Capítulo Siete
Una de las cosas más curiosas de la vida es como en ella los sucesos trascendentales ocurren, en su gran mayoría, sucesivamente.
Es decir, que primero vives años y años repletos de una aburrida monotonía que te mata lentamente y que te hace rogar que algo cambie, que algo pase, cualquier cosa.
Y de repente uno de esos cambios viene, seguido de otro, y otro, y otro y otro.
Tantos que te hacen pedir paz de nuevo.
Eso es lo que les pasó a Jeremy y a Victoria en él años de su reencuentro.
Llevaban todo el tiempo separados sumergidos en una rutina aburrida y de repente, una vez juntos, todo aconteció.
Primero el reencuentro y después... su primer beso.
Todo había ocurrido de una manera totalmente espontánea y natural.
Oh...bueno...más o menos.
-¿Qué tiene de interesante o divertido besar a alguien?- le preguntó Victoria a Jeremy una tarde de verano en la que ambos se encontraban acostados en "su árbol" mirando el cielo.- algo debe de tener, si no la gente no querría hacerlo. Pero... ¿El qué? Un beso no es más que unos labios y otros labios. Es como si cogieras de la mano a alguien. Un simple contacto. Pero nadie le da importancia a cogerse de la mano ni quieren hacerlo cada vez que tienen oportunidad. ¿Por qué es diferente besarse?
-Victoria.- dijo Jeremy alarmado mirándola.- No estarás pensando en besar a alguien. ¿Verdad?
-Tal vez.- dijo encogiendo los hombros.
-¡Victoria!- dijo alarmado Jeremy.
-¡Qué! -dijo enfadándose.- tengo curiosidad. ¿Es acaso un pecado? Solo quiero saber lo que tiene de especial.
Jeremy se quedó observado al vacío un rato.
-La curiosidad mató al gato.- afirmó sin mirarla.Victoria rodó los ojos.-Pero... si tanta curiosidad tienes, tal vez... podríamos... probarlo.
-¿Probarlo? ¿Nosotros dos? Te refieres a... Besarnos?
-Solo si tú quieres. Es decir... como dijiste que tenías curiosidad. Pero si tú quieres. Tan solo era una sugerencia. No estoy... Si tu no quieres no pasa nada.- dijo nervioso.
-No... está bien, hagámoslo.- afirmó ella incorporándose. Jeremy lo hizo también.- Tú ya has besado a alguien .¿ No? Tienes veinte años. Es decir ... es que ... si vamos a hacerlo es mejor que alguno de los dos sepamos... pues eso... que estamos haciendo.
-Si, si, por supuesto que ya he besado a alguien.- era mentira.
-Bueno, pues vamos... a... eso.- dijo ella nerviosa.
Jeremy la observó unos segundos y después se fue aproximando poco a poco. Victoria permaneció quieta y expectante.
Sus labios se rozaron unos instante y entonces... a Victoria le dio un ataque de risa.
-Lo...lo siento. Es que tenías que ver la cara que estabas poniendo.- dijo entre carcajadas.
-¿Tenías los ojos abiertos?- preguntó consternado.
-Pues claro. ¿Por qué, se suponía que no debía hacerlo?- preguntó. Jeremy puso una de sus manos sobre su cara en señal de frustración, vergüenza y resignación.- vale, vale, espera. Prometo cerrarlos y no reírme, de verdad. Lo prometo.
Jeremy asintió y volvió a acercarse. Pero Victoria volvió a carcajearse.
-Lo siento, lo siento. Perdona. Esta es la buena, lo prometo.
Jeremy frunció el ceño, nada convencido de ello, pero aún así volvió a acercarse.
Por tercera vez.
Esta, con cuidado, elevó su cara con una mano es una suave caricia.
Y entonces, se besaron.
No fue un beso magnífico, para nada, ninguno de los dos sabía muy bien que estaban haciendo, sus narices acabaron tropezando numerosas veces, sus diente se rozaron demasiado...
Pero aún así, cuando se vieron obligados a parar para recuperar el aliento, ambos supieron con certeza que nunca hubieran podido tener un mejor primer beso.
-Gra..gracias.- tartamudeó ella aún medio confundida cuando acabaron.
-¿Por qué?-preguntó Jeremy mirándola a los ojos desde cerca. Muy cerca.
-Por enseñarme que tenían de especial los besos. Ahora lo entiendo.
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La primera vez que se habían besado, Jeremy había sido dulce.
El corazón de Victoria se había enternecido del cariño y gentileza con la que la había tratado.
Pero en nada tenía que ver aquel Jeremy y aquel beso con lo que ahora estaba sucediendo.
Y, demonios, como le estaba gustando que así fuera.
No, aquel no era para nada un beso cariñoso, era uno lleno de furia y pasión, un beso duro, uno que no dejaba descanso.
Victoria se estremeció al sentir como, en pocos segundos, la lengua de Jeremy se introdujo en su boca y la incitó con sus movimientos a seguirlo sin darle tiempo ni a pensarlo.
Sí, desde luego que no estaba pensado, porque de haberlo estado haciendo hubiera hecho algo cuando él la subió a la barandilla del balcón, le abrió las piernas y se posicionó entre ellas, estrechándola aún más contra sí si era posible.
Las manos de él subieron entonces de su cintura a su pelo, donde enterró sus grandes manos para atraerla más contra sí y profundizar aquel apasionado beso, destrozando en el proceso su peinado y dejando ahora todos lo mechones libres.
Era una locura.
Jeremy la besaba sin descanso, al tiempo que cambiaba sus manos de sitio de nuevo.
Ahora estaban poco a poco subiéndole su vestido hasta sus muslos y acariciándole en él procesos una y otra vez sus piernas ahora desnudas.
Pero para locura la que sintió cuando sus besos se fueron desplazando poco a poco de su boca a su mejilla, su mandíbula, el lóbulo de su oreja( donde se detuvo hasta hacerla estremecer), su cuello...
Hasta que llegó a la manga de su vestido, que no dudó ni un instante en bajar para poder así alcanzar su hombro y...
No, desde luego que Victoria no pensaba en ese momento, porque de haberlo hecho estaba más que segura de que no hubiera decido que era buena idea desanudar su pañuelo y desabrochar uno a uno y rápidamente todos los botones de su camisa.
El suspiro que soltó cuando vio su torso desnudo hizo que Jeremy sonriera, o al menos eso le pareció que hizo su boca, que volvía entonces a estar en su cuello.
Pero por poco tiempo, puesto que antes de que se hubiera dado cuenta ya le estaba besando los labios de nuevo.
Las manos de Victoria acariciaron entonces el musculoso pecho de Jeremy, suave y cuidadosamente, haciéndolo estremecer y enardecer de tal forma que perdió en el proceso el poco control que le quedaba, haciendo que llevara las manos a la parte de atrás del vestido de ella, donde todo lo rápido que pudo soltó todos y cada uno de los que le parecieron mil lazos que tenía aquel vestido.
Y después poco a poco se lo bajo hasta la cintura, quedando al fin la parte superior de su cuerpo libre para él.
Si, definitivamente se estaban volviendo locos, porque de lo contrario Victoria lo hubiera parado, hubiera recordado su enfado con él y le hubiera pegado una bofetada.
O Jeremy le hubiera recordado, como hacía siempre, que lo que estaban haciendo no era para nada sensato.
Pero ninguno de los dos lo hizo, ni se les pasó por la cabeza, así que Jeremy volvió a bajar por su cuello, siguió por su ahora descubierta mandíbula y bajó lenta, cuidadosa y suavemente hasta...
Los gritos de horror procedentes de la puerta hicieron que ambos se pusieran de pie y se giraran de golpe hacia dónde procedían en un catastrófico autorreflejo.
Si, catastrófico.
Porque habían cometido un error al hacerlo.
Un gran error.
Un terrible, catastrófico y gran error teniendo en cuenta que allí se hallaban más de la mitad de los asistentes del baile, quienes los observaban asombrados, consternados y totalmente horrorizados.
Menos Harding, que se carcajeaba abierta y sonoramente.
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