Capítulo Ventiuno
¿Que os parece la nueva portada?😊
¿Me matarían si le cambio el nombre a un personaje? Es que estaba haciendo anotaciones sobre la historia de Arturo y no me acaba de convencer su nombre. 😬😬
Victoria observó a su alrededor.
Lord Clinton la observaba desde una esquina de la sala, Lord Sharon se dirigía hacia ella, Lord Staton le había reservado el siguiente baile y Lord Warren la miraba con enfado reclamando por lo menos una mirada o una sonrisa en reconocimiento por las flores que le había enviado el día anterior.
Era agotador y completamente desesperante.
¡Ella solo quería un hombre con el que mantener una conversación mínimamente interesante!
Pero parecía que nadie de esa sala, incluyendo a todos los individuos nombrados que la acosaban sin cesar desde hacía ya meses, estaba interesado; en política(solo los mayores de cuarenta), ni en la cultura de otros países( solo los militares, que en ese momento se hallaban combatiendo), ni en Dikens, Tolstoi o Shubert.
Aquellos hombres solo parecían interesados en... el tiempo.
Y en citar frases de poetas cursis cuyo autor, había descubierto con desasosiego Victoria, no sabían ni identificar.
¿Dónde habían quedado sus discusiones sobre quién debería ser el primer ministro y sobre el zar de Rusia?
¿Dónde habían quedado sus debates sobre la verdadera procedencia de Colón?
¿Dónde habían quedado sus tertulias literarias?
Lo peor de aquello era que Victoria sabía perfectamente a donde habían ido a parar todas aquellas cosas.
Con Jeremy, a la guerra.
Debería haberlo atado al sofá de su casa, o nadado detrás del barco, o mismo debería coger uno en ese instante para traerlo de regreso.
Porque no era solo que lo extrañara, comprendió Victoria, era que lo necesitaba, lo quería a su lado.
Habían estado toda su vida siendo Vic y Jer, y ahora que era solo Victoria...
Si, podía perfectamente vivir siendo solo ella.
Pero la vida no tenía el mismo brillo ni los días el mismo color.
Podía vivir sin Jeremy.
Pero no quería hacerlo.
Y es por eso, y a sabiendas de que la plena felicidad solo la alcanzaría cuando volviese su amigo, que Victoria dejó de prestarle atención a la sociedad y sus componentes, de quien tan hastiada se había quedado, y simplemente aguardar, durante ni más ni menos que tres años, a que él volviese.
.........................
Los siguientes tres días... fueron simplemente espantosos.
Jeremy se había levantado actuando la mañana siguiente tal y como había prometido; como si nada hubiera ocurrido.
Nada... en las ultimas cuatro semanas.
Se había sentado a desayunar con ella, había leído el periódico y se lo había pasado una vez lo hubo acabado, había comentando con ella posteriormente las noticias, habían comido juntos, cenado juntos...
¡Incluso habían ido a cabalgar y habían jugado al ajedrez, todo por insistencia de él!
Había resistido al primer día.
Pero el segundo le había resultado del todo insoportable.
¿Después de todo lo que le había dicho... como es que... ?
¡No le cabía en la cabeza!
Por lo que había acabado por desesperarse e intentar sacar el tema a colación.
-Jer...- había intentado comenzar a decirle durante la cena de ese segundo día.
-No.- le contestó él anticipándose a lo que iba a decir.
La conocía lo suficiente como para saber por donde iban a ir los tiros, y no quería hablar de ello, no aún.
No hasta que sintiera menos dolor o vergüenza.
Así que esa noche, Victoria, sintiendo que no podía más, escribió una carta a Cristal.
Una carta de cinco hojas en la que le detallaba cada uno de los acontecimientos que le habían sucedido durante su vida de casada y le pedía consejo.
Porque necesitaba consejo, se dio cuenta en mitad de su redacción, por eso había comenzado a escribir esa carta, no solo desahogarse como había creído al principio.
Por qué no, no era solo la extraña actitud de Jeremy lo que había hecho esos días insoportables, si no el hecho de que ella...
Todo había comenzado después de la confesión.
Victoria se había pasado la noche dando vueltas preguntándose si lo quería, si no lo quería, como lo quería, qué era el amor, si lo amaba...
Y había llegado a la conclusión de que no lo sabía.
Y el verlo así, tranquilo y relajado al día siguiente, como siempre lo había estado, solo lo empeoró.
Porque ahora, con esa serenidad suya tan característica, lo único que conseguía era resaltar todas las cosas que Victoria había comenzado a notar que le gustaban de él.
Porque Victoria siempre había pensado que Jer le gustaba como amigo porque era Jer ... y ya.
Pero desde ese primer día se dio cuenta de que no le gustaba solo por ser Jer.
Si no por todas las cosas que lo hacían ser él.
Le gustaba la manera en que fruncía el ceño cuando en el periódico leía algo que no le gustaba.
Le gustaba como se mordía inconscientemente las uñas cuando estaba leyendo un libro que lo mantenía en tensión.
Le gustaba el mechón dorado y rebelde que le caía siempre por la frente y apartaba inconscientemente detrás de su oreja.
Le gustaba como cada uno de sus gestos eran elegantes y delicados.
Le gustaba que siempre tuviera una sonrisa y palabras dulces para cualquiera; noble o criado.
Le gustaba como sus ojos brillaban cuando veía que comenzaba a llegar la primavera.
Le gustaba la ternura que desprendían cuando veían a cualquier niño.
Le gustaba la forma en que la miraba con ellos.
Le gustaba su color.
Le gustaba que nunca hablara por hablar, y que siempre que lo hacía o daba su opinión sobre cualquier tema, esta fuera tan bien argumentaba e inteligente que normalmente zanjara cualquier tipo de discusión.
Y sí, era innegable que le resultaba físicamente atractivo.
Alto, muy muy alto, de espalda ancha, mucha musculatura, ojos azules, labios y nariz fina, sonrisa deslumbrante...
Porque la sonrisa de Jeremy era verdaderamente maravillosa.
No era de lado ni una ligera curva en su comisura, si no una amplia en la que enseñaba todos los dientes y que le llegaba hasta los ojos.
Jer era el prototipo de la perfección.
Siempre se sentía segura a su lado, protegida, querida, y con una extraña calidez en su corazón que le decía que estuviera donde estuviera, si era con él, estaba en casa.
Y estas revelaciones... habían sido terribles.
Porque ahora no podía estar en presencia de Jeremy.
La mañana del tercer día casi no había podido ni mirarlo porque se sonrojaba ante cualquier cosa.
Y Jeremy, extrañado, solo fruncía el ceño sin hacer comentarios.
Y menos mal.
Cada vez que se rozaban, ella apartaba la mano y miraba a otro sitio, siempre que se dirigía hacia ella o decía su nombre se sobresaltaba, y cuando se reía Victoria se distraía tanto con su risa que se volvía inusualmente torpe.
Había hasta roto un jarrón debido a un tropiezo con la mesa en la que estaba posado.
Ella, que nunca había dado un traspié.
Incluso había estado a punto caerse por las escaleras, si no fuera porque Jeremy la agarró justo a tiempo.
Sujetándola contra su cuerpo, rodeándola con sus brazos, mirándola a los ojos.
Victoria se puso más roja que un nunca.
-Estás... ¿Bien?- le preguntó el sin soltarla.
-Yo... sí... claro que sí...- tartamudeó.
-Victoria...- comenzó Jer.
Sí, iba a hacerlo. Iba a pedirle explicaciones por esa extraña actitud de los últimos días.
Pero en ese momento la puerta de la entrada se abrió y por ella entraron una acalorada Cristal, quien parecía que había estado corriendo hasta allí, con una carta en mano y sus dos hermanas, su marido, Arturo y William detrás.
Y así es como la luna de miel de Jeremy y Victoria acabó.
Y su paz, relativa tranquilidad y salud mental.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top