X. Arya Stark de Invernalia y Melisandre
15 de noviembre 299 Dc
Habían perdido a Arya, los Tyrell eran..., Dioses, Ángelus sólo esperaba que la niña no estuviera tan lejos si no, bueno, le dejaría unos saludos a los Tyrell, saludos Lannister. Dejo a sus hijos, sus dragones con ser Barristan y ella salió a Septo de Piedra con Emmon Cuy, Emmon el Amarillo, que tenía una armadura de color amarillo y está cubierta con relieves de girasoles ya que Robar Royce había ido con Harry Hardyng para asegurar que el nuevo Lord Arryn se quedará en Lannisport.
Septo de Piedra era la ciudad más grande que Ángelus había visto, aparte de Desembarco del Rey, y Patrek Mallister le contó que allí era donde Eddard Stark había obtenido la victoria en su famosa batalla.
—Los hombres del Rey Loco perseguían a Robert para alcanzarlo antes de que pudiera reunirse con Lord Eddard—le dijo mientras cabalgaban hacia las puertas de la muralla—. Lo hirieron, y unos amigos estaban cuidando de él cuando lord Connington, la mano, tomó la ciudad con un gran ejército y empezó a registrarla casa por casa. Pero, antes de que lo encontraran, Lord Eddard y Lord Hoster Tully cayeron sobre la ciudad y la asaltaron. Lord Connington se defendió con bravura. Lucharon en las calles, en los callejones, hasta en los tejados, y todos los septones hicieron sonar las campanas, para que los ciudadanos supieran que tenían que cerrar las puertas.
»Cuando oyó las campanas, Robert salió de su escondrijo para tomar parte en los combates. Se dice que aquel día mató a seis hombres. Uno de ellos era Myles Mooton, un famoso caballero que había sido escudero del príncipe Rhaegar. Seguro que también habría matado a la mano, pero quiso la suerte que no se enfrentaran.
»En cambio, Connington hirió de gravedad a Lord Tully, y también mató a ser Denys Arryn, el niño mimado del Valle. Pero al ver que la derrota era inminente salió huyendo, más veloz que los grifos de su escudo. La llamaron la batalla de las Campanas. Robert decía siempre que quien la ganó fue Lord Eddard, no él.
Por el aspecto de aquel lugar, Ángelus pensó que allí se habían librado batallas más recientes. Las puertas de la ciudad estaban recién puestas; ni siquiera habían pulido la madera. Junto a las murallas había un montón de tablones quemados que indicaban sin lugar a dudas lo que había pasado con las antiguas. Septo de Piedra estaba cerrado a cal y canto y no les quisieron abrir al ver quiénes eran.
Llevaban estandartes del lobo huargo de los Strak, el león de los Lannister y un dragón Targaryen, así que era una pintoresca confusión. Ángelus gruñó ofendida además estaba preocupada, cuando viera a Arya..., era mejor que todos corrieran.
—Espera aquí—Ordenó a Patrek, no estaba contenta con tenerlo como guardia real por petición (orden, en realidad) de Robb. Y despachar al chico sería casi imposible ya que jamás sería capaz de desobedecer a su Rey.
Llegó a donde había dejado a Caraxes en segundos. Hubiese preferido llevar a Rhenlyarr pero no quería arriesgarlo, no soportaría verlo morir al igual que Renly.
Los señores de los dragones de la antigua Valyria controlaban a sus monturas con hechizos de atadura y cuernos mágicos; Ángelus había tenido que arreglárselas con una palabra y un látigo. Montada en él tenía la sensación de estar aprendiendo a cabalgar desde el principio.
Cuando fustigaba a su caballo en el flanco derecho, iba hacia la izquierda, puesto que la reacción instintiva de los caballos era la huida; cuando azotaba a Caraxes por la derecha, viraba a la derecha, porque el primer instinto de los dragones era el ataque. Aunque a veces no importaba dónde lo golpease: la llevaba adonde le daba la gana y Ángelus estuvo a punto de caerse varias veces.
No había látigo ni palabras que hiciesen cambiar de rumbo a Caraxes si no le venía en gana. Había observado que el látigo le causaba más molestia que daño; sus escamas se habían vuelto más duras que el cuerno.
Al final, molesto y todo Caraxes la llevo a donde quería: Septo de Piedra. La sensación al volar era indescriptible, pensó, pensó en quemar el lugar ¿Por qué no? Ese sitio era una deshonra para la casa Targaryen ¿Era tan malo si lo quemaba? ¡No, no podía...! Se había llamado Rhaenys hace tanto y ahora a lomos de un dragón se sentía Targaryen no Lannister, por un segundo pudo soñar con un futuro donde no fuera Lannister Targaryen si no una Reina Dragón.
«Arya» Recordó Ángelus «Tengo que devolverla a Robb, y a Lady Catelyn».
—¡Señoras y señores!—Gritó haciendo que Caraxes se detuviera frente a las puertas—. Yo Rhaenys de la casa Targaryen solicitó la entrada, ¡Busco a Lady Arya Stark, mi cuñada! ¡Y solicito su rendición ante su legítima reina, es decir, ante mi!
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Catelyn estaba feliz o tan contenta como podía estar cuando el futuro de su casa dependía de el viejo Frey y una Reina Dragón con la sangre de lord Tywin Lannister y Aerys Targayen.
Su hijo estaba pasando más tiempo con Ángelus, por lo que había escuchado ella le contaba cosas sobre cuándo conoció a Ned Stark.
—…, lo único que quería era ver a Renly, me preocupaba que hubiera tenido problemas con El Usurpador y le pedí a Loras que fuéramos a ver como llegaron.
—¿Fue cuando conociste a mi padre?—Preguntó Robb cuando ambos estaban sentados frente al árbol corazón.
—No, Sansa fue la primera en saludarme; le gustó mi vestido, luego…
Eso significaba que podrían tener un buen matrimonio a pesar de todo y de Jeyne, incluso de Harry. Supo que aunque no le gustará le debía agradecer a Petyr por eso, si el joven señor del Valle no se hubiera ido Ángelus nunca estaría con su primogénito. Familia, Deber, Honor. Estaba a punto de hacerlo cuando se encontró con Robb corriendo por Aguasdulces como loco.
—¡Nys no está en ninguna parte!—Contestó él antes de que Cat le pudiera preguntar algo.
En el fondo se alegro de que a su hijo le importara la Reina Dragón. Habían pasado algunas semanas desde que ambos estaban más unidos, al principio Catelyn se preocupó; no quería que cuando nada funcionará Robb se enfadase con Nys, pero luego vio que ambos se empezaban a tolerar e incluso disfrutaban de la compañía del otro.
—Pregúntale a ser Barristan, él no dejaría que nada le pasará. Seguro salió a dar un paseo, tu mismo me dijiste que se sentía fatigada ultimadamente—Robb la miró fijamente, sabía que su madre le ocultaba algo.
Y es que Cat estaba enterada de que la Reina tenía varios malestares además de la fatiga, tenía mareos y la comida le sabía mal.
Catelyn creía saber que tenía Ángelus pero no quiso decirlo, de todas formas el Joven Lobo sabría pronto que pasaba, ya que ella no era la única que los sospechaba, las Mormont pensaban algo parecido en vista de que pasaron mucho tiempo con la Reina ya que Robb las asignó como su guardia conjunto con Patrek Mallister. Siguió a su hijo mientras él buscaba a las osas, la Dragona de Oro debía estar con ellas…
—Hoy tenía que estar con Patrek—Le respondió Dacey a su Rey—. Su majestad salió corriendo a los patios sola pero ser Barristan la detuvo aunque creo que no la convenció de llevar más escolta que ser Emmon Cuy.
—Gracias, hablaré con ser Barristan.
Catelyn decidió quedarse con ambas mujeres, si Robb hubiera querido que lo acompañara se lo comunicaría.
—Mi señora—le dijo Maege Mormont mientras caminaban por el bosque—, estáis muy sombría. ¿Pasa algo además de lo de la Reina?
«Mi señor esposo está muerto, y también mi padre; Arya ha desaparecido y probablemente haya muerto, y el último hijo varón que me queda y mi único hermano están furiosos conmigo. ¿Qué puede pasar?». Pero
sin duda, lady Maege no querría oír tantas verdades.
—Es la lluvia que se acerca—dijo en su lugar viendo el cielo.
Iba a continuar hablando pero se encontraron con el Rey, furioso. La respuesta del caballero blanco no le había gustado nada a su hijo.
—Salió con la primera luz del alba, está buscando a mi hermana, Arya. Sólo fue con Caraxes, ser Emmon Cuy y con Patrek—Anunció Robb ante sus vasallos lo que alegro a la Tully tanto como la preocupo—. ¿Tú sabías esto, madre?
Catelyn supo que había perdido la discusión antes de si quiera hablar. Tardó un momento en darse cuenta de que todos
los ojos estaban clavados en ella. Comprendió que estaban al tanto de las sospechas desde el principio. No tendría que haberse sorprendido. Al liberar al Matarreyes no se había granjeado muchas amistades.
—Su majestad no me ha comunicado nada.
—Lady Catelyn no habría sabido nada, la reina nunca ha pedido permiso para nada; es igual al difunto Renly Baratheon—Cat reconoció a la mujer que hablo, era la señora de Roble de Hierro. Entre sus pupilos destacaban Harrold Hardyng. Tenía un inconfundible aire de nobleza—. Debéis esperar que vuelva, seguro traerá vuestra hermana con ella.
Robb observó a todos buscando alguna alternativa pero nadie dijo nada, no eran fanáticos de la Lannister Targaryen y sólo harían lo que el Rey ordenará.
—Esperó que vuelva pronto—Soltó Robb, golpeando la mesa con la mano.
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Ángelus casi se cae al suelo muerta de la risa cuando vio a Arya, ¡Ja! Parecía una de las muñecas de Sansa. Le parecía una cosa divertidísima considerando la personalidad de la loba.
—¿Estáis bien?—Preguntó Patrek Mallister mientras Nys casi se ahogaba al reírse.
—Sí, sí… ¡Hola, Arya! Mira que pareces toda una dama, un poco más y serías una princesa.
La Strak se lanzó hacia ella pero un chico la detuvo. Ángelus se volvió y vio un fantasma, casi se cayó.
—¿Renly?
—¿Renly?—El chico se apartó de los ojos un mechón de pelo negro—. Sólo soy un herrero.
«No es Renly—comprendió Ángelus—. Renly está muerto. Renly tenía veintiún años y murió. Este es sólo un niño—Un niño que se parecía al Renly que vio Rhaenys por primera vez—. No, es más joven. Tiene la mandíbula más cuadrada y las cejas más pobladas»
Renly había sido delgado y esbelto, mientras que aquel muchacho tenía los hombros fuertes y el brazo derecho musculoso propio de los herreros. Una pelusa oscura le cubría las mejillas y la mandíbula, y tenía una espesa mata de pelo negro que le llegaba por debajo de las orejas.
El rey Renly también había tenido aquel pelo negro como el carbón, pero siempre lo llevaba limpio y bien peinado. Unas veces se lo cortaba y otras lo llevaba suelto por los hombros, o se lo recogía con una cinta dorada, pero nunca lo tenía enmarañado ni pegajoso de sudor. Y aunque sus ojos tenían aquel mismo azul oscuro, los de Lord Renly siempre fueron cálidos, acogedores y sonrientes, mientras que los de aquel chico rezumaban ira y desconfianza.
—Hola, primo—Dijo al recordar quien era el niño.
—Tu no puedes ser familia de un Lannister, Gendry—Espetó Arya.
—Soy demasiado plebeyo para estar emparentado con su majestad—Se enojo el bastardo con la norteña.
—Es mi familia, Robert Baratheon era primo de Rhaegar Targaryen, mi padre—Afirmó para que todos la escucharan.
—Sin duda Lady Lannister, usted nació como la princesa Rhaenys Targaryen—Los interrumpió un hombre que era como un espantapájaros: llevaba una capa negra harapienta salpicada de
estrellas y una coraza de hierro mellada en cien batallas. Tenía toda la cabeza, con excepción de una calva sobre la oreja derecha, allí donde le habían hundido el cráneo, cubierta por una densa mata de pelambre dorada rojiza que le ocultaba casi todo el rostro—. Siento interrumpir su reunión familiar, creo que tenemos que hablar.
—Su alteza, Rhaenys de las casas Targaryen y Lannister—Corrigió ser Emmon—, la primera de su nombre, reina de los ándalos, los rhoynar y los primeros hombres, y señora de los Siete Reinos.
—Ya dejalo ser, Lord Dondarrion, estoy dispuesta a pagar el rescate por Arya para llevarla con su madre y hermano.
La Targayen recordó todo lo que había dicho Varys. Lord Beric, el fantasma del bosque. Lord Beric, al que había dado muerte Vargo Hoat, y antes que él ser Amory Lorch, y también la Montaña que Cabalga, en dos ocasiones.
—¿Cómo es que sé que llevará a Lady Arya con su madre?
—La tenía oculta desde que salió de Desembarco del Rey hasta que se escapó, por cierto, ¿que le hiciste a tus guardias, Arya?
—Nada que te importe, Lannister—Escupió la loba que aún era retenida por Gendry.
—Da igual, soy la esposa de Robb, Reina del Norte y el Tridente—Añadió la Lannister con una sonrisa fría—. La niña no es mi Stark favorita pero resulta que su madre aún la quiere. Además le prometió a Lord Eddard que haría lo posible para que su familia no sufriera… Debí decir que solo me quedaría con Sansa pero bueno…
—Su padre era un buen hombre —dijo lord Beric—. De buena gana perdonaría el rescate en su memoria, pero necesitamos el oro con desesperación.
«Parece que dice la verdad», pensó la Lannister Targaryen «La última cosecha se quemó; esta se está ahogando, y pronto se nos echará encima el invierno. El
pueblo necesita grano y semillas, y ellos, espadas y caballos. Demasiados de sus hombres van montados sobre jacos, caballos de tiro y mulas al encuentro de
enemigos que cabalgan sobre corceles y caballos de batalla».
Mientras Arya se alegro mucho de saber que Lady Catelyn aún la quería con ella. Había tenido una conversación con Beric Dondarrion sobre eso. Robb era todo un rey, no el niño al que había dejado en Invernalia jugando con la nieve. Y si se
enteraba de las cosas que había hecho, de lo del mozo de cuadras, el guardia de Harrenhal y todo lo demás…
—¿Qué pasa si mi hermano no quiere pagar el rescate?
—¿Por qué dices eso?—preguntó lord Beric.
—Bueno…—titubeó Arya—, tengo el pelo revuelto, las uñas sucias y los pies llenos de callos.
Lo más probable era que al Joven Lobo no le importara, pero a su madre, sí. Lady Catelyn siempre había querido que fuera como Sansa, que cantara, bailara,
cosiera y fuera cortés. Solo con pensarlo, Arya sintió el impulso irrefrenable de peinarse el cabello con los dedos, pero lo tenía todo enmarañado y apelmazado, y lo único que consiguió fue arrancarse un mechón.
—Estropeé el vestido que me regaló lady Smallwood, y no coso muy bien—Se mordió el labio—. Quiero decir que no coso nada bien. La septa Mordane siempre me decía que tenía manos de herrero.
—¿Con esos deditos tan blandos? —le dijo Gendry soltando una carcajada aquella vez—. No podrías ni tomar un martillo.
—¡Sí que podría si me diera la gana!—le espetó.
El sacerdote guerrero Thoros de Myr rio entre dientes.
—Tu hermano pagará, pequeña. Por eso no tengas miedo.
—Ya, pero ¿y si no quiere?—insistió.
—En ese caso te enviaría una temporada con lady Smallwood, o tal vez a mi castillo de Refugionegro—Lord Beric dejó escapar un suspiro—. Pero estoy
seguro de que no hará falta. No está en mi poder devolverte a tu padre, igual que tampoco puede hacerlo Thoros, pero al menos me puedo encargar de que vuelvas sana y salva a los brazos de tu madre.
—¿Me lo juráis?—le preguntó. Yoren también le había prometido llevarla a casa, pero lo habían matado.
—Por mi honor de caballero —le aseguró con solemnidad el Señor del Relámpago.
Quizá Thoros no pudiera devolverle la vida a un hombre sin cabeza pero había otra mujer que si podía aunque Arya no lo supiera. Melisandre de Asshai, se llamaba.
La hija de Ned Stark salió de sus pensamientos al ver que Ángelus le entregaba un par de bolsas de oro a Lord Beric; más de lo que era el rescate.
—Si aparece mi tío Jaime llevarlo a Aguasdulces, yo os daré el doble de lo que les ofrezcan por él—Solicitó la Targaryen.
—¡No iré a ningún sitio contigo, Ángelus!—Chilló Arya. Y le quitó un cuchillo a Patrek Mallister. Saltó hacia adelante dispuesta a todo.
Gendry le agarró la muñeca y se la retorció para quitarle el puñal. Arya se revolvió a patadas, pero no se lo devolvió.
Ángelus empezó a sonreír ante el inútil intento de la hermana menor de Robb para asesinarla. Pero hizo una mueca, sintió como el estómago se le revolvía.
«No he comido casi nada en estos días, es eso, todo sabe mal…, estoy acostumbrada a la comida de Desembarco del Rey no a la de Aguasdulces o la norteña» Pensó de mala gana, si Renly no hubiera muerto ella ya estaría en el Trono de hierro.
—Vamos Arya, ve con Emmon, mientras lleguemos al castillo él es tu espada juramentada—Ordenó con voz débil, todo le empezó a dar vueltas.
—¡Te odio, Lannister!—gritó la Loba con rabia impotente, desarmada.
Ángelus cayó de rodillas, y sintió como se golpeaba contra la armadura de Emmon que intento evitar que se estrellase contra el piso. Cerro los ojos y sólo escuchó gritos.
—¡Mi señora, mi señora!—Ese era Patrek, podía imaginar su rostro asustado al pensar que haría Robb Stark al enterarse de lo que pasaba.
—¿Qué le sucede?—Preguntó Lord Beric.
—Puede que este en estado…
—¿De qué?—Ángelus soltó un gruñido al escuchar a Arya.
—¿De que crees, niña? Ella está embarazada…
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En las habitaciones de Melisandre no reinaba nunca la oscuridad.
En el alféizar de la ventana ardían tres velas de sebo que mantenían a raya a los terrores que acechaban en la noche, y otras cuatro titilaban a toda hora junto a su cama, dos a cada lado. La primera lección que aprendían los que entraban a su servicio era que el fuego no debía apagarse nunca, jamás.
La sacerdotisa roja cerró los ojos, y volvió a abrirlos después de rezar para contemplar la chimenea.
«Una vez más». Tenía que asegurarse; no sería la primera que caía víctima de visiones falsas, al ver lo que deseaba ver y no lo que le enviaba el Señor de Luz.
Stannis, el rey que cargaba sobre sus hombros con el destino del mundo, Azor Ahai, corría un gran peligro en su marcha hacia el Norte. R’hllor no dejaría de enviar a Melisandre un atisbo del destino que le esperaba.
«Muéstrame a Stannis, mi Señor —rezó—. Muéstrame a tu rey, al instrumento de tu voluntad».
Ante sus ojos bailaron visiones rojas y doradas que se formaban, se fundían y se mezclaban. Eran extrañas, terroríficas…, pero no mostraban a Stannis Baratheon. A través de los cortinajes de fuego, grandes sombras aladas volaban por un implacable cielo azul.
R’hllor hablaba a sus elegidos a través del fuego bendito, en el lenguaje de brasas, cenizas y llamas que solo un dios podía dominar de verdad. Melisandre llevaba innumerables años practicando su arte. Ni siquiera en su orden había nadie que tuviera tanto talento como ella para ver los secretos ocultos en las sagradas llamas. Pese a todo, no era capaz de dar con su rey.
Las llamas le mostraban a Melisandre un lobo; el líder de la manada, siendo abatido mientras había lluvias, cuando el lobo cayó muerto le cortaron la cabeza de un solo golpe. Desvío la mirada, el resto no le interesaba o no le interesó hasta que R'hllor llamó su atención. Ahora las llamas reflejaban un hombre de rizos rojos y ojos azules que era besado por una mujer roja, ella misma.
El beso no era normal, el beso del buen Dios para enviarlo hacia él. En su visión, Melisandre se lleno la boca de fuego y le insufló las llamas; le llenó con ellas la garganta, los pulmones, el corazón y el alma. Lo llaman «el último beso». Pero jamás hasta entonces en su visión Melisandre había observado a un hombre muerto estremecerse cuando el fuego lo llenaba ni abrir los ojos de nuevo.
«No fui yo quien lo trajo de vuelta» Comprendió la Mujer Roja «Fue el Señor. R’hllor aún tiene planes para él. La vida es calor, y el calor es fuego, y el fuego es de Dios, solo de Dios».
Melisandre sonrió, entendió que el Lobo Huargo sería una herramienta del Señor de la Luz para acabar con la Dragona Roja.
Quizá había visto el fin de Ángelus Lannister Targaryen o el de Daenerys, una dragona moriría…
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Les recuerdo que pueden comentar una frase para que aparezca en alguno de los capítulos o pueden pedir que los personajes hagan algo y colocaría quien dijo o que pidió que hicieran que, por ejemplo, “Qué Robb se enfadé con Patrek por no avisarle que Ángelus se fue”.
Cuando pregunté que les gustaría que pasará entre Ángelus y Jaime Endelara97 me respondió que tuvieran un hijo ¿que les parece al resto de lectores? Su opinión cuenta.
Ya apareció Melisandre, ¿si saben a quien vio en las llamas?
~Isabel~
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