Capítulo Veintisiete
Jeremy observó a sus amigos, todos apoyados en la barandilla del barco, observando como su país, y todo lo que en él había, poco a poco se desvanecía entre la bruma mañanera de aquel triste día.
Una cosa era irse sin saber lo que ocurriría, buscando gloria y encontrando miseria.
Y una muy diferente era partir sabiendo todo lo que se encontrarían al llegar al continente; el desasosiego, la devastación, la depravación.
La primera vez que habían tenido que soportar aquello la sopresa inicial y el afán por sobrevivir había hecho que pudieran sobrellevarlo, pero ahora que habían conocido la tranquilidad, la paz, la inocencia...
Se sentían cayendo en una espiral sin fondo.
Desilusionados, desesperanzados, tristes, angustiados, preocupados...
¿Volvería Victoria a encerrarse en sus libros? ¿Seguiría Cristal subiéndose a las estanterías corriendo el riesgo de caerse ? ¿Sería su madre gentil con Amberly? ¿Lo echaría Marlene de menos,esperaría por él o pondría sus miras en otro hombre?
Adam fue el primero en salir de aquel trance.
-Sé que es tentador, pero nuestra mente no puede pensar en otra cosa que no sea la guerra a partir de ahora, así que haced lo que tengáis que hacer; despediros, llorad , gritad, pero hacedlo en el barco. Una vez que bajemos, y esta vez más que nunca, debemos de dejar de ser Adam, William, Harding y Jeremy . Dentro de unas horas debemos ser solo el coronel Devonshire, el teniente Norfolk, el almirante Thornhill y el capitán Sussex. Debemos dejar de centrarnos en nosotros y comenzar a hacerlo solo en nuestros hombres. Porque sí, somos personas y tenemos esposas, madres y padres, gente que nos importan. Pero ellos también, y dependen de nosotros.- y sin decir nada más miró condescendientemente a sus compañeros, uno por uno, intentando así que su mensaje calara hondo en cada uno de ellos, para después dirigirse hacia el interior.
Así era Adam, pensaron; siempre bromeando, riendo, metiéndose con todos. Pero al mismo tiempo, y cuando la situación así lo requería; serio y reservado, meticuloso, honrado y muy responsable.
-Cómo se nota que es el único de nosotros que aún no está casado.- dijo William con el ceño fruncido pero con el semblante risueño, intentando aligerar la tensión que de repente se había acumulado en el ambiente.
Jeremy y Harding sonrieron.
-Como si fuera así de sencillo como él lo expresa.-conconrdó Jer.- Ojalá simplemente se pudiera meter todo en un cajón y dejarlo ahí hasta que volvamos, como ha sugerido.
-Recordadme que no lo vote como primer ministro. Aunque no concuerde con su discurso, hay que reconocerle la capacidad de convicción a la hora de hablar que posee. Podría colarle a cualquiera todas las mentiras que quisiera.-Harding sonrió después de decir esto.- Bueno, aunque pensándolo así, el puesto le vendría que ni pintado teniendo en cuenta que la mentira parece ser el principal requisito para ser parte del gobierno últimamente.
Sus amigos rieron suavemente.
Probablemente en otras circunstancias lo hubieran hecho a carcajadas, añadiendo al mordaz comentario una serie de numerosas chanzas a costa de su amigo... pero en ese instantes el aire estaba tan cargado de melancolía que, simplemente, parecía que aquello estaba fuera de lugar.
-Aunque lo que ha dicho.- acabó por reconocer Jeremy tras unos silenciosos instantes de meditación.- no podría considerarse una necedad. ¿O acaso queréis que os recuerde lo que pasó la última vez que dejamos que nuestros problemas personales interfirieran en la guerra?
-No lo consideró oportuno teniendo en cuenta que llevo, literalmente, el recuerdo escrito en la piel .- le contestó William señalando las tres largas cicatrices de su cara. Harding se estremeció, sintiéndose, al igual que lo hacía cada vez que miraba a la cara su amigo desde hacía casi diez años, muy culpable.- Lo volvería a hacer Harding, por ti, por Jeremy, por Adam y por cualquiera que precisara de mi ayuda, así que deja de poner esa cara de perro atropellado y tan solo procura no quedar de nuevo rodeado por cuatro hombres, en el suelo, malherido y siendo incapaz de defenderte.
-No te preocupes.- afirmó este con la mirada perdida en el mar y la mente sumergida en medio de aquellos terribles recuerdos.-no tengo ni la mínima intención de repetir la experiencia.
-Lástima que la intención, en estos casos, no sea siempre suficiente.- todos asintieron ante lo que dijo William y sofocaron el "ojalá lo fuera" que se asomó a sus labios. -Bueno, si me disculpáis, voy a intentar que Adam no ahogue sus penas en alcohol antes de nuestra llegada. O al menos que lo haga sin llegar al punto en el que termine vomitando toda la mañana, como la última vez.- dijo William al tiempo que se giraba y comenzaba caminarse.- aunque pensándolo mejor, igual me uno a él.
Jeremy miró a su mejor amigo y ambos observaron extrañados a William desparecer.
El impasible y correcto William.
Lord Devonshire, serio y galante, siempre dispuesto a salvar a todo el mundo, ha hacer lo honorable por encima de todo, a sonreír aunque estuviera llorando por dentro solo para así reconfortar a los demás. Una persona que siempre anteponía las necesidades de todos antes que las suyas propias.
Nunca lo habían visto sonreir con verdadera alegría, al igual que nunca lo habían visto sufrir de verdad por alguien.
Y, pensándolo bien, a pesar de todos los años de camaradería, no sabían más de él que las pequeñas migajas que de vez en cuando les dejaba vislumbrar.
Era, sin duda, el prototipo de héroe militar; serio, caballeroso, con un regio aire mandatario y un corazón de hielo.
Harding se tomaba la vida con burla y esquivaba el dolor con su agrio sentido del humor, Jeremy era risueño, apasionado y alegre, Adam correcto, amistoso y entrometido.
El carácter y la forma de ser de todos ellos se había ido formando poco a poco, en base de lo que la vida les tenía preparado.
Y sin embargo William... no podrían asegurar lo mismo.
Él era una de esas personas que había nacido para ser Lord, para gobernar y regir a otros, para tomar las mejores decisiones, todas ellas pensadas de froma siempre meticulosa y nunca bajo la influencia de ningún tipo de sentimiento.
A ninguno de ellos les extrañaría si, tras aquella trifulca, lo nombraran general. De hecho era algo que todos esperaban que sucediera.
Su carácter osco y resevado no era un problema para ellos, todos tenían secretos y ciertas cosas que no se atrevían a expresar en voz alta, pero a veces tenían que reconocer que su amistad era un reto debido a su poca afición a charlar.
Y sin embargo y a pesar de todo eso...
Se había casado con Amberly.
Jeremy conocía a las hermanas Adams desde siempre y hubiera entendido fácilmente que se hubiera casado con la discreta y tímida Marlene, con la compresiva y diligente Cristal... ¡Hata hubiera entendido que se casara con Victoria! Ambos eran cabezotas, con mucho carácter, buscaban la perfección en sí mismos y en el mundo y probablmente hubieran formado un matrimonio apacible en el que no hubiera habido ni una sola discusión. No le había soprendido el hecho de que en tan poco tiempo se hubieran hecho tan amigos.
Pero lo que sí le había extrañado era que se casara con la tercera hermana Adams.
Algo que no solo lo había dejado perplejo a él, sino que también a Harding, a Adam, en cierto modo a la propia Amberly y a toda la sociedad, quienes en todas las veladas los observaban con ojo crítico intentando entender que hacía la hermosa, inquieta, risueña y soñadora Lady Amberly Adams con un tipo tan serio como Lord William Cavendish.
Ella alegre, él apagado; ella capaz de entablar conversación con cualquiera, él y sus monosílabos...
Todos lo achacaron, en un principio, a un desliz de una noche.
La hermosa joven sin duda se debía de haberse visto engatusada por William y habían tenido que casarse de forma tan apresurada para poder encubrir ciertas... posibles consecuencias de aquel desliz. Y las damas, aunque en voz alta murmuraban esto en un tono de reproche, para sí, sentían envidia, empatía y comprensión por la muchacha. Lo extraño hubiera sido,pensaban, que no hubiera sucumbido a sus encantos teniendo encuento lo apuesto que era, su fortuna, su galatería y el aire misterioso que aquellas cicatrices y esa miarada melancólica le aportaban.
Pero tras un tiempo esta primera hipótesis con respecto a las razones por las que se había llevado a cabo ese matrimonio había desaprecido, pues ella no lo miraba como todos esperaban que lo hiciera; con rencor, con respeto o con indiferencia.
Amberly lo miraba con amor. Con un tierno y palbable amor claramente perceptible en el brillo de admiración de sus ojos, en las dulces sonrisas que le dirigía, en la delicada y comedida forma en la que siempre se dirigía a él y en la suavidad con la que pronunciaba su nombre.
Nadie entendía que era lo que tanto le fascinaba a ella de una persona como él, y a pesar de que William nunca lo había dicho en voz alta, Harding estaba bastante convencido de que hasta él mismo se lo pregunta.
Y para colmo, por si la situción ya no fuera de por sí lo suficientemente extraña, poco a poco, sus amigos iban viendo como, no con la sociedad, pero sí entre ellos, cuando se sentía en plena confianza, William comenzaba a soltarse más; a argumentar sus puntos de vista que tan dogmáticamente había expresado con anterioridad, a relatar breves episodios de su vida antes de conocerlos, a meterse con ellos...
¡Si hace un momento hasta había bromeado!
En un principio lo habían dejado pasar, pero ahora, que era tan evidente el cambio en su amigo tras sus nupcias, habían comenzado a contemplar la posibilidad que tan absurda habían considerado en un primer momento.
Su amigo, el que tanto renegaba del amor, el que lo ridiculizaba, lo evitaba a toda costa, lo temía...
Se estaba enamorando.
-¿En verdad opinas que es mejor no pensar en nuestras mujeres? ¿Que eso nos hará estar más concentrados?- le preguntó Harding.
-No.- negó Jer rotundamente.-Pienso que el recuerdo de ellas es lo que nos dará la fuerza suficiente como para afrontar la situación y sobrellevarla.- aseguró con certeza.- sin duda los comienzo de mi matrimonio no han sido fáciles, hemos pasado duras pruebas al igual que momentos muy felices. Y aún a pesar de todo lo malo, tan solo con estar cerca de ella, poco a poco han ido desapareciendo parte de las sombras que llavaban tanto tiempo persiguiéndome. Ella me ha dado el coraje y la fuerza que me hacían falta para emprender este viaje.-le confesó.- Ojalá... ojalá estuviera con nosotros. Ya sabes como es eso, los primeros meses, mientras Napoleón no de señales de vida o lo haga su ejército, estaremos en Bruselas, mostrando nuestra superioridad, acuediendo a bailes, organizando breves salidas para tantear el terreno . Y esa situacón puede durar meses. Meses de tensión y angustia que sin duda sobrellevaría mejor con ella.
- ¿Y por qué no le pediste que viniera contigo? No es poco habitual que las mujeres acompañen a sus maridos.- le preguntó Harding con un brillo divertido en la mirada que no logró entender.
-Jamás le pediría algo así, por mucho que quisiera. Porque ella me diría rápidamente que sí y yo me sentiría terriblemente culpable todo el tempo por hacerla aguantar todo eso...-argumentó Jer.- ¿Y tú, por qué no has traído a Cristal?
-Porque ella es demasiado inocente. Piensa que el mundo es maravilloso y que solo hay personas buenas en él. No quiero enseñarle esta parte de la humanidad. Me niego a hacerlo.- contestó tanjante.
-¿No crees que pueda soportarlo?-le preguntó él extrañado. Sí, Cristal era de apariencia delicada, pero fuerte de corazón, y eso era algo que todos sabían.
-No- negó el pensatico.- lo que creo es que yo no puedría soportar ver morir en sus ojos la ilusión y esperanza con la que siempre observa todo.
Jeremy lo observó estupefacto.
-William bromeando, Adam hundiéndose en alcohol, y ahora tú...- dijo mientras le ponía una mano en el hombro a su amigo.- y luego os metíais conmigo.
-Que puedo decir, me han caíado todas las sobervias.-admitió divertido.- Me he enamorado como un tonto de mi esposa. Y ahora más que nunca, te admiro Jer, porque ahora que comprendo lo que sentías y sintes, envidio profundamente el coraje con el que has confesado tu amor y sobrellevado la situación hasta que finalmente, has conseguido a la dama.
-Bueno... conseguido... eso aún está por verse.- le contestó el taciturno.
-¿ Dudas de los sentimientos de Victoria hacia ti?- le preguntó él. Jeremy lo miró con el ceño fruncido intentando descubrir que era lo que a Harding le parecía tan gracioso de aquello.- pues no deberías.- dijo.
Y tras eso, le señaló un punto en su espala y se retiró apresuradamente del lugar.
Jeremy se giró cautaloso y una vez que lo hizo, no pudo creer lo que vieron sus ojos.
-Te dije que no te volvería a dejar solo con tus demonios, que siempre estaría ahí para ti, que nunca tendrías que volver a afrontar algo así sin mí. Ya hemos perdido suficiente tiempo, y no quiero desperdiciar ni un minuto más, ni uno solo.- le dijo Victoria con voz temblorosa.- Nadie nunca volverá a separarme de ti; ni la guerra, ni la reina ni el mismísimo Napoleón en persona. Así que ni se te pase por la cabeza la idea de intentar hacer que vuelva a casa porque no pienso hacerlo. Estaré aquí contigo en todo momento; seré tu ancla, tu muleta, tu paño de lágrimas... seré todo lo que necesesites que sea al igual que tú siempre has sido todo lo que yo he neseitado y más, mucho más.-continuó diciendo mientras se acerba a él con pasos temblorosos a la vez que decididos.- ¿He sido lo suficientemente clara?- Jeremy asintió, con los ojos brillantes por las lágrimas contenidas pero con una deslumbrante sonrisa en su rostro que su mujer, momentos antes de arrojarse con desesperación y si contemplación algun a sus brazos, imitó.
El próximo fin de semana publicaré los dos últimos capítulos y el epílogo. ¡Ya no queda nada para el final! Y después, la historia de Amberly y William. Que por cierto, cuando menos lo esperéis, habrá comenzado a publicarse. Pronto, muy pronto :)
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