Capítulo Once

-Victoria, no es tan complicado.- afirmó Jeremy en lo que su amiga tomó como una clara burla hacia ella.

-Eso es porque tú ya sabes hacerlo.- le contestó malhumorada.

Jeremy rodó los ojos con una sonrisa en la cara.

Llevaba, sin exagerar, alrededor de tres horas intentando enseñarle a bailar el valse, algo que teniendo en cuenta su inminente presentación en sociedad la próxima temporada, para la que faltaban apenas unos meses, podría considerarse una tarea un tanto imposible.

Cualquiera en su posición se hubiera rendido, teniendo en cuenta el poco tiempo que tenía para hacerle dominar la técnica y que a pesar de la simplicidad del baile Victoria parecía haber desarrollado dos pies izquierdos.

Pero no Jeremy; quien le había enseñado a leer y amar la lectura, a escribir, a luchar con la espada, a jugar al ajedrez y a cabalgar sin silla.

Los años le habían dotado de una gran paciencia y determinación, sobre todo en lo referente a su mejor amiga, así que ante la desesperación de ella él solo se mostraba divertido y atento y continuaba con su esmerada enseñanza.

Sin contar lo mucho que disfrutaba observando como la imagen que tenía habitualmente Victoria de "Lady Perfecta" se evaporaba ante él en esos instantes en los que le pedía ayuda( cosa que no sucedía a menudo), porque eso demostraba el grado de confianza que había depositado en él, y solo en él.

Y a Jeremy le encantaba ser especial para ella, aunque no fuera en el sentido en el que quería.

Aunque aún no estaba del todo seguro de... cuál era el sentido en el que quería ser especial para ella.

O no lo estuvo hasta esa tarde.

-Venga, intentémoslo una vez más.- dijo provocando que Victoria suspirara.

-De acuerdo.- cedió esta mientras se aferraba a él en la colocación adecuada.

-Un,dos...-comenzó a contar Jeremy. Pero el tres se le quedó atragantado en la garganta cuando sintió el pisotón de Victoria.

Era el cuarto que recibía en media hora.

-Perdón,perdón,perdón,perdón...- se disculpo avergonzada repetidas veces.- los siento tanto. Dios mío Jeremy, debemos dejarlo por la paz, total no es como si alguien me fuera a invitar a bailar. De verdad, esto no tiene sentido. Ningún sentido. Solo voy a conseguir dejarte sin pies. No pasa nada, lo has intentado. De verdad que...

Jeremy le tapó la boca con la mano.

-Ya pareces la pequeña Cris.- le dijo sonriente provocando que esta frunciera el ceño.- una última vez y si no te sale lo dejamos de intentar. ¿De acuerdo?- Victoria asintió viéndose aún privada de su capacidad de hablar.- Pero esta vez mírame a los ojos, no mires a los pies. Se que te encanta mandar, pero el baile es sobre dejarse llevar, así que tú solo confía en mí. ¿Puedes hacer eso, verdad? ¿Confiar en mí?

-Por supuesto.- dijo ella sin un ápice de duda.

Jeremy asintió feliz con una cálida sensación en su pecho y ambos comenzaron de nuevo a bailar.

Todo iba bien. Había funcionado, ambos danzaban perfectamente, totalmente coordinados como si llevaran toda la vida haciéndolo en vez de unas horas.

O al menos fue así los primeros cinco minutos, pero después Jeremy se perdió en los ojos de Victoria, esos preciosos ojos que lo observaban brillando y...

Tropezaron; uno con el otro, con el vestido de ella, con un árbol( pues estaban practicando en el jardín) , con el suelo y entre ellos una vez más y...

Sin saber muy bien cómo, Victoria acabó acostada sobre la mullida hierba y Jeremy encima suya, cara a cara y separados por apenas unos milímetros.

Sí, un momento perfecto para un beso, uno de esos besos de libros de caballerías que te hacen suspirar con deleite y envidiar a la protagonista.

Pero Victoria no era una de esas princesa de cuento de hadas que se sonrojaban ante cualquier mínima situación comprometida y aguardaban los labios de su amado aprovechando, por lo tanto, cualquier situación para crear un momento romántico, y ante lo ridículo de la caída y de la situación, lo único que pudo y supo hacer, fue reír.

No discreta, tímida y finamente como una dama debía, sino con fuertes y estrepitosas carcajadas que venían y se desvanecían por la falta de aire y no cesaban ni daban indicios de que iban a parar pronto.

Jeremy vio maravillado como después de seis meses de seriedad su amiga reía abiertamente entre sus brazos sin parar y comenzó, contento, a reírse él también.

Al cabo de un tiempo, ambos se calmaron y fue entonces cuando Victoria, aún rebosante de felicidad, le dedicó a Jeremy una deslumbrante y abierta sonrisa que lo dejó sin palabras.

Definitivamente ya no había nada que hacer, pensó él entonces, lo había tratado de evitar de todas las formas habidas y por haber, había intentado ni pensar en ello, alejarse de ella, negarse a aceptarlo...

Pero cuando la vio sonreír de aquella forma, no para cualquiera, si no a él, y no con cualquier sonrisa, sino con una deslumbrante, la más bonita de ellas, y solo para él, Jeremy supo con certeza que era demasiado tarde.

Había sucedido.

La amaba.

Se había enamorado de su mejor amiga profunda, intensa, dolorosa, ardorosa e irremediablemente.

Y no había nada que pudiera hacer para evitarlo.

La amaba. Con todo su corazón.

Y daba igual lo que viniera; si ella nunca llegara a corresponderlo, si se separaran, o mismo si al día siguiente se acababa el mundo.

Ese sentimiento se había arraigado en lo más profundo de su corazón.

No, se percató entonces con gran asombro, aquello que acababa de pensar, ese último pensamiento, no era cierto.

A Jeremy se le cortó la respiración y contuvo el llanto y la risa cuando comprendió entonces, sorprendido, lo que en realidad siempre había sabido.

Que ese sentimiento no había nacido en ese momento ni hacía poco tiempo, no era algo que hubiera nacido y crecido en él, no era algo externo que se hubiera arraigado a su corazón mi mucho menos un breve e inconsistente amor juvenil que el tiempo desvanecería y que con los años sería solo un recuerdo que rememoraría con ternura.

No. Aquello no era un sentimiento reciente.

Ese sentimiento siempre había estado y sido parte de él.

La había amado, siempre, desde el primer momento en que la vio.

Y siempre lo haría, se dio cuenta entonces aterrado y temeroso ante la magnitud de sus sentimientos.

Hasta su último aliento.

..........................

-¡Dios salve a la reina!- gritó a pleno pulmón William.

-¡Dios salve a la reina!- corearon Arturo, Jeremy y Harding contemplando divertidos a su ebrio amigo, quien se hallaba subido a la mesa de la taberna donde llevaban dos horas con el único propósito de emborracharse.

Arturo sonrió, con las mejillas rojas producto del alcohol, mientras veía como su amigo se volvía a sentar en su sitio.

Nadie los miraba, era un antro para exmilitantes, aquellas muestras de demencia alcohólica solían ser habituales.

Harding le revolvió entonces a Jeremy su cabello, intentando sacarlo de los pensamientos que provocaban que permaneciera en un estado de ensimismamiento claramente visible dada su falta de conversación, su cabeza apoyada en su mano y sus ojos perdidos.

Este lo miró y Harding comenzó a reírse.

-¿Se puede saber de que te ríes?- le preguntó Jeremy divertido mirando a su amigo.

-Pues la verdad... es que no estoy muy seguro.- dijo justo antes de estallar en carcajadas haciendo a Jer reír también ante lo ridículo de la situación .- No espera, espera, ya me acuerdo. Me estaba riendo de William, sí.

-Lo entiendo. La verdad es que yo también tengo ganas de reírme de mí mismo en este momento.- afirmó Mientras se recostaba en su silla.- Felicitadme. Voy a casarme.- les comunicó divertido el duque de Devonshire.

Todas las carcajadas de sus amigos se desvanecieron durante unos segundos, asombrados por la noticia, para reanudarse instantes después.

-Tanto que repetías que no querías casarte aún, y ahora resulta que en unas semanas ya le has pedido matrimonio a Lady Amberly...- comenzaba a decir Arturo.

-Oh, no, aún no le he pedido matrimonio. Simplemente he aceptado el hecho de que con ella solo hay dos formas. O me caso con ella, o me caso con ella . Solo es cuestión de tiempo, pero juro por lo más sagrado que voy a intentar postergarlo todo lo que pueda. - dijo entre risas para después perder su mirada en el techo.- Dios mío, va a volverme loco. Debo huir del país antes de que esa chiflada acabe matándome o algo peor. Enamorándome.

-Si quieres yo te compro el pasaje y me voy contigo.- afirmó Jeremy.

Todos lo observaron en silencio.

-¿Pero que demonios?- dijo Arturo siendo así el primero en hablar tras aquella inesperada confesión.

-No debería casarme con ella, todos los sabéis. Es peligroso. Muy peligroso.- afirmó revelando la causa de su desconsuelo.

-Ya, bueno, supongo que eso deberías haberlo pensado un poco antes. ¿No? -afirmó Harding.- Ahora sólo tienes esta opción, espero que seas consciente de ello. Puede que me saque dequicio a veces, pero aún así no te permitiré que la dejes tirada ahora que...

-Por el amor de Dios Harding. Si no quería acercarme a ella era precisamente para no hacerle daño. No me voy a alejar ahora si eso conlleva lo que todos sabemos que provocaría, un escándalo social que la destruiría.-afirmó contundente.

-¿Se puede saber por qué sigues entonces retorciéndote y martirizándote en lamentaciones? ¡Acéptalo de una vez! No eres capaz de alejarte de ella, ni nunca lo has sido. Lo intentaste una vez y no funcionó, y lo volviste a intentar y acabaste atándola para siempre definitivamente a ti. ¿Por qué no dejas de lamerte las heridas y comienzas a buscar formas para solucionar tu problema y así poder estar con ella sin limitaciones? -le regañó Harding.

-Porque aunque lo hiciera, que no creo que sea posible, ella seguiría sin amarme, así que al menos mi...mi... "problema", marcará una distancia entre los dos que de seguro ella desea una vez que lo descubra.- vaticinó con tristeza y desasosiego.

-Eres un...- comenzó Harding.

-¿Se puede saber de qué problema estáis hablando?- preguntó Arturo.

-Menos mal. Pensaba que era el único que no se estaba enterando de nada.- dijo William con el ceño fruncido- vamos a ver. Si mal no recuerdo, cuando nos conocimos, te habías ido y alejado de Victoria porque, te habías confesado, y ella te había rechazado, así que querías darle espacio y curar tu corazón roto.

-Si, pero...- afirmó Jeremy.

- Y ahora vuelves, la ignoras para que te haga caso, consigues que haya una manera en la que tenga que casarse contigo sí o sí y... te pones a lamentarte. ¿Se puede saber que está mal contigo?

-¡Yo no hice tal cosa! Si la ignoré fue porque... porque... Chicos, nosotros no hablamos de estas cosas. Pero aún así, todos somos conscientes de los diferentes estragos que ha dejado la guerra en cada uno de nosotros.
Cuando estábamos en batalla no me pasaba nada, y de hecho volví convencido de enamorarla, pensando que el tiempo separados la ablandaría lo suficiente como para volver a pensar en mi propuesta. Y sí, he de decir que el hecho de que aún no se hubiera casado me daba esperanzas de que tal vez se hubiera arrepentido de rechazarme. Pero una semana después de volver, comencé a tener pesadillas.

-Todos tenemos pesadillas sobre aquello Jer, eso no es...- comenzó a decir el duque de Sussexz

-Lo se Arturo, pero no las de todos son iguales. Harding simplemente se levanta sobresaltado, pero yo me despierto en trance y no se lo que hago durante un tiempo. Todo lo que veo son enemigos de lo que tengo que defenderme. Por poco mato a mi mayordomo! Y no es solo eso. A veces me levanto como yo, normal, pero hay días en que no encuentro las fuerzas para levantarme de mi cama. Y suelen ser más que en los que consigo ponerme en pie. Simplemente...todas esas imágenes acuden a mi cabeza y no se ni doy pensado nada que no sea muerte, sangre y ...

-Cada vez que oigo un ruido estridente enloquezco, no puedo estar rodeado de mucha gente ni en espacios pequeños y nadie puede tocarme si no es de frente puesto que si, por ejemplo, me tocan la espalda para llamar mi atención probablemente acaben en el suelo heridos. Por no hablar de las cicatrices de mi cara, que son las más bonitas de mi cuerpo.
¿Y me ves a mí lloriqueando ? - le dijo malhumorado William.

-Todos tenemos nuestros problemas Jeremy. Pero a diferencia de ti y Harding, nosotros no tenemos a una bella mujer a la que amamos en la que apoyarnos.- le recriminó Arturo.

-Es precisamente eso lo que me da miedo, apoyarme en ella y que sea demasiado.- intentó hacerlos entender Jer.

-Oh por el amor de..! -gritó William sobresaltando, ahora sí, al mesero y clientes del lugar, quienes comenzaron a prestar atención a la conversación .- Jeremy, cuando fuimos a la guerra éramos niños a los que les habían vendido la idea de proteger a tu patria y a las personas que vivían en ella. Nos hablaron de honores y beneficios pero nunca de los horror es que allí viviríamos. ¡Eso nos cambio, por supuesto que lo hizo! Mira a Harding. Cuando le salvé la vida y nos conocimos era un bastardo resentido incapaz de amar. ¡Y ahora ahí lo tienes! Un duque bromista al que se le cae la baba por su mujer. Arturo era un niño con ganas de demostrar su valor y ahora es el, más que probable, próximo primer ministro. Y yo, que quería hacer sentir orgulloso a mi padre de mí y que clamaba cosas sobre la caballerosidad y el honor aquí me tienes, pasando mis días con una chiquilla metomentodo que no me deja ni a sol ni a sombra y que cuando lo hace, no se va de mis pensamientos. Y tú... tú eras un chiquillo enamorado del que todos nos burlábamos. Pero hemos crecido, sí, a costa de muchas cosas que prevalecerán siempre con nosotros, pero así como quisimos ser suficiente hombres como para ir a la guerra ahora tenemos que serlo para tragar con las consecuencias y seguir viviendo. Cuando nos conocimos y nos preguntamos qué es lo que más echábamos de menos de Inglaterra, respondiste Victoria. Cuando nos que era lo que más nos gustaba en el mundo, respondiste Victoria. Cundo preguntamos que es aquello que más deseábamos en el mundo, dijiste Victoria. Y estoy seguro de que si te lo preguntara ahora dirías lo mismo.
Y ahora que la tienes....
¿Sabes lo que pienso, Jeremy? ¡Qué eres un cobarde! Un hombre sí valentía y totalmente atemorizado. ¡Ya no eres un niño! ¡Espabila de una vez! ¡La vida te ha sonreído como a muy pocos hace! Así que sal de una maldita vez de tu caparazón de inseguridad, pesimismo y autocompasión y busca a la mujer de la que llevas toda la vida enamorada, ámala, cuídala, enamórala y hazla feliz como siempre habías soñado antes de que sea demasiado tarde.

Jeremy miró a su normalmente callado amigo con incredulidad y vergüenza.

Porque tenía razón.

En todo.

Ya no era el chiquillo que se había ido de Inglaterra.

Y Victoria ya no era la niña que huía ante cualquier problema.

-William creo que te as...- comenzó Harding.

-No, tiene razón. Estoy siendo un cobarde.- afirmó Jer.- esta es mi oportunidad. Solo me estaba escondiendo. Debo hacer algo, pronto. Tienes razón.

-La tengo.- afirmó William.

-Bien... ¿Y por donde planeas empezar? Victoria, y espero que no te ofendas, es un hueso duro de roer.- dijo Arturo.

-Empezaré por casarme. Eso es lo principal. Y después me la llevaré lejos un tiempo, porque si hay algo que me impide estar con ella es las contantes interferencias.- afirmó mirando a Harding quien se encogió de hombros divertido.

-Si mal no recuerdo, interrumpimos un beso. Tal vez no lo tengas tan complicado. Puede que incluso ya te ame.- dejó caer Arturo.

Jeremy se quedó mudo ante aquella declaración. ¿Victoria? ¿Amarlo?

No lo creía. No lo veía ni siquiera posible pero...

Debía ser positivo, pensó, aunque no fuera de eso modo, aunque aún no lo amara, tenía toda la vida para hacerla cambie de opinión.

Pero...

¿Y si era así?

¿Y si ya lo amara?

Ya habría tiempo de averiguar la respuesta de esa pregunta, pensó, y él era un persona muy paciente, de hecho, llevaba toda su vida esperando por aquello.

Pero lo que Jeremy no sabía es que, para bien o para mal, es pregunta iba a ser respondida más pronto que tarde y que, ese tiempo que tanto alardeaba y le gustaba tener junto a ella, tal vez no iba a ser tan largo como él pensaba.

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