con el celular en mano. La foto del vocalista de TQV empezando a difundirse en todos los chats grupales de aquellos que nos conocen. A juzgar por la inexistente interacción que tienen con Harry, supongo que ya se encontraron a su llegada. Un estremecimiento incómodo me devuelve a la realidad en el momento que el móvil me vibra bruscamente en la mano. Enciendo la pantalla de mi celular, ignorando los chats grupales, y por inercia, ingreso al que mantengo con El amargado. Se me corta la respiración. En la respuesta que nunca llegó. En la insistencia que jamás lo alcanzó.

El pecho se me oprime cuando me pregunto: ¿dónde está Ian? 

Nota de la autora: Jajajaj me disculpo por tantos capítulos con Lily siendo un desastre. La chica la está pasando mal.

¿Qué creen que está pasando con Ian? Espero esté bien :(

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