Capítulo Siete
- Un, dos, dos, tres, un....-dijo Victoria antes maldecir. Aquella era la décima novena vez, en la media hora que llevaba intentando enseñarla a bailar un vals a su hermana, que ella la pisaba.
-Lo siento, lo siento, lo siento.- dijo ella rápidamente. Amberly contuvo una carcajada desde su asiento delante del piano y Marlene hizo una mueca intentando contener una sonrisa que se le escapó. A la pelirroja le parecía indignante el echo de que su hermana pequeña, Amberly, fuera la elegida para tocar el piano y no ella. Con lo bien que lo hacía . Por lo que no quería reírse, de verdad que no quería, pero era imposible no hacerlo.
-Tranquila, vamos otra vez.- dijo Victoria con una sonrisa tranquilizadora. Había escogido bien, pensó Cristal, sin lugar a dudas ella era la más paciente de sus hermanas.- vamos Amberly.
Su hermana asintió resignada y con una mueca comenzó a tocar de nuevo ese vals. "Si tengo que tocar hasta que sepa bailar me quedo sin manos" pensó.
-Un, dos...- dijoVictoria antes de soltar un chillido.
-¿Qué ha pasado? ¿ Te he vuelto a pisar? Lo...
-No..no-dijo Victoria mientras sonreía nerviosa a lo que fuera que fuera que tenía ella tras su espalda. Cristal se disponía girarse cuando Victoria la detuvo- quieta, ya casi lo tienes. Una última vez, pero esta con los ojos cerrados.
-Mis pisadas debieron afectarte más de lo que pensaba. Victoria, si ya te piso con los ojos abiertos, imagí...
-Shhh. No me contradigas. Hazme caso.- la cortó ella. A regañadientes Cristal cerró los ojos.
-Un, dos, tres, un,dos,tres-murmuraba para no perderse. Pero. Aquellas incesantes risitas de sus hermanas no paraban y aquello comenzaba a molestarla- un, dos, tres, un , dos, vuelta y...- toda la sala se quedó en silencio cuando, tras su vuelta, sus brazos no se posaron en los de su hermana, si no en unos mucho más grandes y fuertes. Cristal alarmada se disponía a abrir los ojos cuando unas grandes manos masculinas se los taparon .
-Es pasable que en estos tres meses ya hayas olvidado mi tacto. Pero espero que no mi voz.- le dijo una grave voz en un tono dulce y cariñoso que ella conocía a la perfección.
Un entusiasmo y una profunda alegría embargó a Cristal cuando apartó aquellas manos de su cara y con un chillido de emoción saltó a los brazos de su hermano.
-¡Geric!- gritó emocionada.
-Mi pequeño lorito, te he echado tanto de menos- le dijo su hermano mientras le correspondía el abrazó y depositaba un suave beso en la rubia y alborotada cabellera de su hermana.
-Pero, pero...- dijo ella mientras se separaba un poco para poder mirarlo a la cara- de suponía que venías el domingo.¿Qué haces aquí?- le preguntó.
-No podía esperar para verte. - " A mí y a Amara"pensó Cristal con cierto deje de celos fraternales. Pero poco le importó este echo así que lo volvió ha abrazar. Su hermano estaba allí y eso era lo importante.
Por desgracia aquella dicha le duró poco , concretamente, el tiempo en el que tardó la puerta en abrirse, cinco segundos. Dos personas entraron a paso ligero y se detuvieron de golpe.
-Hijo.- dijo el conde mirando a su primogénito seriamente. Era bien sabido por todos que la relación entre ambos era mala) por no decir inexistente) hasta que envió a Cristal al internado. Desde ese momento pasó a llamarse odio lo que sentían. ¿ La razón por la que todo había comenzado? Esa era una buena pregunta a la que solo ellos tenían respuesta.
-Padre.- dijo Geric adoptando una postura más tensa y enderezándose.
Aquello era muy común entre ellos, sucedía cada vez que se veían, por lo que la atención estaba puesta en el duque, el cual se encontraba a su lado y permanecía con una expresión en su cara de haberse tragado algo agrio desde el momento en que entró en la habitación.
-Cristal, el duque me ha pedido permiso para llevarte a la feria hoy puesto que ayer no pudo ir con Amberly debido a la lluvia.- le dijo su padre sin apartar su mirada de su hijo, el cual escrutaba a Harding con una cara que mostraba un mezcla de asombro y algo bastante cercano al miedo.
-Si, esa era mi intención, pero acabo de acordarme de que había quedado con un amigo hoy, lo lamento.- se apresuró a decir el duque mientras salía apresuradamente de la sala con su padre pisándole los talones.
Cristal miró a su hermano con el ceño fruncido y este se encogió de hombros. Ni por un momento Cristal dejó de pensar que él sabía algo. E iba a decirle que no le creía, de verdad iba ha hacerlo, pero él comenzó a hablar de la capital y todo en su mente se esfumó.
La tarde pasó más rápido de lo que creía recordar que jamás lo hubiera echo mientras las cuatro hermanas oían entre risas y regaños las aventuras de su mujeriego y desvergonzado hermano a lo largo de todo el verano.
Y probablemente hubieran continuado hasta bien entrada la noche si no hubiera sido por el sonido que hizo la puerta al abrirse de nuevo. Y tras ese sonido el de un jarrón rompiéndose.
-Yo..yo...- dijo una ruborizada Amara - lo lamento- afirmó en un susurró al mismo tiempo que hacía una torpe reverencia y salía rápidamente de la habitación sin ni siquiera preocuparse por el jarrón roto y las flores desparramadas que había dejado en el umbral de la puerta.
Una inmensa sonrisa se instauró en la cara de su hermano cuando se levantó de la silla y corrió a través de la sala para alcanzarla.
Negando con la cabeza y totalmente divertida, Cristal se retiró a sus aposentos donde resignada a cambiarse sola, se desató como pudo el corsé y se puso el camisón para intentar dormir.
Y lo consiguió durante unas horas, hasta que una pesadilla la despertó a las tres de la mañana.
Alterada y con el pulso por las nubes se levantó de la cama y dio vueltas de un lado a otro de la habitación intentando calmarse.
Pero aquella imágenes se repetían en su mente una y otra vez. Su madre enferma. Su madre gritando. Su madre caminando en camisón hasta el lago de noche. Su madre metiéndose en el algo y... y...
-Oh,no puedo creer que vaya ha hacerlo.-dijo mientras salía de la habitación. Necesitaba a alguien que la tranquilizara, y no sería la primera vez que su hermano lo hiciera, de echo desde que tenía memoria siempre dormían juntos cuando ella tenía una pesadilla, pero ya tenía dieciocho años, y aquello la avergonzaba.
Claro que, una vez que se metió en la cama de su hermano y apoyó la cabeza en su pecho mientras él la abrazaba contra si sin despertarse del apacible sueño en el que se hallaba inmerso, toda vergüenza se le pasó y se sintió totalmente reconfortada hasta tal punto que pudo conciliar el sueño de nuevo en unos minutos. Una tranquilidad y felicidad de saberse proveída la envolvían.
O al menos lo hacían hasta que a la mañana siguiente y con la luz entrando por las ventanas se dio cuenta de que se había equivocado de habitación, y no era su hermano a quien estaba abrazado.
"¿Por qué a mí?"pensó mientras veía con una mezcla de sorpresa y horror al duque durmiendo a su lado.
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