Capítulo Veinticuatro
Jeremy y Victoria podrían, fácilmente, haber gritado de felicidad.
Estaban uno al lado del otro, sin poder tocase darse la mano o abrazarse, pero juntos al fin, después de tanto tiempo, y se sentían profundamente felices.
Tantas veces soñando con ese reencuentro y ahora que al fin había sucedido... se dieron cuenta de que jamás hubieran podido imaginar la inmensidad del sentimiento que los embargó cuando al fin se vieron de nuevo.
Sus piernas se rozaban levemente, sus ojos se encontraban cada poco tiempo, sus sonrisas se ensanchaban, sus corazones palpitaban deprisa...
Pero como siempre les sucedía, el precioso momento se rompió de golpe.
-Victoria.- dijo su carabina.- Me voy.- sentenció la anciana mujer instantes antes de ponerse en pie y salir del palco.
Victoria la miró con horror y después a Jeremy con incredulidad, mirada que él también le devolvió, e instantes después ambos se pusieron en pie y salieron tras ella.
-Da igual que esté presente o no, ustedes incumplen igualmente todas las reglas del decoro estipuladas. Tú y esa insensata hermana tuya... sonriéndoles a sus parejas, conversando con ellos... Esto en mis tiempos no pasaba. ¡En mis tiempos no pasaba! Habrase visto mujeres semejantes... Una dama debe saber cuál es su lugar. Callada y seria, distante, así es como debe de estar, no charlando alegremente. Habrase visto cosa semejante alguna vez...- rezongaba esta mientras recorría los pasillos hasta la entrada de la ópera con Victoria y Jeremy pisándole los talones.
-Pero señora...- había comenzado Jeremy para intentar hacerla cambiar de opinión. Victoria había cortando su intento de golpe.
-No Jer, déjala ir, después de lo que acaba de decir, prefiero ser criticada por la sociedad por no tener carabina a que una persona con semejantes ideas anticuadas me ronde cerca.- contestó Victoria mientras se giraba y comenzaba a caminar de nuevo hacia el palco.
-¡Como te atreves a llamarle por su nombre de pila! Muchacha maleducada... - comenzó a regañarla la anciana. Pero su voz fue poco a poco desapareciendo debido al apresurado paso al que caminaba Victoria de vuelta al palco.
-Vi...- la llamó Jer. Esta freno de golpe y lo miró.
-Dios mío, que vamos a hacer, esto va a ser un completo escándalo.- se lamentó.- Bueno, o tal vez no. Lo que tenemos que hacer es salir un poco antes de que cabe la obra. Podemos alegar una indisposición y, como no nos verán salir, pensarán que seguimos con nuestra carabina. Pero lo haremos cuando falte poco, porque me apetece ver la ópera. Es el estreno de Ipuritana, hasta su majestad está aquí... Oh no, pero si alegamos una indisposición los rumores acerca de lo que ha causado la boda apresurada de Cristal ...- la carcajada de Jeremy la detuvo.
-Dios mío.- dijo este mientras se acercaba, sonriente, un paso hacia ella y le acariciaba la mejilla.- Cómo te he echado de menos.
Victoria, sonrojada, se disponía a contestar que ella también lo había hecho, cuando todo comenzó.
Primero un fuerte estallido seguido por una infinidad de estruendosos pasos y después el sonido de balas.
Y para rematar, los gritos de la gente.
Al principio, sorprendidos y confusos, permanecieron estáticos en sus respectivos lugares, pero cuando los sonidos de unos pasos que se acercaban comenzaron a sonar, Jeremy cogió a Victoria de la mano y ambos corrieron hacia la puerta de salida.
-Sáquenos de aquí. ¡Deprisa!- le dijo Jeremy al cochero del primer carruaje que habían visto al tiempo que se subía de prisa seguido por Victoria. Este, pese a no ser consciente de lo que había sucedido dentro, dada la agitación de Jer, accedió sin rechistar ni cuestionarle nada.
-Cristal.- fue lo primero que dijo Victoria una vez recuperó el aliento.
-No te preocupes, Harding la pondrá a salvo.- dijo Jeremy mientras miraba por la ventana es busca de algún peligro.
Cuando se giró hacia ella lo que vio no le gustó.
-Tú mejilla...- comenzó preocupado mientras sacaba un pañuelo de tela de su bolsillo y lo presionaba contra la herida sangrante de la cara de su amiga.
-Oh, una bala me ha rozado, pero me ha hecho una herida muy superficial, casi no me ha dolido.- dijo Victoria pretendiendo sacarla hierro al asunto.
No funcionó.
Jer se sintió tremendamente culpable e inútil.
Lo sabía, sabía que nos debería haberse acercado a ella, que ya no era capaz ni de protegerse a sí mismo como para proteger a alguien más.
Su presencia no beneficiaba en nada a Victoria, de hecho, y teniendo en cuenta sus pesadillas, podría llagar a perjudicarla.
No, eso jamás, no lo permitiría.
Victoria estaba mejor sin él, lo había estado todos esos años y sin duda lo volvería a estar tan pronto volviera a desaparecer de su vida.
-Nos veremos mañanas ¿No?- fue lo último que le dijo Victoria antes de bajarse del carruaje una vez hubieron llegado a su casa.
-Claro.- fue lo que él le contestó.
Pero no tenía ninguna intención de visitarla mañana, ni nunca más.
.............................
A la mañana siguiente, un cosquilleo en su espalda despertó a Victoria.
Aún semidormida, se limitó a sentir la placentera sensación sin ni siquiera abrir los ojos.
Pero poco a poco esas leves caricias ascendieron hasta llegar a sus hombros, momento en el cual Victoria se dio cuenta al fin de lo que en realidad eran.
-Buenos días.- fue lo que le dijo Jeremy antes de besarla al fin en los labios, como segundos antes lo había hecho por toda su espalda.
Victoria, en vez de contestarle escueta y secamente o sonrojarse, como Jeremy pensó que haría, levantó levemente la mano y la posó en su mejilla.
-Buenos días.- le murmuró antes de acercarlo a sí y volver a besarlo.
-O más bien buenas tardes, porque ya son casi las dos.- le dijo su marido complacido, sonriente y divertido.
-¡¿Las dos!? - exclamó escandalizada Victoria mientras se ponía rápidamente de pie y correteaba por toda la habitación vistiéndose.- ¡Dios mío! ¿Cómo he podido dormir tanto? Mis hermanas y...
-No te preocupes, nadie ha tenido hoy afán madrugador, acaban de salir de sus cuartos, pero han venido a mi despacho a proponerme hacer un picnic. Por eso he venido a levantarte ya, de lo contrario te hubiera dejado dormir un poco más.- le explicó Jeremy mientras se levantaba de la cama y la ayudaba a cerrar los lazos del vestido azul que estaba intentando ponerse.
-¿Dejarme dormir aún más?- le preguntó extrañada Victoria mientras se calzaba. Solían levantarse ambos a las nueve todos los días.
-Bueno... digamos que ayer no nos fuimos a dormir temprano, precisamente.- le comentó divertido Jer mientras trenzaba el pelo de su mujer al tiempo que ella se colocaba unos pendientes.
Menos mal que estaba de espaldas y no pudo ver su sonrojo, pensó Victoria, porque debía de ser el vigésimo cuarto de los últimos dos días.
-Ya...- comenzó a decir ella. Pero entonces, una idea cruzó su mente.- ¿Y tú... no deberías haber estado durmiendo también?- le preguntó ella alarmada mientras se giraba, ya lista, para mirarlo a los ojos.
Jeremy vio las preguntas en ellos. ¿Has dormido algo? ¿Has dormido bien? ¿Has teñido pesadillas?
-Me desperté hace hora y media totalmente descansado y lleno de energía.-le respondió mientras la miraba de forma tranquilizadora.- Como hacía que tiempo que no lo estaba.- Victoria asintió complacida y feliz por su respuesta y Jeremy le ofreció su brazo.- ¿Vamos?
En efecto, sus hermanas habían tenido razón, era un día perfecto para un picnic.
A pesar de estar aún a principios de febrero, el sol resplandecía y calentaba y todos los asistentes estaban aquel día de tan buen humor que aquella jornada estaba resultando de lo más entretenida.
-¿Por qué no jugamos a algo?- preguntó Marlene una vez hubieron acabado de comer.
Victoria, que acariciaba distraídamente el pelo rubio de la cabeza de Jer, que tenía sobre su regazo, la observó.
-¿No crees que ya estamos un poco mayorcitos para jugar?- preguntó divertida.
William y Adam, apoyados ambos en una arbol justo enfrente de ella, asintieron para mostrar su conformidad.
-Marlene no se refiere a ese tipo de juegos, quiere decir uno de preguntas, para conocernos mejor. Al fin y al cabo, todos los aquí presentes estamos unidos y condenados a vernos debido a los dos matrimonios entre los integrantes de nuestros respectivos... grupos. Deberíamos intentar conocernos, para así poder llevarnos mejor.- Explicó Amberly, la cual estaba acostada sobre el pasto al lado de su hermana.- Bueno, dos matrimonios... por ahora.- dijo mordaz mientras miraba a William.
Y este, para sorpresa de todos, sonrió.
-Está bien.- cedió Harding mirando a su mujer, sentada entre sus piernas y recostada con él, para corroborar que ella también estaba de acuerdo.- puede ser interesante.
-Bien, pues estas son las reglas.- comenzó Marlene dejándole así claro a todos, por si no lo estaba ya, que aquella proposición de casual no tenía nada.- comenzará Cristal, por ser la menor, y ella le hará una pregunta a cualquier persona, sobre lo que ella quiera. Esta persona deberá contestar con sinceridad y sin rechistar, y si lo hace, y solo si lo hace, podrá preguntarle entonces algo a otra. Y así sucesivamente. ¿Entendido?- algunos lo hicieron con mayor y otros con menor reticencia, pero todos acabaron asintiendo.
-Bien.- comenzó Cristal entusiasmada.- Amberly, no me lo trago. Puede que un principio lo hiciera, pero ahora ya no. Tú conocías a Lord Devonshire de antes de mi boda. ¿Verdad?
Su hermana vaciló unos instantes.
-Siempre desvariando entre miles de palabras, pero cuando quieres... mira que eres directa.- le reprochó mientras miraba de reojo a William.- Sí, ya nos conocíamos.- afirmó para sorpresa de este, quien la miró extrañado y sin comprender.- Adam.-dijo rápidamente a continuación para intentar desviar la atención de lo que acababa de confesar .- ¿Por qué te alistaste en el ejército?
-Porque buscaba demostrarme a mí mismo y a los demás de lo que era capaz.- contestó él tras unos instantes de meditación pero sin vacilación.- "La guerra te hace hombre" decían.- citó en tono burlesco mirando a sus amigos.
-"La guerra te hace honorable".- continuó Jeremy.
-"La guerra te convierte en alguien respetable".- agregó Harding.
-"La guerra te convertirá en alguien del que cualquiera estaría orgulloso".- dijo William.
-Pero la realidad.- remató Adam.- es que lo único que hace la guerra es demostrarte hasta qué deplorable y deshonroso punto puede llegar un ser humano con tal de lograr su propia supervivencia. Algo de lo que me di cuenta demasiado tarde.- dijo en tono melancólico.- Pero bueno, ese es un tema demasiado deprimente para un día como hoy, así que continuemos. Harding ¿Para cuando un heredero?
Todos rieron ante esta pregunta menos Cristal, quien sonrojada, se revolvió incómoda.
-No creo que tarden mucho teniendo en cuenta que empezaron a... intentar conseguirlo antes de tiempo.- sé burló Victoria. La pareja la miró sin comprender.- No os hagáis los ingenuos. Amberly y yo vimos salir a Cristal por la ventana de tu habitación en nuestra casa de campos días después de haberte conocido.
Las risas no se hicieron de rogar, y el sonrojo de Cristal aumentó.
-¿Me visteis? Oh... pero de todas formas yo... nosotros esa noche no...- desvarió Cristal.- Lo único que tengo que decir al respecto es que esa noche no sucedió nada y que de todas formas no tengo por qué justificarme, ahora soy una mujer casada.- dijo indignada.
-Y como respuesta a tu pregunta Adam.- habló entre risas Harding.- que es, por cierto, de muy mal gusto.- le regañó divertido.- Vendrá cuando tenga que venir.- dijo besando la coronilla de su mujer. Cristal se revolvió y se preguntó qué diría su marido si supiera que ella sospechaba que ese heredero ya estaba en camino.-Marlene.- está se sorprendió. -¿Te...gusta... hacer algo?- todos comenzaron a reír.- Me refiero a que... siendo sincero eres un misterio para la mayoría de los presentes.
-Sí, querido cuñado.- le contestó riendo divertida.- Me gusta algo, y ese algo es bailar, ballet sobre todo, ya que es lo único en lo que, irónicamente y a pesar de su dificultad, no meto la pata. -contestó para sorpresa de todos.
Nadie esperaba algo así de una persona que se tropezaba consigo misma cada dos pasos.- Jer, tú eres una persona muy risueña y muy... buena. ¿Cómo conseguiste no volverte loco en un lugar como la guerra?
Jeremy guardó silencio un par de minutos y después, lentamente y en un tono meditabundo, habló.
-Lo peor de todo aquello era la incertidumbre, el tiempo entre batalla y batalla en el que no sabías qué sucedería al día siguiente y en el que te daba tiempo a pensar, porque pensar en lo que sucedía y lo que veíamos era lo pero que podíamos hacer si queríamos permanecer cuerdos. Así que escribía libros. O bueno, más concretamente, un libro y una hoja en la que anotaba todas las cosas que se me iban ocurriendo sobre lo que haría tan pronto volviera a Inglaterra. Como recoger naranjas y dar paseos por el bosque.
-Hay un naranjo a unos minutos de aquí, lo he visto mientras veníamos. ¿Por qué no nos acercamos? - preguntó Adam.
Todos accedieron y se pusieron en camino de inmediato menos William y Victoria, quienes permanecieron, uno frente al otro, viendo como todos se alejaban.
- Al final ha conseguido reconciliarse con ella.- dijo sonriente Victoria mientras miraba a William observar cómo Amberly brincaba en dirección al naranjo.
- Y usted por fin le ha confesado a Jeremy que lo ama.- afirmó con convencimiento William mientras se giraba para mirarla.
Victoria observó a William con horror.
-¡No! - negó rotundamente ella.- eso no es para nada lo que ha sucedido. Lord Devonshire..William.- dijo ella a modo de pregunta a lo que él respondió asintiendo y dándole así su consentimiento para tutearlo.- Yo no amo a Jeremy, y él, a pesar de lo que crea, tampoco me ama a mí.
William suspiró molesto y cansado y se dejó caer hacia atrás hasta apoyarse en un árbol.
-Victoria, creo que va siendo hora de que lo aceptes. Independientemente de lo que tú sientas o no hacia él, Jeremy te ama. Créeme, lo sé .¿ Por qué demonios te empeñas tanto en negarlo?- le preguntó frustrado.
-Porque es imposible.- dijo ella.
-¿Por qué?-insitió él.
- Porque.... ¿Cómo alguien como él va a amar alguien como yo?- confesó al fin ella.- Él es perfecto. Es todo lo que alguien podría desear y más. Es cariñoso, amable, bondadoso y atento. Es el marido ideal, el hombre ideal, es mejor de lo que jamás me hubiera imaginado que sería mi futuro esposo. No hay ni un ápice de maldad en él, es pura paz y alegría. Así que dime William, explícame como alguien como él podría amarme a mí, que no soy nada más que un amasijo de preguntas sin respuestas y que no soy capaz ni de entenderme a mí misma. ¿Cómo alguien va a quererme? ¿Cómo podría él quererme?
William observó a Victoria al fin comprendiéndola y sintiendo en el fondo de su corazón, una profunda empatía por ella.
Principalmente por cómo se veía reflejado en lo que ella había dicho que sentía.
-No puedo contestarte al por qué, pero si puedo afirmarte y demostrarte que lo hace.- dijo inclinándose. Aquello que iba a hacer estaba mal, pero esa situación debía de acabar de una vez por todos.- en el despacho de Jer, en el último cajón del lado derecho de su escritorio, hay algo que de debes ver, y créeme que después de eso, no volverás a tener dudas acerca de la veracidad de sus sentimientos. Y quizás así, tras ver lo que hay ahí, incluso se aclaren los tuyos.
Victoria lo miró confusa y un poco arrepentida de su espontánea confesión, pero cuando quiso preguntarle algo acerca de que encontraría allí ya no pudo hacerlo, pues la atención de él volvía a estar en Amberly, que ahora se acercaba corriendo hacia ellos.
-A propósito.- dijo divertida ante la situación.- ¿Cómo conseguiste que te perdonara? ¿Que le diste a cambio de su perdón? ¿Chocolates, flores y un poema de amor?-Sé burló ella.
-No, le di algo mucho más barato y práctico.- afirmó mientras se ponía en pie.- a mí en matrimonio.
Victoria observó con la boca abierta como William llegaba hasta su hermana y ambos conversaban sonrientes.
Y, aún con la sorpresa en el cuerpo, miró a su marido, quien se acercaba a ella con una naranja en la mano.
¿Sería posible aquello que decía William? ¿De verdad existía una prueba irrefutable de que Jeremy en verdad la amaba? ¿Qué sería dicha prueba? ¿En verdad la certeza de que la amaba lograría acallar sus miedos y aclarar sus sentimientos?
Victoria le sonrió a su esposo y aceptó la fruta mientras trataba de serenizarse pues, de todas formas, aquellas preguntas no tardarían en ser contestados, tan sólo debía aguardar un par de horas, hasta que fuera de noche.
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