Capítulo Veinticinco

Pero, al final,no habían sido unas horas, si no unos días.

Siete días.

Jeremy, sin razón aparente, había estado toda la semana durmiendo de forma muy ligera, y al mínimo movimiento se despertaba. Y eso, teniendo  en cuenta que sus hermanas no la dejaban durante el día ni a sol ni a sombra, había provocado que no hubiera encontrado el momento para averiguar qué era aquello a lo que William le había dado tanta importancia y que estaba en aquel cajón del despacho de su marido.

Pero quiso la suerte que justo cuando lo veía ya imposible, sus invitados anunciaran su marcha y, tras un día tan cansado y lleno de despedidas, su esposo al fin cayera rendido en un profundo sueño.

"Jeremy estaba aburrido.
Muy aburrido..."

"Jeremy también rio entonces, al verla sonreír..."

"-Por enseñarme que tenían de especial los besos. Ahora lo entiendo."

"La había amado, siempre, desde el primer momento en que la vio..."

"Hasta su último aliento."

Victoria suspiró, aturdida y consternada.

Eran cerca de las dos de la madrugada.

Había esperado hábilmente a que Jeremy se quedara plácidamente dormido y, una vez esto había sucedido, había bajado a su despacho.

Y ahora, dos horas después, se hallaba en el medio de este, sentada en la alfombra delante del fuego con libros desgastados, papeles arrugados y cartas deterioradas por el paso del tiempo.

Aquella estancia era sin duda acogedora, con todas las paredes cubiertas por estanterías llenas de libros excepto una que era enteramente de cristal (delante de la cual se hallaba el escritorio) y una gran y cálida chimenea delante de la que descansaba un sillón.

Y aún así, en aquel cálido lugar, Victoria se sintió más fría que nunca.

Dios mío, que tonta había sido.

-Victoria...- oyó que la llamaban.

Y al alzar la cabeza lo vio.

Jeremy, contemplándola con ojos somnolientos y el ceño fruncido.

Cosa que no era de extrañar teniendo en cuenta que, al despertarse tras una pesadilla, en vez de encontrar a su mujer  dormida a su lado en la cama la había encontrado sentada en el suelo, descalza, en camisón, con su largo cabello plenamente suelto y los ojos y las mejillas rojas de llorar.

El sueño se le pasó de golpe y una súbita inquietud lo embargó, pero antes siquiera de que le diera tiempo a pensar en cuál de las muchas preguntas que se le pasaban por la mente debía formular primero,  la lengua se le trabó y su tez se volvió blanquecina cuando se percató de qué era exactamente lo que Victoria tenía esparcido delante de ella y entre sus manos.

Tres libros.

Tres viejos libros.

Tres viejos libros escritos todos ellos con su clara y perfecta caligrafía con la que, de forma totalmente sincera y sencilla, había plasmado toda su historia.

La historia de su vida.

La historia de su amor por Victoria.

Desde la primera vez que la vio hasta esa misma tarde y todo ello pasando por por su primer beso, sus travesuras juntos, su boda...

Todo estaba allí, escrito del mismo modo en el que lo estaban todas las novelas de caballería y romance que solían leer juntos.

-¿Esto...- susurró Victoria.- fue lo que escribiste en la guerra? ¿Esto era lo que hacías para distraerte? ¿Esto era a lo que te aferrabas para no perder la cordura?- le preguntó alzando cada vez más el tono, que poco a poco se iba tiñendo de angustia e incredulidad con cada palabra que pronunciaba.- ¿A nosotros? ¿A mí?

Jeremy asintió cauteloso.Una cosa era confesar sus sentimientos, y otra muy diferente que ella leyera su corazón, sin contemplaciones, como al leer aquel libro había hecho.

Si lo primero había resultado desastroso no quería saber cómo aquello afectaría a su ya de por sí frágil relación.

Victoria guardó silencio unos instantes y un escalofrío le recorrió la espalda a Jer.

-¿Y esto...?- dijo al fin ella mientras levantaba con rabia los papeles y cartas.-¿Jeremy en qué demonios...?

-No pude evitarlo.- fue su única contestación.

Victoria negó con la cabeza ante su justificación, dicha con una determinación que le dio a entender que no admitiría ninguna réplica por parte de ella ante lo que había hecho.

Por lo que, en lugar de gastar saliva, Victoria se limitó a cerrar los ojos intentando contener unas lágrimas que de igual forma se acabaron derramando.

Eran cartas de su padre y de su hermano.

Cartas pidiéndole, o más bien rogándole, a Jer dinero.

Cartas que parecían estar escritas en un tono de profunda desesperación.

Cartas donde le decían puras mentiras.

Si, habían pasado un aprieto económico, uno importante, pero aquellas misivas, que para colmo databan de su etapa en la guerra, contaban las más grandes miserias: desde que pasaban hambre hasta que no tenían ni para comprar ropa.

Victoria estaba avergonzada, terriblemente. Aquello no era para nada cierto. Sí, habían tenido que apretarse el cinturón debido a unas malas transacción, pero para nada habían pasó hambre ni necesidad y...

Y para colmo se las habían mandado a Jer, a él entre todos los amigos de la familia, justo en el momento en el que él menos debía preocuparse por esas cosas.

No quería ni pensar en que hubiera pasado si tener la cabeza en esas cartas lo hubiera distraído en medio del campo de batalla y una bala que él no hubiera visto...

O no, pero aquello no era todo, ni lo peor de aquello.

Porque a parte de esas cartas había otros papeles.

Muchos papeles.

Papeles que ella había descubierto con horror que eran recibos de los pagos que él les había hecho.

-No me tomes por tonto, sabía que la situación no era tan grave como ellos afirmaban.- dijo mientras al fin se decidía a sentarse a su lado en el suelo.-pues de lo contrario tú lo hubieras mencionado en tus cartas sin mayor intención que simplemente hablarme de ello, algo de lo que estaba seguro debido a que entre nosotros nunca había habido secretos. No hasta los últimos tiempos, al menos.- dijo con una media sonrisa instaurada en el rostro mientras le acariciaba la mejilla a Victoria, provocando que esta también sonriera amargamente.- pero aún así... digamos que fue por si a caso. Nunca he querido que te faltara nada, y como no estaba aquí para cuidarte... digamos que me tomé el daros dinero como darte un regalo por los cuatro años en los que no había podido agasajarte nada por tu cumpleaños.- argumentó .- No te lo tomes tan a pecho y entiéndeme Vi, nunca lo hubiera hecho de ser solo tú padre, porque lo conozco a él y a sus tretas tan bien como tú, pero cuando Geric me escribió de la forma en la que lo hizo supuse que algo de aquello era cierto.

Victoria observó los cálidos ojos azules de su marido que la miraban con tanto amor y se quedó unos instantes absorta en ellos.

-Dios mío.- dijo Victoria escondiendo la cabeza entre su manos, sollozando acongojada y abrumada.- que tonta he sido. Que ciega, que necia, que estúpida. Yo... no lo sabía. De verdad que no lo hacía. Perdóname.- le rogó con desazón al tiempo que se lanzaba a sus brazos.- Perdóname por no haberme dado cuenta. Perdóname por todo lo que te he dicho. Dios mío Jer.- dijo mientras lo abraza fuertemente y lloraba escondiendo su cabeza en su cuello.- lo siento tanto. Tanto.

Jeremy sonrió conmovido y le acarició el pelo intentado consolarla.

-No es tu culpa, y no debes sentirte condicionada por esto. No me debes nada, y no quiero que pienses lo contrario. El dinero no se puede comparar en nada a la felicidad que tú me das todos los días.- le dijo al tiempo que besaba su cabello.- No debes sentirte culpable, ni por esto ni por no corresponder mis sentimientos. El amor es algo que no se puede forzar ni obligar. Lo comprendo, de verdad que lo hago, por lo que no debes sentirte mal por ello. En todo caso deberías intentar perdonarme tú a mí por haberte presionado tanto.

-No, no. No digas eso. No...- dijo ella elevando la cabeza y sujetando su rostro entre sus manos.- No lo entiendes. ¿Pero... cómo ibas a hacerlo? ¿Cómo?- murmuró más para si misma que para él, atormentada.

Jeremy la observó sin comprender.

-¿Qué es lo que no entiendo? -le preguntó inquieto ante su tono.

-Esta historia...-dijo cogiendo entre sus manos el libro.- Esta no es nuestra historia. O al menos... esto solo es una parte de ella. Una versión. Tu versión, eres tú Je. Pero hay tantas cosas que no sabes, tantas cosas que yo pensaba que... e sido tan ingenua, he dado por supuesto que que... pero no era a sí.-Jeremy la observó turbado pero Victoria no le dejó tiempo para hablar.- No eras el único que no soportaba ver llorar al otro. No eras el único que amaba las sonrisas del otro, ni que ... que...- Victoria cerró los ojos y se preparó para el impacto que sus palabras, que una vez pronunciadas jamás podría retirar, causarían en él.- Jeremy yo estaba enamorada de ti.- le confesó.

Jeremy contuvo la respiración y agitado, buscó en sus ojos un atisbo de mentira o duda que no encontró.

-Te quería, muchísimo. No recordaba un momento en el que no lo hubiera hecho. Te amaba locamente de una forma totalmente idílica e infantil. No paraba de pensar en ti, escribir sobre ti, hablar de ti con mis hermanas... sabía que era imposible, tú eras mayor que yo, casi un hombre, y por aquel entonces yo todavía era  solo  una niña enclenque que suspiraba en secreto por ti.- susurró.- Por lo que cuando te fuiste al internado intenté convencerme de que debía aprovechar la distancia que había entre nosotros para acabar con aquello antes de que te resultara imposible dejarlo pasar como habías hecho hasta el momento. Por qué yo pensaba que lo sabía Jer. Era tan obvio para todos. Mi madre, mis hermanos...- Victoria sonrió agriamente.- hasta tu madre se metía conmigo muchas veces por la forma soñadora en la que te miraba.

-Pues no lo sabía.- dijo Jeremy afectado por sus palabras .- No lo hacía. No lo sospechaba para nada, yo pensaba que la adoración que había en tus ojos era porque me veías como un hermano mayor al que admirabas y respetabas y...-  Victoria sonrió agriamente.

- Y yo que tú solo me veías como tu hermana pequeña, que aquello que sentía era una tontería, que debía madurar y dejar de soñar de una vez con el vestido que llevaría en nuestra boda y los nombres que le pondríamos a nuestros hijos.- Jeremy cerró los ojos intentando procesar todo aquello.- pero... volviste. Demasiado pronto. Y lo hiciste alto, sin granos y con el pelo más rubio y lustroso que nunca.-dijo divertida ante el recuerdo mientras le acomodaba un mechón de aquel brillante cabello suyo que siempre, en secreto, le había fascinado.- Ya no eras más un niño, ahora eras un hombre. Pero yo seguía siendo una niña, una a la que pensé que ignorarías, pero a la que en vez de hacerlo, le sonreíste. A mí, de esa forma deslumbrante en que siempre lo haces.- le confesó con una sonrisa triste.- Cuando te dije que estaba pensando en besar a alguien... no fue casual.- dijo para sorpresa de él.- si supieras la cantidad de veces que le había dado vueltas a cómo sacar aquello a colación, a cómo llamar tu atención, cómo hacer que me empezaras a ver de la forma en la que yo quería que me vieras, intentando aferrarme a la última esperanza que me quedaba de que algo surgiera entre los dos. Pero tú, cuando te pregunté, me dijiste que ya habías besado a más personas y yo pensé... me convencí de que había estado en lo cierto, de que jamás me querrías y me reafirmé en la creencia de que yo tampoco debía hacerlo y por encima después pasó lo de mi madre y entonces yo... yo me prohibí quererte, me prohibí querer a todo el mundo porque... porque no podía, no podía perder a nadie más, no podía seguir entregando mi corazón a gente que pudiera perder. Pero cuando bailábamos... cundo reíamos, cuando leíamos juntos... me resultaba tan difícil no hacerlo. Tan difícil no amarte, tan difícil no decirte lo mucho que te quería.... y el día de mi baile.- dijo mirándolo significativamente. Jeremy vio el recuerdo de aquella noche en su ojos.- cuando me confesaste que me querías... fui tan, tan feliz... pero también tuve tanto miedo que yo... estaba aterrada. Por eso intenté hacerte y hacerme creer que no era cierto... que solo estabas confundido. Pero aquella noche no pude dormir porque me di cuenta de que debía ser valiente y afrontar la situación, que era mi oportunidad, que debía hacerle frente a mis temores. E iba a ir a verte esa mañana. Iba a decirte... a decírtelo todo. Pero entonces me llegó la carta.-dijo mientras se ponía de pie y caminaba lentamente hacia el ventanal.- Yo iba a dejar de lado mis temores de perderte y tú me acababas de decir que te ibas a la guerra, donde en cualquier momento podrían arrebatarte de mi lado.- Jeremy la miró abatido y horrorizado por todo lo que estaba escuchando .- Y ese fue un punto de inflexión para mí. Ya no me prohibí solo quererte, me prohibí querer cualquier cosa, tener cualquier clase de ilusión, porque todo plan de felicidad te incluía, y justo cuando ya me estaba acostumbrando y aceptando la situación, aprendiendo a controlarme a mí misma, volviste. Y dándome cuenta de que no podía vivir sin ti intenté al menos que fuéramos solo amigos, pero entonces sucedió todo lo de nuestro matrimonio y... volviste a sonreírme, y me miraste de nuevo con ese brillo en la mirada con el que me mirabas la noche del baile, y yo no quería, no quería verlo, ya lo había aceptado, ya me sabía controlar, me repetía una y otra vez. No quería verlo, sabía que estaba ahí, pero no quería, tenía tanto miedo a que tus sentimientos fueran en verdad reales, tanto miedo a que los míos también siguieran ahí y que una vez los confesara te perdiera para siempre, me daba tanto miedo, tanto... pero ahora ya no hay manera de que niegue ni tus sentimientos ni los míos. Y aún sí... yo... - Victoria le miró con un desesperado ruego en su mirada que lo conmovió profundamente- no puedo volver a pasar por eso Jer, no puedo volver a estar día y noche con el corazón en la mano, preguntándome donde estas, si estás bien...

Jeremy se levantó apresuradamente y se aproximó a ella.

-Mírame Victoria.- dijo mientras le levantaba la barbilla. Tenía los ojos empañados por la emoción.-la guerra ya a acabado. Ha acabado. Y ahora estoy aquí contigo, y no pienso irme a ningún sitio. Porque te quiero. Lo hago y después de lo que me acabas de decir...

Victoria le abrazó.

-He sido tan tonta. Tan ilusa. No entiendo como sigues queriéndome.-Jeremy sonrió.

-Eso es porque no entiendes lo maravillosa que eres. Pero aquí estaré todos los días para recordártelo, no tienes de que preocuparte.-Victoria sonrió contra su pecho.-Te amo.- le dijo mientras se inclinaba para besarla. Y con el corazón en el pecho y un nudo en la garganta aguardó su contestación temiendo haberla entendido mal, conteniendo su alegría, aterrado de que aquello fuera demasiado bueno para ser verdad.

Victoria sonrió y le acarició la mejilla.

-Te...

Pero como había ocurrido con todos sus mejores momentos,se vieron interrumpidos por el estrepitoso sonido de la campana de una iglesia que comenzó a sonar estrepitosamente, seguido por otra y otra más.

Ambos se miraron extrañados unos instantes, pero justo en aquel momento entró su ama de llaves apurada con una nota en la mano.

-La ha traído el duque de Sussex en persona.- dijo nerviosa.

-¿Adam? ¿A estas horas?- preguntó preocupada mientras veía como su marido habría la nota plegada.-Jer, que...-dijo poniéndole una mano en el hombro. Pero este la apartó suavemente y le dio la espalda, caminó unos pasos y se apoyó en una de las estanterías, como si de repente hubiera perdido todas sus fuerzas. Victoria miró a su ama de llaves, que, captando la indirecta, salió apresuradamente cerrando la puerta tras de sí.- Jer.

Pero esta ya no escuchaba.

Sin decir nada, Jer se giró hacia ella y le entregó, con la mano temblorosa y el rostro blanco como el papel la nota.

Victoria se la arrebató asustada con prontitud y la leyó apresuradamente.

Pero deseó no haberlo hecho nunca.

La nota era clara y concisa y breve.

"Zarpamos en una semana. La guerra ha comenzado de nuevo."

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