cap. 48 - te quiero

—Te ves adorable, Ian.

—Ajá, ¿y yo? ¿Por qué no me dices nada a mí? —protesto—. Soy tu hija y estoy súper linda, eso es innegable.

—Tú eres una necia, vas a empeorar por ir vestida así —me regaña ella. Sé que su molestia es real, porque se apoya contra el marco de la puerta y se cruza de brazos, a la par que sus ojos me lanzan una mirada de desaprobación.

—Pero estoy linda —canturreo dando una vuelta más frente al espejo. La tela azul satinada es un poco bombosa a nivel de la cadera, así que me da un aspecto de "reloj de arena" y estoy obsesionada con ello—, debes aceptarlo.

Por el rabillo de mi mirada, noto los característicos hoyuelos de Ian dibujados en sus mejillas, mientras se esfuerza por esconder su expresión divertida. La mujer gira sus ojos, en actitud derrotada.

—Ya, pero, ¿qué esperabas? Llevas mis genes.

Después de que Andrew me avisara que a último minuto se le cruzó un viaje con el señor Valek, decidí que nada ni nadie iba a arruinar mis planes. Yo quería ir de algo de Disney, Andrew quería ir de unos personajes históricos que Diosa sabrá quienes fueron. Así que aproveché la oportunidad y a mi cómplice #1 para salirme con la mía. Ahora bien, no crean que lo obligué. Cuando se probó el traje, pude ver que el brillo en sus ojos cambió. A él le gustó tanto como a mí. Y a Franco y a Harry. Incluso Mamie y el abuelo Carlos vieron cómo quedamos por videollamada. Hace una semana habían vuelto a Francia, y ya se sentía su ausencia en la casa de los Baldwin. Aun así, la presencia de Franco le daba un toque mágico y cálido al hogar. Así que todo estaba bien.

—Vamos —tomo su mano—, yo te quiero enseñar, este mundo espléndido, ven princeso y deja a tu corazón soñaaaar... Ian, deberías estar cantándomelo tú a mí, no al revés.

Mamá y mi satisfactoria copia de Aladdin colocan los ojos en blanco antes de soltar unas carcajadas livianas, luego me siguen a las escaleras. Después de que mi madre nos tome una foto y mi padre nos felicite por el disfraz, salimos de casa en dirección a la de Camille, donde el resto de TQV ya nos está esperando.




—Vámonos.

—¿Qué? —sus cejas se juntan—, ¿de qué estás hablando?

Me tiembla el labio inferior cuando él se deshace de mi agarre y baja de la moto. Me ofrece una mano que me niego a aceptar, mis ojos recorren con nerviosismo los rostros de las personas que se encuentran en el jardín delantero de la casa de Camille. Son apenas familiares, aun así, eso es suficiente para disparar una dosis de cortisol dentro de mi sistema.

—Volvamos a casa, por favor —insisto en un murmuro apresurado—. Podemos pedir pizza vegana y ver algo y...

—Lily no podemos hacer eso. Ya quedamos en que tocaremos hoy, los chicos nos están esperando... —da dos pasos hacia mí y me saca el casco con delicadeza. Lo deposita sobre la moto y se inclina sobre mí, posando sus manos sobre mis rodillas—. ¿Qué ocurre ahora?

Sus ojos pardos dan con los míos, me analizan con confusión y una preocupación genuina.

—Estás temblando —agarrando mi mentón, deja pasar su pulgar por encima de mi labio inferior—. ¿Fiebre de nuevo? Te dije que debías quedarte en casa. Hay tiempo, puedo irte a dejar, vuelvo a tocar y regreso a verte...

Me deshago de sus dedos sobre mi frente, agarrando su mano y manteniéndola entre los míos. Es reconfortante, de alguna manera difícil de explicar. La frescura de su piel y a la vez, la calidez que su cuerpo emana, me brinda tranquilidad. Sacudo la cabeza en negación.

—Estoy bien, no es eso.

—¿Entonces? —musita preocupado.

—Aquí están viejos amigos de Andrew —susurro, sintiendo el malestar elevarse dentro de mí—. Y me jode que él ni siquiera está aquí para... No sé. Darme apoyo o protegerme.

—Lily... —siento que algo me falta cuando suelta mi mano. Aun así, su piel vuelve a contactar conmigo cuando agarra mi rostro con suavidad—. Si alguien se atreve a decirte algo, se las verán conmigo, ¿sí?

Es verdad. ¿Cómo no podría sentirme segura con él? No necesito a Andrew aquí, si él nunca ha estado realmente cuando de estas inseguridades se trata. Él era quien las causaba, de hecho. Al reírse de mí.

Pero no hablemos de culpables.

Asiento débilmente, lo que causa que él suelte un suspiro, acompañado de una pequeña sonrisa. Acerca su cara a la mía y deposita un casto beso en mi frente, antes de volver a conectar su mirada con la mía.

—Bien, ahora vamos. Quiero ver a mi Lily fuerte y diva de siempre tomar el control esta noche, ¿sí? Además, te ves increíble, todos estos simples mortales deberían arrodillarse ante ti. Así que vamos.

Es raro que se comporte tan dulce conmigo, ya estoy acostumbrada a sus burlas y comentarios sarcásticos. Pero a ratos me sorprende con un poco de ternura. Hoy es una de esas ocasiones. Me debilita, creo que hasta siento mariposas en el estómago y quizás por ello me dejo arrastrar hacia la casa con tanta facilidad. Con su agarre firme sobre mi mano, es más fácil ignorar la presencia de personas que no me traen gratos recuerdos. Lo curioso de todo esto, es que ninguno de ellos parece siquiera notarme. Mucho menos recordarme.

En un rincón de la amplia sala de estar de la grandiosa casa, el resto de integrantes de TQV ya tienen armado todo encima de una leve tarima. Desde lejos, reconozco a cada uno de ellos, a pesar de que también se han esmerado con sus disfraces hasta el punto de llamar la atención de los presentes que pasan a un costado. Hay mucha gente, pero por fortuna, estamos algo alejados debido a la presencia de pequeño escenario armado.

—Lily, gracias por venir —pronuncia Camille cuando nos divisa, lleva un vaso entre sus dedos recubiertos de anillos de calaveras—. Estás preciosa.

No, ella lo está. Lleva puesto un corsé negro por encima de un vestido blanquecino, que resalta su silueta y da atención a sus largas piernas bronceadas que se enfundan en un par de botas altas. Y también tiene un maquillaje exótico que hace que sus ojos salten más de lo que ya hacen. Su abundante cabellera va suelta, con un par de adornos asociados a la cultura de los piratas.

—No, los dos se ven geniales —añade observándome con sospecha, después de darle un vistazo a Ian. La regaño visualmente porque desconozco la intención detrás de sus pupilas acusatorias.

—¡Ian! —exclama Kian—. ¿Trajiste la pedalera?

—Sí, ahí voy —con un asentimiento, se excusa de la presencia de Camille y camina hacia el resto de chicos. No sin antes dedicarme una mirada tranquilizadora, que respondo con una sonrisa ligera.

—Andrew tuvo que viajar, ¿no? —me pregunta la chica, una vez que él se aleja lo suficiente. Asiento sin demasiado entusiasmo.

—Ajá, justo hoy decidió dejarme sola —la respuesta se me escapa antes de poder filtrarla de forma adecuada. La molestia es evidente en mi voz.

Las cejas de la chica se elevan ligeramente, aunque se esfuerza por mantener su expresión amistosa y conciliadora.

—Tranquila, igual estás obligada a pasarla genial. ¿Me oíste?

Me despido de ella, con la excusa de que iré a ver a los chicos. A ella también la llaman, lo cual es comprensible. Todos quieren estar con la anfitriona.

—Te ves muy bien —mis brazos rodean a un Dallas cubierto por un traje de piloto blanco que lo hace ver condenadamente guapo. Por el rabillo del ojo, noto que Kian tiene un traje similar, pero es rojo. A él, incluso le queda aún mejor. Por supuesto que eso jamás lo admitiré.

—Tú te ves mejor —responde con una sonrisa coqueta—. Princesa Jasmine, ¿no?

—Y Aladdin —añade Ian, llegando a mi lado y pasando un brazo por mis hombros. Dallas saca su móvil y nos toma una foto.

—Se ven shippeables —lloriquea al inspeccionar cómo quedó, yo casi me atraganto con sus palabras—, como nosotros.

Kian suelta un bufido en el momento que el rubio lo señala. Y sacude la cabeza en resignación. Ahogo una carcajada ante la mirada asesina que me dedica. Dallas cambia la cámara para tomarnos un selfie.

—¡Esperen, falto yo! —desde el otro extremo del escenario, Cameron viene corriendo hacia nosotros. Una sonrisa gigantesca se forma en mi rostro cuando reconozco sobre su piel pintada de azul, el traje del Genio. ¡Estamos completos!

Sonreímos a la cámara, suena un "click" que nos anuncia que ya se tomó la foto y Dallas procede a subirlo a las redes sociales.

—Muy bien, TQV —exclama un hombre enternado. Con un micrófono en mano, nos indica que ya llamará a la gente—. ¿Están listos?

—Nacimos listos —repone Dallas, realiza un gesto raro con sus dedos. Él cree que se ve genial haciéndolo. Me muerdo el labio inferior, decidiendo que es mejor dejarlo ser feliz.

—Bien, yo me voy —me giro hacia Ian. Tiene una guitarra colgando sobre su torso, conectada a los amplificadores. Ladea el rostro, me dedica una mirada atenta.

—¿A primera fila?

—Obvio, seré tu groupie —mis palabras le arrancan una sonrisa traviesa y leo en sus labios un "cuidado con lo que ofreces". Me giro hacia los chicos—. Suerte muchachos, no me extrañen demasiado.

—No lo haremos —murmura Kian. Me sobresalto por su hostilidad, aunque honestamente no sé por qué me sigue sorprendiendo. Aun así, lo que no esperé encontrar en él es la diminuta sonrisa ladina que me dedica, casi como si me dijera "sólo estoy bromeando, Owen. Cálmate".

Le devuelvo un gesto entre amistoso y confuso, y me bajo de la tarima. Una vez que ya no me encuentro con los chicos a mi lado y que cada uno de ellos dirige su atención a sus respectivos instrumentos, me siento desprotegida. Así que me quedo parada en una esquina del salón. Por fortuna, nadie repara en mí, no de la forma en la que me temía. Un par de chicos me lanzan un vistazo curioso, sus ojos repasan mi figura y luego intercambian una expresión rara. Basándome en mi experiencia como chica adolescente, sé que probablemente se debe a que aprueban mi apariencia. Y no podría darme más igual.

Las personas comienzan a acercarse al escenario en el momento que el presentador menciona la presencia de TQV en la fiesta. Debo admitir que hay ciertos individuos que nos lanzan miradas aburridas, y es comprensible, somos apenas conocidos a nivel local, y sólo por una de nuestras canciones que se hizo viral. No obstante, también noto murmullos por parte de una porción de la gente. Aun así, un pequeño grupo de chicas alcanza el escenario, armando más escándalo que el resto con sus carcajadas y comentarios. Su presencia me inquieta, me encojo en mi sitio sin siquiera regresarlas a ver. No obstante, mi cuerpo entero se paraliza cuando escucho que una de ellas se llama Emilia. Se me retuerce el estómago ante la incertidumbre. Hay muchas Emilias en la ciudad, no puede ser precisamente ella, ¿verdad?

"¿Sabes por qué te llaman ectoparásito, mocosa estúpida?".

Pero sus carcajadas y su voz chillona me hacen saber que es precisamente quien temo que sea. Me cruzo de brazos, deseando con todas mis fuerzas ser invisible.

"Eres como un parásito. Estás detrás de un chico de último año que nunca te hará caso. Nadie lo hará porque eres una intensa y una perdedora. Me das asco y me das lástima. Deja de rogarle cariño a alguien que está fuera de tu nivel y mejor busca una manera para desaparecer de la faz de la tierra".

—Pequeña estrella —disfrazado de vikingo como me dijo que haría, un Darren más atractivo de lo usual, da conmigo—. Te ves fenomenal, tendré que cuidarte el resto de la noche.

Mi cuerpo entero está temblando. Me siento como un flan a la intemperie. Y los ojos me arden por intentar con tanta fuerza que no se me cristalicen.

—Lily, ¿estás bien?

—Shh, no lo menciones por favor —murmuro con la voz rota.

No puedo observarlo, sólo presiento como cambia su semblante a una expresión de preocupación.

—Sólo hazme conversación —le ruego, agradeciendo su presencia que me parece casi un regalo caído del cielo. Lo noto en aprietos, su ceño está fruncido. Pero fuerza una sonrisa, intentándolo.

—¿No cantarás hoy?

—Estuve enferma durante esta semana y no pude ensayar con ellos.

Mi voz se acelera al principio, aunque me esfuerzo por sonar natural y tranquila.

—Oh, entiendo... Pero ya estás mejor, ¿no? —asiento—. Bien, por hoy los podrás disfrutar desde abajo. ¿Quieres algo de beber?

—Estoy bien, gracias Darr.

Un silencio incómodo empieza a emerger, lo noto en aprietos.

—¿Y los demás? —cuestiono con prisa.

—Por allá.

Como respuesta, diviso a William al fondo de mi campo de visión. Su disfraz es de Drácula, y tiene atrapada a una delicada vampiresa pelirroja entre sus brazos, y deposita pequeños besos en sus mejillas mientras la molesta por algo. Lo digo porque ella está riéndose mientras niega con la cabeza. Noto que hay más gente cerca, por lo que el grupo de Emilia se ha alejado cada vez más y más. Poco a poco, puedo respirar de nuevo.

—Oh, ya los vi —suspiro con alivio evidente. De todas maneras, no le quiero explicar nada ahora así que continúo con la conversación—. ¿Tú viniste con alguien?

Como si detectara mi cambio de actitud, se le escapa una sonrisa mucho más tranquila.

—¿Acaso no se puede venir solo a una fiesta? —bromea—. ¿Debo venir con alguien obligatoriamente?

Me encojo de hombros. En ese preciso instante, los instrumentos resuenan por el salón y una voz que me resulta conocida, se eleva entre los murmullos. Se nota imponente y confiada, así que de inmediato, todos se callan y le brindan su atención. Incluso Darren, que tiene una mueca de desagrado plasmada en el rostro. Todavía no es fan de Ian. Lo guío más cerca del escenario, justo para quedar debajo del mismo, en lo que podría definirse como "primera fila".

El repertorio de hoy incluye dos canciones originales y un par de covers. Iniciamos con uno de los últimos mencionados, algo enérgico y popular que logra animar a todos. No toma mucho para que el público se una y canturree a todo pulmón. Desde aquí abajo, la energía que emite la banda es vigorosa. Cuando noto que Emilia ya está tan lejos de mí que no podrá reconocerme, me encuentro saltando de un lado al otro, cantando emocionada incluso cuando he escuchado estas canciones una y otra vez en cada ensayo. En el momento que tocan la canción que se hizo viral, incluso Darren se une al momento del coro. Es la ocasión perfecta para molestarlo al respecto, aunque sólo coloca los ojos en blanco y hace el gesto de cerrar su boca con un cierre. Aun así, a los pocos segundos, lo encuentro bailando en silencio.

Llega la última canción, tengo entendido que es un pedido especial por parte de la conquista más reciente de Camille. Y ya que conozco las expectativas de la chica en el ámbito romántico, siento un poco de lástima al respecto. Las primeras notas suenan, me sorprendo porque jamás la escuché en ninguno de los ensayos. Aun así, la reconozco porque es una de mis favoritas y con la voz de Ian, me temo que me matará. Con los dedos sobre las cuerdas de la guitarra, gira para dar con el micrófono, ante los gritos entusiastas del público.

No, ya no me llores —comienza a cantar el muchacho, mi piel erupciona en reacción inmediata—. No me vayas a hacer llorar a mí...

El corazón me da un vuelco dentro del pecho, así que coloco mi mano sobre la zona y aprieto la tela en un absurdo intento para dispersar la sensación. No sirve. Así que cierro los ojos intentando contener las emociones dentro de mí. Agh, me siento tan estúpida por ponerme tan vulnerable cuando él canta.

—Lily, en serio, ¿estás bien?

La voz preocupada de Darren me despierta del ensueño. Abro los ojos y con las mejillas hirviendo, asiento. Mi mirada conecta con la de Ian en el escenario, que levanta una ceja con sutileza, juzgando mi expresión. Eso sólo empeora mi estado y un escalofrío me recorre entera. Aun así, me esfuerzo por disimularlo, y empiezo a gritar para acompañar su voz:

¡Abrázame fuerte, ven corriendo a mí!

Te quiero, te quiero, te quiero y no hago otra cosa que pensar en ti —sigue él, sonriendo de esa forma juguetona, que sé que me dedica a mí. El gesto, me refiero—. Sólo vivo y respiro para ti.

Así que activo mi modo fangirl, enciendo el flash de mi celular y comienzo a mecer mi móvil al ritmo de la canción, cantando como una completa desquiciada. Al estar camuflada entre la gente, se me pasan los miedos a ser juzgada. Por fortuna, Darren también se une a mí y no toma más de unos segundos para que el resto de personas también prenda sus linternas. Todos los presentes cantan a gritos, desafinados, pero con el corazón metido en la letra. No puedo evitar reírme al respecto, las personas ebrias a veces son adorables.

Sigo sumergida en la canción, que está a punto de culminar. No obstante, mi inspiración y mi momento son interrumpidos, cuando un par de manos se colocan sobre mis ojos, impidiéndome ver.

"Te quiero...".

Me sobresalto, sin tener una idea sobre quién puede ser tan descarado de asustarme así sin conocerme. Por un segundo me temo que se trate de Emilia, aunque de inmediato me percato de lo ilógico que eso sería.

"Te quiero...".

Cuando giro sobre mis talones, esas manos me descubren los ojos y se posan sobre mi cintura. Mi vista se ajusta a la poca luz disponible y reconozco ese rostro familiar.

—¿Qué haces aquí? —pregunto atónita.

—Te extrañaba, así que cancelé mi viaje con el señor Valek —murmura a mi oído. Luego se separa y analiza mi aspecto, mordiéndose el labio inferior—. Estás preciosa.

"Te quiero...".

Cuando sus labios chocan con los míos, sé que la canción termina. Los aplausos estallan a nuestro alrededor y un pequeño mareo me invade, así que soy incapaz de corresponderle el beso. No esperaba que viniera. Andrew se separa de mí con un semblante aturdido, finge que todo está normal cuando intercambia un saludo con Darren y me jala entre la gente, que continúa vitoreando para obtener una canción más. En la mitad de esos rostros desconocidos, arrimada contra una pared y con semblante de aburrimiento, está Marina, con un maquillaje ligero de siervo. No la había visto antes así que supongo que llegó con Andrew. Me resulta extraño que no me haya avisado que sí vendría a la fiesta.

—¿Bebiste algo? —me pregunta Andrew, conduciéndome hacia la barra libre. Niego con la cabeza—. ¿Quieres algo?

Repito la acción.

—¿Estás bien?

—Pensé que no vendrías —mi voz suena arisca y hostil, lo que debilita el agarre de su mano con la mía, y aprovecho para liberarme de ello.

El chico levanta sus cejas en sorpresa y da un paso hacia mí, con una mueca conciliadora.

—Cancelé el viaje a último minuto —repone con lentitud.

—Igual llegas tarde.

El signo de incógnita es casi evidente en su rostro, de todas maneras, no sé de qué manera explicar mi molestia, lo que logra frustrarme cada vez más. Es una locura pensar que hace quince minutos estaba al borde del colapso, hace cinco estaba teniendo un momento genial y ahora sólo quiero gritar.

—¿Tarde?

—Si ibas a venir, debiste haberme avisado para llegar juntos —manifiesto entre dientes.

—Lo siento princesa, fue una decisión a último minuto. Marina y yo logramos convencer al señor Valek que vaya él solo al viaje hace menos de una hora... Lamento no haberte dicho antes, quise sorprenderte.

Ante mi silencio, él añade:

—Pero ya estoy aquí.

—Ya da igual —protesto apunto de ponerme a llorar.

Su confusión es innegable. Los aplausos a nuestras espaldas estallan e incluso si él quisiera responder algo, tanto ruido le impide hacerlo. Como la banda se despide, las personas empiezan a dispersarse, con el claro objetivo de dirigirse a la barra libre. Aprovechando que un mar de gente se mete entre nosotros, y antes de encontrarme con Emilia de nuevo, giro sobre mis talones y me dirijo hacia el baño, donde me encierro durante diez minutos hasta poder recomponerme. 

Nota de la autora: Feliz Navidad, espero que pasen estos días con la mente y el corazón tranquilo, sintiéndose seguro y cálido. Y gracias por ser parte de este viaje.

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