cap. 40 - bichito saltarín
x LILY x
Mi madre me acompaña, observando atenta que mis tobillos no se tuerzan por los tacos que estoy usando. No soy nueva en esto, usarlos es mi única solución para mi reducido tamaño, sin embargo, suelo usar modelos gruesos de caucho, no agujas delicadas con las que me puedo caer y romper el cuello. Así que soy precavida.
El auto de Harry Baldwin está fuera de mi casa, más reluciente de lo usual. Pero no es lo primero en lo que reparo, sino en el muchacho arrimado al mismo con las manos en los bolsillos; está vestido de traje, aunque sus zapatos no son de vestir, sino Adidas, y la camisa blanca está desabotonada en los primeros botones, acomodada fuera del pantalón. Junto al cabello despeinado y una sonrisa cuyo brillo no he tenido el placer de conocer antes, no se ve para nada mal.
—Oh dios, parece como si fueran a un baile de graduación de las películas americanas —exclama mi madre, entusiasmada—. Acérquense, les tomaré una foto.
Camino en dirección a Ian sintiéndome un poco inhibida a saludarlo y es que me abruma detectar algo particular en su aura. Además, no me pasa desapercibida la forma en la que me estudia visualmente mientras me acerco, y eso que está utilizando gafas de sol. A pesar de haber solucionado nuestras diferencias hace unos días, aún se siente un remanente de tensión entre ambos.
—Mamiii —reclamo un poco avergonzada, pero sólo dejo salir una sonrisa en el momento que Ian se coloca a mi lado, satisfaciendo los caprichos de mi progenitora. Su mano se posa con delicadeza y caballerosidad sobre el borde derecho de mi cintura y el flash de la cámara destella.
Harry baja del asiento delantero y cruza un par de palabras con ella, quien le muestra entusiasta la foto que consiguió, así que eso reduce su atención sobre nosotros.
—Gracias a Dios, tengo una preocupación menos —escupe Ian desviando su mirada de mi silueta para concentrarla en mis pupilas—, temía que te disfrazaras de Bella o de Ladybug.
Mi puño no demora en hacer contacto con su hombro. En buena onda, obvio.
— ¡Auch!
—Idiota, aunque quisiera no podía hacerlo. Le quitaría el protagonismo a la novia.
— ¿Y así no? —hace un ademan hacia mi vestido, con un gesto amistoso que logra elevar mi autoestima. Pero mi seguridad se tambalea en el momento que las puntas de sus dedos acarician uno de los destellos que brilla en mi clavícula, cortesía de la cara crema corporal de mi madre. Sus ojos pardos se introducen en los míos con intensidad. Trago saliva en seco, no sé qué responder así que me limito a rodar los ojos y sonreír. Mi mente se ha quedado un poco turbada por lo que está ocurriendo. ¿Por qué esta interacción se siente tan densa?
— ¡Lily, te ves muy bien! —la apresurada y entusiasta voz de Harry rompe la atmósfera. Parpadeo lentamente, como esos personajes de las caricaturas, saliendo de mi estado de nervios—. Y no quiero apresurarlos, pero la recepción está por comenzar, Paulina no debe verlos hasta la sorpresa. La cual empieza en —ojea su reloj—, ¡santo Presley, en treinta minutos! Venga, suban al auto.
Ian me abre la puerta trasera del auto para que ingrese primero, aunque en el momento en el que voy a subir, siento cómo el aire frío de la tarde se cola por mis muslos hasta llegar a introducirse por mis pantis. Oh diablos, debería haberme puesto unos shorts por debajo para evitar ser víctima de la ventisca.
—Puedo sola —le reprocho volteándome, posando mi espalda sobre el borde del asiento trasero.
El pelinegro levanta una ceja mirándome con incredulidad y un toque de diversión.
— ¿Qué? —me defiendo—. Soy una mujer fuerte e independiente, así que sube a tu asiento que yo puedo sola.
— ¿Con esos zapatos? No lo creo, además, soy todo un caballero —ladea la cabeza, confundido. Vuelve a ofrecerme su mano con educación.
—No me importa, yo puedo sola. ¡Sube a tu maldito puesto! —mascullo enrojeciendo.
Entonces él se cruza de brazos. Mi madre se cubre la boca, ahogando una carcajada leve. La fulmino visualmente, sin comprender qué es tan gracioso.
—A ver si puedes subir tu sola con los tacos —exclama, burlona. El teléfono de mi casa suena, por lo que mamá se despide por última vez sacudiendo su mano e ingresa a la misma, no sin antes añadir—: no te rompas nada, hija.
Ajena a sus palabras, me esfuerzo por impulsarme de nuevo para subir al auto, sin embargo, mi pie se tambalea y casi me caigo de bruces. Finjo demencia, alcanzando a duras penas a agarrarme de la puerta abierta antes de estamparme con el piso.
—Owen —sentencia el muchacho, reclamando mi atención de nuevo—, en serio vas a romperte algo. Y eso nos retrasaría más, ¿por qué no me dejas ayudarte?
Ay, maldito Ian Baldwin y malditos tacos y maldito vestido corto. Es una monada, debo admitir: la tela aterciopelada de un tono carmesí, con un pequeño escote en forma de corazón y vuelos en la falda, que le dan un aspecto vaporoso, pero elegante. Suelto un chillido frustrado cuando Harry enciende el motor y nos urge subir, aunque enciende su celular para buscar la ubicación del sitio al que iremos.
—Ian —amenazo, y no sólo con mi tono de voz, sino una mirada letal—, si vas a ayudarme, sólo dame tu mano, gírate y cierra los ojos, ¿okey?
—¿Temes que vea tu ropa interior de mariquitas? —en tono pícaro y divertido, él ahoga la carcajada que sé que está apunto de soltar. Por mi parte, toda la sangre de mi sistema se concentra en mi rostro. Harry suelta un sonoro carraspeo, como si quisiera recordarnos de su presencia antes de que sigamos hablando de mis intimidades.
—Subaan —canturrea un poco más severo.
Ruedo los ojos, haciendo mis manos puños porque me muero de ganas de golpear a Ian. Sin darle la espalda, me impulso del asiento y mis tacos, y consigo subir al auto exitosamente. Quizás Harry hubiese visto mis pantis, aunque parece muy enfrascado en su móvil, pero ni Ian ni mi barrio lo hicieron. Le guiño el ojo en acto triunfal.
—En tu cara, Baldwin. Y por cierto, mi ropa interior no es de mariquitas —bufo antes de cerrarle la puerta en la nariz.
—No —Harry repone con pesar— es de gatitos negros.
—Llegamos —anuncia Harry, a penas escucho su voz pues sale apresurado del auto y empieza a caminar hacia la sala en donde se celebra el evento.
—¡Hey! ¿No estás olvidando algo? —exclama Ian, bajando de su asiento. Al parecer se le acabó la caballerosidad puesto que parece haberse olvidado de mí, que forcejeo con el manojo de la puerta trasera—. Mi teclado se encuentra en la cajuela.
—No te preocupes por ello, la sala tiene un piano de cola, ¡apresúrense!
— ¿Alguien me abre? —grito con impaciencia—. ¡Esto tiene seguro a prueba de niños!
Me desespera la idea de que quizás no me escuchen, así que vuelvo a intentarlo y en ese preciso momento en el empujo con toda mi fuerza al pedazo de metal, Ian la jala hacia afuera. Evidentemente, ésta cede y se abre, causando que pierda el equilibrio. Mi visión se distorsiona por la velocidad con la que caigo fuera del auto, sólo alcanzo a ver el esmoquin negro de Ian y parte de su clavícula.
—¡Me voy a romper la nariz! —lloriqueo pensando que el muchacho dará un paso hacia atrás y mi precioso rostro chocará con el pavimento.
Sin embargo, no me rompo nada. Sólo me tuerzo el tobillo. Ian suelta una risita que podría ser confundida con un suspiro y me atrapa con facilidad, sus dedos de ambas manos cubren mis costillas y su torso amortigua mi desplome.
Qué vergüenza.
—Hay algo que se llama "espacio personal" —bromea el muchacho, bajando la vista de mis ojos a mi cuerpo. Cuando estos vuelven a ascender hasta mis pupilas, él añade una sonrisa divertida y murmura—. ¿Lo conoces, m'lady?
¡Y otra vez con eso! ¿Es posible que un simple apodo logre ese efecto en mí los siguientes síntomas: una sensación de vacío en el estómago, taquicardia, hiperemia generalizada, hormigueo en las extremidades, entre otros? Para aligerar el ambiente, ruedo los ojos, es un mecanismo de defensa penoso e ineficiente que tiene la finalidad de disimular mis mejillas sonrosadas.
—No me digas así —exclamo alejándome con dramatismo, cubriendo mis cachetes con ambas manos—. Tengo una debilidad.
—No puedo creer que te sonrojes por eso —se ríe él, sus hoyuelos se marcan con fiereza y sus dientes blancos resplandecen, mientras él continúa burlándose, guarda ambas manos en los bolsillos de su pantalón—. Si te hablo en francés, ¿también te pondrás así?
Ruedo los ojos en actitud defensiva, aunque en el fondo de mi ser estoy intentando descifrar qué hay de diferente en él. Porque hay algo peculiar hoy, definitivamente. Harry nos regaña, esta vez ya no es tan paciente al reclamarnos por no movernos, así que el chico, entre carcajadas, me agarra de la mano y corre conmigo en su dirección. Esta noche, la luna alumbra los senderos contorneados por flores exóticas y ramas de bambú, y también nuestras siluetas apresuradas. Una vez más, mis ojos sorprendidos lo analizan en silencio: ¿por qué está tan feliz? Nunca lo había visto así, brillando de alegría.
Algo ocurrió, definitivamente algo ocurrió.
Pero, ¿qué?
Llegamos al salón principal, parece tremendamente grande. Y lo es, por uno de los ventanales se ve la cantidad de mesas que se encuentra dentro de la habitación, ubicadas elegantemente al lado de pequeños puestos en los cuales se presume no sólo el pastel, sino varios postres y golosinas. Las personas destacan, con vestidos largos y ternos de tonos oscuros. Además, la decoración del lugar es bastante elegante también, posee tonos guinda en cada esquina, con detalles dorados esparcidos por el lugar. Casi grito de la emoción al identificar figuras de personajes reconocidos de Disney a lo largo de la decoración. Y precisamente junto a dicho ventanal, se encuentra un piano de cola gigantesco. Es blanco y majestuoso. A mis manos les recorre un estremecimiento cuando lo veo, y eso que ni siquiera sé tocar.
Ingresamos por la parte trasera de la sala, donde nos encontramos con el resto de músicos que nos acompañarán. Son amigos de Harry y conocidos de Ian, pero profesionales mucho más experimentados que yo. La luz del lugar es tenue, sólo se enfoca en el elegante presentador, quien dedica algunas palabras introductorias con respecto a la gran sorpresa para los novios. Entonces busco a los homenajeados entre los rostros. En una mesa central, con rosas a su alrededor, se encuentran los tórtolos, manos agarradas, sonrisas atontadas y ojos brillosos. Una emoción extraña me recorre el cuerpo. Intento quitármela de encima con un fuerte sacudón de cuerpo completo, que causa que el chico me lance una mirada asesina.
— ¿Te va a dar un ataque? —se burla en voz baja.
—¿Qué hablas? He esperado por este momento toda mi vida.
Eso le arranca una risita, pero de inmediato la detiene, y genera un movimiento vibratorio con sus labios, casi parece un ronroneo. Alcanza una nota y me observa, expectante de que me una a él. Entramos en armonía de inmediato. Estoy tan hipnotizada por el sonido que creamos que no me percato de que nos indican que ya entremos. Sólo me muevo por inercia cuando, ante aplausos que nos preceden, Ian me empuja por la espalda baja. Una vez que nos ubicamos al lado del piano, uno de los asistentes del evento me ofrece un micrófono, y acomodan uno adicional sobre el instrumento.
—¿Debería recostarme sobre el piano al estilo Michelle Pfeiffer? —susurro entrando en pánico, ante los ojos de todos, no sé si deba hacerlo o quedarme parada o sentarme. Le dedico una mueca, puesto que, si me dice que sí, no sé cómo demonios subiré a la tapa. Ya he batallado con mis zapatos lo suficiente para un día.
—¿Pero qué demo...? ¿No? —en voz baja, responde confundido, como si me reclamara "¿cómo se te ocurre semejante idea?"—. No es necesario, eso sólo ocurre en las películas. Siéntate junto a mí.
Asiento, y acepto su mano para ayudarme a acomodarme sobre el mullido sofá que se encuentra frente al teclado. Apenas lo hago, gente desconocida de entre las mesas, lanza vitoreo entusiasta. Me parece identificar la voz de un hombre adulto exclamando "¡WOOH!" con más energía y emoción que el resto, después de ello, Ian sonríe y sacude la cabeza.
—Muy bien, Lily. Como lo practicamos, ¿sí? —sus dedos se ubican en las teclas correspondientes a la primera canción.
Al principio, me siento un poco nerviosa. No sé si es evidente para el público, me han dicho que sólo cuando estoy en un escenario es cuando soy capaz de disimular parte de mis emociones. No obstante, Ian y Harry pueden leerme a la perfección. El chico vuelve su mirada a mí por un momento, antes de dibujar una sonrisa tranquilizadora.
Pero, todos esos nervios se disipan en el momento que reconozco la melodía de Veo En Ti La Luz, y la escena icónica de las lámparas es proyectada encima de nosotros. Yo canto primero, pero siendo esta una de mis favoritas, me dejo llevar de inmediato. Cuando la canción culmina, los aplausos inundan la sala e Ian me guiña el ojo apenas inicia la segunda: Un Mundo Ideal. Cuando el chico abre la boca y entona los primeros versos acompañados del violín y el resto de instrumentos, me ingresan las dudas: creo que esta es mi nueva favorita.
♪
x IAN x
Los ojitos de Lily brillan con alegría durante la segunda interpretación, estoy seguro de que se me escapa una sonrisa repleta de ternura al chocar con su mirada. Siempre me resultó curioso encontrar hojas desperdigadas por el estudio de Harry, con diferentes diálogos y letras de canciones de Disney. Lo había atribuido a los estudiantes más pequeños de la academia, jamás imaginé que sería por la pelinegra que tengo en frente de mí. Sin embargo, ahora todo tiene sentido, ella parece estar en su propio paraíso.
Antes de cantar la siguiente canción, Harry aparece en el escenario. Con micrófono en mano y una sonrisa nostálgica en la cara, se dirige hacia el público:
—Buenas noches a todos. Espero que estén teniendo una velada maravillosa. Hoy estamos celebrando una unión que parece haber sido destinada por los cielos. Mi mejor amigo, un hermano más, se nos casa hoy. Y con un ángel, una mujer increíble. Matthew y Paulina, gané la apuesta. Desde el kínder, sabía que terminarían juntos. Y me alegra haber acertado porque no conozco pareja más armoniosa que ustedes dos... Pau, cuida mucho de Matthew... Todos sabemos que es algo cabezota con sus pasiones y se olvida de dormir, comer y cambiar su ropa interior, pero es un buen chico ¿vale? Y Matt, mímala en cada oportunidad que tengas. Todos se lo debemos por habernos soportado por tantos años. Ambos tienen un lugar enorme en mi corazón y deseo que sean felices siempre. Espero que disfruten el divertido repertorio de hoy, realizado con mucho amor por parte de esta gran familia de gente talentosa y el Baldwin favorito de los novios (plot twist: no soy yo).
Cuando Harry me señala, tanto Matthew y Paulina, así como el resto de invitados vitorean. Detesto que hagan eso, mis mejillas se calientan de inmediato. Levanto un brazo en señal de agradecimiento, pero también esperando que hagan silencio. Agarro mi micrófono para añadir algo más:
—Hey, ya sabemos que soy el favorito de todos —las risas de los invitados, me reciben con calidez. Conozco a la mayoría aquí, son viejos amigos de la familia, gente a la cual no he visto desde que me fui a Francia pero que siempre estuvieron pendientes de mí y de mi familia. La distancia no significa nada cuando hay cariño—. Y realmente es un honor poder compartir esto con ustedes, Matt y Pau. Espero les guste lo que se viene.
Vuelvo mi atención al piano, ubicando mis dedos en los acordes iniciales. Entonces escucho que alguien carraspea a mi lado. Vuelvo mi atención hacia Lily, quien tiene sus ojos fijos en mí, bajo una mirada insistente y necesitada. Levanto una ceja, desconociendo qué es lo que ocurre ahora.
—¿Puedo decir algo? —pregunta mordiéndose el labio inferior.
Ignorando los motivos que la podrían empujar a dedicarle palabras a completos desconocidos, le hago un gesto con disimulo hacia el micrófono.
—Matthew, Paulina, sé que no tienen idea sobre quién soy —suelta una carcajada nerviosa, volviéndose hacia ellos—, pero no hacen daño unas buenas vibras extras en su dirección, ¿no?
Paulina se lleva una mano al corazón, escuchando atenta y enternecida las palabras de la desconocida. Lily titubea un poco, frunce el ceño como si no estuviera segura de lo que está por decir. Sus ojos buscan los míos, buscando confirmación. Le sonrío un poco aturdido.
—Me contaron por ahí que las canciones que se vienen son las favoritas de la novia, las mías también, debo admitir. Aunque creo que también debería advertirles a todos que esto se pondrá divertido... O raro. Depende de la perspectiva.
Las carcajadas del público dan por terminado dicho discurso, la pelinegra sonríe con amplitud, satisfecha por haber obtenido una respuesta positiva por parte de ellos. Entonces continuamos con La Puerta es el Amor. Lily ya tiene confianza suficiente para sacar el micrófono del pedestal, volteándose hacia mí y realizando divertidos ademanes. Y quiero enfocarme en la canción, en las teclas del piano para no equivocarme, pero verla a ella es mucho más atrayente. Es como observar a una niña chiquita cantando sus temas favoritas de Disney, sólo que de manera afinada y con su propio vestido. Justo a esto me refiero con que la chica parece un bichito saltarín, y fue precisamente por ese entusiasmo que Harry y yo la escogimos para el show de esta noche. Todos los ojos están sobre ella, incluyendo los míos; las expresiones que dibuja, cómo juega e interactúa con los invitados, y cuando se voltea hacia mí para intercambiar algún gesto. Se lleva la mano al corazón, cierra los ojos, sonríe, enarca sus cejas y mueve los brazos. Y el público la adora. En más de una ocasión provoca las carcajadas y aplausos de toda la sala, sobre todo cuando se arrima sobre mí con ímpetu, hasta lograr que me salga de mi papel de "Mister Seriedad" y realice payasadas con ella. De repente estamos tan sumidos en la interpretación que más bien parecemos niños pequeños cantándola junto a la propia película.
La última canción es Can You Feel The Love Tonight. Este es el momento de Harry para brillar. Junto a Gustavo, otro de sus mejores amigos y el guitarrista de esta velada, se meten en el papel de Timón y Pumba de inmediato, jugando con las voces del divertido diálogo del principio incluyendo un par de muecas que arranca sonrisas de todos. Luego entramos Lily y yo para imitar la versión de la película, y por último, Harry cierra con broche de oro al volver a la clásica y sublime versión original de Elton John, y es aquí cuando toma lugar el primer baile de los novios.
Una vez que terminamos el repertorio, me levanto del asiento del piano y le ofrezco mi mano a la chica, para que imite mi acción. Cuando lo hace, los aplausos explotan y con mucho orgullo, la presento:
—¡Lily Owen, para ustedes!
Entonces, entre vitoreo y aclamación, el DJ inicia su trabajo y los invitados invaden la pista de baile.
Nota de la autora: AYYYYYY, amo este capítulo y los que se vienen *w* creo que siempre digo eso pero es que djfhajdkgakl estos son mejores jajajajaj. Gracias por leer, por comentar y por votar <3 en estos días estaré editando algunos capítulos para añadir canciones e ir creando la playlist. Feliz inicio de noviembre bellxs, espero que sea un mes gentil con todos.
¡Nos vemos!
P.d: Me creé un twitter :3 estoy como liltasteofeden
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