cap. 38 - lealtad, creo que lo desconoces
x IAN x
No soy un maltratador de perros, jamás en la vida he hecho llorar a algún animalito —exceptuando el par de veces que sin querer he pisado la patita trasera de Bananas cuando se entromete en mi camino y no logro frenar a tiempo. Pero en una situación como esta, mi cuerpo reacciona antes que mi mente y mi pierna empuja bruscamente a uno de los atacadores. No sirve de mucho, ¿dónde quedó mi sentido común? Uno de los Rottweilers vuelve a abalanzarse sobre Bananas, como si mi empujón no le hubiese provocado absolutamente nada. Sin embargo, esta vez choca conmigo y sólo aprieto al tembloroso cuerpo de Bananas con más fuerza hacia mí, rodeándolo en un estúpido intento de protegerlo. Cierro los ojos cuando veo a pocos centímetros de mi cara, los gigantescos colmillos de la pareja. Ya está, me resigno a lo que sea con tal de que no lastimen más a mi mejor amigo peludo.
No obstante, de inmediato siento un poco de espacio. Y jamás llega el impacto del ataque.
Me atrevo a abrir los ojos, el bombeo de mi corazón es lo único que logro a escuchar, junto a un estridente pitido en la base de mis oídos. Los perros ya no se encuentran sobre nosotros, logro visualizarnos a unos cuantos metros de distancia, dos muchachos los sostienen por el collar con fuerza, y batallan para colocarles un bozal. Frente a ellos, se encuentra un hombre de mediana edad, ausente de color en el rostro, mientras Lily le grita algo con impotencia. No soy capaz de escuchar lo que ella le dice, sin embargo, jamás la había visto tan furiosa. Siento que mi cabeza da vueltas. Vuelvo los ojos hacia mi fiel compañero y me invade el horror al ver rojo por todas partes: cubriendo sus patas, sus orejas, su hocico. La mitad de su preciosa carita está abierta y no logro dar con la estructura natural de su ojo.
Siento que me voy a desmayar.
Lily cuelga el teléfono —¿en qué momento realizó una llamada? —, se acerca hacia nosotros y cae de rodillas a mi lado.
—Ya viene ayuda, lo llevaremos a emergencias —musita en un tono de voz aterrorizado, vuelvo mi expresión vacía hacia su rostro y noto sus mejillas humedecidas. Su mano temblorosa alcanza la cabeza de Bananas con recelo, aunque este desaparece cuando se percata de que él a duras penas es capaz de reaccionar—: aguanta ahí, corazón. Todo saldrá bien.
Él lanza gemidos lastimeros, su cuerpo tiembla con violencia así que me saco la sudadera que llevo y lo coloco alrededor de su lomo. Me invade la impotencia el pensar que un perro pesado y gordo como él no se pueda defender en estas situaciones, por primera vez maldigo su espíritu pasivo y juguetón. ¡Y es que pudieron haberlo matado!
Un auto llega a los pocos minutos derrapando por la avenida, se detiene frente a nosotros y Lily me llama. Oigo un portazo y veo unos impecables Converse blancos frente a mí.
—Puedes ir con él en el asiento trasero, ¿te ayudo a cargarlo?
Sacudo la cabeza en negación y me encargo de subirlo en su auto. No me pasa desapercibido que el recién llegado y Lily ni siquiera intercambian saludos, aunque honestamente en este momento eso no me afectaría en lo más mínimo. Mi prioridad está en Bananas.
Lily se sube en el asiento del copiloto y cuando su novio acelera, ella se vuelve hacia mí, sus ojos me analizan con atención. Entonces ahoga un grito.
—Maldición Ian, ¡te lastimaron!
Llevo mi mirada hacia donde está su atención: mi mano derecha no sólo está manchada de sangre, sino que tiene una abertura exudativa desde los nudillos hasta el hueso de la muñeca. La adrenalina del momento parece haberme anestesiado ya que juro que jamás sentí cuando me infringieron la herida.
—Eso no se ve nada bien —musita Andrew—, deberíamos pasar primero por...
—Lo que no se ve nada bien es el ojo destrozado de mi perro —señalo interrumpiéndolo exaltado— y se está desangrando, hay que llevarlo primero a un hospital veterinario. Mi mano puede esperar.
Él suelta un suspiro, sus ojos buscan los de Lily, pero ella tiene su vista cristalizada fija en mí. Mantengo el contacto visual con la chica, enfatizando mis palabras. Insistiendo silenciosamente que en este momento yo no soy la prioridad.
—Bien —musita ella, conciliadora—. Vamos al hospital que te dije, es el más cercano y Logan trabaja ahí. Él podrá ayudarnos.
Cuando llegamos al hospital, Logan sale en su uniforme de veterinario. Su mirada se oscurece cuando da con el castaño que nos acompaña, aunque lo ignora por completo y prosigue a recibir a Bananas para enviarlo a cuidados intensivos. Su presencia aquí nos facilita las cosas, porque tanto Lily como yo somos menores de edad y sencillamente no puedo pretender que el novio de la chica dé la cara como el "adulto responsable" en una situación que ni siquiera le compete. Hasta que Harry pueda venir, Logan logra congelar el tema del crédito hospitalario y garantizar que el canino reciba los cuidados necesarios. En cuanto a mi mano, el muchacho me explica que legalmente, ni él ni ninguno de sus colegas me puede tratar. No obstante, una vez que Bananas ha sido estabilizado y me aseguran que está fuera de peligro, el pelinegro me conduce a su carro.
—En el asiento de atrás.
Obedezco su orden. El muchacho saca un pequeño kit de primeros auxilios y agarra mi mano. Lily se sube al asiento de copiloto y observa como su primo desinfecta la herida y la observa con atención. Muerdo mi labio inferior intentando no quejarme por el ardor que eso me causa.
—Ian yo te puedo vendar temporalmente, pero tienes que ir a una clínica, esto probablemente necesitará puntos —sentencia con un semblante preocupado. Asiento.
—Lo haré apenas sepa que Bananas está bien.
—Okey, con respecto a eso... Acompáñame a la recepción. Hay un tema que debemos discutir.
—... ¿Entonces Banana quedará tuerto? —cuestiona la pelinegra.
—Sí —afirma el doctor de cabecera—, era será la única manera de sacarlo por completo de peligro. No hay otra opción.
—Está bien, haga lo que tenga que hacer —intervengo—. Lo que sea. Con tal de que él esté bien.
El profesional me analiza visualmente por un par de segundos, entonces asiente.
—Bien. Procederemos con la cirugía, entonces.
Las horas pasan, el dolor de mi mano es cada vez más agudo, sin embargo, distraerme es fácil. Tengo plasmada en la mente las imágenes del ataque, del rostro desconfigurado y sangriento de Bananas, de sus chillidos y gemidos. El miedo a perderlo ha cedido un poco, Logan me comentó que por fortuna es un perro que, aunque un poco gordo, está joven y saludable, así que los riesgos por la anestesia son mínimos. Aunque existentes. Él va a estar bien. Eso ha logrado tranquilizarme, por un momento, creí que jamás lo volvería a ver bien.
Mis abuelos me regalaron a Bananas a los pocos meses de mi llegada a Francia. Era parte del tratamiento que había enviado la psicóloga para mí, así que lo habían adoptado de un refugio cuando apenas era un cachorro. Un Labradoodle, jamás había escuchado de una raza así, pero tenía todo el sentido del mundo cuando lo veías. Parecía un verdadero peluche, pero con todo el carácter y la energía de un labrador. El plan era someterlo a una larga preparación para convertirse en un perro de servicio, sin embargo, su mera presencia fue suficiente para que mis ataques de pánico y ansiedad disminuyeran hasta casi desaparecer. Se volvió mi mejor amigo de inmediato.
—Traje esto para ustedes, deben estar hambrientos —escucho la voz gruesa de Andrew utilizar un tono dulce cuando se dirige a Lily. Le ofrece dos vasos grandes de lo que, por el olor, parece ser café. ¿Acaso no lo sabe? No sé cómo hará que la chica se beba eso por completo.
Ella le agradece con educación y con las bebidas calientes en mano, se acerca a mí. Se agacha para estar a mi altura, que estoy sentado en uno de los mullidos asientos de la sala de espera y murmura:
—Debes ingerir algo.
Si te soy honesto, no quiero nada que venga de él. Y tampoco tengo hambre. A las espaldas de la chica, sus ojos miel me observan con atención, como si estuvieran analizando cada una de mis expresiones.
—¿Por favor? —insiste Lily.
Agarro el vaso y lo apoyo sobre mi rodilla.
—Gracias —musito sin variar mi semblante, él me brinda un asentimiento cortés y al segundo, su celular suena. Noto que está indeciso sobre si salir y contestar la llamada, sus ojos aún están sobre mí cuando Lily toma asiento a mi lado. Entonces se lleva el móvil a la oreja antes de desaparecer del establecimiento—. ¿Que no le dijiste a tu novio que no te gusta el café?
—Eso es lo de menos —replica ella un poco a la defensiva—, lo que importa es la intención.
Me quedo en silencio, dejándome embriagar por el aroma de la bebida. Durante toda la mañana el único olor que ha recorrido mi centro olfatorio ha sido el de guantes quirúrgicos de látex y una vasta variedad de desinfectantes, llegando casi a entumecerlo.
—A Bananas le quedará bien lo de ser tuerto —opina ella sin dejarse amedrentar por mi aura oscura—, parecerá un pirata.
Aquel comentario, tan inocente y fuera de lugar, logra aligerar un poco mi tensión. Vuelvo mis ojos hacia ella, y casi que, con pereza, mis labios me traicionan y forman una pequeña sonrisa que ella de inmediato corresponde. Puedo negar mil y una veces que la chica me importa, y, sin embargo, el hecho de que esté aquí conmigo hace una gran diferencia. Mi teléfono suena cuando ingresa una llamada. Harry me cuenta que ya dejó a mis abuelos en su casa para que se establezcan, y que viene en camino.
x LILY x
—Entonces, ¿vendrán por él?
Asiento.
—Harry está en camino.
—Bueno. ¿Quieres que te lleve a tu casa?
—No es necesario, creo que debo acompañar a Ian. Además, tengo una conversación pendiente con Logan.
Seguramente él me llevará a casa... A menos que se moleste mucho conmigo. Nah, pero de todas formas me llevará. No se atrevería a dejarme botada.
Creo.
Espero.
Un destello de intranquilidad invade las facciones de Andrew, sus ojos se entrecierran levemente y hacen bailar a sus iris con nerviosismo por la habitación. Me parece que es una reacción involuntaria.
—No te preocupes —intento calmarlo—. Estaré bien, Logan tiene que entender que soy capaz de tomar mis propias decisiones y él debe respetarlas.
Mis palabras causan que vuelva su mirada hacia mí. Dibuja una sonrisa algo nostálgica.
—Sólo me gustaría poder quedarme más tiempo aquí contigo.
Andrew está pronto a culminar sus estudios en Derecho Financiero. Está en ese último semestre en el que debe cumplir con pasantías y generar una red amplia de contacto empresarial, de manera que atiende a todos los cursos, conferencias y talleres posibles. Incluso si están al otro lado del mundo. Si algo entiendo desde ahora, es que debo acostumbrarme a tener un novio que pasará viajando frecuentemente. No me molesta, en realidad, me gusta tener mi espacio. Pero por esa mirada de cachorro abandonado que me está ofreciendo, casi que quiero quedarme con él un ratito más. Las palmas de mis manos comienzan a secretar una delgada capa de sudor ante su comentario, el corazón se me apretuja un poco y siento que se me enrojecen las mejillas. Ahora soy yo la que debe desviar la vista.
—Nos veremos cuando regreses de tu viaje, te lo aseguro —afirmo balanceándome sobre mis talones.
El muchacho extiende un brazo para agarrar mi muñeca, y con sutileza, obligar a mi mano a salir del bolsillo trasero de mi pantalón. Luego, entrelaza sus dedos largos y de piel tersa, con los míos que son algo más delgados y cortos. Sus labios acarician el dorso de mi mano en un dulce gesto de despedida, y él murmura:
—Estaré esperando hasta entonces.
Una vez que Andrew se fue, ingreso de nuevo al establecimiento. No encuentro a Ian entre los pocos presentes en la sala de espera, de manera que se me ocurre que ha de estar en el baño. Me acomodo en uno de los sillones crema y decido esperar. Desbloqueo mi celular para revisar mis mensajes, sólo para encontrarme con uno de mi madre indicándome que ya habló con Logan, y que espera que el perrito de Ian se mejore. Yo también. En ese momento, Harry llega a la clínica. Su rostro denota cansancio, sin embargo me ofrece una sonrisa cálida cuando me ve.
—Lily, sigues aquí.
—Sí, quería esperar que llegaras.
El adulto se acerca a la recepción, indicando que vino por el perrito Cockapoo. La encargada sonríe con educación y procede a tomar sus datos. Mientras tanto, una de las pasantes sale del pasillo oscuro con una carpeta en la mano.
—El paciente ya está estable, ¿quiere pasar a verlo? —una joven, de cabello rubio y resplandecientes ojos azules, se dirige a mí con educación.
—¿Bananas? —pregunto conmovida por la manera en la que se refirió a él, como "paciente".
La muchacha asiente, tomándose el asunto muy en serio, y me indica que la siga. Ingresamos a una sala con una fría mesa de metal, donde Bananas se encuentra aún algo adormilado. Ian está a su lado, observándolo con un claro alivio reflejado en el rostro, mientras el doctor explica un par de cosas, como que deberá pasar la noche en la clínica para estar en observación, habla sobre los cuidados post-operatorios y la medicación, entre otras cosas. Entonces sale de cuarto, dejándonos disfrutar al pequeño luchador por unos minutos más.
—Harry ya está aquí —anuncio, colocándome a su lado.
—¿Y Romeo? ¿Ya se fue?
Se refiere a Andrew. Ruedo los ojos.
—Sí, tiene un vuelo en la madrugada a Madrid... Por cierto, mi madre me mandó a decir que desea que Bananas se recupere bien.
El muchacho asiente, agradeciendo.
—No se ve mal —me agacho para quedar a la altura del peludo—, bueno, con todas esas vendas y cosas encima no se puede decir a ciencia cierta, pero Bananas es adorable de todas formas.
Harry ingresa al salón, sus ojos se cristalizan cuando ven al perro anestesiado, herido e intervenido. Se ve tan vulnerable, entiendo su impresión. Dejo a los Baldwin ponerse al día, y me encuentro en el pasillo con Logan, ya en traje de civil.
(Jajaja, ni que fuera un Avenger).
—Mi turno terminó —anuncia con frialdad—, Sol me pidió que te lleve a casa. Vamos.
Me despido de Harry y de Ian con la mano, enviándole mentalmente, buenas vibras e intenciones a Bananas. Y salgo al carro de Logan. El silencio y la tensión son asesinos, así que una vez que me subo al mismo, intento desesperadamente iniciar una conversación:
—Gracias por ayudarnos hoy.
—No es ayuda, es mi profesión. Y si a través de ella podía hacer algo por Ian, entonces eso es un plus.
Su tono de voz severo y poco amistoso, no me ayudan en mi misión. Suelto un profundo suspiro, debatiendo si vale la pena intentarlo de nuevo, porque a este paso, parece que nada de lo que yo pueda decir, logrará aplacar su furia. Mientras tanto, mis ojos se dejan llevar por los postes iluminados que pasan como una estrella fugaz a lo que avanzamos por la autopista.
—Entonces estás saliendo con él —dictamina después de un rato.
Asiento. Eso causa que suelte una estresante risita carente de humor entre dientes, casi como si se burlara de lo estúpida que sueno.
—De hecho, sí —inhalo aire, temblorosa. Decido que es mejor decirlo todo de una vez, total, más enojado de lo que está ahora es imposible—. Andrew ha cambiado. Además, esto es algo que yo quería y quiero, y pienso que estoy en todo mi derecho de probar cosas nuevas y aprender de mis errores, si es que lo llegaran a ser. Y aunque no estés de acuerdo, tendrás que respetarlo.
Logan sacude la cabeza, incrédulo.
—Bien —musita en un tenebroso tono de voz—, en ese caso, espero que aprendas lo que es la lealtad porque por ahora, creo que no lo haces.
Nota de la autora: Gracias por sus votos, comentarios y buenas vibras <3 de verdad. Nos vemos el próximo miércoles :3
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