Capítulo Diecisiete
Jeremy no estaba bien.
Se sentía de todo menos bien.
Estaba en el bar de una vieja taberna, en una mesa alejada, pegada a la pared.
Botella en mano, lágrimas rodándole silenciosamente por las mejillas, despeinado y mal arreglado.
Era la viva imagen de un hombre con el corazón destrozado y total y completamente desesperado.
Quizás por eso, Harding y William, quienes lo habían visto tan solo un día antes tan completamente radiante, decidieron que como mínimo, acercarse a él, resultaría interesante.
-Ha dicho que no. ¿Verdad?- le preguntó el recientemente nombrado Lord Norfolk mientras se sentaba a su lado.
-Era de esperar. No te lo tomes a mal, pero no tenías nada que hacer. Tras tu enternecedora escena en la escalera has demostrado ser un dulce corderito y ella... parece de armas tomar.- continuó William mientras se sentaba al otro lado.
Jeremy los escuchó hablar sin siquiera mirarlos.
-Poco importa ahora. Si lo que queréis es burlarse de mí, adelante, más humillado de lo que ya me siento no me vais ha hacer sentir. Y si lo que pretendéis es ayudarme, cosa que, teniendo en cuenta vuestras burlas, dudo mucho, buscadme un lugar donde poder enterrar la cabeza los próximos diez años, ya que no creo poder aguantar volver a verla sabiendo que jamás estaremos juntos. No durante un largo tiempo al menos.
Los recién llegados se miraron unos instantes entre sí.
-Creo que tenemos el lugar idóneo para ti.
............................
Jeremy había intentado mantener la calma cuando la doncella de Victoria había aparecido llorando y pidiendo ayuda en su casa.
Y lo había vuelto a intentar cuando, cabalgando diez minutos en la dirección indicada, y con una fuerte ventisca en su contra, aún no había conseguido divisar ninguna señal de su esposa.
Pero entonces la había visto.
Un pequeño bulto en el suelo casi cubierto por completo por la nieve.
Se había acercado, pensando que quizás era la capa que se le había caído y que esto podría llevarlo a ella, que debía de estar cerca.
Pero no era fue un raído tejido lo que encontró, si no al amor de su vida .
Encogida, con nieve a su alrededor del color de la sangre que desprendían sus heridas, el vestido hecho jirones y el pelo enmarañado.
Primero la llamó en susurros, sin querer ni poder creer lo que sus ojos veían.
Pero según se iba acercando y viendo que no obtenía reacción, acabó por llamarla a gritos una vez que la tuvo entre sus brazos, mientras la zarandeaba.
Pero ella no respondía.
Estaba quieta, totalmente estática.
Jeremy la acunó entre sus brazos y con lágrimas en los ojos, miró al cielo rogando por ayuda, por su vida, clamando para que no se la arrebataran.
Y después la miró a ella y le rogó y exigió que reaccionara mientras la abrazaba contra sí y le besaba numerosamente la cara, total y completamente desesperado y fuera de sí.
-No. No me la vais a arrebatar. No ahora. No.- gritó justo antes de ponerse de pie, con Victoria en brazos.
Jeremy no se percató de su peso ni de nada que no fuera ponerla a salvo.
Le dio igual la helada nevada, la dura cabalgata y los gritos de horror y llantos de sus criados cuando entró con paso firme y sin mirar a nadie con el amor de su vida completamente inerte en sus brazos en un más que deplorable y nefasto estado.
No quiso que nadie se acercara ni los molestara.
Lo ordenó a gritos.
Así que nadie los interrumpió cuando entró en su cuarto.
Ni cuando él mismo encendió el fuego, ni cuando le quitó el deteriorado vestido a su mujer, lavó sus heridas, las vendó y curó y desenredó su pelo.
Ni cuando la envolvió en mantas y la colocó delante de la chimenea, que se encargaba de avivar continuamente.
Único momento en el que soltaba a Victoria, quien tenía abrazada contra sí en un intento de dar calor a su frío cuerpo.
No, ella no murió.
A las tres horas se despertó y, al comprender la situación, miró a Jeremy.
Y este la miró a ella.
Él no le preguntó por lo sucedido.
Ella no se lo contó.
Y sin embargo ambos se abrazaron y lloraron durante horas.
Ella sintiéndose aterrada, humilla y denigrada.
Él como un completo estúpido con el orgullo herido por haber permitido que algo le pasara a lo más bonito que la vida jamás le había dado.
Al amanecer Jeremy se había ido.
Al atardecer había vuelto con los nudillos magullados y sangre por toda su ropa.
Pero sin ninguna herida.
Victoria había permanecido en la cama todo el día, encogida en una esquina.
No había querido comer ni había permitido que nadie se acercara a ella hasta que Jeremy llegó.
Y una vez que lo hizo, y sin ninguna clase de reclamación, la atrajo contra sí y dejó que ella le contara la historia que antes no había podido decir y que ahora quería gritar.
Y Jeremy sintió como las lágrimas volvían a caer silenciosamente cuando se supo indirectamente el culpable de que se hubieran metido con ella.
De lo que le habían hecho.
Y aún peor por no haberla protegido, por no haber estado allí.
Pero no volvería a pasar, se juró, no volvería suceder.
Así que en las siguientes dos semanas permaneció al lado de su mujer durante todo el día y la noche.
No le reprochó no querer salir de la cama en dos días, ni de la casa en una semana.
Ella decidía.
No le exigía que comiera, se limitaba a hacerlo cuando ella lo hacía.
Lo cual indirectamente la obligaba a comer.
Y velaba sus sueños, que dos semanas después seguían plagados de pesadillas.
Por lo que sus ya de por sí notorias ojeras se habían profundizado y su apuesto rostro se había demacrado.
Tenía un horrendo y cansados aspectos que las arrugas de preocupación de su mente solo empeoraba.
Y Victoria, una vez que se hubo recuperado de cuerpo y, cuy mente mejoraba día a día, lo vio con preocupación.
Así que aprovechó la cena de esa noche para mezclar en la comida de él las gotas que había comprado y que le harían dormir.
Porque eso es lo que pensó que calmaría su alma y cuerpo.
Sin saber que aquello solo empeoraría todo.
Si, Jeremy durmió al lado de Victoria toda la noche, abrazados.
E incluso Victoria se despertó antes que él, casi al mediodía, pues había descansado tranquila sabiendo que Jeremy también lo haría al fin.
Pero viendo lo tarde que era decidió moverlo para despertarlo.
Y cuando lo hizo, este abrió inmediatamente los ojos.
Pero antes de que ella pudiera decir nada, él había puesto sus manos alrededor de su cuello y la asfixiaba contra la cama.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top