cap. 3 - lo verás por aquí muy seguido

El timbre anuncia el final del día y con él, todos empiezan a moverse para guardar sus cosas y salir pitando de este infierno. Los susurros pierden fuerza, sobre todo cuando Méndez ordena silencio, primero con un par de chistidos que todos deciden ignorar. Luego se ve obligado a gritar.  

—Antes de que se retiren, pase uno de cada pareja por mi escritorio para que les dé su respectivo tema.

Por el rabillo del ojo intento ver si ella se levantará. Tal como imaginé, le da igual, no muestra ni la más mínima intención de incorporarse, mucho menos ser voluntaria. Entonces me toca. Suelto un bufido de toro cuando cruzo la tira de mi mochila alrededor de mi hombro y camino hacia la mesa del profesor.

Sus ojos me observan con un destello de desprecio en el momento que le ofrezco una pequeña sonrisa conciliadora. 

No, no es genuina. Pero ante situaciones extremas, se requieren medidas extremas. 

— ¿Realmente no hay manera de cambiar de pareja? —Le pregunto bajito.

Me entrega un par de hojas grapadas mientras niega con la cabeza, en su rostro se dibuja una una mueca de incredulidad. Eso sí, sin dejar de expresar lo fastidiosa que le resulto. 

— ¿En serio se atreve a preguntarme eso, señorita Owen? —Escupe con condescendencia—. Ni siquiera presta atención en mi clase.

Me muerdo la lengua antes de que se me escape una maldición o algún comentario del que pueda arrepentirme después.

—Lo siento, no volverá a ocurrir... —musito entre dientes—, pero por favor, ¿no podría hacer una excepción esta vez?

Dibuja una sonrisa falsa en respuesta. Su rostro evidencian sus pensamientos: "como si fuera a creerle".  ¿No es una molestia? Es el profesor más insoportable que he tenido en todos mis años estudiantiles. Y para colmo, es un sucio baboso que gusta de intimidar a sus alumnas.

—No. Así que supongo que le tocará a aprender a lidiar con ello, o repetir el curso el año que viene.

Esta vez no me freno a mí misma. La sonrisa se desvanece de manera abrupta y ruedo los ojos dejando escapar un "maldito viejo verde" que parece un susurro, antes de pretender alejarme de ahí.

— ¡Señorita Owen, detención por falta de respeto a la autoridad!

Me volteo incrédula y él me observa con una ceja levantada, complacido porque sabe que no puedo contestarle de vuelta o me irá peor. A veces parece olvidársele que yo también podría hundirlo si quisiera. Aunque en este mundo la palabra de una chica no es que valga mucho. Y con respecto a evidencia más sólida, la carezco. Aun así, no es más que un anciano resentido y como pueden ver, no es muy bueno manejando su irritación. Pierde la paciencia como un adolescente en plena edad del burro.

Sé que voy con el tiempo bastante justo, pero Méndez me dejó media hora más en detención por haberme colocados audífonos durante el castigo. ¿Acaso escuchar música era un delito? Al parecer para él lo era, pero yo prefería mil veces hacer eso que quedarme sentada durante cuarenta minutos en esas incómodas sillas de madera en silencio y con la mirada sobre la pizarra blanca. Reconozco que fue una idea poco sensata, sobre todo porque él tenía un ojo puesto en mí desde la mañana. Aun así, sigo convencida de que esa maldita hora de detención fue una pérdida de tiempo. Y decidí aprovecharla repasando una y otra vez ciertos matices y armonía de una canción que Harry me había designado. En silencio, claro. Había desarrollado ese talento de casi escuchar las notas y melodías dentro de mi cabeza. 

Al menos haría eso antes de llegar al ensayo. El ensayo que había empezado hace veinte minutos.

Prefiero evadir el reloj ahora, porque sé que Harry me va a asesinar incluso antes de que entre a la academia. Por eso esta vez sí me tomo la molestia de mirar a ambos lados de la calle antes de cruzarla. En el momento en el que entro al auditorio, donde escucho que alguien toca la batería con violencia, preparo mentalmente mis palabras para minimizar su enfado. Sin embargo, me encuentro con la ausencia de mi entrenador. Y mientras Cameron está sentado en el piso jugando con su guitarra eléctrica y la pedalera, es el sobrino de Harry quien masacra a la batería. Tiene una fina línea de sudor sobre la frente y el cabello alborotado, prefiero quitar mis ojos de encima suyo al percatarme de que es una vista de cierta forma, seductora. Y es curioso que sea así como lo percibo, cuando en realidad parece un orangután enojado atacando los platillos. El primer mencionado repara en mi presencia, y deja de tocar las cuerdas de metal al instante, ofreciéndome una sonrisa culpable. ¿Por qué tiene él esa expresión cuando yo soy la que se ha retrasado? ¿Y qué hace el sobrino de Baldwin aquí?

—Lamento llegar tarde —es lo primero que le digo, subiendo la voz impaciente para que se escuche sobre el relajo que hace el otro muchacho. Este se detiene abruptamente, por fin—. ¿Dónde está Harry?

Hago caso omiso a los ojos del otro chico que se posan de mí. Mas, es obvio que él no se va a mantener al margen, nunca lo hace. Ya he visto lo poco educado que puede llegar a ser.

—Cómo puedes darte cuenta, no está —responde extendiendo los brazos a la par que me analiza con aburrimiento. Los músculos de sus brazos se marcan como diciendo "hey, estamos aquí, míranos"—, a Harry no le gusta esperar.

No puedo evitar mirarle sin ganas a la par que respondo un "ya lo sé" porque conozco a Harry Baldwin desde hace años. Sostengo el contacto visual hasta que las comisuras de sus labios se curvan casi imperceptiblemente hacia arriba. Eso me aturde. ¿Estaba bromeando? 

—Ya estaba aquí, por lo que aproveché para ensayar un poco hasta que llegaras —interrumpe Cameron. Le lanza una mirada asesina al castaño—. Pero podemos empezar ahora, si quieres.

— ¡Hey, yo vine aquí para ensayar! No puedes traicionarme —replica Baldwin haciéndose el ofendido.

—Viejo —rueda los ojos—, prácticamente vives aquí. No te quejes. Además, ensayaremos mañana también.

—No vivo aquí.

—Da igual, pasas aquí siempre. Es lo mismo.

— ¿Chicos? —los interrumpo antes de que se olviden de que estoy aquí.

Suelto un suspiro frustrado, esto es ridículo. Sin embargo, escucho que la puerta a nuestras espaldas se abre y la voz que habla me paraliza.

—Ya era hora, Lily.

Eso los detiene a ambos, a mí me causa un ligero ataque de pánico porque su tono de voz derrocha molestia. Harry puede ser bastante intimidante cuando se lo propone. Noto cómo Ian dibuja una sonrisa burlona, mete las manos en los bolsillos y me echa una ojeada que me grita "estás en problemas". 

Aprieto mis manos en puños. Ya lo sé, maldito Señor "mírame, soy perfecto".

Me volteo con lentitud para enfrentar la razón de mi probable deceso.

—Lo siento, yo... Tengo un profesor demente y... Y está demente, de verdad lo está, es un viejo cascarrabias y además de eso un perv... —carraspeo porque sé que estoy haciendo el ridículo. Además ¿de qué demonios estoy hablando? Mi mente enreda mis palabras y estas salen a tropezones. Tomo aire antes de ordenar mis pensamientos y hablar lo preciso—: me dejó en detención.

Finalmente puedo decirlo. Harry se cruza de brazos, la mirada autoritaria que me dedica me hace sentir pequeña. Mantiene su típico ceño fruncido pero esos ojos están furiosos. Ya no es un gordito feliz... Bueno, en realidad no es gordito, aunque sí tiene una pequeña pancita que sobresale ligeramente. Aun así, sigue resultando atractivo para las madres que vienen a retirar a sus hijos a la academia. Una vez escuché a una de ellas decirle a Jessie que era  "una pancita de hombre de verdad". 

—Te dije que no puedes meterte en problemas, no si eso afecta tu compromiso con la música.

Me muerdo el labio inferior mientras asiento, culpable y algo avergonzada. Me siento igual que cuando una niña pequeña hace una travesura que no debe, y es regañada en frente de otros chicos en el parque —sí, me pasó una vez que escondí huevos crudos entre los arbustos porque creí que el Conejo de Pascua necesitaba ayuda y una señora se sentó sobre uno de ellos—.  Entonces Harry da un aplauso estruendoso que me ocasiona un mini infarto que parece sacarme de mi humillación por un instante.

—Okey, empecemos —ordena.

Subo al escenario al mismo tiempo que Ian baja, su hombro roza el mío y no puedo evitar dedicarle una mirada disgustada. ¿Por qué últimamente está en todos lados? En los pasillos de la academia todos hablaban de él, alegando sus muchos talentos musicales y también había escuchado a más de una chica opinar sobre su apariencia. No es feo y tampoco ha sido particularmente hostil pero por alguna razón, me siento un poco irritada a su alrededor.

Cameron conecta el piano, yo enciendo el micrófono y me hago a un lado para hablarle, procurando que no se escuche fuera de nuestros respectivos metros cuadrados.

—No sabía que eras amigo del sobrino de Harry.

Frunzo mi nariz en señal de disgusto, se ha sentado en la segunda fila de una manera desvergonzada: los brazos cruzados tras la cabeza y las piernas estiradas sobre las sillas delanteras. Qué arrogancia. 

—Ese mi karma —me responde sonriendo, haciéndome saber que está bromeando—, acostúmbrate porque lo verás por aquí muy seguido.

Además, sus ojos pardos están posados sobre los míos, como la vez pasada que canté. Y lo detesto, porque me observa con tanta intensidad que me siento cohibida. Su lenguaje corporal pareciera decir "a ver, impresióname". Me guardo el bufido que quiero soltar, prefiriendo fingir que su presencia es inexistente para mí, y así poder cantar en paz.

El auditorio es amplio, tiene capacidad de albergar alrededor de doscientas personas. Pero cada vez que me paro en el escenario y estoy sola, me imagino que estoy en un gigantesco estadio, cantando para miles de personas que vitorean mi nombre y las letras de mis canciones. La imagen mental me da poder. Creo que es uno de mis más grandes sueños. Aunque uno frustrado, lo reconozco. No vivo en las nubes, sé que eso es casi imposible de que suceda. Y de cierta forma, estoy en paz con ello porque en realidad hay algo que me apasiona mucho más que pararme sobre un escenario y cantar. En fin, a lo que iba: esa personalidad emerge cuando estoy SOLA, o por lo menos, con gente desconocida con la cual puedo jugar con su impresión sobre mí. En este caso, tengo una combinación de público que me conoce y que no, pero sé que está juzgando mis habilidades. Con los Baldwin, parezco bloquearme un poco. En realidad, Harry siempre ha provocado eso en mí, es difícil impresionarlo y créeme cuando te digo que es especialmente duro conmigo. Me imagino que con Ian, cuya aura derrocha altanería, debe ser mil veces peor.

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